N.º 4 Mejor pensarlo dos veces. Ensayo

sumario

Las razones de un sueño

Juan Pablo Heras
Autor teatral

Cipriano DE RIVAS CHERIF
Artículos de teoría y crítica
Edición e introducción de Juan Aguilera Sastre y Manuel Aznar Soler.
Madrid, Centro Dramático Nacional, 2013.
526 pp. 20 €. ISBN: 978-84-9041-051-9

Cipriano DE RIVAS CHERIF
Teatro (1926-1946)
Edición e introducción de Begoña Riesgo.
Madrid, Centro Dramático Nacional, 2013.
443 pp. 20 €. ISBN: 978-84-9041-050 -9.

Debemos en gran medida a la tenacidad de Manuel Aznar Soler que el Laboratorio Rivas Cherif, una de las iniciativas más interesantes que ha propulsado Ernesto Caballero desde que dirige el Centro Dramático Nacional, no lleve tal nombre en vano. El laboratorio vehicula procesos de experimentación, debate y formación de profesionales, es decir, que persigue hoy lo que Cipriano de Rivas Cherif quiso para su tiempo: abrir el teatro español a la exigencia artística y al contacto con los nuevos tiempos, imprevisibles y mutantes entonces como ahora. Como fiel de ambos proyectos, pasados y presentes, se destapa ahora el cofre del tesoro de su legado escrito en los volúmenes inaugurales de la “Colección Laboratorio”. El lector puede revivir ahora la inquietud infatigable del mayor portavoz de la modernidad en la escena española del primer tercio del siglo XX, una vez que su trayectoria biográfica y artística quedó recogida en la fundamental monografía que Juan Aguilera y el mismo Manuel Aznar Soler publicaron en 2000[1].

 La antología Artículos de teoría y crítica teatral es un verdadero viaje submarino por la intimidad del teatro de la primera mitad del siglo XX, desde los aires de cambio que propugnaba en la década de 1910 hasta la nostalgia bien informada de su exilio mexicano en la de 1960. El estilo de Rivas Cherif es inconfundible, a medio camino entre sibilina prosa de leguleyo (se había formado en derecho) y airosa sintaxis cervantina. El astuto criterio de los editores combina el orden cronológico con la distribución temática: en primer lugar, encontramos los dedicados a “La renovación del arte escénico en España y Europa” y “El ballet y su importancia en la renovación escénica”, artículos publicados en los años 20, en los que Rivas Cherif entra a fondo en un debate de alcance alrededor de los pujantes “teatros de arte” que florecían por toda Europa. Pese a ser absoluto partidario y colaborador necesario de todo movimiento de ruptura contra la rutina zafia del teatro profesional predominante, Rivas Cherif recela del abuso del “esteticismo” sobre el texto dramático, y alerta del riesgo de caer en una vacuidad de la que salva nombres como Jacques Copeau o Adrià Gual.

El siguiente apartado, “La puesta en escena: repertorio, dirección artística e interpretación” incluye, entre otras cosas, los artículos que escribió durante la Segunda República, periodo en el que se produjo su apogeo profesional en el teatro madrileño desde su posición como asesor literario (el término “director” aquí resulta equívoco) de la compañía de Margarita Xirgu, que mantuvo la concesión del Teatro Español entre 1930 y 1935. El paso era significativo: de trabajar en el riesgo secreto de los teatros íntimos a decidir el repertorio del primer teatro de la capital, lo que invirtió su posición como crítico: del ataque a la defensa, es decir, de señalar el atraso de la escena española a justificar ante un público algo perplejo proyectos tan ambiciosos como la representación de la Medea de Séneca (en versión de Unamuno) en el teatro romano de Mérida o de El Alcalde de Zalamea en la Plaza Monumental de Las Ventas. Defensas puntuales de trabajos propios que coinciden o se alternan con una reflexión al día sobre la evolución en el mundo del oficio de director, que en el teatro español de los años treinta todavía estaba sometido a la tiranía del primer actor. De hecho, él prefería calificarse a sí mismo como “sugeridor” (p. 330).

“Por un teatro dramático nacional” reúne los artículos que publicó en El Sol entre 1931 y 1932, y que contienen algunas de las líneas más prometedoras de la cultura teatral republicana. Su proyecto era tan avanzado que llevaba en sí un nombre casi idéntico al de la institución que hoy los reedita: “Teatro Dramático Nacional”. Sin embargo, el sueño de Rivas Cherif no pasaba tanto porque el Estado propugnara la producción como la formación. Lo que añoraba era más bien una Escuela Nacional de Teatro que superara los rígidos esquemas de los conservatorios de declamación.

Quizá el apartado más jugoso del libro sea el que recopila artículos –de épocas muy diversas– sobre “Cuatro autores representativos del teatro español”: Benavente, Valle-Inclán, Lorca y Unamuno. De especial interés son los dedicados a Valle y a Lorca, de cuyas obras, vidas y muertes transmite apreciaciones críticas muy agudas y deliciosas anécdotas biográficas. Su punto de vista, en el que se mezcla el testimonio vital con la visión privilegiada del que va por delante de los contemporáneos hace de la lectura de estos artículos una experiencia imprescindible.

