N.º 56Director-Autor hoy

NUESTRA DRAMATURGIA

Manuel Martínez Mediero,
un resistente teatral

Anne Laure Feuillastre

La producción dramática de Manuel Martínez Mediero es muy prolija: entre los años sesenta y 2000, escribió más de sesenta obras.  La extensión de su producción me obliga a centrar este artículo en un periodo definido, que es el que mejor conozco: el teatro escrito durante el franquismo y los primeros momentos de la democracia, años que ciñen el Nuevo Teatro Español, tema de mi tesis doctoral.

Manuel Martínez Mediero nace en Badajoz el 12 de marzo de 1937, en plena Guerra Civil española. Tras estudiar el bachillerato en el Colegio de los Hermanos Maristas de Badajoz, estudia Ciencias Económicas en Barcelona y luego en Bilbao, donde se licencia y saca el título de Economista Sindical. Como muchos dramaturgos de su generación, su formación y su trabajo poco tienen que ver con el teatro, del que era difícil vivir. Sin embargo, sus conocimientos en economía se advierten en varias de sus obras, entre crítica al capitalismo y escepticismo hacia cualquier modelo económico satisfactorio. En las dos ciudades empieza a escribir teatro. Vuelve después a Badajoz, donde escribe un libro de economía y desarrolla la mayor parte de su producción dramática. Al mismo tiempo, trabaja como funcionario de la Delegación de Trabajo y escribe artículos en varios medios extremeños.

Foto de Manuel Martínez Mediero hacia 1972
Manuel Martínez Mediero hacia 1972. 1
Obras completas, Manuel Martínez Mediero

La casi totalidad de su producción está publicada en sus Obras Completas (13 volúmenes) desde 1999, año en el que recibe la Medalla de Extremadura, auténtico reconocimiento oficial de carácter cultural y político.

Hasta entonces, unos textos se encuentran publicados en revistas teatrales o editados individualmente, y otros (muchos) quedan inéditos. Hasta 1978, la censura es particularmente feroz hacia las obras de Martínez Mediero: entre las escritas durante el tardofranquismo (y primeros años de la Transición), al menos nueve de ellas han sufrido alguna prohibición en el período. Es Martínez Mediero un autor particularmente representativo de la generación que Alberto Miralles llegó a denominar en 1970 como “más premiada y menos representada”, al ser galardonado en numerosas ocasiones sin acceder al escenario (o muy poco). Cuando sus obras consiguen una autorización de estreno, esta se hace en círculos restringidos y de forma ocasional, como en festivales (el Festival de Sitges en particular) y en teatros de cámara. Dos notables excepciones son sus logrados intentos de teatro comercial, El bebé furioso y Las hermanas de Búfalo Bill (por orden de estreno). A pesar de su aislamiento geográfico (viviendo en Badajoz), se suele adscribir a Manuel Martínez Mediero al denominado Nuevo Teatro, que agrupa a finales de los años sesenta y principios de los setenta a dramaturgos españoles que comparten características dramáticas comunes: una marginación del circuito comercial oficial (por la censura gubernamental, la política económica, el gusto del público y de la crítica); una estética anti realista; una denuncia virulenta de la política franquista y de la sociedad del momento.

Su primera obra, Jacinta se marcha a la guerra (titulada primero La gaviota y el mar, en una primera versión del texto) se publica en Yorick en 1967, dos años después de su creación y recibe el mismo año el Accésit del Premio Nacional de Teatro Universitario de 1967. De estilo algo más realista que las piezas que escribirá el dramaturgo a continuación, la obra es un drama humano y emocional centrado en la personalidad de Jacinta, una marquesa en otra época adinerada, pero ahora pobre, despreciada y abandonada por sus amigos y familiares. Crítica social fuerte, la obra dibuja una sociedad decadente, individualista y de falsas apariencias sociales en la cual lucha Jacinta, protagonista marginada y víctima de la sociedad, pero también, a la vez, primer personaje martinezmedieriano —de una larga lista— que encarna la rebeldía.

