extra-n-1  Mujeres que cuentan [ESPECIAL AUTORAS]

 

AUTORAS

Conversación en el café

Eva Hibernia

La América de Edward Hopper, de Eva Hibernia

La América de Edward Hopper, de Eva Hibernia

Dos mujeres se encuentran en un café. Nada en su aspecto –no llevaban vestimentas oscuras ni gafas de pasta– delata que pertenecen al gremio de los dramaturgos. Sin embargo, sobre la mesa de mármol, descansan sendos cuadernos. Igual que ciertas personas se acompañan de perros para salir a la calle, o algunos vagabundos empujan carritos de la compra con sus pertenencias de aquí para allá, las dramaturgas que nos ocupan estimaban a sus cuadernos como objetos fieles e imprescindibles para salir al mundo.
—Hoy no escribí nada.
Un horror discreto ensombrece la mirada de la amiga.
—En realidad hace meses que no escribo nada.
El horror se acrecienta. A la incómoda pregunta “¿Por qué escribe?” de un famoso cuestionario, ambas amigas contestaron con la misma aseveración: “Porque no puedo evitarlo. Escribir es respirar”.
—¿De dónde nace la escritura, dime, de dónde nace para ti, se construye a partir de una idea?
—Normalmente no, nunca es una idea.
—Para mí tampoco.

Se acerca el camarero a tomar la comanda. Afuera llueve y todo parece indicar que lo mejor sería calentarse con el típico café, sin embargo una de ellas ha cobrado unos derechos de autor y se siente generosa. Propone descorchar una botella de vino para animar la conversación.
—La última obra que acabo de escribir me ha costado 15 años. ¿Lo puedes creer? Fue hace unos 15 años, por casualidad, una tarde de verano, me senté al lado de mi padre. Él veía la televisión, una retransmisión de deportes que a mí no me interesaba nada. Sin embargo, y para mi sorpresa, en el tiempo que duró la proeza del deportista tuve la intuición de una obra entera. Fue un momento muy especial. Lo recuerdo como se recuerdan ciertos sueños en los que una es el testigo y a la vez la protagonista del sueño. Me veo concentrada mirando el televisor, siento el calor del cuerpo de mi padre al lado, el calor de la tarde de julio, y mi concentración estática viendo aquella proeza de un atleta, proeza totalmente ajena a mi imaginario. Oigo un susurro lejano dictándome algo. Durante años la imagen de lo que he visto vuelve a visitarme. Ya no lo veo tal cual lo retransmitió la televisión, quizás nunca lo vi tal cuál, siempre está la obra de teatro por debajo, intentando emerger. Me digo que es imposible. Nunca podré atrapar en la forma teatral aquello. Pero aquello ¿qué?, ¿qué es lo que realmente he visto? Es algo concreto y, a la vez, abstracto y misterioso. Si me concentro en lo concreto, en la escena del televisor, en el calor o en el vínculo que como observadores formábamos mi padre y yo, sólo tengo elementos fragmentarios que no me llevan a ninguna parte. Y si intento atrapar esa cosa misteriosa que he sentido, para tirar del hilo y entender la historia que quiero contar, se me esfuma.
—¿Qué haces entonces?¿Te rindes?
—Espero. De alguna manera creo que cada autor tiene un mundo que contar. Ese mundo se organiza en obras. Como geografías desconocidas que va conquistando. No sé si es la fuerza de voluntad del autor quien inicia la aventura de la conquista. Quizás la obra, los personajes, tienen cierta inteligencia en alguna parte del inconsciente y se las componen para que el autor madure y pueda recibir su historia.
—Así que te ha costado 15 años madurar, eres lenta.
—No me importa serlo, la rapidez no me parece una virtud imprescindible en la carrera de un escritor. Para un mecánico la rapidez si es algo loable.
—Te olvidas de los encargos.
—Los encargos me han dado grandes alegrías. Son otra especie de estímulo. No siempre se construye igual. Esa geografía de la que antes te hablaba emerge por distintas causas. A todos los dramaturgos habría que ponerles, alguna vez en su vida, una fecha, un tema y un cheque. Estas tres cosas son una especie de pistola. Cuando La Sal todavía no se llamaba así me pusieron delante esas tres cosas. Con Una mujer en transparencia y con La América de Edward Hopper tenía, además, la libertad temática y asegurado el estreno y la producción. Eso ya era una escopeta de dos cañones.
—A mí las pistolas de atrezzo me gustan mucho. Pero no me gusta cuando las cogen los críticos y disparan desde sus tribunas.
—Este es un oficio de riesgo, para todos. Cualquier decisión es de riesgo. Cuando crees que escribes a favor del público, cuando crees que escribes en contra, por resumirlo en dos actitudes, aunque no estoy a favor de estos resúmenes.