La llegada de la Guerra civil apartó a Rivas Cherif del teatro profesional y lo llevó a ejercer de diplomático, concretamente como Cónsul General en Ginebra ante la Sociedad de Naciones. Como parte de su tarea se incluye un viaje a la Unión Soviética, cuyo sistema teatral conoció a fondo y plasmó en dos crónicas publicadas en Bogotá en 1941 y rescatadas hoy en este libro. Sin embargo, aún mayor interés tienen los artículos correspondientes a su extraordinaria experiencia en el Penal de El Dueso, donde fue recluido entre 1942 y 1946 tras serle conmutada la pena de muerte. Allí, el director de la prisión permitió que montara un “teatro-escuela” que daría lugar a una extensa serie de espectáculos interpretados por un elenco de presos, cuyo “resultado artístico”, paradójicamente, resultó para Rivas Cherif “el más satisfactorio” de su carrera (pág. 387), aunque al final fuera cruelmente amonestado por el director que sucedió a su protector. Es curioso que Antonio Buero Vallejo, que penaba en el mismo presidio, se negara a formar parte del grupo por no pecar de colaboracionista, a juicio de Rivas Cherif. Por cierto, que sobre esta singular experiencia, a partir de la cual Rivas Cherif escribió un libro publicado recientemente, se ha dicho que alberga la semilla de una película y, de hecho, existe ya una obra teatral apasionante: Cúpula Fortuny, de Jerónimo López Mozo[2].

El último apartado corresponde a los artículos publicados durante “veinte años de exilio mexicano”. En México Rivas Cherif vivió una suerte de regresión especular a sus primeros años: tras fracasar en su intento de desarrollar una compañía estable, se volcó en espectáculos íntimos “a solo de bululú” y en su labor como crítico en la revista de espectáculos El Redondel. Y aunque en sus artículos mexicanos brille por doquier la nostalgia, en especial en sus evocaciones de Lorca y de la Xirgu, afiló su pluma para glosar las aportaciones de las nuevas generaciones, tanto de otros exiliados como Ofelia Guilmáin, Max Aub o la lejana María Casares como de los grandes nombres del teatro mexicano, como Rodolfo Usigli.

El volumen Teatro (1926-1946) recoge casi todas las obras teatrales escritas por Rivas Cherif: las piezas breves Trance y La sugestión; la más conocida (y única antes publicada) Un sueño de la razón y su continuación Práxedes en persona; dos obras más extensas, ¿Qué quiere decir Irene? y “La costumbre”. Los expedientes de la censura franquista de esta última (1946), por cierto, se reproducen en las últimas páginas. Hay que agradecer en primer lugar a Enrique de Rivas, hijo y legatario de Rivas Cherif, el cuidado con el que ha conservado y hasta recuperado las obras de su padre (la única copia de “La costumbre” pasó décadas enterrada en un archivo ministerial), pero el trabajo final de edición corresponde a Begoña Riesgo. Si Un sueño de la razón (1920) ha alcanzado cierta fama, aun por la curiosidad que despierta que se trate de la primera obra teatral española protagonizada por dos mujeres lesbianas, los demás son textos hasta ahora desconocidos que ven la luz por vez primera.

Llama la atención la heterogeneidad de sus formas: desde la experimentación (Un sueño de la razón) a la apariencia de convencionalismo (“La costumbre”), de los planteamientos sencillos (La sugestión) a los sistemas alegóricos complejos (¿Qué quiere decir Irene?). Sin embargo, lo que más sorprende, a juicio del que esto escribe, es la notoria carencia de agilidad dramática que lastra todos los textos, especialmente los últimos. A menudo, los diálogos están saturados de una verbosidad intrascendente que aletarga la lectura. Aunque la introducción de Begoña Riesgo alumbra recovecos de valor y un análisis o puesta en escena inteligente podría dar buenos frutos, no podemos sino sentir una estremecedora coincidencia con el comentario de uno de los censores (p. 425), que asegura, quizá con ironía, no creerse que una obra tan defectuosa como “La costumbre” pueda provenir de alguien tan buen conocedor del arte teatral como Rivas Cherif.

El acertado reconocimiento de la labor histórica de Cipriano de Rivas Cherif por parte del Centro Dramático Nacional no debería terminar aquí. No sería completo si no pasara de los libros a los escenarios. Pero quizá lo más adecuado no sea la representación de sus propias obras, ajenas en cierto modo a los principios que él mismo defendía. Nos atrevemos a proponer, en cambio, la producción de la excelente Cúpula Fortuny de Jerónimo López Mozo, es decir, la puesta en escena del proyecto ético y político de Rivas Cherif a través del espejo aumentado de la ficción. Porque, más allá de las frustraciones sin número que afectaron a su trabajo, el legado que nos dejó Cipriano de Rivas Cherif está hecho de sueños..

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)

  1. Cipriano de Rivas Cherif y el teatro español de su época. 1891-1967, Madrid, Publicaciones de la ADE, 2000. Diversos trabajos de Juan Aguilera Sastre y María del Carmen Gil Fombellida han profundizado en distintos aspectos de su trayectoria.↵ Volver al texto
  2. El libro de Rivas Cherif se titula El teatro escuela de El Dueso. Apuntes para una historia, Madrid, Ediciones del Orto, 2010 (véase http://teatro.es/contenidos/donGalan/donGalanNum2/pagina.php?vol=2&doc=7_4). La sugerencia de llevarlo al cine parte de Juan Mayorga y Liz Perales (http://www.elcultural.es/blogs/stanislavblog/2013/09/el-teatro-carcelario-de-el-dueso-vaya-historia-de-cine/). Cúpula Fortuny está publicada por Huerga y Fierro (Madrid, 2011). Sobre el “imposibilismo” de Buero Vallejo, véase el libro ya citado de Manuel Aznar Soler y Juan Aguilera Sastre, p. 376.↵ Volver al texto

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