N.º 58El autor teatral en las Comunidades autónomas II

DRAMATURGIA EXTRANJERA

Épica y política. Un teatro con parada en Kushner y Stoppard (3)

 

Santiago Martín Bermúdez

 

Pretendo terminar mi serie de estudio sobre teatro político, Stoppard y Kushner, con el análisis de tres obras teatrales de Tony Kushner, la serie dedicada al teatro político. Partíamos del auge de cierto tipo de teatro político en el siglo XX, con obras como Marat-Sade, de Peter Weiss, para entrar de lleno en Tom Stoppard y en Tony Kushner. De la amplia serie de títulos de Tony Kushner me centraré en lo que en ocasiones se ha considerado trilogía: Ángeles en América, ¡Eslavos!, Homebody / Kabul. No discutiré que sea en efecto una trilogía, pero no lo veo demasiado claro. Sí, se trata de obras con alcance histórico, épico, político, y sin embargo hay que observar la muy diferente codificación, los muy distintos medios dramáticos. En las dos largas piezas que componen Ángeles en América hay tramas familiares, personajes reales en un momento crucial de sus vidas; hay amor, hay tragedia, hay historia del país. En ¡Eslavos!, por el contrario, nos encontramos ante una obra mucho más breve y sin personajes cuya vida y conflicto evolucionen a lo largo de una acción propia de seres humanos; sí hay en ésta una situación histórica reconocible, pero los personajes son tipos cuyos rasgos no siempre demasiado humanos apenas si conservan alguno de éstos que los caracterice en su gestus social más allá de la función y el estatus; es decir, hay una deliberada construcción de personajes pelele o, si no, de personajes solo esbozados, como veremos. Por su parte, Homebody / Kabul está formada por dos piezas cuyo sentido se enriquece de una a otra, pero que podrían permanecer separadas y tendrían su propio sentido épico y político, tanto el monólogo en casa (homebody) como el entrevero de trama familiar y situación política, violenta, al límite de lo que sucede en Kabul a los implicados en el conflicto afgano. Hay que advertir desde ahora mismo que esta obra la escribe Kushner antes de que Estados Unidos invada y ocupe Afganistán a finales de 2001, después del ataque terrorista del 11 de septiembre anterior. Como es sabido, abandonó Afganistán a toda prisa en el verano de 2021.

En la entrega de hoy me limitaré al estudio de Eslavos, lo bastante amplio como para excluir en esta revista las otras dos dilatadas piezas de la trilogía. No debería sorprender que le dedique tanto espacio a la obra más breve. Algunos críticos han considerado que es una obra menor en comparación con las otras dos. En mi opinión, no es así. Es menor en cuanto a duración, pero no en su alcance. En cualquier caso, empezamos por el centro de la trilogía, ya que las dos piezas que forman Ángeles en América son anteriores. En adelante, permítanme que prescinda del exclamativo, y lo deje solo en Eslavos (en castellano sería obligado poner dos exclamativos.) 

 

ESLAVOS, PERO SOLO RUSOS

Eslavos.  Pensando en los eternos problemas de la virtud y la felicidad (1995) es una visión del mundo soviético que está a punto de detonar, estallar, hundirse. Andrei Amalrik falló su predicción por unos pocos años. Su libro ¿Sobrevivirá la URSS en 1984? (1970) daba suficientes razones para que la predicción fuese verosímil. Todo el mundo se interesó por el libro, pero nadie se lo tomó en serio. Y sin embargo tenía razón. Muchos previeron el hundimiento de un imperio que era imposible de sostener, como Hélène Carrere d’Encausse en L’Empire eclaté, publicado en 1978. La historiadora francesa preveía que Asia central, con su auge demográfico, provocaría la crisis. Pero ésta vino primero de Polonia. Todos los libros que han explicado el hundimiento de la URSS se basan en Amalrik y muy a menudo lo superan en datos, en nuevas investigaciones, archivos abiertos que estaban cerrados, pero todos salen de ahí. Del mismo modo, todo hay que decirlo, que libros impresionantes como El Gran terror, de Robert Conquest, no fue exactamente pionero. Al margen de las muchas denuncias sobre el terror, sobre todo en tiempos de Stalin (que murió en marzo de 1953), como las de Victor Serge, un revolucionario que comprendió pronto la traición al proceso revolucionario, y que no perdonó ni siquiera a Trotski, hay que detenerse sobre todo ante el informe secreto apenas secreto de Jrushev para el XX Congreso del Partido, marzo de 1956, o el libro de un tal Aleksandr Orlov (chekista, dirigente de la policía secreta comunista en la guerra de España, responsable del asesinato de Andreu Nin) sobre los crímenes de Stalin y los juicios de Moscú; y ya había tenido lugar la polémica fuga a Occidente de  Viktor Kravchenko, que escribió un título que lo decía todo: Yo escogí la libertad. A Kravchenko lo acusaron de muchas cosas: vendido al capitalismo, traidor, cositas así, mientras la CIA se frotaba las manos y en la URSS, en el Presidium, en el Kremlin, nadie era capaz de decir: “algo estamos haciendo mal” (reflexión que sí está presente en Eslavos). Todo esto es de los años cincuenta, pero el libro de Conquest, con ser el más completo hasta su fecha, 1968, vino más tarde. Pero vino para revolucionarlo todo. Y cuando se abrieron los archivos, antes de que se volvieran a cerrar con ese policía de torturas que ahora gobierna Rusia, se descubrieron cosas inesperadas; pensemos en los libros de Vitali Shentalinski sobre los archivos literarios del KGB, aquí publicados por Mario Muchnik y por Galaxia Gutenberg. De entonces acá, llegó la Perestroika, y frente a ella la resistencia al cambio; a continuación, el desmembramiento del imposible Imperio soviético, compuesto por nacionalidades que odiaban a Rusia, así de simple, y así lo cuentan varios personajes de El fin del homo sovieticus, de Svetlana Aleksiévich (no ella, sino sus interlocutores, hay que insistir); Acantilado lo publicó en España; como todos los libros de esta autora, está constituido por voces, muchas voces, y bastantes de entre ellas cuentan cómo el patrimonio nacional construido por los soviéticos que creían edificar el socialismo fue vendido a precio bajísimo a los oligarcas, que siempre salían del partido mismo, del aparato, no de un inexistente mundo empresarial[1].

Y del hundimiento, se pasó a la humillación de Rusia durante los años noventa. De ahí, a la recuperación de lo que nunca desapareció, la policía política, el KGB, antes NKVD, antes GPU, antes Cheká, y creo que olvido alguna sigla más. No había tanto un Partido comunista como una policía política de la que el Partido dependía. Pueden tomarlo a exageración, hipérbole, licencia poética. Pero Jrushev hizo un intento, y lo destituyeron los suyos. Gorbachov hubiera necesitado suprimir el KGB, no lo hizo, y lo pagó caro. Ahora gobiernan los que entonces eran carguillos medios. Llenos de rencor, tanto personal como patriótico: nos han humillado, nos han querido enseñar democracia, leyes de mercado, libertades, ¡a nosotros, el país más grande del mundo!

Kushner retrata una parte de la miseria moral de Estados Unidos en Ángeles en América; y una parte del sorprendente, inesperado y hasta grotesco hundimiento de la URSS en Eslavos. Ante Eslavos no tengo más remedio que recomendarles la lectura de otro libro: Hélène Carrère d’Encausse: Seis años que cambiaron el mundo. La caída del Imperio soviético. 1985-1991 (Ariel, 2016). Ariel. O El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética, de Serhii Plokhi (Turner Noema, 2015), que narra día a día, y a veces hora a hora, lo sucedido a lo largo del dramático año 1991 en la URSS. Hay que advertir que piezas teatrales como Eslavos y libros así impresionan tanto más cuanto más contemporáneo hayas sido de aquellos acontecimientos. Comprendo a mis amistades jóvenes (las tengo) cuando les hablas de esto y les suena a idioma extraterrestre. Lo que no saben es que sus consecuencias las padecerá todo el mundo, incluidos los que por entonces no habían nacido. Mientras tanto, lean ustedes un poco.

En Eslavos no hay protagonistas, o acaso todos los personajes son protagonistas. Es una obra política, desde luego, pero no un planteamiento de conflicto; empezamos por la crisis, pero una crisis que es anuncio claro de la catástrofe. Es el fin de la Unión Soviética, visto a través de unos personajes que viven episodios. Esos episodios, juntos, forman la pieza teatral, son estampas con algo de sainete (a veces mucho, y es deliberado, claro está). Tiene algo de tragedia, hay incluso un asomo de coro, el de las babushkas barrenderas de nieve, y una babushka cumplirá funciones de coreuta en el tercer acto. Creo que es imprescindible una pequeña sinopsis del prólogo, los tres actos y el epílogo de esta obra que, en comparación con Ángeles en América o Homebody / Kabul es una obra breve. También es cierto que estas dos últimas están formadas por dos piezas cada una, como veremos en una próxima entrega.

