N.º 51El teatro en la Transición Política Española

 

DE AQUÍ Y DE ALLÁ [SELECCIÓN DE JOSÉ ROMERO MARCOS]

Els anys difícils del Teatre Català
GONZALO PÉREZ DE OLAGUER. Tarragona. Arola Editors 2008, págs. 152-155..

nzalo Pérez de Olaguer. Els anys difícils del Teatre Català. Tarragona. Arola Editors, 2008.

[…] “El dia 17 de desembre del 77 els diaris es fan ressò d’una assemblea dels profesionals la nit anterior a l’Institut de Teatre. Boadella és a la pressó. Aquell mateix dia els actors d’Els Joglars tornen del tribunal -on han estat citats- i té lloc una tensa reunió al Lliure de Gràcia, en la qual es parla de mobilitzacions.  La nit del dijous dia 22 els teatres de Barcelona no pugen el teló. Totes les sales responen a la convocatoria de vaga general que demanen l’Assemblea Permanent de l’Espectacle i les centrals sindicals en protesta per la detención d’Albert Boadella. A la vaga s’hi afegeixen el Liceu, El Molino, Barcelona de Noche i la Scala. El corrent d’adhesions per tot l’Estat espanyol és espectacular. A mitjan gener de 1978 es crea un comité de solidaritat amb Els Joglars. El president de la Generalitat, Josep Tarradellas, rep una representación del grup. La justicia militar posa data al Consell de guerra: el 28 de febrer. El dia abans es produeix la detenció a Girona de l’actor Gabriel Renom, imputat per la seva participación a La Torna, mentre actuava en aquesta ciutat amb la compañía de Nùria Espert. Hi ha preocupación i desconcert. L’advocat de Boadella, Federico Valenciano, redacta un informe en què refereix, entre d’altres símptomes, els següents punts del quadre clínic del director per tal d’accelerar el seu trasllat de la Model a l’Hospital Clínic: “Cansancio. Mucha pesadez de estómago. Falta de apetito. Con frecuencia tiene mareos y ganas de devolver. Cuando hace régimen se alivia, pero mejora muy poco”. I, un cop aconseguit l’internament a l’hospital, la fugida.

“Boadella escapó por un ventanuco del lavabo”, titula a cinc columnes el Diario de Barcelona corresponent al dia 28 de febrer. La notícia s’escampa per tota la ciutat: el director d’Els Joglars ha fugir del Clínic a última hora del dia 27.

[…] El Consell de guerra del dia 28 de febrer no es va celebrar per la incompareixença de dos dels acusats (Boadella i Rañé), “en paradero desconocido”. Els altres quatre membres d’El Joglars que es van presentar davant la justícia van ser detinguts allá mateix i van pedre la seva llibertat provisional: a partir d’aquell momento van patir pressó incondiconal. Al matí del dia 6 de març es va celebrar al mateix lloc de Pedralbes el Consell de guerra a aquests quatre Joglars. […] El fiscal demana tres anys de pressó per cada un dels actors. Finalment, la sentència es va fer pública el dia 7 i els va condemnar a dos anys de presidi. Al carrer es van producir manifestacions en señal de protesta i tant a Barcelona com a Madrid es van viure tancaments de professionals del sector i membres de la política.»

 

Veinticinco años de teatro español (1973-2000)
MIGUEL MEDINA VICARIO. Madrid. Fundamentos. 2003, págs. 53-54.

Miguel Medina Vicario. Veinticinco años de teatro español (1973-2000). Madrid. Fundamentos, 2003.

“Resulta gratificante no sentirse en la obligación de analizar, siquiera sea por unos días, ese esperado y temido «estreno» tan cargado siempre de pros y de contras, de oscuros dolores de algunos y de obligada controversia de todos. Y ello, claro es, no porque nuestros escenarios se encuentren sobrados de novedades dignas de ser enjuiciadas, sino porque el paréntesis facilita unas horas de reflexión para intentar ordenar las siempre confusas «cosas» de nuestra profesión. Y de este rápido balance nace la muy fundada sospecha de que los que revoleteamos a diferentes alturas sobre el asediado edificio de nuestra escena estamos hoy sobrados de políticas personales, tertulias conspiradoras, vanidad y frustración. Y en la misma medida en que nos encontramos saturados de tan graves defectos, nos están faltando quizá las virtudes básicas: trabajo profundo, solidaridad y humildad, una gran dosis de humildad.

