N.º 49Dramaturgia española en el escenario internacional

 

Cuaderno de bitácora

La mirada del hombre oscuro

de Ignacio del Moral

Le Regard de l'homme sombre y Dark man's gaze, de Ignacio del MoralDe entre todos mis textos, La mirada del hombre oscuro es el que ha sido traducido a más idiomas. Cada traducción ha supuesto un nivel distinto de relación con el traductor o traductora por mi parte, ya que mi postura con respecto a su trabajo ha sido ponerme a su disposición para comentar o solventar dudas.

A través de esta relación he podido observar cómo las diferencias culturales entre los diferentes países ponen en valor este o aquel aspecto o recoveco de la obra, lo que te hace verla desde diferentes puntos de vista.

Así, la traductora norteamericana Jarju Tolies, de origen afroamericano, se mostraba especialmente preocupada porque, para ella, la utilización de la palabra “negro” para hablar de un personaje de raza negra, le remitía al término –casi tabú en la cultura norteamericana– “nigger”, sumamente despectivo y ofensivo allí. De hecho, en sus mensajes no utilizaba la palabra completa. En estados Unidos, los negros se llaman a sí mismos, y es lo correcto, “black”, es decir, “negro” (el nombre del color). En español no tenemos un término para el color y otro para la raza (decir “de color” ha terminado por ser casi más ofensivo, por sus connotaciones coloniales). De hecho, cuando en algún texto norteamericano aparece el término “nigger”, se traduce a menudo como “negrata”, término que en realidad en español no se usa, ni siquiera de forma despectiva. Me costó tranquilizarla al respecto. Me sigo encontrando con norteamericanos a quienes produce pudor el uso de esta palabra en español.

En Suecia, en cambio, se vieron obligados a rebajar el nivel de agresividad verbal entre los miembros de la familia, especialmente entre padres e hijos, porque les resultaba de una violencia inaceptable. El hecho de que el padre insultara a sus hijos de una manera que, al menos a principios 90, cuando escribí la obra, no chocaba excesivamente entre nosotros, hacía que, para los suecos, la obra se convirtiera en un retrato de una familia casi monstruosa, lo que desviaba el foco del argumento principal de la obra, que intenta mostrar una familia más o menos “normal”, en un contexto que les desborda.

El traductor alemán, por su parte, intentaba saber de dónde venían algunos de los términos utilizados por los personajes. Supuso para él un especial quebradero de cabeza entender por qué la mujer le decía a su marido: “va a resultar que tú eres más caribe que él” (que el náufrago negro). No se lo reprocho: en realidad, el término no se utiliza actualmente, pero en los siglos XVII y XVIII “caribe” era también adjetivo, sinónimo de “salvaje”.  Incluí la insólita palabra en el vocabulario de la mujer porque me gustaba su sonido, y porque me gustaba intentar adivinar por qué ella lo utilizaba, de dónde le había llegado. Nunca lo supe. Quiero pensar que es un término cuyo uso se conservó en su familia.

La mirada del hombre oscuro, de Ignacio del MoralEn un terreno distinto a la traducción textual, el de la traducción a la puesta en escena, viendo el texto representado en otros países he podido comprobar que hay un pasaje de la obra que sistemáticamente ha sido mal comprendido: se trata del momento en que, mientras todos duermen, la Mujer sueña que Ombasi se acerca a ella con intenciones lúbricas.  En el texto, la mujer trata de despertar a su marido, pero éste no se despierta.  Es decir, en el texto original la pesadilla de la mujer consiste en que su marido no la va a ayudar, que ni siquiera se da cuenta de que ella está en peligro y ella sufre por ello. En las diversas puestas en escena se presenta este momento como un sueño erótico y, al menos en dos ocasiones, además, la actitud de Ombasi durante el sueño ha sido mostrada bajo una actitud corporal que remite a la del toro en la plaza, cosa que me hizo sentir bastante vergüenza. No hay duda de que los tópicos están fuertemente enraizados.

La falta de dominio de la mayoría de los idiomas a los que se ha traducido este texto me impide ver qué tipo de deslizamientos se han producido en el proceso. Con algunos traductores, como dije más arriba, he tenido cierta relación, y he tratado de explicarles –hasta donde lo sabía– cuál fue mi intención al escribir el texto, dejando después que obraran según su leal saber y entender. Con otros no he tenido esa comunicación, con lo cual las líneas que veo ante mis ojos, en flamenco o en checo, encierran un profundo misterio.