Kushner gozaba de una perspectiva concreta al redactar Eslavos, estrenada en 1996, después de las dos partes de Ángeles en América, que era una especie de moderno auto sacramental, o acaso medieval mistery, en expresión de Benilde Montgomery, del Dowling College. Eslavos llega hasta el hundimiento repentino de la Unión Soviética, un imperio heredero del zarista y una potencia indiscutible y temible que, además, representó durante décadas para muchos la promesa de liberación del proletariado. Incluso cuando el proletariado había dejado de existir en Occidente como clase relevante en la lucha social y política. Pero esa perspectiva de Kushner era corta, si la comparamos con la que disponemos ahora, si comparamos los hechos que pudo conocer Kushner entonces con los que conocemos hoy, precisamente hoy, cuando redactamos estas líneas, en plena invasión de Ucrania por parte de Rusia. La Unión Soviética se hundió en 1991 y de ella surgieron quince repúblicas: las tres bálticas, las cinco de Asia Central, las tres del Cáucaso, más Moldavia (la antigua Besarabia, la más occidental) y las tres grandes hermanas eslavas, Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Cada una con sus problemas de nacionalidades o grupo lingüísticos entreverados, lo que llevará a la convivencia, la coexistencia o el conflicto declarado en casi todas. En cuanto a la perspectiva, el propio Kushner ha declarado más tarde: “A finales de los años 80 y principios de los 90, cuando estaba trabajando en Eslavos, cuando la glasnost y la perestroika estaban en marcha parecía que había una posibilidad de que naciera algo nuevo en lo que era la Unión Soviética, pero es algo que no ha sucedido” (Cunyat, 2011)

John Christopher Jones y Marisa Tomei en Slavs! En el New York Theatre Workshop, 1994

John Christopher Jones y Marisa Tomei en Slavs! En el New York Theatre Workshop, 1994. 1

El título Slavs! puede resultar chocante. Los personajes son eslavos, sí, pero son sobre todo soviéticos de la decadencia o retroceso, previos al hundimiento, del sistema.  Ahora bien, las referencias ocasionales, pero importantes, a algo así como el alma eslava puede significar que la melancolía y hasta la desesperación por ese hundimiento es como una balada llena de sentimiento por lo que fue y no será. Es algo que se repite en la poesía rusa, desde Pushkin hasta Ajmátova, que se multiplica en las composiciones rusas que ponen música a esos poemas, en especial las romanzas de Rimski-Kórsakov, Chaikovski, Rachmáninov, y no digamos de las pocas pero intensísimas que compuso Musorgski. Un punto elevado de esta melancolía eslava lo encontramos en el aria de Lenski en la ópera Evgeni Onegin, de P. I. Chaikovski, basada en el poema narrativa de Pushkin; es el aria que canta el infortunado poeta joven que va a enfrentarse en duelo a su amigo Onegin por una majadería de celos que le llevará a la muerte: Kudá, kudá… “¿Dónde, dónde os fuisteis, dorados días de la primavera mía? ¿Qué me destina el mañana? No consigo entenderlo. Todo se sume en la oscuridad más honda.” Una de las arias más bellas de la historia de la ópera, no solo de la rusa.

Ahí, Chaikovski pone música a eso que muchos llaman el alma eslava, si es que ese alma existe; o el alma rusa, pues Rusia es la madre de todos los eslavos, según pretendía el Paneslavismo, algo hoy día caído en el descrédito. Pero no olvidemos que artistas de la talla de los checos Alfons Mucha (pintor) y Leos Janáček (compositor) creyeron, pese a su altura intelectual y artística, que de Rusia vendría la libertad. ¿Cómo es posible pensar eso de Rusia antes, durante y después de la primera guerra mundial? Pero fue así, una superstición (no un espejismo, ni siquiera una ideología) que hoy día ya no sostienen los checos, en absoluto. Y que pueblos eslavos como el polaco nunca compartieron. Con lo que volvemos a lo de antes: la Federación rusa de hoy se compone de rusos y un cúmulo de etnias (así las llaman desde hace tiempo, desde la guerra yugoeslava; no parece muy científico).

La sinopsis va más allá de un resumen de la acción. Es el análisis que he pretendido hacer de Slavs!. Un análisis y un intento de desentrañar la acción (tan dispersa) y el sentido (esquivo) de las situaciones en el conjunto.

 

UN ANÁLISIS PASO A PASO

Prólogo

Marzo de 1985. En el Kremlin, ante el Salón de los Soviets, día de nieve. Dos babushkas barren la nieve. Y conversan. El humor salta desde el mismo comienzo; dice la primera de ellas: “La idea del socialismo, como la propia palabra indica, se basa en la idea y la práctica de una sociedad. Esto puede parecer, a primera vista, que hay nada que lo distinga de otras ideas políticas, pero eso se debe a que no hemos mirado lo bastante de cerca”. No es solo que una viejita barrendera pronuncie cosas tales en plena faena, es que desde el comienzo, y con humor, se señala a los soviets como una cosa gastada y vieja. Y de inmediato lo demostrará la presencia de dos miembros del Soviet, que irrumpen en plena labor de las babushkas. Son Vassily Vorovilich Smukov y  Sergei Esmereldovich Upgobkin; según el dramatis personae, el primero es un miembro de alto rango del Politburó, un pesimista de setenta años (atención al smuk, que puede recordar smug, pedante); el segundo es un optimista de ochenta años (atención a upgo, algo así como adelante). Es decir, se trata de dos representantes de la gerontocracia soviética de la época final antes de Gorbachov; hasta ese momento, el Secretario general del PCUS había sido Konstantín Chernienko, un anciano, un recambio apresurado tras la muerte inesperada de Andrópov, que había llegado al puesto en contra de las aspiraciones de Chernienko. Éste murió precisamente en marzo de 1985, cuando esos dos camaradas van a irrumpir en el Salón. Había estado en el cargo poco más de un año. La gerontocracia soviética no daba más de sí, pero trató de resistir. Viktor Grishin, de la vieja guardia de Brezhniev, trató de oponerse a Gorbachov, que había sido el candidato de Andrópov. Se resistieron hasta el final, pero el final iba a ser otro. Hay una foto que puede resultar muy curiosa al cabo del tiempo. Gorbachov y Grishin visitan un hogar de paisanos moscovitas y toman el té con ellos; se supone que estamos en 1985. Antes de que Gorbachov destituya a Grishin, claro está.

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997. 2

Primer acto

En el primer acto, ya dentro del edificio, Smukov y Upgobkin se lamentan de sus achaques y, precisamente, hacen referencia a Gorbachov y Greshim; dice Smukov, el pesimista (y acaso lo es por ser más “joven”): “Es deprimente: la democracia. Grishin o Gorbachov, Gorbachov o Grishin. ¡Yo voto por no votar! Soy un verdadero apóstol del viejo credo científico: el Materialismo Geriátrico. Nuestro lema: El estancamiento es nuestra única esperanza. Nuestro texto sagrado: el silencio. No este debate interminable, bla, bla, bla, de mi lado, de tu lado, realmente, esto es logorrea, no revolución”. No es necesario señalar el humor de este párrafo, pero nos permite saber dónde estamos, o más bien cuándo; estamos a las puertas de que Gorbachov alcance el poder. Kushner advierte con énfasis que el primer acto puede resultar engañoso. “El primer acto es delicado. Sería un gran error esforzarse por conseguir grandes risas en las primeras escenas. ¡Porque esto no es una farsa, ni una comedia de enredo!” Kushner es consciente de que el mundo que se representa en esta obra es muy ajeno al público, y que es preciso darle algunas pistas.

Dejemos a estos dos camaradas que, conscientes de la trascendencia del momento, discuten si el pueblo prefiere morir o cambiar, o si no es al contrario; y pasemos a la Cámara de diputados, donde el bolchevique más viejo del mundo lanza un discurso, y este discurso constituye toda la escena segunda. Acotación inicial de Kushner: Aleksei Antediluviánovich Prelapsárianov, el bolchevique más anciano del mundo, habla en la Cámara de Diputados. Tiene una edad inimaginable y está totalmente ciego; su voz es fina y aguda, pero habla con gran pasión. Atención al patronímico del personaje, Antediluviánovich, que no precisa explicación. Sí la necesita el apellido, Prelapsárianov, que tiene mucha retranca. Prelapsárianov proviene de Prelapsario, esto es, anterior al lapsus, a la caída, en el sentido cristiano, un término que al parecer no surgió hasta el siglo XVIII después de hacerse uso durante dos o tres siglos de lo lapsario (lo post, lo  infra, etc.) en relación no solo con la caída, sino también con la gracia. El discurso de este “miembro del Politburó de incalculable rango[2], el bolchevique vivo más viejo del mundo que tiene bastante más de noventa años”, es de un lirismo kitsch lleno de nostalgia por la Revolución y de reproches hacia los que quieren cambiarlo todo sin poseer la magia de una nueva teoría. Si tiene bastante más de noventa años en 1985, es que vivió desde el principio la Revolución, y tras ella la guerra civil, la NEP (nueva economía política, periodo de los años 20 de relativa liberación económica, pero no política) y los planes quinquenales, ya bajo el mandato indiscutido de Stalin, así como las purgas que culminaron en los juicios de Moscú de 1936 a 1938 (los tiempos del Gran Terror, título del clásico libro de Robert Conquest).

