N.º 58El autor teatral en las Comunidades autónomas II

RESEÑA

Cinco mujeresCinco mujeres

 

Josefa Fernández Martín
Universidad de Sevilla

Pombero, C., Vico, L., Martín Salinas, I.,
León García,M., & Bajo Martínez, M. J.
Sevilla, Atopía Editorial, 2021

 

 

No cabe duda de que, en el panorama de la dramaturgia actual, una antología de obras escritas por mujeres sigue siendo un acontecimiento que destacar. Aunque las mujeres se van haciendo cada vez más visibles en el complejo y complicado mundo de las artes escénicas, aún estamos lejos de poder hablar de igualdad en términos de obras publicadas y, sobre todo, de obras representadas[1]. Esta desigualdad se ve incrementada cuando hablamos de Andalucía, donde se está experimentando un importante auge de la producción dramática, sobre todo vinculada a la denominada generación Romero Esteo, pero donde la autoría femenina es aún escasa, a pesar de contar con nombres ya bien reconocidos. Por ello, el volumen Cinco Mujeres, de Atopía Editorial, constituye una excelente noticia no solo para el panorama teatral andaluz, sino para el nacional y, por qué no, incluso para el internacional, pues ese hilo común, teñido de rojo, que visibiliza la violencia contra las mujeres y que se ha convertido en grito de denuncia en boca de mujeres, debe inundar todos los escenarios del planeta, desde las aulas de los colegios, a las calles o los teatros.

El volumen consta de un prólogo, a cargo de José Chamizo, cinco piezas teatrales, escritas por cinco mujeres, Carmen Pombero, Lola Vico, Isabel Martín Salinas, Mercedes León García y María Jesús Bajo Martínez, y se cierra con unas breves notas biográficas sobre las cinco autoras. Las piezas abordan temáticas que ponen el foco de atención en la violencia ejercida contra la mujer en sus diversas y terribles formas, tanto físicas como psicológicas, así como en sus efectos colaterales.

El prólogo, sencillo, directo, escueto y veraz, contextualiza el contenido de las obras en este inicio de siglo XXI cuando muchas mujeres pensaban que los avances conseguidos desde los inicios del feminismo nos estarían llevando a nuevos triunfos y a un mundo de igualdad en el que irían quedando atrás las lacras del machismo y el patriarcado.

La primera obra, Las puertas de Jano, de Carmen Pombero, aborda de forma caleidoscópica a través de una original estructura dramática, las múltiples aristas de la violencia contra las mujeres, en particular, las derivadas de una violación múltiple. Partiendo del mito del dios romano Jano, como muchos de los dioses de la mitología clásica, violador de doncellas, y Cardea, la doncella violada, convertida en diosa como premio a la humillación sufrida, la autora crea una urdimbre en la que se irán entretejiendo las historias que transitan, cruzando “puertas”, del idealizado mundo mitológico a la cruda realidad de una sociedad en la que la violación, en particular, la violación grupal, se ha convertido en un terrible modus operandi entre jóvenes, mayormente, que miden su masculinidad en la abyecta escala de la agresión sexual.  Cabe destacar en esta propuesta dramatúrgica la presencia de recursos escénicos que conjugan el uso de las nuevas tecnologías con elementos cercanos al simbolismo, en un juego escénico que lleva a los personajes desde la realidad más cruda al trasfondo mitológico con la presencia en escena de las puertas que representan a Jano.

La segunda pieza, Lucía, de Lola Vico, constituye un desgarrador relato que se construye en torno a la violación y asesinato de una adolescente que ve su vida truncada por el vil y abyecto placer de unos hombres que no solo destruyen vidas, sino que se enriquecen a su costa en el cada vez más “asequible” mercado de la pornografía. En esta obra, la autora da forma, a partir de una estructura en torno a siete escenas, precedidas por un preámbulo y cerradas con un colofón, a una trama que va desvelando los misteriosos y casi mágicos elementos que concurren en una onírica escena inicial, “Sueño”, y culminan con la brutal “Realidad” final que sella la estructura mítica de la obra, retomando cada uno de los misteriosos “signos” del principio, revestidos ahora de muerte. Es especialmente destacable cómo la autora combina una escenografía realista con recursos escénicos de carácter altamente simbólico, además del uso de proyecciones que constituyen un valioso aporte al desarrollo de los temas tratados, unido esto a un cuidado uso del registro lingüístico de los personajes, en particular, el de los adolescentes.