Las dos amigas beben lentamente el vino rojo, brillante. El tapiz del tiempo está lleno de escenas como esta, tabernas o fondas repetidas por toda la tierra, desde la milenaria China hasta algún bar de carreteras en una obra de Sepphard: dos poetas conversan y beben. No sólo ese tapiz recoge la amistad, también la necesidad del artista de encontrar interlocutores con los que dialogar, pausadamente, de los temas que le obsesionan, de las inquietudes, de los hallazgos. Un escritor es también sus amigos, sus cómplices. Igual que los piratas alardean de sus hazañas con sus cofrades, los escritores, mucho más discretos, necesitan murmurar sus naufragios o el encuentro de sus tesoros.
—Volviendo a lo de antes, a lo de dejar que las intuiciones maduren por sí mismas o se las compongan para que madures tú y puedas recibirlas, creo que te entiendo. Es una especie de gestación.
—Sí, exactamente, es algo que ya está vivo antes de que comiences a escribirlo. Y lo sabes porque la primera réplica está llena de vida, la escuchas, tiene fuerza, abre una intriga, quieres más.
—Sin embargo, a pesar de esas intuiciones primeras, del tiempo que gesta, una vez que comienza la primera réplica la voluntad del autor, y el oficio, han de pelear duro.
—Claro, por mucho que fluya nunca es fácil. No en mi caso. Pero quiero insistir en que más que la voluntad, que también, es, sobre todo, la disponibilidad. Muchos de los alumnos que vienen a pedirme ayuda para encauzar sus proyectos de escritura tienen, en realidad, un problema de disponibilidad. La escritura es el amor y la obra el amante. Si no estás disponible para tu amante, para sus exigencias, sorpresas, quebraderos y confidencias, es muy difícil que se te entregue. La escritura es celosa, no quiere otras distracciones. Como las relaciones medievales del caballero con su dama, proponen un desafío terrible, porque si no es terrible ¿qué gracia tiene?
—Eres una romántica.

Las amigas ríen. Levantan las copas y las entrechocan. Hasta ahora han evitado el brindis, ese signo báquico, mágico.
—Por la obra que está por venir.
—Por mantener la audacia joven.
Vacían las copas. A través de la cristalera ven a los transeúntes corriendo para escapar de la lluvia. Una de ellas escancia de nuevo vino, como quien cumple un deber de cortesía.
—Por la lluvia.
—Cualquier motivo es bueno para un brindis.
—No, cualquiera no, pero la lluvia siempre me ha traído inspiración. Es una buena aliada. Es importante saber quienes son nuestros aliados, para poder convocarlos en las horas de abulia, cuando la disciplina no es suficiente y escribir se vuelve una montaña terriblemente escarpada.
—¿Por eso brindaste antes por mantener la audacia joven?
—Bueno, no creo poder sustraerme a los sedimentos de la edad. Y si la edad te da mucho, y entre las muchas cosas buenas está que comienzas a tener una perspectiva de tu obra y a poder reflexionar sobre ella, te quita también ese no saber primero. Cuando comencé en estas leyes del teatro, tan férreas, tan escénicas y carnales, suplía la falta de experiencia con la audacia. Si la audacia fuese un músculo lo entrenaría cada día, para que no se me atrofiase. No es que no me interesen las obras clásicas ¡me parece lo más difícil hacer un clásico! En realidad aspiro a ello. Además, como jurado que he sido de premios, sé que encantan las obras redondas y bien peinadas y pulidas. Pero… ¿cómo explicarlo?, el teatro está tan vivo, se hace con personas vivas y en presente, y la vida es audaz, es mucho más audaz que los meros mecanismos de supervivencia, inventa mutaciones, especies nuevas.
—Sin embargo la crisis ha vuelto más conservadurista la cartelera. Y la periferia de los circuitos oficiales está las más de las veces desprofesionalizada y otras menguada no sólo de recursos económicos y técnicos, también de un público que vivifique y de sentido a la vivencia teatral.
—Mira, en cuanto a esto último, una de las experiencias teatrales más importantes de mi vida como espectadora y creadora se dio en un teatro de 500 butacas de las cuales estaban ocupadas siete. Cuando acabó la función sólo quedábamos tres espectadores, pero puestos en pie, aplaudiendo a rabiar. Yo tenía 17 años. Quizás esa experiencia me inoculó una fe a prueba de bombas. Muchos años más tarde, en Buenos Aires, observé con envidia a ese pueblo que vivía el teatro como una de las primeras necesidades de su sociedad. Ese público tenía hambre de teatro, que se ofrecía en los más variados géneros y en los más diversos lugares. Fui a teatros regios, a salas medianas, a pisos, a galpones.
—La meca de una dramaturga. Aunque hubiese sido más sensato escoger esta profesión de nacer nosotras en Alemania o en Francia, nuestros padres no sufrirían tanto cuando les das la terrible noticia de que vas a ser dramaturga. ¿Cuántos han pagado sus facturas siendo eso?
—Sí, pero este es nuestro país, este es nuestro público -aunque aspiremos a la internacionalidad-. Tenemos una sólida tradición de magnífico teatro escrito y apenas estrenado.
—Poco consuelo es ese.
—Consuelo ninguno.