Las escenas tres y cuatro de este primer acto nos llevan otra vez fuera de la Cámara de Diputados. Son escenas continuas, y en ellas mueren Prelapsárianov y Upgobkin, los más ancianos de los tres miembros del Politburó. El primero muere abrumado por la ancianidad y los para él decepcionantes acontecimientos ante la victoria de los reformistas. El segundo, fallece en un delirio de entusiasmo; al fin y al cabo, es el optimista, frente a la desesperación de Prelapsárianov y el pesimismo de Smukov. Ya aparecen en esta escena los dos apparatchiki, oportunistas tardíos a los que también se les acaba el tiempo, Popolítipov y Rodent. Las escenas anteriores nos dibujaban un claro apunte de esperpento, que en estas dos escenas de cierre del primer acto eclosiona en una secuencia que es deformación expresiva del final que ya viven (agonizan) los miembros más destacados del partido.

El acto culmina y se cierra con (digamos) dos epifanías, la de Prelapsárianov y la de Upgobkin, los viejos bolcheviques. Y son cómicas y patéticas ambas situaciones de revelación trascendente. Primero, la epifanía y muerte del bolchevique más viejo del mundo.

ALEKSEI ANTEDILUVIÁNOVICH PRELAPSAPIANOV

¡Por fin lo veo! ¡Ahora veo! Durante noventa años me he preguntado y preguntado y preguntado POR QUÉ la Buena Causa siempre es derrotada por la Mala, POR QUÉ Injusticia y nunca la Justicia, en ninguna parte, POR QUÉ el Mal siempre, siempre triunfa y al Bien se le arroja a la alcantarilla para que le cague encima, POR QUÉ ESTE HORROR Y ¡POR QUÉ ESTE DOLOR DE CORAZÓN, y AHORA LO ENTIENDO! Porque Dios… es un menchevique! Porque Dios… es un pequeño burgués! ¡Porque Dios es reaccionario, y los Progresistas son LOS ENEMIGOS POLÍTICOS DE DIOS! ¡Él NOS ODIA! ¡Ahora! Ahora POR FIN VEO. (Se derrumba y muere.)

Y a continuación, el entusiasmo fatal de Upgobkin: “¡Tenemos que soñar lo nuevo!” Es decir, se trata de la actitud contraria a la del ancianísimo bolchevique por parte del bolchevique anciano. Porque todo es anciano en el aparato de poder en la URSS en el momento de la muerte de Chernienko.

SERGEI ESMERELDOVICH UPGOBKIN.- (Mientras salta, a Popolítipov.) ¡Salta, estalinista incurable! ¡Salta, brezhnevita con bursitis! ¡Salta, salta, Procusto, pernero sin piernas, salta! ¡Y qué si disuelven toda la Unión, qué pasa si todos los Balcanes se vuelven a balcanizar, qué pasa si Ucrania no nos vende su trigo, y Georgia se separa, y Alemania se reunifica, y todas nuestras reformas solo sirven para sofocar la verdadera revolución!

Upgobkin continúa con sus saltos, su exaltación. Finalmente…

(Upgobkin salta más y más arriba. Su rostro está vuelto hacia arriba, ya no está con sus camaradas, se le ve beatífico, con una amplia sonrisa.)

(Desde arriba llega un breve y violento estallido de resplandor, y en el instante en que cae sobre Upgobkin, éste se derrumba y muere. Y la luz se ha ido.)

Desolados, contemplan el cadáver de Upgobkin. Hay que llamar a seguridad, ha que retirar los dos cuerpos. Ahora bien…

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- ¿Fue el corazón, o fue la cabeza?

YEGOR TREMENS RODENT.- El corazón.

VASSILY VOROVILICH SMUKOV.- Y todavía sonríe. Esa sonrisa. ¿Qué demonios supones que vio?

(Miran hacia arriba, llenos de asombro.)

Sí, ambos han muerto, pero no podemos despedirnos de ellos aún; todavía hemos de encontrarlos.

Pero ambas muertes han tenido lugar cuando surgen por primera vez en la obra dos fantasmas muy ciertos en lo venidero: la destrucción del medio natural por el carácter del modelo soviético de desarrollo (falsamente llamado socialista) y el retorno imparable de la religión y de la superstición, si es que alguna vez se habían marchado, si es que alguna vez el socialismo científico o el ateísmo científico habían conseguido que desaparecieran, o ni siquiera que retrocedieran. Primero, se ha visto una esfera radiante en el cielo de Omsk, después monstruos marinos en un lago de Kazajistán, y más tarde de criaturas espaciales aterrizando en Gorki.

YEGOR TREMENS RODENT.- La teoría es que la radiactividad que escapó de la explosión en la planta de plutonio de Mayak está llamando a criaturas del otro lado del espacio, y quizás vienen con comida y equipos agrícolas mágicos, o computadoras personales, o con rayos mortales para matarnos a todos; y en Novy Sibirsk se rumorea que las personas cuyos abuelos eran tan solo unos bebés cuando mataron al Zar usaron artes negras para resucitar… a Rasputín. Rasputín.

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- Esto no puede ser lo que quería Lenin.

YEGOR TREMENS RODENT.- La fantasía es el genio espiritual de los pueblos eslavos. Y los iconos lloran sangre de nuevo. Como si setenta años de socialismo nunca hubieran existido.

Sí, también sirve este pasaje como recordatorio de ese cantilena constante, la del alma eslava, el alma rusa, eso que Rodent llama el genio espiritual de los pueblos eslavos.

Y ya es el momento de fijarnos en el apellido de Rodent. Es, en rigor, Tremens Rodent, tremendo roedor, puesto que no parece que Tremens sea el patronímico. Es el más joven, es un oportunista de los muchos que se acercan a los partidos triunfantes. Pero a su generación le reservaba la historia una sorpresa, la crisis final y el hundimiento de la URSS. Rodent y los Rodent de este mundo consiguen subirse al carro del poder y la prebenda, pero pueden perder lo uno y lo otro en los giros de la política y de la historia. Y Eslavos trata de ese giro fatal, pero en forma de catástrofe de una unidad política que se pretendió civilización,  punto culminante de la historia, imperio inconfeso.

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997. 3

Segundo acto

El esperpento se reviste con un toque de película de terror en el segundo acto. Terror y comedia. Escena primera. Estamos en la antecámara del archivo (por llamarlo de algún modo) de cerebros de gentes importantes de la URSS. Ambiente turbio que atemoriza, lugar sórdido. Lo que no impide que la acción arranque con una situación risible, ridícula. En el puesto de guardia se halla Katherina Serafima Gleb, “una joven borrachina de unos veinte años”, en palabras de Kushner. Gleb atrae la atención erótica  de Popolítipov. Gleb se burla del tipo en un dúo de amor (digamos que lo es) que es denigración de Popolítipov. En un momento dado ella declara: “Soy lesbiana”. “Pervertida”, responde él. Y otros insultos entre ambos. Bien, es que parece que él se siente legitimado para acosarla todos los días porque le consiguió este trabajo tranquilo. A ella le inquietan aquellos cerebros en sus frascos.

KATHERINA SERAFIMA GLEB

(Escucha un compás de música, y luego: ) Algunas noches finjo que no soy un simple vigilante nocturno, sino que hago recorridos de medianoche por aquí para los moscovitas insomnes cuyas ansiedades o conciencias culpables los mantienen despiertos. Este es mi discurso: (Al público.) Bienvenidos a los Archivos Pan-Soviéticos para el Estudio del Materialismo Histórico-Biológico Cerebro-Cefalognómico, también conocido como PASOVACERCEPHHIBIMAT. Aquí el Partido ha almacenado los cerebros de sus anteriores líderes, una línea ininterrumpida de cerebros que se remonta al Octubre Rojo. Comenzando por supuesto con Lenin, la mayoría de la gente piensa que su cerebro todavía está en su cuerpo en la cripta, pero no lo está, está aquí, es ENORME, 1.340 gramos de carne cerebral sólida, el cerebro más pesado jamás extraído. Hay que preguntarse si el pobre hombre lograba mantener la cabeza erguida, con un cerebro tan grotescamente ENORME. Junto a él están clasificados muchos otros cerebros famosos, todos flotando en una especie de jugo de momificación verde lima jabonoso, todos los famosos cerebros bolcheviques, excepto aquellos que fueron lavados en las notorias purgas de cerebros muertos de 1937. El cerebro de Stalin está aquí; el de Brezhnev, que es de color amarillo deslucido como un diente viejo; el de Andrópov, y ahora supongo que traerán el de Chernienko; murió la semana pasada, pero su cerebro aún no está aquí: tal vez no pudieron encontrarlo.

Entre burla e intento de sacarle información a Poppy (así lo llama; esto es, amapola), la muerte de Chernienko le suena a la joven como un anuncio de cambios importantes, como si fuera portavoz de la inquietud general de sus compatriotas, y no solo de ellos, sino de los países del glacis soviético en Europa y hasta de las repúblicas de Asia Central. 