Resulta paradójico comprobar cómo desde que el anterior régimen político dejó paso a una más clara sociedad, los horizontes comunes se han ido diluyendo paulatinamente. Aquí estamos los de siempre, los que aseguramos caminar juntos en decidida lucha por una expresión teatral libre, patrimonio cultural de la colectividad y no carísimo artículo manejado y disfrutado por una élite. Estamos los mismos, sí, pero no precisamente empeñados en la construcción eficaz de lo que tanto añoramos, sino envueltos en un amasijo de persistentes agresiones. Mientras títulos como Un cero a la izquierda, Los dos virgos, Cara al sol con la chaqueta nueva, etcétera, invaden el territorio que consideramos nuestro, los que hace unos años formábamos un frente común perfectamente definido obviamos ahora este fundamental cáncer y nos entretenemos en masacrarnos a nosotros mismos, mostrando así una evidente falta de virilidad civilizada para asumir nuestros posibles errores  y paliar los ajenos. Y no es la primera vez que un grupo de españoles  -y no en el terreno cultural precisamente- pierde el «Norte» de su lucha. Las consecuencias, sabidas son por todos. Galgos o podencos, lo fundamental es que no logren destrozarnos aprovechando nuestras pueriles reyertas personales. Nos guste o no, estamos dejando en el aire de la opinión pública, la imagen de una manada de lobos empeñados en robar la mejor tajada de una pieza demasiado joven todavía. La verdadera labor de un creador vocacional (no lo olvidemos) no reside en su plena e inmediata realización por encima del contexto en que se mueve, sino antes al contrario, lo primordial es enderezar el contexto aunque ello nos obligue a dejar buena parte de nosotros mismos. El verdadero enemigo está enfrente y no a nuestro lado. El terrorismo crítico de existir, debe apuntar hacia los especuladores, mercantilistas y oportunistas. Nuestra primera labor, por tanto la más urgente, debe centrarse en servir a la sociedad (y no intentar utilizarla como plataforma para lograr la posteridad) y para ello, nada más inmediato que procurar, todos a una, que «no pasen» otra vez, o, mejor, que se retiren definitivamente los últimos rescoldos de ese pasado que impidió el desenvolvimiento de nuestro teatro. (Triunfo.10 de marzo 1979)”

 

Teatro Español Contemporáneo. Antología 
CÉSAR OLIVA (coordinador). Madrid. Fondo de Cultura Económica y Centro de Documentación Teatral. 1992. Págs. 42-44.

César Oliva (coordinador). Teatro Español Contemporáneo. Antología. Madrid. Fondo de Cultura Económica y Centro de Documentación Teatral, 1992.“EL TEATRO DE LA TRANSICIÓN

El teatro tuvo un importante cometido en la transición política que llevó a España desde la dictadura a la democracia. A falta de otros centros de reunión y debate de los problemas habituales del momento, el escenario se convirtió en ese lugar de encuentro que se reclamaba. Aunque el pretexto era, simple y llanamente, ir a ver una obra teatral, detrás de ello se entrecruzaban diversas posiciones personales. Allí se podía ver aquello que no se veía en la calle, oír lo que no se oía y, en definitiva, participar en temas que la política de entonces mantenía en estado letárgico. De ahí que en ese teatro se utilizara como moneda común los símbolos más inmediatos, los guiños más provocativos y las referencias más directas.

Las normas sociales que hasta ese momento eran habituales en la producción teatral comenzaron una evolución mucho más rápida de lo que los profesionales de la escena esperaban. Los asuntos políticos fueron dejando paso a una incontrolada expresión de la libertad sexual (el conocido «destape») y, al mismo tiempo que empezaron a crearse aquellos deseados foros de debate y discusión, el teatro fue pasando a ser simplemente teatro. El periodo anterior se enterraba muy deprisa, y con él muchos de los que habían trabajado para su cambio pasaron también a mejor vida.