Del año 1967 es su segunda obra, titulada Espectáculo siglo XX. Recibe el Premio Nacional de Teatro Universitario en 1970. La obra, en dos partes, nos presenta a Franck Higgins, jefe viejo y autoritario de la empresa Higgins S.A. que parece parada en el tiempo. Si bien Jacinta representaba a los explotados por la sociedad, al contrario, Higgins encarna la explotación del ser humano, de los más débiles. Como en la mayoría de las obras del autor escritas en el tardofranquismo, la ficción presentada es un microcosmos de la España de los años sesenta y setenta: una sociedad llena de contradicciones que se debate entre modernidad económica y social (opulencia, hiperconsumo, omnipresencia de máquinas y tecnologías, cambio subyacente encarnado por los hijos de Higgins, Frankie y Nancy que se rebelan) y arcaísmo político (poder representado por la figura de un jefe único viejo, represión contra los oponentes). La obra es a la vez una crítica mordaz del neocapitalismo y una brillante sátira política del momento. Los diálogos y las acotaciones escénicas están cargados de humor y de ironía: ridiculizan al jefe (encarnación del Caudillo) presentándolo como megalómano, egocéntrico y físicamente decadente por los efectos de los años. A pesar de la vejez evidente y de los achaques que sufre, el tiránico personaje se aferra al poder, como era el caso de Franco a finales de los años sesenta. Si bien se publica la obra en 1970 (por la editorial Escelicer), la Junta de Censura la prohíbe en varias ocasiones en 1972, evidenciando la burla “de la personalidad del Caudillo” y de nuevo tres años después en octubre de 1975 por inducir “a la subversión y rebeldía” y por identificar a “personajes representativos”. Es decir, la obra suscita una polémica entre los censores, incluso tardíamente, cuando Franco está a punto de fallecer. 

En el año 1968, Martínez Mediero escribe tres piezas, de estilo, recepción y éxito muy diferentes: Mientras la gallina duerme, El convidado y El último gallinero. Mientras la gallina duerme permanece inédita hasta 1999 (Obras completas). Se ataca esta vez a la hipocresía de la Iglesia al tratar el tema del celibato eclesiástico: en una pequeña aldea de montaña aislada por la nieve, cuatro empleados de la estación de ferrocarril le gastan la broma al Padre José de hacerle creer que el Vaticano ha anunciado la abolición del celibato. Lo cómico de la situación está en la reacción del cura que primero intenta reprimir sus pulsiones hacia la viuda Trini, con flagelaciones y curiosas dietas de verduras, y luego cree que puede dar rienda suelta a sus pasiones, de manera lícita. La obra se estrena en el teatro Martín de Madrid el 1 de septiembre de 1976 y permanece nueve semanas en cartel, con éxito relativo según la crítica de la época.

Foto de una representación de Mientras la gallina duerme en el teatro Martín de Madrid en 1976 (dirección ángel García Moreno)
Representación de Mientras la gallina duerme en el teatro Martín de Madrid en 1976 (dirección ángel García Moreno). 2

El convidado es una de las obras más conocidas del autor y la más representada de toda su producción. Escrita entre 1968 y 1970, se publica en Yorick en 1970 y al año siguiente en Teatro difícil de la editorial Escelicer. Autorizada por la censura las más de las veces (aunque severamente juzgada por los censores, a veces tachada y solo permitida para teatro de cámara), la obra se representa en muchas ocasiones entre 1970 y 1976, e incluso hasta la actualidad. Se traduce también a varios idiomas.

Programa de El convidado, de Manuel Martínez Mediero, Instituto de Estudios Norteamericanos de Barcelona, del 3 al 7 de julio de 1973.
Programa de El convidado, de Manuel Martínez Mediero, Instituto de Estudios Norteamericanos de Barcelona, del 3 al 7 de julio de 1973. 3

La obra es breve, en un acto único, y solo dos protagonistas comparten los diálogos, el Padre y el Hijo (el Mayordomo casi no habla). A lo largo de la acción, el Convidado, bueno y sordomudo, sufre torturas físicas cada más violentas por parte de los dos anfitriones que encarnan el poder, en particular el Padre autoritario. La víctima, figura de la oposición pasiva y pacífica, no protesta nunca, hasta se muestra agradecida por la invitación, a pesar del dolor. La gradación en la violencia y en la crueldad alcanza su paroxismo con la ejecución final del Convidado por el Padre, de un tiro. La crueldad es la esencia de El convidado, es un teatro de los instintos primitivos, del salvajismo, un “teatro sangriento” en palabras del autor, que declara en 1971:

En realidad, desde mi primera obra (Jacinta se marchó a la guerra) ya estaban patentes de alguna manera los elementos suficientes para “crear” la crueldad. Pero allí la crueldad era más solapada, más sutil, colándose por los entresijos de una viejecita y empolvada que se quería hacer revolucionaria. Por el contrario, la crueldad del Convidado es una crueldad física la que aparece como primer elemento de su acción. En esta crueldad ya no hay trampa ni cartón. Es la crueldad a secas, la crueldad monda y lironda. […]

A mí, de verdad, el Convidado me repugna, pero no he tenido más remedio que escribirlo. Creo que era mi obligación. (M. Mediero, 1971: 78).   