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- ¡Llegará Gorbachov y arrastrará consigo la anarquía del libre mercado! ¡Burger King! ¡Pizza Hut! ¡El Fondo Monetario Internacional! ¡Fluirán miles de millones en ayuda! ¡Solzhenitsin volverá de Vermont para azotarnos y purificarnos! ¡Franquicias de Kentucky Fried Chicken! ¡Residuos tóxicos! Todo cambiará entonces, porque Gorbachov es astuto y taimado a la manera de los judíos. Derrotará a la nomenklatura muerta, del primero al último, incluido tú, Poppy, y luego no habrá más política, seremos como los americanos, ¡me meteré en una banda de heavy metal! Habrá sorpresas: la mayoría de ellas desagradables, pero al menos imprevistas, y la Gran Edad Gris del Aburrimiento terminará por fin.

(Se toma un trago de vodka, y él toma otro trago de vodka.)

Pero surge y vuelve a surgir la cuestión del alma eslava, uno de los protagonistas más burlados que burlones de esta pieza singular. Sí, el alma eslava y su tristeza, tan infinita como la estepa, tan profunda como la taiga. Solo que en este diálogo que se muerde la cola el final está reservado a un lirismo kitsch, a una confesión de borrachos, mas también a una iluminación sobre el sentido que el Partido comunista tenía, tiene para los que abrazaron la causa y se quedaron a vivir en el partido.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- Estoy triste, de manera inaudita, de manera inconmensurable. Triste, triste.

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- Es que eres eslava. El dolor es el genio espiritual de los pueblos eslavos.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- Será glipollas… No creo en las identidades nacionales. ¡Reaccionario! Soy anarquista.

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- Eres una nihilista.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- Soy internacionalista. (Trago de vodka.) ¡Como Trotsky! (Trago de vodka) ¡El judío!

(Pausa. Él la contempla.)

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- Cuando era niño, era un niño feo, un niño sin gracia, y no creía que fuera a querer nadie, y la verdad es que nadie me quería.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- Pobre Poppy. Pobre Poppy, el eslavo.

[…]

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- El Partido me adoptó. El Partido no era Amor, sino Necesidad; reconstruyó el mundo en ruinas. A través del Partido llegué a amar.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- Amar. (Vodka. Triste.)

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- El Partido reparte milagros. El Partido expulsó al Zar, inmortalizó a Lenin, resistió a Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, edificó el comunismo en un solo país[3], electrificó a Rusia, fundió acero, construyó ferrocarriles, abolió las distancias, derrotó a Alemania, suspendió el tiempo, se convirtió en Eterno, dispersó el cuerpo de todos y cada uno de sus miembros, molécula por molécula, a través de una matriz estrellada inconcebiblemente vasta que abarca el infinito: de manera que, dentro del Partido, todo sea; y si todo lo humano, incluso Marx, se había demostrado con límites, el Partido, era ilimitado; y a través del Partido ilimitado se produce una exaltación de lo humano, que se torna divino, ocupando una gran amplitud, un repique de campanas que no es distancia sino tiempo, tiempo que nunca se mueve ni transcurre, luz que no viaja y sin embargo es luz: Y amor, puro amor, aun en un mundo degradado, corrupto y sin amor, por fin puede nacer el amor.

No es preciso que el actor enfatice lo ridículo de este discurso rico en lirismo cursi; su sentido se hace más evidente cuando no se exagera. Al llegar Bonfila, la doctora (“una mujer agradable de unos treinta años”), se produce una escena que escandaliza (y descorazona, sin duda) a Popolítipov: borracha ya, Gleb besa a Bonfila y la presenta como su novia. Bonfila no aprueba la adicción alcohólica de Katherina. Y ésta pregunta y dice: ¿Estás enfada conmigo? Necesito un trago. Mira, se me ha ido la tristeza, no debo de ser una eslava auténtica, después de todo. Y pronto sabemos que Bonfila es pediatra oncóloga, y ya veremos la importancia del cáncer de los niños en el desenlace de la pieza.

GLEB.- Estoy feliz de poder verla, así que ahora te darás cuenta de que no te puedo querer: nunca, nunca. Y ella es una médica, ella cura a la gente, no es un viejo burócrata inútil, servidor-aparato-con-dacha como tú, que no sabe más que sangrar a la gente.

La palabrería marxistoide (esto es, no marxista en rigor, sino hojarasca para ocultar el vacío) se enseñorea incluso de momentos ridículo-dramáticos como la amenaza de Popolítipov, que anuncia su suicidio ante el rechazo de Katherina y va a enredarse en la hojarasca de la veterolengua oficial, pero es Katherina, burlona, mordaz, la que completa el discurso que la gente de su generación ha aprendido ya sumida en el escepticismo, cuando no en el puro y simple cinismo.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- La vida casi nunca es realmente insoportable. Nosotros elegimos si aguantamos o no. Somos nosotros los que elegimos.

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV.- Las circunstancias pueden dictar lo contrario. La Historia.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- Es la gente la que hace su propia historia.

IPPOLITE IPPOPOLITOVICH POPOLITIPOV. Los límites los marcan las condiciones del desarrollo social.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- (De memoria, algo que aprendió en el colegio.) Esas condiciones se ven afectadas por el estado de sus relaciones económicas. (Pausa. Los otros miran a Katherina.) Las cuales, a su vez, están relacionadas con una determinada etapa del modo de producción.

(Se sienta pesadamente, se desploma, se queda dormida.)

La escena segunda es para Katherina y Bonfila, a solas. Son amantes, pero son muy distintas, empezando por la embriaguez permanente de Katherina. Bonfila cuenta que su bisabuelo fue quien embalsamó a Lenin y que, además, fue un gran eslavófilo, un folclorista. Automáticamente, Katherina tiene a mano el lugar común apropiado: “La tristeza es el genio espiritual de los pueblos eslavos”. Bonfila saca un icono de un paquete: “Cuando murió Lenin, los campesinos de Tsarskoe Seló le enviaron esto a mi bisabuelo […] ¿Ves? Es Lenin. Pintaron su rostro sobre un icono de San Sergio de Radonezh, que vivió hace seiscientos años”. Pero se ha acabado el vodka, se dispara la carencia de Katherina, que dirige a Bonfila una encendida y procaz declaración. Pero ¿y Popolítipov? Tiene poder para trasladarla, qué sé yo, a Uzbekistán. Mas el deseo las mueve y conmueve.

(Se besan. Caliente, después más caliente, después frío.)

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- La desviación sexual es sintomática de las culturas del lujo, en las que las clases adineradas cultivan una fascinación morbosa con las funciones biológicas, especialmente el sexo, lo que tiende a un comportamiento narcisista, antisocial e improductivo como… De todos modos, no creo en las lesbianas, creo en la clase trabajadora como el único depositario de la auténtica acción histórica. Tienes razón, te tengo miedo.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- ¿Por qué viniste?

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- Para enseñarte esto. (El icono.) Mi bisabuela se está muriendo. Tiene ciento cinco años. La resistencia es el genio espiritual de los pueblos eslavos. Ella me lo entregó. Dice que todavía hace milagros.

KATHERINA SERAFIMA GLEB.- ¿A quién le rezas cuando enciendes la vela, a Lenin o a San Sergio?

Katherina, obsesionada con el alcohol y con que Bonfila la quiera, que se quede con ella, que no la abandone, despliega su plegaria a esta devoción dual, esta herejía, esta heterodoxia, religión, superstición, anhelo…

San Lenin o San Sergio, quienquiera que seas. Por favor escucha la oración de tu hijita. Mírala desde el cielo, está en la habitación de los sesos muertos; manda vodka. Para que me quede patéticamente borracha, para que ella nunca me deje, porque desbordo violencia y autocompasión y mentiras, pero también tengo sentimientos decentes, y sueños que son hermosos, y no me avergüenzo de temerlos, y no hay cosa alguna en este mundo que no hiciera por juntarlos, hasta que consiguiera que me amase. Por favor, ayúdame padrecito. Por favor, escucha mi plegaria.

Y aquí tiene lugar un descacharrante monólogo de la Gran babushka, un relato de un suceso exterior, para terminar con un susto ante el herético icono. En la escena tercera, Bonfila y Katherina están solas. Bonfila acaricia a la adormilada Katherina y envía una plegaria a Lenin (“nos dejaste solos y mira hasta dónde hemos caído”):

Esta dice que tu cerebro está en un frasco, en esa puerta: tu cuerpo está al otro lado de la ciudad. Póntelos juntos, sal de tu tumba, ven a reclamar tu cerebro, recuerda el habla y la acción, y una vez más, habiendo inspeccionado los escombros de lo que hemos hecho, dile a tus hijos: ¿Qué hacer? ¿No tendrías que volver ahora?

De nuevo un guiño: Qué hacer. Es un libro de Lenin de 1903, con el mismo título del libro de Nikolái Gabrílovich Chernishevski, novelón de 1863 que impresionó a Lenin. Mas también a August Strindberg; incluso a Ayn Rand, lo más opuesto posible al leninismo. Partes importantes de la novela, sobre todo las hazañas e ideas del personaje Rajmétov, trazaban lo que había de ser la vida de un revolucionario; un revolucionario profesional. Si la novela de Chernishevski se considera una respuesta a Padres e  hijos, de Turguéniev, también tuvo detractores en forma narrativa, desde Dostoievski (Memorias del subsuelo, Demonios) hasta Vladímir Nabókov, que dedicó mordaces pullas a Nikolai Gavrílovich en el capítulo cuarto de La dádiva, novela de su época rusa en el exilio[4], la última que escribió en su propio idioma, según declaró el propio Nabókov. Ya veremos en qué especialísima situación vuelve a formularse el ‘qué hacer’ al final de la pieza. Porque la novela de Chernishevski es uno de los fantasmas que acosan a los personajes de Eslavos.

