N.º 9 De aquí y de ahora. Teatro Español contemporáneo

sumario

MIRIAM SEGURA (ET AL.). VII Certamen de Teatro «Dramaturgo José Moreno Arenas»VII Certamen de Teatro «Dramaturgo
José Moreno Arenas»

Leandro Herrero Mejías
Autor teatral

Miriam SEGURA,
Zacarías,
Carlos ROMA (José Carlos RODRÍGUEZ MARTÍNEZ),
Cuento de la imprevisible Berta,
Aníbal ALBORNOZ ÁVILA,
La jaula de un hombre.
Juana ESCABIAS,
Des’encuentros.
Antonio CREMADES,
Naturaleza muerta.
Pedro CATALÁN,
Madre no hay más que una.
Barcelona, Ediciones Carena, col. Teatro, 2016.
138 pp. 12 €. ISBN: 978-84-16418-72-5.

Siempre es una buena noticia la supervivencia de un premio teatral. Al igual que la inocencia en las guerras, la cultura es la primera víctima de las crisis y llevamos ya diez años atravesando la peor que somos capaces de recordar. Pero que el certamen que nos ocupa, que ha alcanzado ya siete ediciones, esté dedicado a las piezas breves nos complace especialmente. Los géneros teatrales cortos apenas tienen cabida en la programación de los teatros comerciales –aquellos que necesitan generar beneficios para subsistir–, y por tanto tampoco son tenidos en cuenta por las compañías profesionales. Por ello, hay que valorar el trabajo de premios como este que nos ocupa, que se esfuerzan año tras año por conservar estas especies amenazadas de extinción.

El Certamen «Dramaturgo José Moreno Arenas» permite competir en dos modalidades: teatro breve y teatro mínimo, y de las obras recibidas a concurso decidió el jurado seleccionar seis: un primer premio y dos accésits por categoría, que ahora ven la luz en un tomo –“El teatro también se lee”, nos recuerda año tras año nuestra AAT– con una calidad de edición más que notable. Resulta reconfortante sujetar entre las manos ejemplares como este, cuidados en la impresión, en el diseño de la cubierta, en la elección del papel, de la tipografía… Pero pasemos ahora a su interior. Comencemos esa función solitaria que presencia en su imaginación el lector de un texto teatral.

El telón da paso a Zacarías, la obra firmada por la burgalesa Miriam Segura y ganadora en la modalidad de teatro breve. En esa pieza, tres personajes se mueven por la escena como piezas de un ajedrez oscuro manejado por un autor –¿por qué no autora?, quizá le habría proporcionado al texto una dimensión más sugerente– todopoderoso que actúa igual que el capo de una banda mafiosa.

El componente metaliterario se extiende a la segunda pieza de la función, Cuento de la imprevisible Berta, firmada por el pontevedrés Carlos Roma y merecedora del primer accésit de teatro breve. Un autor –esta vez más víctima que verdugo– con dificultades para idear las tramas de las novelas que le exige el mercado –“… los libros de cuentos no venden”, afirma el personaje– recurre a escribir sobre las relaciones sentimentales que mantiene, a costa de ofender a sus novias y perderlas. Eso mismo parece que le va a ocurrir con Berta, su actual pareja, pero ella, que no desea romper, guarda un as en la manga: de una forma inesperada, la joven también le proporcionará el argumento de una novela.

El segundo accésit de teatro breve se otorgó a la obra La jaula de un hombre, del argentino Aníbal Albornoz Ávila, el único autor extranjero en el palmarés de esta edición del premio. Es esta una obra que demuestra que el teatro alcanza sus mayores cotas cuando se reconoce más hermano de la poesía que de la narrativa. Un carpintero fabricante de jaulas para pájaros decide que ya no construirá ninguna más. Su visión lírica del mundo choca sin remedio con el pragmatismo de su esposa y sus vecinos, que le presionan para que siga haciendo lo mismo que siempre: colaborar al encierro de esas aves que despeinan su cabeza como versos que reclaman su atención. Una vez más, la metaliteratura amplía los horizontes del teatro: deliciosa la carta que “un tal Frank Kafka” le envía desde Checoslovaquia para reforzarle en su idea de ser poeta y para aconsejarle que haga “jaulas para la libertad”.

Un intermedio en la función. Podemos visitar la cafetería del teatro mientras los tramoyistas reforman la caja escénica para reducirla aún más: pasamos ahora a la modalidad de teatro mínimo y quizá tengamos que presenciar las tres obras que nos quedan en prodigiosas puestas en escena levantadas dentro de media cáscara de nuez, o del estuche de un anillo, o en la palma de la mano de un bebé.

Des’encuentros, de la madrileña Juana Escabias, es la ganadora de esta modalidad. En solo tres páginas, reproduce la “cara B” de las relaciones de pareja: la necesidad que todos arrastramos de sentirnos el objeto de deseo de alguien. (Quizás esta sea la misma motivación de la que tanto nos advierten los psicólogos, la que nos empuja a exponernos sin reparos en las redes sociales buscando una multitud de seguidores). Un texto ágil, brillante y divertido.

El primer accésit de esta modalidad nos permite reencontrarnos con el alicantino Antonio Cremades. Su texto Naturaleza muerta se inserta como un cuchillo primero entre los otros dos textos mínimos que lo acompañan –ambos con sesgo de comedia–, y segundo en la conciencia del lector-espectador. Esos tres hombres anónimos hablan casi con una sola voz para transmitirnos la angustia alienante que abruma sus días. Son, como el autor sugiere, tres hámsteres corriendo hasta la extenuación dentro de una rueda.

Se acerca el final, y para ponerle la guinda a la función tenemos reservada Madre no hay más que una, del madrileño Pedro Catalán, merecedora del segundo accésit. Esta pieza es un monólogo protagonizado por una mujer madura a la que han defraudado uno por uno todos los miembros de su familia: su marido, su hija, sus nietos y, cómo no, su primogénito recién divorciado y retornado al hogar paterno, que se hace merecedor de una monumental bronca por todo lo que hizo en su vida y por todo lo que haya dejado de hacer, suavizada eso sí con croquetas y pastas. Porque en el fondo la protagonista de esta pieza es una madraza a la antigua, tan incapaz de asimilar lo que le ha ocurrido a su familia como de abandonar su particular trinchera.

El telón ha caído, aplaudimos con ganas, los actores y actrices salen a saludar y, por qué no, también las dos autoras ganadoras y los firmantes de los cuatro accésits –¿cuándo dejaron de ser importantes los escritores de las obras?, ¿en qué momento se decidió apartarlos de los escenarios?, ¿a quién molesta su presencia?–. Y por desgracia tenemos que abandonar la sala. La contraportada del libro se cierra a nuestras espaldas como lo haría la puerta de un teatro.

Ya solo nos queda desear de todo corazón que la iniciativa del Ayuntamiento de Albolote siga gozando de buena salud y que en los próximos años volvamos a tener noticias editoriales de su Certamen de Teatro «Dramaturgo José Moreno Arenas».

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