N.º 56Director-Autor hoy

RESEÑA

Cuando regreses a New York Carmen Pombero. Lagrimitas de pollo/ Antonio Miguel Morales Montoro. ¡Vuelve el zorro!/ Tomás Afán. El hombre del saco/ Miguel PalaciosCuando regreses a New York / Carmen Pombero. Lagrimitas de pollo / Antonio Miguel Morales Montoro.
¡Vuelve el zorro! / Tomás Afán.
El hombre del saco /
Miguel Palacios

Carlos Herrera Carmona

AAVV. Sevilla,
Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico. Junta de Andalucía, 2021

Colección de cuatro piezas representativas de la dramaturgia andaluza contemporánea firmadas por autorías de renombre y que conllevan todas ellas y sin excepción alguna trayectorias tanto de éxito como de consolidación y evolución. Mantienen pues las autorías sus líneas de denuncia y reflejo de la sociedad como pilares en una declaración de principios inamovible que entronca su sentir dramatúrgico con sus coetáneos/as a nivel nacional.

Carmen Pombero, en su obra Cuando regreses a Nueva York (Premio Martín Recuerda), presenta un drama de corte costumbrista donde, con el sueño americano fallido como telón de fondo, la pieza se alza como una tragedia familiar en todo su apogeo. Líneas argumentales que oscilan desde la figura del pater familias con ecos del Rey Lear, esto es, la locura con destellos de epifanía y consciencia del mal («¿y en qué nos convertimos si no cuando herimos a los que más queremos?») o resonancias de Muerte de un viajante. Preguntas sin respuestas que quedan a merced del espectador en juegos escénicos de dobles rupturas y desquicies donde la muerte ordena y los ensoñamientos musicales acompañan a la nostalgia que sufren los personajes. María, servil y doblegada con aristas de rabia e impotencia. Jaime o el villano; Isabel, recipiente de la herencia familiar del desapego («en algún momento del camino hemos dejado de amarnos»); Paco, quien carga con la ocultación de su homosexualidad y el trauma de haber regresado a su país tras haber intentado soñar/triunfar; un bebé muerto, personaje incorpóreo sobre el que vascula el tormento original del matrimonio de José y María. En la pieza subyacen igualmente el egoísmo y la disputa por el dinero, grietas que eclosionan en cualquier seno familiar ante un conflicto.

En Lagrimitas de Pollo, Antonio Miguel Morales desarrolla con humor negro rayano en el sarcasmo el peliagudo tema de los bebés robados, amén de un abanico de temas candentes que el individuo de hoy prefiere ponerse de perfil. Se retrata una de las capas ásperas de nuestra sociedad a través de lo humorístico. El autor llega incluso a un existencialismo doméstico pasado por el tamiz de la simpatía, sentimiento inherente de los seres que habitan esta tragicomedia con final feliz. Lemas como «Bailar con la muerte es nuestro destino definitivo“ , “los raritos somos buena gente“ o “qué feo es el infinito y lo tenemos dentro“ provocan una sonrisa y al mismo tiempo una reflexión perenne. Todo dentro del sempiterno teatro del absurdo, válido para la denuncia sin que escueza demasiado. Según el autor, el recurso de la anagnórisis es su principal aliado para dinamizar la acción de unos personajes que vivían con tristeza de quienes ya han dado por cierta la inexorabilidad del destino. En cuanto a los personajes, éstos se presentan como héroes cotidianos, guiñoles incluso que inspiran ternura (incluido a San Pancracio en una aparición surrealista…). Encontramos en la dedicatoria del autor una premonición que contrasta con una cita real acerca de los bebés robados y que, antes de leer la obra tras un título bromista, juega al despiste.

En Vuelve el zorro, Tomás Afán (obra de juventud y primer accésit del Romero Esteo), se pregunta dónde ha quedado el archiconocido mito, y por extensión, adónde puede derivar la figura de un héroe. En una sucesión de cuadros que recuerda a un cómic y que se establece a modo de story board, Afán da varias vueltas de tuerca a la figura de El Zorro a través de alegorías que resuenan en nuestro imaginario, tan cercanas algunas y certeras como la del propio Jesucristo. El mismo autor afirma que le complacía reordenar las piezas a modo de que el reloj funcionara con un tictac distinto y que dejara entrever trampas y resortes. Altamente curioso resulta el hecho de que el protagonista pase de personaje incorpóreo a trabajar en un prostíbulo, por citar. La figura del héroe vapuleado y ridiculizado. Engaño a los ojos del espectador hasta final donde la frase que actúa como estribillo sólo al final se desvela su significado “Ya no quedan hombres en Méjico”Golpe de efecto humorístico de este aleluya dramatúrgico. El texto rezuma la frescura de juventud del autor así como el impulso de narrar desde el disparate sobre un icono que pierde su pátina de poder de atracción para quienes le adoran.

Afirma Palacios de su obra El hombre del saco que se trata de una de sus tragedias más delirantes sobre la realidad española de los noventa. Es, ante todo, el firme posicionamiento, la responsabilidad del autor frente al individuo como si de un corifeo se tratase. Aborda pues el autor el compromiso social y político desplegando a través de la acción principios éticos en peligro extinción, en definitiva, los peligros de vivir bajo una democracia débil y obsoleta. Máximas que funcionan como eslóganes filosóficos que se hayan distribuidos a lo largo de la trama tales como “El inmenso abismo que nos puebla y bulle en mitad del universo“, “La sombra del artista muerto es más grande que el artista“ o “Son malos tiempos para un espíritu inquieto“. El grito de guerra del autor se asienta sobre la plataforma de la distopía sin abandonar el humor ni un tono apocalíptico basados en ritmos y resonancias épicas que le sirve de escenario para su credo y protesta. Deja patente la manipulación por parte de los gobiernos y del cuarto poder en donde el autor no deja títere con cabeza en una oleada de denuncia y de la devastación moral que sufre el individuo. El delator (Cicerón) será castigado por quienes antes lo alababan. Y todo por decir la verdad.

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