Esta “crueldad a secas” es el telón de fondo de la obra. Martínez Mediero observa el mundo y la sociedad, se nutre de la realidad que lo rodea, para después plasmarla mediante una visión absurda y distorsionada por la violencia. Asimismo, la brevedad de la acción y la sencillez de los diálogos recalcan la fuerza del drama, y toda la habilidad del autor. Otra vez, la opresión logra aplastar la disidencia y la diferencia. 

El último gallinero es la primera fábula animalesca del autor, que él mismo considera como su obra maestra. Se representa en el iii Festival de Sitges de 1969, el 16 de octubre, por la compañía Akelarre y es, por consiguiente, la primera vez que Martínez Mediero ve una de sus obras estrenada de manera semiprofesional. El dramaturgo califica el estreno de “inolvidable”. Para él, su mejor obra por el recuerdo especial que guarda de aquel día. Escribe:

Creo que teatralmente ha sido el mayor acontecimiento jamás visto por mis ojos y sentido por mis tripas. Akelarre fue como un mar embravecido haciendo una obra de teatro por oleadas que iban sucediéndose unas detrás de las otras […]. Y jamás vi un público igual de enloquecido y vibrante. (M. Mediero, 2008: 19).[4]

Foto de la entrega del Premio Sitges a Manuel Martínez Mediero el 18 de octubre de 1969
Entrega del Premio Sitges a Manuel Martínez Mediero el 18 de octubre de 1969. 4

La brillante alegoría fabulística es reconocida y aclamada en el festival y gana el Premio Sitges, permitiendo una representación en teatro comercial, en el Marquina de la capital el 24 de mayo de 1970 (tras otra representación en San Sebastián). Con esta obra, Martínez Mediero empieza un ciclo de teatro alegórico: el viejo y vetusto gallinero es un microcosmos de la España del tardofranquismo, cuya estructura política y social aparece arcaica. Del mismo modo que el franquismo es en 1969 la última dictadura de Europa occidental desde la caída de Salazar, el lugar de la ficción es el último gallinero que no sea industrial y por eso se prevé su destrucción para construir otro, más moderno y productivo. Las alusiones a la política del momento abundan en la obra, pero siempre con humor y sarcasmo: los personajes son caricaturales y grotescos, cada ave representa a una personalidad política, una clase social, un rango o un pilar del régimen. Encontramos así a Hermógenes, el ave despótica que encarna al Caudillo, rodeado del gallo alguacil obsesionado con la disciplina y la represión, de las aves aristocráticas, del gallo militar y de los viejos gallos conservadores. A lo largo de la obra, abundan los juegos de palabras, los doble sentidos y las grotescas caricaturas que hacen de esta fábula una crítica corrosiva del régimen franquista y del patético intento de la tecnocracia por mejorar la economía sin permitir libertades (recordemos la escena de las gallinas ponedoras). Toda la obra se construye en torno a la dialéctica dictadura / libertad con enfrentamientos de ideologías opuestas, personajes antagónicos (Hermógenes / Castelar, gallos burgueses o aristocráticos / gallos tomateros, etc.) y espacios simbólicos contrarios. La violencia funciona como catarsis para el espectador que asiste al combate final entre todas las aves, al canibalismo, a la guerra fratricida, al fracaso de todos los sistemas políticos, con una clara inspiración del autor en las teorías de Artaud y su Teatro de la Crueldad, que Martínez Mediero logra reinventar con talento.

