N.º 9 Mejor pensarlo dos veces. Ensayo

sumario

ANA PRIETO NADAL. Miscelánea teatralMiscelánea teatral

Ana Prieto Nadal
SELITEN@T

José Manuel CORREDOIRA VIÑUELA,
Miscelánea teatral.
New York, IDEA/IGAS, 2016.
279 pp. ISBN: 978-1-938795-16-9.

Grafómano empedernido según propia definición, el dramaturgo y ensayista José Manuel Corredoira Viñuela practica aquello de nulla dies sine linea y ha urdido en este volumen un maremágnum con mucho orden y concierto, un miscendum de disciplinas, títulos y citas, que vuelve la vista a los clásicos y se ocupa asimismo de obras contemporáneas. Trata de asuntos diversos, si bien predominan, además de cuestiones sobre teatro, las disquisiciones filosóficas y las pesquisas filológicas, basadas en hábitos tan saludables como el cotejo de ediciones y traducciones –de fuentes, en definitiva–, el rastreo etimológico y la correspondencia con expertos, amigos y maestros.

El abigarramiento de materias y citas es servido con un lenguaje enormemente expresivo, muy dado a los neologismos arcaizantes. Abre el volumen un comentario de las Memorias de Voltaire, focalizado en la relación del filósofo con la Marquesa de Châtelet y con Federico de Prusia. Y de ahí Corredoira, desde su legendaria erudición –que él, modestamente, disfraza de diletantismo–, se lanza a compartir con su “improbable” y “desocupado” lector provechosas referencias teatrales, literarias, filosóficas, et cetera, que son glosadas, analizadas, remitidas a sus antecedentes y contextualizadas dentro de una tradición. Nos habla del opúsculo ¿Qué es la ciencia? de Gustavo Bueno, del Policraticus de Juan de Salisbury, de la educación sentimental de Juan Valera, de la analogía entre la flor de loto budista como símbolo de meditación y el palmito como metáfora del alma en el capítulo segundo de Las Moradas de Santa Teresa… Tan pronto saca a pasear a íncubos y súcubos –“De fascinatione daemoniaca”– como nos ofrece unas “Visiones de Dios” muy escogidas y pintorescas, o enfila citas y más citas que demuestran cuán arraigada está la misoginia en nuestra cultura: Aristóteles, Santo Tomás, Alfonso X el Sabio, Jaume Roig, el Padre Feijoo, Schopenhauer, Clarín, la Ley Moyano.

Revela las inocultables predilecciones de su autor la reseña en que –casi como una provocación a las inercias de la prensa periódica y sus críticos ávidos de nuevos talentos– anuncia que para él el mejor libro publicado en 2014 fue el quinto y penúltimo tomo de El banquete de los eruditos, de Ateneo de Náucratis, en la Biblioteca Clásica Gredos. En otro artículo se refiere a las Cartas de cortesanas de Alcifrón, que considera a la altura de Luciano y sus Diálogos de las heteras. En otra ocasión celebra la comedia La Calandria (1513) del cardenal Bibbiena, “una obra desopilante, irreverente, endiabladamente bien escrita, procaz, desobediente y bocacesca” (pág. 129).

En el artículo titulado “A vueltas con la ética y la moral”, Corredoira se remonta a la distinción cristalizada con los epicúreos –ética– y los estoicos –moral–, y alude al tratamiento que de estos temas hacen los autores del círculo sofístico de Hipias y Antifón, que parten de la diferenciación entre nomos y physis, y asocian la primera, entendida y traducible como norma, costumbre o convención –y, por tanto, mudable y contingente–, con la ley de la polis, y la segunda, derivada de ethos, con el individuo. En otra entrada, “Erotismo y pornografía”, apunta, muy atinadamente, que no es un criterio estético sino ético –“si por ética entendemos aquello que tiende a la preservación y bienestar de los cuerpos individuales” (pág. 233)– el que permite diferenciar entre erotismo y pornografía. En “Pasiones necrófilas”, se refiere al libro A vida sexual. Fisiologia e patologia (1901), del psiquiatra portugués y Premio Nobel de Medicina de 1949 António Egas Moniz, y, tras un repaso taxonómico y varios apuntes sobre derecho penal, blande el concepto de necrofilia erótico-estético-literaria para cernerse de modo enormemente estimulante y jocoso sobre la consideración de múltiples parafilias teatrales; así, con delirante ingenio menciona obras de teatro de todos los tiempos en que aparecen cuestiones como la “zoofilia o bestialismo teatral”, la “formicofilia teatral”, la “pornoscopia teatral”, y un sinfín de chispeantes denominaciones.