Para el arte de la escena, lo más importante que sucedió fue la desaparición de la censura como mecanismo de obligada comparecencia de cuantos deseaban realizar un espectáculo.  Desde 1978, los tribunales de justicia eran los únicos encargados de velar por la ética, moral y convivencia de los ciudadanos. Y no tardaron demasiado en hacer su aparición determinadas medidas de presión, sustitutorias de los conocidos y viejos mecanismos.  Recordemos, a este respecto, el famoso proceso contra Els Joglars, en 1977, por considerar “que La Torna era un ataque a las Fuerzas Armadas españolas” (Cuadernos de “El Público”, número 29, página 30).

En lo referente a la vida teatral española, dos claras reconversiones (por utilizar una terminología muy del momento) caracterizaron ese periodo. Por un lado, la de los teatros independientes en grupos estables, derivada de una política que privilegiaba la dedicación completa de estos frente al carácter “amateur” de aquellos. La segunda reconversión trataba de los Teatros Nacionales. Estos desaparecieron con la creación, en 1978, del Centro Dramático Nacional, intento de formación de un gran teatro estable, que en definitiva fuera modelo de lo que los primeros gobiernos de la democracia deseaban para la escena.

Junto a ambas reconversiones se fue produciendo al menos otro cambio notable en el panorama teatral español, con sus correspondientes consecuencias. Es el referido al público habitual, el cual sufrió un serio descenso en el número de espectadores que, acostumbrados al teatro puramente convencional, se encontraron con una serie de nuevas fórmulas, la mayoría de notoria chabacanería. Tampoco los teatros independientes cubrieron el hueco que les esperaba en la nueva geografía escénica que se iba conformando. Los pocos que consiguieron sobrevivir como estables, más favorecidos por las subvenciones, pudieron dar soluciones de calidad a la escena del momento. De ahí que, al cabo de los años, los teatros independientes murieran, al menos en el sentido que les había caracterizado como grupos inquietos y renovadores, tal y como habían aparecido a finales de los años sesenta […].”

 

Tendencias del Teatro Español durante la Transición Política (1975-1982)
ÁNGEL BERENGUER/MANUEL PÉREZ. Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, págs.155-157.

Ángel Berenguer/Manuel Pérez. Tendencias del Teatro Español durante la Transición Política (1975-1982), Madrid, Biblioteca Nueva, 1998. […] “Durante el período de la Transición Política a la democracia, la sociedad española se muestra peculiarmente configurada a través de unos grupos sociales cuyas mentalidades y preferencias teatrales (en una época en la que aún era posible hablar de estas últimas) determinan, de modo bien perceptible, la existencia en la creación dramática del período de unas tendencias cuya descripción ha constituido el objeto de este libro. Los escenarios teatrales muestran un cambio significativo en las distintas mentalidades que se expresan en ellos. Los cambios históricos acaban afectando a las complejas relaciones entre distintos grupos. Tales circunstancias transforman también internamente a estos grupos y, sobre todo, los sitúan en posiciones muy diferentes con respecto al poder político y a los valores sociales de la nueva situación. Así, por ejemplo, el teatro político más directamente ligado a la tradición de la escena realista social que se oponía a la dictadura encuentra un eco muy diferente en la cambiante escena política. El público, como la sociedad, está cambiando y sigue con diferente interés las propuestas escénicas que tienen resonancia política. La libertad de expresión en el Congreso de la Transición Política sustituye a la mordaza dictatorial que convertía los escenarios teatrales en tribunas políticas e ideológicas durante la Era de Franco. El lugar público y la influencia de muchos autores (algunos irán desde la oposición a la marginación) empiezan a manifestarse a través de los mecanismos del mercado y, de modo incipiente, de las actuaciones subvencionadoras del poder público (mucho más acusadas, quizás por el carácter transitorio de este período, entre los partidos que ocuparán el poder desde 1982).

Son años de enorme actividad social altamente creativa donde se producirá la confrontación de ideas, objetivos, propuestas y discursos. La sociedad española parece sumida en una intensa transformación que no sólo afectará al orden político, sino, muy claramente, al orden escénico. Más bien podría decirse al “desorden escénico” porque la confusión es tan notoria en los teatros como en la vida. […] El definido perfil de las tendencias que articulan la creación dramática de la Transición confiere al estudio teatral de esos años un singular valor paradigmático para la comprensión del teatro español de la segunda mitad de nuestro siglo, de manera similar a lo que también sucede en los campos político, social o cultural […].»

 

 

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