Ahora, para cerrar el acto segundo, se presenta la magia, lo irracional. Unas luces anuncian algo. Ambas, alarmadas, ven entrar a una niña. Y así concluye el acto segundo, con la inquietante aparición de una niña, que nada dice, y cuya presencia tendrá mucha importancia en la secuencia del tercer acto.

Katie MacNichol y Caitlin O'Connell en Slavs!, 1995

Katie MacNichol y Caitlin O’Connell en Slavs!, 1995. 4

Tercer acto

¿Cuál es la secuencia de situaciones dramáticas en el tercer acto?

Talmenka, Siberia, un centro médico, cinco años después. Es decir, no solo han pasado los tiempos de la Perestroika y la Glásnot, es que también se ha dividido la URSS en quince repúblicas. Allí ha ido a parar Bonfila; la trasladaron, y fue algo así como un castigo. No nos lo dicen, pero queda sugerido que Popolítipov se vengó por celos (su deseo por Katherina), y la trasladaron a Siberia.

Allí está la niña que entró en escena al cerrarse el acto segundo. No ha cambiado desde aquel final de acto en Moscú, ahora en Siberia; porque más que un personaje es un signo, es la figura de la humanidad doliente, de la infancia que muere por la degradación del medio ambiente debido a las pruebas atómicas de la potencia que lo destruyó todo para no ser invadida[5]. Es Vodya Domik, y en el epílogo cobrará dimensión humana, precisamente cuando en rigor ya no forma parte de la especie humana.

Llega Rodent, al que no vemos desde el primer acto, y que en buena medida mantiene el gestus, algo más degradad aún, de Popolítipov en el acto anterior. Es decir, es el representante del poder, aunque se ve que no tiene un poder excesivo; es más, un detalle nos indicará que acaso se ha convertido en un acólito de la nueva derecha extrema surgida en Rusia al calor (al frío) del hundimiento de la URSS. Rodent ha venido a Siberia para hacer un informe para el gobierno ruso sobre los niños enfermos, y sin embargo no comprende el silencio de la niña, no para de hacerle cucamonas, siempre lo mismo: “hola, chiquitina” (“hello, little girl”), repetido una y otra vez.

Las situaciones son: Bonfila y la señora Domik, madre de Vodya, tienen enfrentamiento con Rodent sobre las enfermedades de niños como Vodya por culpa de las pruebas atómicas soviéticas. La discusión alcanza su punto culminante en la desesperada reclamación de la madre: tienen que hacerse cargo de ella, de Vodya.

Al final del acto, como cierre sorprendente, aparece Katherina Gleb, que ha acompañado a Bonfila. No lo esperábamos, creíamos que el destierro conllevaba la ausencia de la mujer que había provocado los celos del “comisario” Popolítipov.

Este acto nos cuenta, en su única escena (aunque en el libro esté numerada como escena primera), la deriva de un apparatchik como Rodent, que ya no es poderoso por pertenecer al Partido; entre cosas, porque el partido ya no existe. Y que se ve abrumado por una realidad de la que pretende eludir responsabilidades. Es un tipo humano de la nueva Rusia, frustrado en cuanto a status y carrera personal.

Y como telón de fondo y provocación de tensiones, el acto nos da cuenta del desastre ecológico de la Unión, llevado a cabo por el intento de lograr una defensa óptima del territorio del imperio. Un desastre que se produjo no tanto por tratarse de un sistema comunista como por ser una dictadura incontestable. La carrera de armamentos altamente destructivos entre Estados Unidos y la URSS (y también China) pone en peligro la vida en la tierra en sus preparativos, en sus ensayos, en sus pruebas; no solo en el peligro de que alguna de esas bombas, alguno de esos misiles sean activados y estallen. Los monstruos medio míticos anunciados en el primer acto ya están en plena actividad. Hemos pasado de la fantasía de Godzyla a la realidad de, por ejemplo, Chernóbil.

En plenas payasadas de Rodent ante la niña, entran Bonfila y la señora Domik. Tensión. Y en plana tensión, Bonfila los presenta. Empieza con la ridícula denominación del cargo de Rodent y su primera comprensión de que no es nadie; también se concreta su misión, la que no será capaz de llevar a cabo.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- Asistente del Consejero Adjunto Y. T. Rodent, esta es la Sra. Shastlivyi Domik, la madre de la niña.

SEÑORA SHASTLIVYI DOMIK. Se llama Vodya.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH. -El Consejero Adjunto Rodent viene de Moscú. Ha venido a presentar un informe al presidente Yeltsin.

YEGOR TREMENS RODENT.- (Risita nerviosa, y luego: ) Bueno, no directamente a. . .

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- (Por encima.) Ha venido a ver qué está pasando aquí. Con los niños.

¿Es que Vodya no puede hablar? A lo que responde Bonfila:

“Teóricamente sí, quiero decir que es capaz, tiene laringe, lengua, ella…Así que en teoría, sí, pero… […] Algunos niños murieron antes de cumplir seis años. Ella es la mayor. Es nuestra superviviente” [Vodya ha alcanzado la edad de ocho años.] […] Es genético. Heredado. Probablemente alteración cromosómica debida a la exposición de sus padres a radiaciones ionizantes. O los padres de sus padres. En dosis significativamente altas, una oleada, no en forma de partículas, ni en el suelo ni en los alimentos, sino desde un… En 1949, a doscientas cincuenta millas de aquí, en Kazajistán, en el área de Semipalatinsk, el ejército detonó una ojiva nuclear. Detonaron la ojiva para apagar un pequeño incendio de petróleo. Un experimento. Por supuesto, no evacuaron a nadie”.

El destrozo de la vida es uno de los legados de la URSS, no por comunista o socialista, sino por tratar de convertirse en una gran potencia nuclear sin imponerse las medidas de seguridad mínimamente necesarias para no destruir vidas y entornos. Asia Central ha sido víctima de la industria bélica soviética, mas también del desarrollismo. En cuanto a esto último, basta con citar el desastre ecológico del Mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán por el afán de superar a Estados Unidos en la producción de algodón. En cuanto a lo que comenta, tensa e indignada, la doctora Bonfila Broch Bruevich, podemos citar una autoridad, entre otras. Leemos a Alain Cariou, en su libro L’Asie centrale. Territoires, société et environnement (Armand Colin, 2015) :

“Considerada como una ‘frontera interior’ virgen e infra poblada, el Asia central era una tierra cuyo porvenir era el de acoger a los pioneros, las ciudades industriales y las actividades estratégicas de alto riesgo. En tiempos de la Guerra fría, la profundidad continental de la región y su riqueza en uranio la convirtieron en un laboratorio y un polo privilegiado para la producción, almacenamiento y experimentación de armas nucleares. / Vastas extensiones pastorales se transformaron en polígonos de pruebas, como el de Semipalatinski, situado al norte de Kazajistán. Solo en este lugar procedieron los soviéticos en el periodo de 1929 a 1989 a 490 pruebas nucleares, 49 de ellas en tierra, 87 en el aire, y 354 subterráneas, lo que ya nos dice mucho sobre la polución radioactiva de la región. En total, un 13% del territorio kazajo está contaminado por los radionucleidos. La China se convirtió en potencia nuclear en 1964, con la explosión de su primera bomba en Xinjiang. Desde 1959, el ejército chico dispone en la región del Lop Nor de un polígono de 20.000 km cuadrados en el que se han llevado a cabo 4 explosiones atómicas entre 1964 y 1996 (23 en la atmósfera, 22 subterráneas). Las ‘ciudades secretas? Perdidas en las estepas kazajas eran numerosas; por ejemplo, Stepnogorsk, vasto complejo especializado en la producción de uranio y armas bacteriológicas”.

¿Para qué seguir? Es suficiente. Ilustra por completo el desastre al que se refiere, tensa, angustiada y  sin embargo firme, dueña de sí, la doctora Bonfila Broch Bruevich. Pocas páginas después, Cariou describe el caso del Mar de Aral. Pero ya está bien. La doctora da cuenta de varios desastres por abusos semejantes, y al cabo resume así la situación:

“Todo el país es un pantano radiactivo, vertederos, cabezas nucleares, reactores que funcionan mal, hay seiscientos vertederos de desechos nucleares en Moscú, por el amor de Dios. Cientos y cientos de miles de personas han estado expuestas”.

Rodent constata que todo ha cambiado tanto que a él le mandan a hacer esta inspección (innecesaria en época soviética, cuando se ocultaba todo) y la doctora se atreve a hablarle como no hubiera osado en los buenos tiempos.