Foto de la representación de El último gallinero el 24 de mayo de 1970 en el teatro Marquina de Madrid
Representación de El último gallinero, el 24 de mayo de 1970 en el teatro Marquina de Madrid. 5

De 1969 es la segunda fábula animalesca de Martínez Mediero, titulada El regreso de los escorpiones. Esta vez, los personajes ya no son solo aves sino animales del corral de diversas especies: encontramos a un cerdo autoritario —jefe del viejo corral—, galgos policiales, gatos, toros y caballos aristocráticos, cuervos eclesiásticos, búhos intelectuales de la oposición, borregos blancos conservadores y borregos negros liberales que componen al pueblo del corral, y un conejo revolucionario que viene a perturbar el orden establecido del régimen autocrático. La alegoría animalesca es menos ligera que la primera, con un ambiente más aterrador y amenazador todavía —el peligro de las dictaduras militares encarnadas por los Escorpiones. Martínez Mediero explica su obra en 1972 con estas palabras:

De alguna manera, quiero decir, que una vez que dentro de una colectividad corre “la sangre”, por el motivo que sea (el motivo es siempre el mismo), el olvido no tiene valor de consistencia alguno. Es como un estigma, como una marca, que salvo excepciones se logra superar. En las luchas fratricidas el problema es todavía más enconado y su solución sólo es posible cuando se reconoce que en este tiempo de encuentros no hay vencedores ni vencidos. Creer que el paso del tiempo puede cicatrizar heridas sobre cuyo apósito sembramos gérmenes patógenos, o no se investigan en una enfermedad las causas del síndrome, es volver la espalda a la realidad de los hechos. […] [L]a sangre que vierte [el hombre], muerta en los ojos de los seres humanos, difícilmente se olvida, ni puede solucionarse en plano del simple olvido. […] En definitiva, se viene a decir que en el contexto de los “escorpiones” nadie olvida, y que lo que en un tiempo pudiera parecer estar enfriado, el volcán puede entrar en erupción en cualquier momento. (M. Mediero, 1972: 53-54). 

Este peligro de la guerra (o de la guerra civil en la fábula animal anterior) está muy presente en Los escorpiones. El tema del olvido es un hilo conductor entre toda la dramaturgia de Martínez Mediero. Cabe precisar que la obra sigue sin estrenar: curiosamente autorizada por la Junta de Censura en 1971 (con supresiones textuales) para un ciclo por pueblos de Extremadura, el espectáculo, que la compañía de César Oliva ya había montado y preparado –solo faltaba el ensayo general– es prohibido por la Delegación-Comisaría para el SEU. Está claro que la obra es muy política y no se podía permitir. Al año siguiente, el comité de censores de la Junta prohíbe el estreno en el iv Festival de Sitges de 1972 por su “claro matiz político”. El regreso de los escorpiones viene a ilustrar perfectamente lo que fue muchas veces el Nuevo Teatro Español, condenado a no llegar a los escenarios, aunque el texto se publica en Yorick en 1972.

Del mismo año es la minipieza grotesca Perico Rey, una caricatura del nombramiento del Rey por unos consejeros políticos dirigidos por un Presidente. Martínez Mediero se inspira claramente en la situación política del momento, puesto que Franco designa en 1969 al Príncipe Juan Carlos de Borbón como su propio sucesor y como rey. La figura degradada del monarca, rey de un pueblo manso de ovejas, pinta una realidad donde predominan lo ridículo y lo absurdo. La figura real aparece degenerada del mismo modo en la obra colectiva El Fernando, creada en 1972 por ocho dramaturgos del Nuevo Teatro, entre los cuales está Manuel Martínez Mediero. Pero esta vez, se trata más de una crítica de la opresión y del autoritarismo que de un ataque a la monarquía. En efecto, la obra histórica se centra en la figura de Fernando vii que, aunque burlado y ridiculizado puntualmente, encarna sobre todo la represión, en contexto de contienda entre conservadores y liberales.

Entre El regreso de los escorpiones y El Fernando, produce cinco obras: Las planchadoras, Perdido paraíso, Los herederos, El hombre que fue a todas las guerras y Las hermanas de Búfalo Bill. Martínez Mediero escribe Perdido paraíso en 1971. A pesar de su publicación en 1972 en la editorial barcelonesa Jacinta se marchó a la guerra, la censura prohíbe la representación en 1972 y en 1975, principalmente por su contenido juzgado blasfemo. En efecto, la obra en dos partes se presenta como una paráfrasis de la Biblia, con la sucesión de episodios bíblicos reelaborados: en torno al protagonista —el viejo y autoritario Moloch (entre el rey de la creación y el tirano) que actúa desde un váter “imperial”—, están las figuras reinterpretadas de Caín y Abel, el jardín del Edén, la serpiente que tenta a la mujer (aquí a Casilda, la mujer de Moloch) y la expulsión del paraíso. Las numerosas citas bíblicas se hacen con tono paródico y satírico, lo cual explica la prohibición del espectáculo por la Junta de Censura. 