De igual manera, la experiencia de ver una puesta en escena en un idioma extraño resulta fascinante. Por lo general, me conformo con que ciertos momentos clave, ciertos picos de la obra, provoquen la reacción que yo espero. Y la verdad es que así suele ser. Después, aparecen risas u otras reacciones en momentos inesperados, lo que no sé a qué atribuir.

Cada puesta en escena, incluso en el propio idioma, implica una cierta forma de traducción y adaptación al lugar, al momento y, sobre todo, a la visión de actores y director.  Si además se produce el trasvase a un idioma extranjero, a uno sólo le queda confiar en el buen criterio de quienes se encargan de la tarea.

Y sobre todo agradecérselo: gracias al trabajo de los traductores y traductoras, el texto levanta el vuelo y atraviesa fronteras, cordilleras y océanos, hasta desaparecer de nuestra vista.

Uno nunca sueña con tanto cuando empieza a escribir.

 

La mirada del hombre oscuro

[ fragmento ]

 

  1. La playa

La mirada del hombre oscuro, de Ignacio del MoralAtardece.

Sonido del mar. Una familia, con un cubo, va recogiendo pequeños moluscos.

Está compuesta por padre, madre, niño y niña pequeña que juega y se retrasa.

Son hábiles en la tarea: rastrillan ligeramente la arena y sacan la coquina, que va a parar al cubo. Lo hacen con seriedad, sin sentido lúdico, excepto la pequeña. Van vestidos con jerseys y botas de agua.

La pequeña se aleja: trepa por una duna coronada por unos matojos algo distante y desaparece por la otra vertiente. La llaman. Reaparece la niña, corriendo, nerviosa. 

LA NIÑA. ¡Hay unos negros muertos, hay unos negros muertos!

LA MADRE. ¡Ven aquí, niña, que te vas a perder!

LA NIÑA. ¡Hay unos negros muertos!

EL NIÑO. ¡Esta niña es idiota!

LA NIÑA. ¡Hay unos negros muertos, papá!

EL PADRE. Lo que faltaba. La niña se ha vuelto loca. Sí, hija. Hala, a ver si encuentras muchas conchitas de estas. (A la madre.) ¿Ves cómo hemos hecho bien en venirnos aquí? Está lleno. Aquí no viene nadie.

LA MADRE. ¿No estamos muy lejos del coche? A ver si…

EL PADRE. Que no pasa nada. No hay nadie.

LA MADRE. ¿No pasa nada? Pues mira lo que le pasó a mi hermana. Se quedó sin él. Cuando quisieron ir a buscarlo, se lo habían robado.

EL PADRE. ¿Quién va a venir hasta aquí a robarnos el coche? Además, yo cuando lo dejo solo le quito la bujía. ¿Ves? (Se la muestra.) Y así no puede arrancar.

La Niña busca conchitas sin dejar de mirar las dunas.

LA NIÑA. ¿Esta vale?

EL PADRE. No, tiene que estar entera, con las dos mitades. ¿Ves? El bicho tiene que estar en su casita.

La niña sin hacer caso, echa su concha vacía en el cubo.

LA MADRE. ¿Qué haces? ¿No te ha dicho tu padre que esas no valen?

LA NIÑA. ¿Por qué?

LA MADRE. ¡Porque no se comen, porque no está el bicho!

LA NIÑA. ¿Por qué no está el bicho?

EL NIÑO. ¡Porque ya se ha muerto!

LA NIÑA. ¿Cómo los negros?

LA MADRE. ¡Esta niña me pone negra!

LA NIÑA. ¿Cómo los muertos?

EL NIÑO. Estás tonta, ¡tonta!, ¡¡tonta!!

Le arroja el niño a la niña puñados de arena mojada. Llora la niña, sacude al niño la madre. Masculla el padre.

LA MADRE. ¡La leche con los niños! ¡Estaos quietos que os voy a matar!

LA NIÑA. ¿A los negros les ha matado su madre?

EL PADRE. ¿Pero qué le pasa a esta niña con los negros?

LA NIÑA. ¡Hay unos negros muertos! ¡Hay unos negros muertos!

 

(Ignacio del Moral, La mirada del hombre oscuro, Madrid, SGAE, 1992, pp. 11-12).

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