Rodent está acorralado y exasperado. Sí, el sistema ha fallado, y además la Unión se ha resquebrajado.  No tenemos dónde echar los residuos y, sí, vamos a importar residuos de Occidente, lo necesitamos, necesitamos los fondos. Si cree que en Occidente reciclan mejor sus residuos, váyase allá, ahora se puede salir al extranjero. ¿Qué quiere usted de mí? Y es entonces cuando Bonfila muestra su “secreto”. No es anti sistema, no es anticomunista.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- Quiero saber.

YEGOR TREMENS RODENT.- ¿Qué?

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- ¡PORQUE SOY… TODAVÍA SOCIALISTA! ¡No es eso absurdo! Después de todo lo que he visto, sigo creyendo. . . ¡Y quiero saber! ¡Y usted, o ALGUIEN, TIENE QUE DECIRMELO! Cómo pudo… Cómo pudo pasar esto. Cómo pasó algo así. En un país socialista. En el primer país socialista del mundo.

(Pequeña pausa.)

YEGOR TREMENS RODENT.- Qué ingenuidad.

BONFILA BEZHUKHOVNA BONCH-BRUEVICH.- Es el genio espiritual de los pueblos eslavos.

La señora Domik regresa, como una furia, como un vendaval. La desesperación ante lo que se ha hecho de su hija, la imposibilidad económica de mantenerla, su espantoso futuro…

SEÑORA. SHASTLIVYI DOMIK.- No puedo vivir sin mi ayuda asistencial, y ustedes me quitaron la mayor parte, es una miseria, ¿cómo voy a alimentarla?, ella come y hay que vigilarla, hay que vigilarla cada segundo y ustedes cerraron el hospital de día. Cortaron la asistencia, así que tienen que compensarme. Y las medicinas, ahora tengo que pagar la medicinas, más de la mitad del dinero que tenemos se nos va en…

YEGOR TREMENS RODENT.- Las medidas de austeridad son necesarias para… Doctora, ¿puede llevarla a…?

SEÑORA. SHASTLIVYI DOMIK.- (Por encima.) … en medicinas, y cómo pago yo las medicina, tan caras, si no puedo trabajar, porque qué trabajo hay por el que que te paguen, que te paguen de verdad, y además la inflación…

YEGOR TREMENS RODENT.- La transición a una economía de libre mercado requiere sacrificio.

Es patético ver cómo un antiguo apparatchik que no se ha beneficiado del robo general de los nuevos oligarcas invoca la idea de libre mercado, en la que sin duda no cree, como último recurso en la discusión. Ahora veremos por dónde “respira” políticamente este personaje, a cuya carrera la historia ha jugado una mala pasada. Sin olvidar que él y Popolítipov, sin ser la misma persona, son dos caras del mismo gestus social y político.

La madre, desesperada, reclama que se queden con la niña, que ella no puede más.

SEÑORA. SHASTLIVYI DOMIK.- ¡Quédense con ella! (La Sra. Domik agarra a Vodya de la silla y la arrastra hacia Rodent, que retrocede atemorizado. La Sra. Domik empuja a la niña contra Rodent.) ¡Ella no es una, una, una persona! ¡NO! ¡Llévensela a Yeltsin! ¡Llévensela a Gorbachov! ¡Llévensela a Gaidar! ¡Llévensela a Clinton! ¡Ustedes se preocupan por ella! ¡Ustedes hicieron esto! ¡Ustedes hicieron esto! Ella es DE USTEDES.

 Rodent, imbuido del espíritu del fracaso de la Unión y del proyecto de primacía eslava, se atreve a lanzar su discurso político a la madre cuyo sufrimiento nada tiene que ver con ello. Es un discurso chauvinista, xenófobo, fruto del peligroso complejo de inferioridad del imperio, y que busca solución en un partido de extrema derecha, como ahora veremos.

YEGOR TREMENS RODENT.- (En voz baja, con cuidado, furtivamente.) Sra. Domik, ¿puedo hablar con usted, no como representante del gobierno sino en confianza, como un ruso a otro? (Pequeña pausa.) Esta nación se está desmoronando. Está en manos de sinvergüenzas y necios. El gobierno no sirve al pueblo, sino que traiciona al pueblo a favor de intereses extranjeros. La tragedia de su hija es sólo un ejemplo, un trágico ejemplo de la continuación de los crímenes de la era comunista hasta el día de hoy. El caos amenaza. La tierra está envenenada. Estados Unidos se está convirtiendo en nuestro patrón. Personas de piel oscura de las regiones del Cáucaso, musulmanes, asiáticos, razas inferiores de piel oscura han inundado Moscú, y se espera que los rusos cristianos blancos como usted y yo los mantengamos. No hay orden ni fuerza; el ejército está atado de pies y manos por agentes extranjeros que pretenden ser nuestros líderes, pero no son nuestros líderes. Se quedan de brazos cruzados mientras las Naciones Unidas imponen sanciones y amenazan con la guerra a nuestros hermanos eslavos de Serbia, que luchan por liberar Bosnia; nos han robado el gran Imperio Pan-Eslavo, otra vez ha sido el judaísmo internacional. Y no es que seamos débiles: tenemos enormes bombas, productos químicos, armas secretas. Pero lo que nos falta es un líder, un hombre de hierro y voluntad; pero el líder ya llega, señora Domik, ya está aquí, ya lo apoyamos yo y millones como nosotros que nos hemos unido al Partido Liberal Democrático de Rusia[6]. Necesitamos más mujeres. La Madre Patria, Sra. Domik, es el genio espiritual de los pueblos eslavos.

Ya salió otra vez el alma eslava. Por si fuera poco, Rodent pretende pasarle panfletos a la señora Domik. Es el discurso de la demagogia, eso que ahora se llama populismo. Es el discurso del paneslavismo imposible, que además puede amenazar el equilibrio interno de la Federación rusa, compuesta por numerosos pueblos no eslavos, además de los propios rusos. La brutal respuesta de la señora Domik nos sitúa de lleno en el sentido final de esta obra.

SEÑORA SHASTLIVYI DOMIK.- (Sonriendo.) Escucha, hurón de los cojones, no soy un maldito “ruso como tú”, soy lituana y odio a los putos rusos; y que por qué estoy aquí en Siberia, pues porque el cabrón de Stalin mandó a mi abuela aquí hace cincuenta años. Mi abuelo y mis tíos abuelos y tías abuelas murieron excavando túneles a través de los Urales en cuadrillas cargadas de cadenas. A su padre y a su hermano les dispararon en Vilnius, a sus hijos les dispararon luchando contra los alemanes, mi hermana murió de hambre y mi hermano se suicidó bajo el puto Brezhniev después de quince años en un hospital siquiátrico, yo he intentado hacer lo mismo dos veces, y mi hija… Que le den por culo a este siglo. Que le den por culo a tu líder. Que le den por culo al estado. Que le den por culo a todos los gobiernos, que le den por culo a la patria, a tomar por culo tu puta madre, tu padre y tú. (La Sra. Domik toma la mano de Vodya y sale).

Después de esto, Rodent, aturdido, avergonzado, agobiado, declina la invitación de Bonfila a ver más niños enfermos. Bonfila, en cambio declara que su verdadera razón para venir a Siberia es la de creer que algo se puede hacer, aunque la tierra esté envenenada para los veinte mil años próximos. Se marcha Rodent, abrumado y tratando de mantener el tipo. Y a continuación asistimos a la breve reunión final de Bonfila y Katherina.

Ronny Graham y James Greene en Slavs!, 1995

Ronny Graham y James Greene en Slavs!, 1995. 5

 

Epílogo

Llegamos al epílogo, la fantasía, la poética del más allá, con un toque de humor evidente, pero nunca farsesco, como el propio Kushner advertía al referirse al primer acto. Los dos ancianos bolcheviques que murieron en el primer acto están ahora en el cielo, ‘un lugar lúgubre y abandonado como una ciudad después de un terremoto’. Juegan a las cartas, toman el té, sienten la tentación de mirar a la tierra, a ver qué pasa. Y llega la niña, Vodya. Ahora todos han recobrado los sentidos, y hasta Vodya habla con ellos, no como hablan los niños, sino con capacidad de discurso, sin que por ello el autor renuncie a darle aspecto infantil. Vodya sabe del fracaso socialista, pero al mismo tiempo quiere que la consuelen con un cuento.

ALEKSEI ANTEDILUVIÁNOVICH PRELAPSAPIANOV.- (A Vodya.) Bienvenida a Nevermore.

SERGEI ESMERELDOVICH UPGOBKIN.- ¿Cómo te has muerto, pequeña?

VODYA DOMIK.- Cáncer, una profusión salvaje de células; flores oscuras en los pulmones, en el cerebro, en la sangre, en los huesos; el diente de león y la vid de la gloria de la mañana se apoderaron y abrumaron el campo; en mi cuerpo, la vida se amotinó. Y aquí estoy. […] Me siento profundamente triste, abuelos. Contadme un cuento.