Las planchadoras y Las hermanas de Búfalo Bill se hacen eco en su estructura y en su temática. Las dos se componen de dos partes y de tres personajes principales con vínculos de hermandad, con un personaje tiránico que ejerce una fuerte represión hacia los otros dos. En Las planchadoras (cuya temática nace de la experiencia del autor que convivió con dos planchadoras en Bilbao), son tres hermanas, Dionisíaca, Clavellina y Libertad (llamada Ella en la primera versión del texto): la primera impide que la segunda salga de casa y mandó a la tercera al exilio 40 años antes por su vida sexual juzgada inmoral. Dionisíaca es la figura de la autoridad inmortal, de la represión, de la opresión sexual, del peso de la moral en la sociedad franquista. A pesar de que la obra reciba el Premio Alcoy de 1971, en agosto del mismo año, la censura le prohíbe el espectáculo previsto por el grupo Akelarre para una campaña de extensión teatral. La obra es publicada en Primer Acto en 1974 (la segunda versión del texto en Teatro Antropofágico de Fundamentos en 1978, con El convidado y El último gallinero) y tiene que esperar hasta el 11 de septiembre de 1978 para su estreno en el Alfil de Madrid.

Foto de una representación de Las planchadoras en el teatro Alfil de Madrid en septiembre de 1978 (Dirección: Antonio Corencia)
Representación de Las planchadoras, en el teatro Alfil de Madrid en septiembre de 1978 (Dirección: Antonio Corencia). 6

El homólogo de Dionisíaca es Amadeo en Las hermanas de Búfalo Bill. El personaje despótico, esta vez masculino, oprime a sus dos hermanas Cleo y Semíramis, encerradas en casa sin conocer la vida real fuera. A lo largo de su vida, las mujeres sufren torturas, humillaciones y el peso de la moral sexual, hasta que muera Amadeo de manera ridícula al final del primer acto. Su vuelta como recuerdo fantasmagórico recuerda la omnipresencia del tirano incluso después de su muerte, una visión particularmente pesimista del autor en vísperas de una Transición que ya imaginaba y anticipaba. Las dos obras son representativas del “teatro de la libertad” del autor; reflejan el miedo a lo nuevo y a lo desconocido (el posfranquismo), y la imposibilidad de romper con un pasado represivo. Publicada en 1974, Las hermanas de Búfalo Bill es una de las pocas obras de Martínez Mediero que conocen un éxito comercial en aquellos años (su segundo en realidad, tras El bebé furioso, obra escrita después de Las hermanas de Búfalo Bill, pero estrenada antes) cuando es representada en el Valle-Inclán de Madrid el 8 de octubre de 1975 y permanece 27 semanas en cartel. Prosigue luego en el Arlequín, también de Madrid, hasta el 20 de octubre de 1976. Los dos premios que recibe la obra en 1975, el “Long Play” y el “Premio El Espectador y la Crítica”, son una prueba de su éxito y reconocimiento. Pero también suscita polémica, por la representación de un protagonista tiránico que muere y vuelve como fantasma sin dejar en paz a sus hermanas que intentan gozar de su nueva libertad: tras críticas y ataques en la prensa de extrema derecha, el 3 de marzo de 1976 —poco después de la muerte de Franco—, lanzan una bomba de humo durante  una de las funciones de Las hermanas de Búfalo Bill en el teatro Valle-Inclán.

Programa de mano de Las hermanas de Búfalo Bill para su estreno en el Valle-Inclán (Madrid) el 8 de octubre de 1975
Programa de mano de Las hermanas de Búfalo Bill, para su estreno en el Valle-Inclán (Madrid) el 8 de octubre de 1975. 7

De 1972 es El automóvil, en una primera versión diferente en varios aspectos del texto publicado en las Obras Completas. Es una ingeniosa alegoría de la sociedad de consumo, referencia a los cambios que vive España en los años sesenta. La familia protagonista vive en un vertedero, y a pesar de la miseria evidente, ha hecho todo lo posible por conseguir un crédito para comprar un automóvil —de ahí el título—, símbolo de riqueza. Una vez adquirido, el coche solo crea problemas a la familia y acaba por tragarlos. Aunque la censura autorizó la obra (con muchas supresiones textuales) en 1973, sigue sin estrenar.