Las amigas apuran la última copa. Una de ellas mira la botella vacía. La hace rodar suavemente por la mesa.
—Las botellas vacías, pobrecitas, necesitan un mensaje y alguien que las tire al mar.
—Ya tiene demasiada porquería el mar como para arrojarle más.
—Venga, no seas sosa, un mensaje dentro de una botella no puede hacer mal al ecosistema.
Cada una se inclina sobre su libreta, escribe algo en una hoja, la arranca, la dobla cuidadosamente y la introduce en la botella.
—Bueno, ahora solo hay que ponerse en camino y encontrar un mar para lanzarla.
—Eso, o encender un par de focos sobre un escenario e inventar el agua, la sal, el ritmo de las olas.
En pocos minutos las dos dramaturgas estarán del otro lado de la cristalera, corriendo como los demás, para gaurecerse.

(a mis amigos y colegas)

 

Eva HiberniaEVA HIBERNIA

Licenciada en Dramaturgia por la RESAD de Madrid. Cursa el Doctorado en Humanidades El Mon com a Text en la Universidad Pompeu Fabre de Barcelona.Autora de 19 textos teatrales entre los que destacan Los días perdidos, ayuda a la creación de la Comunidad de Madrid, publicado por la Asociación de Autores de Teatro, El arponero herido por el tiempo, Áccesit al Premio Nacional de Teatro Marqués de Bradomín 1997, Fuso negro, Áccesit al Premio SGAE de Teatro 2005. La sal, Mención Especial del Jurado Premio Nacional Escena Contemporánea 2006, editada por Anna B´Joak ediciones.

En 2006 es seleccionada autora residente del Programa de Dramaturgia Contemporánea T6, del TNC. Durante los tres años de residencia escribe y dirige Una mujer en transparencia, estrenada en el TNC y La América de Edward Hopper, estrenada en el Teatre Ponent y con amplias temporadas en la Sala Beckett, Teatro Español de Madrid y gira. Este montaje gana el Premio de la Crítica a la mejor Iluminación y el Premio Max Revelación por Catalunya. Ambas obras publicadas por Proa. Su último texto, Los viejos maestros es Finalista del Premi Born de Teatro 2012.

Cofunda la Compañía Delirio. Dirige una quincena de espectáculos. Destacan Cova Cortázar, programada dentro del Festival Grec y del Fórum de las Culturas 2004 y Trece rosas, de Júlia Bel, Tercer Premio a la Mejor Dirección en el Certamen Nacional de Directoras de Escena de Torrejón de Ardoz 2007. Sus montajes se han podido ver en teatros como el Teatro Nacional de Catalunya, Teatro Español de Madrid, Sala Beckett, Cuarta Pared, etc y en festivales internacionales.

Es también poeta. Ha editado el poemario He yacido días animales (Poètikas 2015) además de poemas sueltos en distintas antologías y revistas. También cuenta con el XV Premio de Cuento Infantil Hospital Sant Joan de Déu con Rayas azules, editado en catalán y castellano por La Galera. Como ensayista sus artículos están diseminados en varias publicaciones.

Junto a Albert Tola lidera el proyecto Coaching Escritores (www.coachingescritores.com) que asesora y apoya a los escritores en sus procesos creativos. Otros sitios de interés de la autora son www.evahibernia.blogspot.com y el cuaderno de creación www.evahibernialaperegrina.blogspot.com.

 

 

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