La tercera pieza, Infamia, de Isabel Martín Salinas, pivota, como las anteriores, en torno a la violación múltiple de una adolescente, siendo ella, la víctima, en este caso, la protagonista de las ocho secciones de la obra. En cada sección se irán exponiendo las múltiples consecuencias y secuelas de tan atroz hecho, permitiendo, a través de un inteligente juego de confrontación generacional, abordar cuestiones sociales y políticas que conforman la sociedad actual, todavía profundamente arraigada en cimientos patriarcales y machistas. No obstante, a pesar de las terribles consecuencias de un hecho así, la autora proporciona un halo de esperanza, construyendo a lo largo de las secciones el camino hacia un proceso de sanación que, aun siendo largo y oneroso, defiende el derecho de la mujer a recuperar su vida, a sobrevivir y a ser libre.

La cuarta pieza, Al pasar la barca, de Mercedes León García, es tal vez la que presenta una estructura más innovadora. La obra se divide en cinco secciones o “Panoramas”, precedidos por un “Preámbulo”, y se pueden representar en el orden establecido por la autora o de forma independiente, lo que confiere a la obra gran organicidad. El hilo conductor es la violencia contra las mujeres, simbólicamente envuelto en la cantinela jovial de la canción infantil que da título a la obra. Cada “Panorama” ofrece una reflexión sobre el imaginario colectivo que rodea a la violencia contra las mujeres, desde distintas perspectivas, ofreciendo una inquietante reflexión sobre la “responsabilidad” de la sociedad cuando se trata de denunciar este tipo de crímenes. Los momentos finales, un tanto misteriosos e intrigantes, se antojan un grito desesperado que revela la absoluta soledad a la que se enfrentan las víctimas en una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado para no ver ni oír.

El volumen concluye con la pieza Cartas a mis hijos. Un drama de los años cincuenta, de María Jesús Bajo Martínez. Esta obra, conformada por cuatro “Cuadros” que se cohesionan con tres cartas, las referidas en el título, lleva a un escenario bastante diferente de los anteriores, pero no por ello desconectado del principio director de las mismas. Partiendo de una puesta en escena casi naturalista, la autora, no obstante, reviste de misterio un argumento que poco a poco pone al descubierto otra forma de violencia contra la mujer, la que condenó y sepultó en el olvido a tantas mujeres españolas de la segunda mitad del siglo XX que osaron desafiar los roles que les había asignado una sociedad conservadora, decadente e hipócrita. En un curioso juego detectivesco, los personajes se van presentando, siempre en el entorno opresivo y “doméstico” del salón de una casa, para ir completando el puzle que revelará la tragedia de la protagonista y víctima “ausente”. Separando los Cuadros, las tres cartas dirigidas a los tres hijos revelan no sólo el dolor y la angustia de la víctima, sino, una vez más, aunque en un registro distinto, el sentido de culpabilidad que permanece en cualquier mujer que ha sido “forzada”, física o psicológicamente, a renunciar a su libertad.

En resumen, estamos ante un volumen que aborda las múltiples aristas, incisivas y cruentas, de la violencia contra las mujeres, no porque sí, no por mostrar lo que todos los días nos enseñan los medios de comunicación, aunque de tanto mirar ya no podamos o no queramos verlo, sino por denunciar, por concienciar y, sobre todo, por proponer un camino que lleve a visibilizar el problema y a encontrar soluciones, un camino que debe pasar por la educación en valores de los más jóvenes y por el empoderamiento de la mujer.

 

 

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)
  1. Algunos estudios recientes ponen de manifiesto que las obras escritas por mujeres puestas en cartel en España en las dos primeras décadas del siglo XXI están entre el 17% y el 23%.↵ Volver al texto

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