En 1973, Martínez Mediero sigue creando sin parar y escribe Denuncia, juicio e inquisición de Pedro Lagarto y Un hongo para Nagasaki, dos obras que son publicadas en revistas teatrales, pero no incluidas en las Obras completas. En 1974, Martínez Mediero escribe una obra comercial, cuyo humor la convierte inmediatamente en un éxito rotundo: El bebé furioso. Es publicada en Primer Acto en diciembre de 1975 y a continuación en diversas ediciones hasta su inclusión en las Obras Completas. Tras dos prohibiciones por la censura en 1973, la obra es finalmente autorizada (con numerosas tachaduras) y representada en el Teatro Alfil de agosto a octubre de 1974, con una reposición de noviembre de 1974 a enero de 1975, lo cual es una prueba de su auténtico éxito (espectáculo producido por la compañía Morgan). Incluso es adaptada como guion cinematográfico en 1980. Con ironía, crudeza y agresividad, la obra viene a reflejar la sociedad española de la época, una sociedad aplastada por la institución familiar, por la incomunicación y por el consumismo. La rebelión de la generación siguiente, harta de aguantar una sociedad enajenante y arcaica, queda plasmada en el furor y en la violencia del bebé, ignorado por sus padres, que lanza una bomba al final de la obra.

El día que se descubrió el pastel es la última obra escrita bajo el franquismo, en 1975. Es estrenada en el teatro Arlequín de Madrid el 24 febrero de 1976, bajo la dirección de Alberto Miralles, antes de su publicación (1979, editorial Esquina Viva). Esta vez, no se repite el éxito de Las hermanas de Búfalo Bill o El bebé furioso. El tema de esta comedia es el del cambio político, del futuro incierto y miedoso para los protagonistas de la dictadura, asunto que obsesiona a Martínez Mediero y a muchos compañeros del teatro en aquellos años de pre-Transición. De nuevo, se oponen el pasado —los antiguos apoyos al régimen, herméticos al cambio— y el futuro —la nueva generación, encarnada por los niños. Esta vez, el dramaturgo intuye y adelanta el problema de la memoria histórica y del olvido que cuestionaría a la sociedad española en el futuro. En esta pieza aparece ya lo que va a ser un tema central de la producción posfranquista martinezmedieriana: la herencia del franquismo destinada a perdurar, por lo menos en parte, en la manera de vivir y pensar de los españoles a pesar de la democracia.

Escena de El bebé furioso de Manuel Martínez Mediero. 1974 en el Teatro Alfil de Madrid
Escena de El bebé furioso, de Manuel Martínez Mediero. 1974 en el Teatro Alfil de Madrid. 8

La producción dramática de Martínez Mediero es pues muy prolija, tan solo en el periodo limitado del tardofranquismo. Su teatro propone una visión esperpéntica y alegórica de la agonía del régimen dictatorial y de su sociedad circundante: funciona como un espejo deformante de la realidad y de la sociedad española del momento, muy reconocible a pesar de las situaciones absurdas o grotescas que surgen en los dramas. Los lugares alegóricos de las piezas son micro-mundos que reflejan la España de la época: anticuada, agobiante, paradójica, consumista. La visión que ofrecen las obras martinezmedierianas del tiempo histórico es violenta y pesimista; son una mezcla de escepticismo y de desilusión.

El genio del autor también está en la capacidad de ofrecer obras a la vez sombrías y divertidas, pues la carga humorística es importante en muchos de sus textos. El humor viene a alimentar sátiras mordaces, con referencias absurdas y grotescas que ridiculizan, las más de las veces, las instituciones políticas y religiosas, y a las distintas figuras que las encarnan, blancos de predilección de Martínez Mediero —rasgo que comparte con sus compañeros del Nuevo Teatro.