[…]

SERGEI ESMERELDOVICH UPGOBKIN.- Vladimir Ilyich Ulyanov estaba muy triste. Tenía diecisiete años y la policía secreta acababa de ahorcar a su hermano Sasha, por haber conspirado para matar al Zar. Todo esto fue hace mucho tiempo. Como echaba mucho de menos a su hermano, Vladimir, que se convertiría en el Gran Lenin, decidió leer el libro favorito de su hermano: una novela, de Chernishevski, cuyo título y contenido planteaba la pregunta inmortal; la que Lenin se planteó, y al planteársela puso al mundo patas arriba; es la pregunta que nos interpela tanto si permanecemos en la contemplación como si amamos al mundo y nos lanzamos entonces a la acción; la pregunta que parte de lo siguiente: Algo anda terriblemente mal en el mundo; y que entonces afirma: Los seres humanos pueden cambiarlo; es la pregunta que se hacen los vivos y, aparentemente, también los muertos inquietos: ¿Qué hacer?

La pregunta se repite. La novela de Chernishevski, el panfleto de Lenin. Algo anda mal y los seres humanos pueden cambiarlo. ¿Cuándo el intento de cambiar las cosas lleva al fracaso, al personal, al histórico, el de la nación y las naciones?

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997

Eslavos de Tony Krushner con versión de Carla Matteini y dirección de Jorge Lavelli. Teatro María Guerrero 1997. 6

PARA SITUAR ALGO MÁS LAS COSAS (RUSIA, URSS Y EL DERRUMBE)

Se atribuye a Putin el lamento de que el desplome de la URSS es la mayor catástrofe del siglo XX , y que tratar de reconstruirla sería insensato; hay quien piensa que la mayor catástrofe es la aparición de la URSS, en la medida en que era una continuación, una salvación de lo insalvable, el imperio zarista; y una ficción, una falsa liberación del pueblo y de los pueblos, de las gentes y los individuos. Esto es, la URSS se convirtió pronto en una tiranía más eficaz en lo represivo que el zarismo, aunque progresivamente peor (aún) en eficacia económica: hoy sabemos que los admirados planes quinquenales fueron un auténtico desastre, porque no se pueden inventar unos objetivos de producción imposibles, y crear un sistema de terror cuando no se cumplen (al grito de consignas como ¡sabotaje!). Inducir una acumulación capitalista en la que el sector agrícola aporte la base del desarrollo industrial puede llevar a monstruosidades como las hambrunas de Ucrania (el Holodomor) y Asia Central (Kazajistán, donde se intentó, además, crear un campesinado que no existía, por la primacía del nomadismo)[7]. En cualquier caso, la URSS empezó con mal pie. El golpe de estado bolchevique (que nos empeñamos todavía en llamar revolución) echó abajo el gobierno muy frágil pero legítimo surgido de la Revolución de febrero (ésta sí había sido una revolución, porque echó abajo una dinastía que había reinado en el Imperio durante tres siglos, entre 1615 y 1917, fue una ruptura con la supervivencia rusa del Antiguo régimen).

La guerra con Alemania (sobre todo, con Alemania) no había terminado, ni mucho menos. Y cuando los bolcheviques firmaron una paz en condiciones desfavorables (Brest-Litovsk), en seguida enlazaron con su propia guerra civil, pergeñada desde el principio, y en especial desde el boicot y supresión de la Asamblea nacional. La guerra civil añadía devastación a la devastación. Una vez concluida la primera guerra mundial con el armisticio de Compiègne, 11 de noviembre de 1918, fecha de la proclamación de independencia de Polonia, crecía la guerra civil en el imperio ruso. Los bolcheviques eran minoritarios, sectarios y anti demócratas. Pero existía la promesa de la emancipación de la clase obrera después de siglos de aplastar al pueblo mediante el poder del régimen y de los señores de la tierra. Los bolcheviques ganaron la guerra civil, cuyas dimensiones de crueldad y ruina ha estudiado Antony Beevor en un gran libro reciente[8]. Y si el sistema zarista tenía una policía política de cierta eficacia e indudable crueldad, la Ojrana, el nuevo sistema se vio precisado a crear algo parecido ante la hostilidad del enemigo interior y exterior (como suele decirse en circunstancias semejantes). Así, se creó la Cheká, terrible policía política de un gobierno que sabía que no era admitido por la mayor parte de la población; el proletariado se resistía a ser libre, así que era preciso obligarle a serlo mediante la benévola Cheká . La Cheká, con el tiempo y para  subsistir y conservar funciones, cometidos, ingresos, poder, consiguió crear enemigos incluso donde no los había, y darle al régimen  un tinte que sería marca de fábrica de Rusia –no solo de la URSS-; de ahí en a delante. La Cheká se llamó OGPU, NKVD, KGB y otros nombres que nada disfrazaban. La Cheká será la primera gran importación de los regímenes de Europa Central y los Balcanes al concluir la Segunda guerra mundial: copiaron, pero sobre todo sirvieron al dominio disfrazado de la URSS en los nuevos países forzadamente comunista[9].

Cayó la URSS en 1991, pero en rigor no cayó el KGB: uno de sus agentes de mediana titulación es hoy el Presidente de la Federación Rusa, Vladímir Putin. El que pronunció aquel lamento. El que dijo también que tratar de resucitar la URSS era un desatino. Pues en ésas está el Kremlin, entre la realidad y el desatino. Porque, todo hay que decirlo, en 1991 a muchos nos pareció demasiado extraño, incluso inverosímil, que Ucrania dejara de estar unida a Rusia. Antes o después, pasará algo, pensábamos muchos; y eran los tiempos de Yeltsin, pero cuando todavía se podía creer en su disfraz de demócrata que había sobrepasado a Gorbachov en eso de las libertades, una época en la que no podíamos imaginar que en poco tiempo, en la década de los 90, Rusia se hundiría por completo en lo económico, y llevaría a cabo una terapia de choque supuestamente liberal en la que unos aventajados miembros del aparato se hacían con toda la riqueza construida con el sudor de los trabajadores rusos, creyendo éstos que lo que construían era el socialismo. La terapia y el régimen cleptócrata de Yeltsin, apoyado por al FMI y otras sensatas instancias económicas occidentales, ahítas de basura neocon, fue cruel con viejos, mujeres, niños, con las gentes humildes, y resultó la gran oportunidad de robar al pueblo todo lo que el pueblo había construido; ya decíamos: creían construir el socialismo.

Paréntesis: Muchos se preguntaron si hubiera surgido en fascismo, y en especial el régimen nazi, si no hubiera habido Unión Soviética.

Que Gorbachov fracasó es algo que tenemos que admitir, aunque nos cueste, porque el personaje es simpático históricamente. No en su país, es bien sabido. En el por lo demás muy interesante libro de Vladislav M. Zubok Un imperio fallido. La Unión Soviética durante la guerra fría (Crítica, 2008), el autor es inmisericorde con Gorbachov, aunque también con Yeltsin. Al final del décimo y último capítulo hay un subcapítulo titulado Enterrador del poder de la URSS, del que destaco un fragmento: “El afán idealista que tenía Gorbachov de meter a la Unión Soviética en la «casa común europea» lo convirtió en el enterrador del poderío soviético. Tras la caída del «imperio» soviético en Europa Central, la propia Unión Soviética, «imperio de acción afirmativa» de muchas nacionalidades viejas y nuevas, se volvió vulnerable. La creciente anarquía en el interior, la agudización de la crisis económica, la ascensión del separatismo nacionalista y la inminente erosión de las estructuras estatales existentes exigían algún tipo de acción. Pero, como sucediera anteriormente, Gorbachov siguió apoyándose en los ‘procesos’ de base y creyendo que podría forjar una nueva Unión Soviética democrática” (traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda). Tardó mucho Gorbachov en comprender que la democracia era incompatible con la propia Unión Soviética.

Pero quien fracasó de veras fue Yeltsin, si bien personalmente, familiarmente, consiguió impunidad al colocar a ese burdo y cruel policía en el Kremlin cuando él se moría y le hacía falta una ley de amnistía por sus muchos pecados (digamos, pecados)[10]. De su época es la oleada de privatizaciones, de acumulación de riqueza pública hecha por los trabajadores soviéticos estajanovistas, a favor de unos cuantos sinvergüenzas. ¿Es siempre así como se inicia el capitalismo? La codicia es universal, pero el capitalismo es algo muy serio. Invierte, explota, produce y vuelve a invertir; por eso no cuajó nunca un auténtico capitalismo en América Latina. Por eso está en crisis ahora el capitalismo, porque el capitalismo está cediendo paso a la especulación, al robo puro y simple. Si no creas riqueza, no tienes legitimidad. Alguien acabará cortándote la cabeza en la guillotina electrónica (la idea la tomo de un personaje de Valle-Inclán, Max Estrella, en el contexto de hace cien años).

 

Eslavos se representó en el Teatro María Guerrero en 1997. Dirigía Jorge Lavelli en una versión española de Carla Matteini. No tengo a mano el texto de la muy llorada Carla, así que he llevado a cabo la traducción del texto a partir de dos ediciones, la de Broadway Publishing y la del Theatre Communications Group. 

 

Una novela,narración paralela
pero anterior a Eslavos

 

Cartel EslavosEl cine y la literatura rusos, o de alguna de las nacionalidades antaño soviéticas, ha tratado de muchas maneras el caos del hundimiento del imperio y la transición de la propia Rusia. No solo centrándose en los días de Perestroika y Glasnost, sino buceando en los orígenes, desde el desorden sembrado a partir, al menos, de la segunda mitad de la época Brezhniev, que ponía de manifiesto el fracaso del sistema económico. El tono suele ser bufo, pero no por ello menos cruel. Es habitual recrear la historia de los primeros ladronzuelos del sistema que, aunque atesoran, fracasan ante el ímpetu de los auténticos ladrones de la nueva situación.