Pero vayamos más de lleno a la cuestión teatral. José Manuel Corredoira es un autor que reivindica la fértil tradición del barroco –“Me gustan las hechuras de ese traje, con sus costurones de abigarrados colores, excesos y repeticiones, extravíos, distorsiones, amasijos y catástrofes” (pág. 276)–, de la que se considera un eslabón más. Tal como ha apuntado Francisco Gutiérrez Carbajo, el mundo jocoso-burlesco y tragicómico de sus piezas bebe de las fantasías de El Bosco, y en su nómina de autores predilectos están Rabelais, Quevedo y Calderón; también Aristófanes, Luciano de Samosata, Cervantes, Sterne, Valle-Inclán, Joyce, Céline… Y, por supuesto, sus coetáneos del neobarroco español: Nieva, Riaza, Romero Esteo y Arrabal.

En Miscelánea teatral, Corredoira analiza la figura de Don Juan en distintas obras –distinguiendo entre el donjuán meramente seductor y el burlador– y llega hasta José Bergamín y su pieza Enemigo que huye. Polifumo y Coloquio espiritual (1926). En “Calderón aggiornato” se ocupa de la pieza de Ernesto Caballero Sentido del deber en tanto puesta al día o actualización de El médico de su honra, para luego documentar la enorme reputación de que goza a nivel internacional Calderón de la Barca. A Fernando Arrabal le dedica varios apuntes, siendo el más extenso y monográfico “Trilogía arrabalaica”, una “croniquilla volandera” donde aborda las interpretaciones de tres de sus textos –Dalí versus Picasso, El impromptu tórrido del Kremlin y Pingüinas– y las desviaciones del sentido original que se han producido en distintas lecturas y puestas en escena. En otro artículo habla de José Barbacana (2015), de Jerónimo López Mozo, obra que considera la mejor radiografía de la crisis que ha leído. Más como filósofo que como hombre de teatro, acomete la disección de los hipotextos –aunque él no utiliza este término genettiano– del teatro de Juan Mayorga, y nos descubre las citas latinas –Cicerón, Lucrecio, Horacio, Propercio– que Montaigne incluyó en sus escritos y que aparecen en Últimas palabras de Copito de Nieve. A la hora de referirse a la producción de José Moreno Arenas, opta por la etiqueta “teatro indigesto”, que subdivide en dos tendencias –el teatro alegórico grotesco (no realista) y el realista grotesco (no alegórico)– y en el que distingue tres navegaciones, a tenor de las distintas etapas que establece en su producción. Resulta de gran interés la conferencia sobre “Ficciones animales en el teatro español”, en que reseña a numerosos autores: Rafael Alberti, José Ruibal, Antonio Martínez Ballesteros, Manuel Martínez Mediero, Alfonso Vallejo, Miguel Murillo, Jesús Campos, Angélica Liddell y Laila Ripoll, entre otros muchos.

En “Balance del Teatro posdramático (con una coda sobre mi teatro)” se refiere al célebre libro de Hans-Thies Lehmann (1999) y lamenta que se tenga en consideración solo lo “posdramático espectacular” y no lo “posdramático textual”, donde cabría mencionar a Valère Novarina, Sarah Kane, Heiner Müller, Elfriede Jelinek, Jean-Luc Lagarce, Roland Schimmelpfennig y al propio Corredoira Viñuela: “Mi teatro se caracteriza por ser un teatro del verbo (incarnato?), un teatro logocéntrico” (pág. 224). Por otra parte, en la conferencia “Ideas sobre lo urbano en mi teatro”, también incluida en este volumen, define su propio teatro como antiutópico o cacotópico –“describe una realidad indeseable pero transfigurada por las sales del humor” (pág. 135)–. Resulta innegable que en la historia de la literatura existe la tendencia a oponer la estética popular al clasicismo; en este contexto, y partiendo del concepto del sermo urbanus latino –la urbanitas asimilada a la latinitas y a la humanitas– como opuesto al sermo rusticus y al peregrinus, Corredoira quiere destacar “el valor transgresor y subversivo (frente a la estandarización lingüística) de escritores inurbanos como Aristófanes, Plauto, Rabelais, Quevedo, Joyce o Céline” (pág. 142). Él mismo escribe en “interlingua”: “una mezcla de lengua culta y popular, extranjerismos, variedades del español de América, etcétera” (pág. 143).

No cabe duda de que los “juntapalabros corredoiros”, como los llama César López Llera –López Mozo considera este lenguaje un desafío al diccionario, y Arrabal, un extravío de lucidez–, no solo sustentan obras de lo más innovadoras y descollantes en el panorama teatral contemporáneo –Bestiario de amor (2008), Retablo de ninfas (2010), Iluminaciones al público (2012), Elucidario sentimental (2013), Diferencias sobre la muerte (2014), entre otras–, sino que también son capaces de levantar andamiajes teóricos tan estimulantes y esclarecedores como esta Miscelánea teatral, a partir de apuntes, glosas y apostillas diarios, y de la imbatible alianza entre erudición e ingenio.

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