Bajo un prisma sardónico y con referencias enmascaradas, las obras denuncian las dictaduras, las prácticas del neocapitalismo, el belicismo, el peso de la Iglesia, la corrupción de la sociedad, su hipocresía social y moral, su decadencia; la sociedad de consumo y de la explotación del prójimo en la que predominan la represión y opresión, el individualismo, la insolidaridad, la crueldad. Para eso, las piezas siguen esquemas muchas veces similares en unas y otras, en particular con protagonistas antagónicos y una dialéctica opresores/oprimidos. Martínez Mediero opina que “España es un país de perdedores […] [y] de ganadores ridículos” (2000: 292). Se oponen así, por un lado, las figuras del poder (los ganadores ridículos), encarnación degradada y grotesca de la tiranía y de la opresión —tanto política como sexual— y, por otro lado, están sus víctimas (los perdedores), personajes que simbolizan en algunas ocasiones la rebelión reprimida y, en otras, la resistencia pasiva, que viven muchas veces encerrados y enajenados por esta reclusión. En ambos casos, están condenados al fracaso. La particularidad es que las víctimas de la represión son, al mismo tiempo, cómplices: por su debilidad, su sumisión o su inacción. Es decir, la ironía y el sarcasmo del autor atacan, en realidad, a todos los personajes.

Estas producciones del tardofranquismo son obras del conflicto con gran densidad dramática; reflejan el pesimismo y el escepticismo de su autor, en un momento histórico particular de agonía del poder que deja presagiar unos cambios posibles y a la vez un inmovilismo que muchos ven, en aquel momento, como muy probable. Los desenlaces muchas veces violentos (asesinato, secuestro, bomba y bomba nuclear, canibalismo, matanza de masas, tortura, coche devorador…) vienen a señalar el fin de una época, el tiempo de la rebelión y de la destrucción de la tiranía. Y, al mismo tiempo, hay muchos Amadeos, Dionisíacas, Hermógenes, Marranos, Padres o Higgins de recambio, que esperan a la sombra el momento de poder perpetuar la opresión.

Como la mayoría de las obras del Nuevo Teatro, escritas en la época del tardofranquismo, estas piezas no pudieron gozar de la oportunidad que se merecían en su momento. Salvo las excepcionales experiencias de teatro comercial de Las hermanas de Búfalo Bill y El bebé furioso, estas obras o se representaron en círculos restringidos de festivales o en teatros de cámara a cuentagotas, o la censura las prohibió. Las Obras Completas, publicadas en 1999, permitieron sacar a la luz este teatro “secreto” (Monleón, 1974: 36-37) silenciado en su tiempo, pero no le devolvieron su merecido acceso al escenario, ante el público –razón de ser del teatro; en efecto, a pesar de la democracia, casi todas estas obras de los tiempos de la dictadura permanecieron condenadas a existir como “teatro de texto”, falseando la esencia misma del género. Una paradoja más en la época del tardofranquismo.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Gabriele, J.P. (2001). Manuel Martínez Mediero: deslindes de un teatro de urgencia social. Fundamentos.

Martínez Mediero, M. (1971). Alrededor de mi teatro “difícil”, Teatro difícil (Ciclo Teatro-Club Pueblo). Escelicer.

Martínez Mediero, M. (15 de septiembre de 2020).  Historia del teatro contemporáneo en Extremadura. Grada.  https://www.grada.es/manuel-martinez-mediero-historia-del-teatro-contemporaneo-en-extremadura-grada-148-perfil/revista-grada/perfil/ 

Martínez Mediero, M. (2008) El caos de la memoria. Fundamentos.

Martínez Mediero, M. (1972) El porqué de “El regreso de los escorpiones”. Yorick.

Ministerio de Cultura y Deporte. Archivo General de la Administración. Ministerio de Información y Turismo.  IDD 44 y 46, 73/9925, 137/72. 

Monleón, J. (10 de agosto, 1974) Cita con el teatro secreto español (I). Martínez Mediero: Voy a estrenar. Ustedes perdonen. Triunfo. 36-37.

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Copyrights fotografías
  1. Fuente: Yorick, n.° 52 (abril junio 1972), pág. 54↵ Ver foto
  2. Fuente: Manuel Martínez Muñoz↵ Ver foto
  3. Fuente: Centro de Documentació i Museu de les Arts Escèniques (Institut del Teatre) ↵ Ver foto
  4. Fuente: Arxiu Històric de Sitges (Fons Municipals, Sèrie Cultura, Secció Festival Teatre, 1967-1968) ↵ Ver foto
  5. Fuente: Manuel Martínez Muñoz↵ Ver foto
  6. Fuente: Manuel Martínez Muñoz, Fundación Juan March (Madrid) ↵ Ver foto
  7. Fuente: ABC, 8/10/1975, pág. 61↵ Ver foto
  8. Fotógrafo: Cabrera. Fuente: CDAEM↵ Ver foto

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