Esta nota se fija tan solo en una novela. Se titula Moscoviada, es obra del ucraniano Yuri Andrujovich (1960), y su primera edición es de 1993; esto es, anterior a la obra de Kushner que he intentado estudiar aquí. Estamos en los ochenta, los grandes cambios llegan ya. En poco más de doscientas páginas un poeta ucraniano, trasunto del propio Andrujovich, becado entre otros miembros de las quince nacionalidades en una vetusta institución literaria, deambula, bebe sin parar y practica fornicios por un Moscú abigarrado y lleno de fantasmas, alcohol, alucinación y muchedumbres, con un KGB que ignora cualquier cosa que suene a perestroika, se ve que nadie les avisó. Desciende, a la manera del Dante, al ominoso subsuelo moscovita, y surge desde ahí hasta una amplia reunión de conspiradores que tratan de revertir el cambio político, disfraz narrativo del intento de golpe de estado contra Gorbachov que marcó el fracaso del sistema y que tanto benefició a Yeltsin (El Acantilado, 2010; traducción de Oksana Gollyak y Frederic Guerrero Solé). Esta novela, que va más allá del surrealismo, muestra al final cómo el sistema se resiste, pero también cómo fue su condena. Todo ello en medio del esperpento y lo grotesco de un relato que usa del puro disparate en un crescendo que lleva, naturalmente, a la explosión. En un postfacio de 2006, el autor muestra su pesimismo: vuelven a intentar, sin demasiado disfraz, resucitar el imperio. Eso, dos años de la agresión a Georgia, y ocho antes de la invasión de Crimea y el inicio de la guerra del Donbass, por solo citar esas intervenciones rusas en el exterior.

Próxima entrega: Ángeles en América y Homebody / Kabul, ambas de Tony Kushner.

 

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Cunyat, J.  (2011, 3 de diciembre). Tony Kushner: «Eslavos». Entrevistas desde el periodismo independiente. joanencunyat.wordpress.com

 

 

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)
  1. “En Rusia parece que hubiera capitalismo, pero faltan los capitalistas. Faltan los nuevos Demídov, los nuevos Morózov, los capitalistas de antaño. Los oligarcas rusos no son genuinos capitalistas: ¡son un puñado de ladrones!” Frases así se encuentran a lo largo de este libro de Svetlana Aleksiévich que impresiona y conmueve; ni siquiera son las más dolorosas, ni las más terribles. Pero nos sitúan bien (Acantilado, traducción de Jorge Ferrer Díaz).↵ Volver al texto
  2. “El estatus es muy importante –escribe Kushner en las notas previas del autor-. Prelapsárianov es el miembro del Politburó de más alto rango de los cinco; Upgobkin es el siguiente; luego Smukov (probablemente un militar); luego, por debajo en varios grados, Popolitipov; luego, el más bajo de todos, Rodent”. Estos dos últimos personajes no han aparecido todavía, pero lo harán a partir de la escena siguiente, y darán mucho juego a lo largo de la obra.↵ Volver al texto
  3. Al hacerse evidente que la revolución no iba a tener lugar en Europa, el bando de Stalin (frente a Trotski) edificó la ideología (o el mantra) del socialismo en un solo país, en la URSS, puesto que el proletariado europeo había sido incapaz de hacer la revolución, o la había traicionado.↵ Volver al texto
  4. Ahora bien, lo relativo a Chernishevski tuvo que esperar. En su introducción a la novela publicada en 1962, escribió Nabókov, con su lacerante sarcasmo: “La mayor parte de La dádiva (en ruso, Dar) fue escrita entre 1935-1937 en Berlín; en 1937 terminé su último capítulo en la Riviera francesa. La principal revista de la emigración, Sovremennye Zapiski, dirigida en París por un grupo de ex miembros del partido social revolucionario, publicó la novela por entregas (63-67, 1937-8); sin embargo, omitió el capítulo cuarto, que rechazó por las mismas razones por las que Vasiliev no admite, en el capítulo tercero, la biografía que contiene; bonito ejemplo de que la vida se ve obligada a imitar al mismo arte que condena. Hasta 1952, casi veinte años después de haberla empezado, no apareció una edición completa de la novela, publicada por la organización samaritana, Editorial Chejov, de Nueva York. Es fascinante imaginar el régimen bajo el cual Dar pueda leerse en Rusia”. El capítulo cuarto es novela dentro de la novela; Fiódor Kontantínovich, joven escritor que se está formando, escribe una biografía de Chernishevski, y con ello se conforma el capítulo en cuestión. Anagrama, traducción de Carmen Giralt (1998). Previamente publicada por Argos Vergara (1978); la traductora aparecía como Pilar Giralt.↵ Volver al texto
  5. ¡Nos invaden! Es la obsesión nacional (rusa), expresada en mucha literatura, como en Guerra y paz, de Lev Tolstói, la novela más destacada. La ópera rusa, desde sus inicios como escuela nacional, abunda en ejemplos: La vida por el zar (Glinka), Borís Godunov (Musorgski, con base en la tragedia de Pushkin del mismo título), Mazeppa (Chaikovski), El Príncipe Igor (Borodin), El gallo de oro (Rimski-Kórsakov), Semión Kotkó (Prokófiev), entre otras, hasta llegar a la versión operística de Guerra y paz (Prokófiev). En cine destaca, en especial, Aleksander Nevski, de Eisenstein (con música de Prokófiev, precisamente). En La vida por el zar (1836) el enemigo es Polonia, que al estrenarse la obra era una provincia ocupada del imperio ruso, junto con partes menos extensas de dominio prusiano o austriaco.↵ Volver al texto
  6. Partido fundado en 1990 por Vladímir Zhirinovski, apparachtik del partido, que fue su líder hasta su fallecimiento el pasado mes de abril. Ideología imperialista, rabiosamente anti occidental. Pretendía este partido una alianza con las antiguas repúblicas soviéticas con el fin de atacar a Occidente y darle nueva forma a la URSS a partir de esa unión. Zhirinovski ha sido seguidista de la política de Putin, y es más radical y belicista (aún) que el actual presidente. Apoyó con entusiasmo la anexión de Crimea en 2014, y clamó por la expulsión del único diputado de la Duma que se opuso, Iliá Ponomariov. También pretendía la recuperación de Alaska por la fuerza e invadir Oriente Medio como imprescindible para la política rusa. Putin le hizo miembro de la Orden de Alekander Nevski en 2015.↵ Volver al texto
  7. Los casos de Ucrania y Kazajistán los estudió Robert Conquest en The Harvest of Sorrow: Soviet Collectivization and the Terror-famine, 1987. Este libro y el ya clásico del mismo autor, El Gran terror, en la revisión de 1990, los publicó en francés Robert Laffont: La Grande Terreur. Les purges staliniennes des années 30, précédé de Sanglantes moissons. La collectivisation des terres en URSS (Bouquins, 1995). Ver un resumen para Zazajistán en The Kazakh Famine of 1930-33 and the Politics of History in the Post-Soviet Space, por Elena Volkava. Kenan Institute. 2012: https://www.wilsoncenter.org/publication/the-kazakh-famine-1930-33-and-the-politics-history-the-post-soviet-space. El Gran terror se publicó en España en 1974 (Caralt). Cabe dudar de la integridad de esta edición, que además es muy anterior a la revisada por el autor.↵ Volver al texto
  8. A. Beevor: Rusia: revolución y guerra civil, 1917-1921. Traducción de Gonzalo García. Crítica, 2022. También Ewan Mawdsley, Blancos contra rojos. La guerra civil rusa. Desperta Ferro, 2017.↵ Volver al texto
  9. Anne Applebaum: El telón de acero. La destrucción de Europa del este, 1944-1956 (Debate, 2017). Un estudio que nos cuenta que la guerra no terminó en 1945, y que continuó por otros medios en los años siguientes en que se llevaron a cabo limpiezas étnicas que cambiaron por completo la Europa Central y del este. Para el manejo de los partidos comunistas nacionales (a menudo muy minoritarios o detestados por la población, pueden verse bastantes referencias, como la ya clásica, de título freudiano, El porvenir de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX, de François Furet (Fondo de Cultura ecnómica, 1995). Para la destrucción de Europa Central tras la guerra son imprescindibles los  aterradores libros Continente salvaje. Europa después de la segundo guerra mundial, de Keith Lowe(Galaxia Gutenberg, 2015) y Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin, de Timothy Snyder (Galaxia Gutenberg, 2017).↵ Volver al texto
  10. Un documental de 2018, Los testigos de Putin, de Vitali Manski, narra la amargura y la decepción de Yeltsin cuando Putin se ha hecho con el poder, cuando ya no hay remedio. ¿Acaso quería Yeltsin un remedio? ¿Acaso no cumplió su objetivo personal cuando destruyó el poder de Gorbachov y su proyecto?↵ Volver al texto
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