N.º 55Autor-Director hoy

 

Reseña

Nuevos equipos, nuevas edicionesNuevos equipos, nuevas ediciones

Cristina Santolaria

VVAA, Madrid:
Centro Dramático Nacional, 2020-2021

 

DramáticaLa llegada de Alfredo Sanzol a la dirección del Centro Dramático Nacional ha traído aparejada, como suele ser habitual con la entrada de nuevos equipos, además de cambios en los criterios de programación o gestión, la presentación de una nueva línea editorial. En este caso se trata, además de la publicación de la revista  semestral Dramática, que pretende relacionar las artes escénicas con otros campos del pensamiento, la cultura o la ciencia, de una colección que recoge los textos de autoría española contemporánea estrenados en el CDN. Hasta el momento en que escribimos estas líneas han llegado a nuestras manos el ejemplar, La pira, que aglutina los nueve textos que recogieron el palpitar de sus autores en torno a la pandemia; La panadera, de Sandra Ferrús; El bar que se tragó a todos los españoles, de Alfredo Sanzol; Los papeles de Sísifo, de Harkaitz Cano, y El combate del siglo, de Denise Duncan, muestra más que suficiente para apreciar las diferencias temáticas y estilísticas de estos dramaturgos de procedencias geográficas también dispares.

Esta iniciativa de Alfredo  Sanzol, continuista de la desarrollada por Ernesto Caballero con su colección Los autores del Centro, materializa lo que él denomina “el objetivo número uno de mi proyecto al frente de la institución”, es decir, “promover la dramaturgia española contemporánea, precisamente para que podamos seguir dando voz a todos aquellos que no la tienen y también a todos aquellos que no la tuvieron”. Estas publicaciones, además de acercarnos el texto que sirve de base al espectáculo exhibido en el CDN, es un importante documento para preservar la memoria de lo que hemos visto sobre el escenario: en él se ofrece la ficha de estreno, con el elenco y sus equipos artísticos y técnicos, y un suficiente número de fotografías que permiten apreciar la escenografía, el vestuario e, incluso, la disposición del espacio escénico en su conjunto.

Puesto que en el objetivo de estas líneas, en las que aprovechamos para dar la bienvenida a esta nueva colección, es la realización de una reseña, hemos fijado nuestra atención en el espectáculo que, en lo que va de temporada, ha alcanzado mayor repercusión entre el público y la crítica: El bar que se tragó a todos los españoles, enigmático título del texto de Alfredo Sanzol. Tras ver el montaje es recomendable la lectura de esta obra puesto que permite apreciar  en toda su complejidad los valores literarios y conceptuales que se pueden y suelen “escapar” al espectador.

El bar que se tragó a todos los españolesEl bar que se tragó a todos los españoles nos permite conocer aspectos biográficos de Sanzol que, en última instancia, determinan su escritura; nos permite descubrir más cabalmente la estructura del relato sobre la vida de Jorge Arizmendi desvelada por su hija Nagore y por Evaristo, el camarero de uno y todos los bares que pueblan el relato; nos permite entender en toda su extensión el título de la obra, el significado de ese bar que simboliza la atonía vital, la asfixia existencial, la monotonía, la intolerancia, … que, al margen de marcos histórico-geográficos, se puede tragar las ansias de vivir y la libertad de las personas. Como se tragó el idealismo del padre de Angelines que tuvo que salir exiliado de España por pertenecer “a la España humanista y librepensadora que lucha y resiste a la Contrarreforma […] yo soy la España de las tres culturas y las cuatro lenguas. Yo soy la España que ilumina y causa admiración por su osadía y libertad” (p.87). Pero esta asfixia no es privativa de quienes tuvieron que salir de su país, también está presente en la de los que se quedaron, en los que, cada festivo, su vida consiste en “Despertarse tarde. Vestirse de domingo. Ir a misa. Ir de bares. Comer. Echar la partida en el bar. Ir al frontón. Tomarse un patxarán en el bar del frontón. Ir de bares y cenar” (p.104).

Lo que defiende Sanzol mediante la peripecia de Jorge es la valentía para afrontar cambios en la vida, el derecho a tener una segunda oportunidad, pero también que “Es necesario tener cuidado con la vida para hacer que lo cotidiano tenga poesía. La brutalidad es entregarse a la falta de esperanza, a la inercia, es entregarse a una mirada sobre sí mismo llena de tristeza” (p.122).

La lectura del texto, igualmente, nos permite corroborar una sensación que percibimos en la puesta en escena, la sensación de vislumbrar dos obras diferentes, la segunda de las cuales, más teatral, tiene lugar en Roma, ciudad a la que el protagonista ha acudido para intentar agilizar su dispensa papal. Aquí sentimos que nos deslizamos hacia una disparatada y desternillante farsa protagonizada por el vital Txistorro, frente a una primera parte que narra la peripecia vital de Jorge desde un realismo poético más reflexivo y dilucidador del pensamiento de Sanzol sobre el periodo franquista, la libertad, el enamoramiento, los recuerdos familiares, etc.

Acercarnos a El bar que se tragó a todos los españoles desde el texto dramático nos permite, así mismo, percibir los aromas de Segismundo y sus reflexiones sobre la libertad, del absurdo mihurano de Tres sombreros de copa o de La cantante calva, de Ionesco, referente, por otra parte, en absoluto ajenos al mundo creativo de Alfredo Sanzol.

Tanto por el género utilizado, los mecanismos humorísticos, las reflexiones sobre la necesidad de afrontar con valentía los cambios que se nos aparecen en nuestro devenir cotidiano, la estructuración en escenas cortas pobladas de numerosos personajes que, con sus diálogos, evidencian el pensamiento de su creador, los giros narrativos, los personajes no convencionales, … convierten El bar que se tragó a todos los españoles en un pivote más que jalona la brillante, peculiar  y personal trayectoria de Alfredo Sanzol.

 

 

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