N.º 48Teatro y revolución (1917-2017)

 

Entre autores

El teatro revolucionario y sus huellas
en el teatro español actual

 

Más allá del enfoque histórico, siempre necesario e iluminador, en la redacción de Las Puertas del Drama entendimos que resultaba especialmente interesante conocer la opinión de los dramaturgos actuales sobre algunas cuestiones relacionadas con la capacidad revolucionaria del teatro. Nos interesaba conocer las ideas de cada uno de ellos con respecto al compromiso del escritor, a la relación entre el tema y la forma artística escogidos, la necesidad de un teatro político o las trabas censorias o administrativas con que se habían encontrado para llevar adelante sus proyectos. Por ello, elaboramos un cuestionario al que respondieron un total de veinte autores, cuyas respuestas se transcriben a continuación.
(B. Muñoz)

Alfonso SastreRESPUESTAS DE ALFONSO SASTRE 

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Ciertamente contribuye a ello: a cambiarlo, para bien o para mal, para mejor o para peor.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

El autor actual deberá dejar de usar la expresión “compromiso social”, y, en su lugar, referirse a sus actos como “implicaciones” en el curso de la vida social.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Yo dejaría de llamar “teatro político” a los hechos posteriores a las experiencias de Erwin Piscator. Hoy, al teatro posterior a Piscator y sus secuelas lo llamo “teatro de la vida real”, altamente implicado en las cuestiones que comporta esa vida bajo los azotes del capitalismo financiero.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Creo que el término “realismo social” está destinado a formar parte de un pasado histórico que hoy habría que superar y acompañar con nuevas terminologías.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Durante toda mi vida. Especialmente recuerdo el caso del TAS (Teatro de Agitación Social), un proyecto que no llegó a ver la luz pues la censura prohibió las obras que presentamos a su consulta. Podría decir que el ninguneo ha sido constante, de hecho aún no han visto la luz –o la han visto muy pobremente– obras que yo considero importantes dentro de mi trayectoria, como El camarada oscuro, Los hombres y sus sombras, Revelaciones inesperadas sobre Moisés, M.S.V. La sangre y la ceniza, Crónicas romanas o Demasiado tarde para Filoctetes.

Dónde estás, Ulalume, dónde estás, de Alfonso Sastre

Dónde estás, Ulalume, dónde estás, de Alfonso Sastre. 1

 

Paloma PedreroRESPUESTAS DE PALOMA PEDRERO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

No solo puede, creo que un teatro urdido desde la verdad; con emoción, pensamiento y belleza, transforma profundamente, tanto a los que lo hacen como a los que lo ven. El teatro y, en general todas las artes, hacen que el mundo no se vaya al infierno de cabeza. Las artes escénicas, además, son las más sociales. Para que funcione un espectáculo ha de coincidir un equipo grande de artistas y técnicos. Ha de crearse una escucha honda y una mirada común. Cuando esto ocurre asistir al teatro es asistir a un milagro humano.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Es imprescindible. Sin compromiso social sin entrega personal, lo que hacemos es un teatro para el ego. Es decir, una utilización del teatro para que nos miren, nos paguen, nos aplaudan. Nos quieran. Ese teatro está tan vacío como su creador. La experiencia me ha demostrado que eso es un acto neurótico, y que lo que realmente me llena es hacer del teatro una experiencia espiritual. Solo dando generosamente la respuesta de los otros te llena. Porque lo que esperas está desde el principio. Desde que te planteas si tienes algo que contarles.

Caídos del cielo, de Paloma Pedrero

Caídos del cielo, de Paloma Pedrero.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Ese teatro ha de venir desde otra estructura mental de sus creadores. Para mí lo importante es profundizar. Intentar desentrañar un sistema patriarcal que no funciona, que nos lleva sistemáticamente a la violencia. Para mí sólo podemos escribir algo importante cuando has experimentado la vida y has tomado conciencia de lo que hay que transformar, empezando por ti mismo. A partir de ahí hay que poner la técnica y el talento a servicio del mundo.

 

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Todo tiene vigencia cuando se hace desde la autenticidad, el talento y el sentido.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Sí, casi siempre. Por ejemplo, no conseguí estrenar Ana el once de marzo en España hasta diez años después de los atentados. Parece que tenían miedo a lo que iba a decir. Esta obra se hizo antes en París, en Praga, en Londres, en Nueva York… Allí no hay dos asociaciones de víctimas del terrorismo. Pero, siempre he tenido y sigo teniendo problemas políticos. El no pertenecer a ningún grupo, el ir con la independencia por delante es un problema “político”. Si no eres de nadie, nadie del poder te apoya. Ni siquiera, después de treinta y tantos estrenos, me ha producido una obra el Centro Dramático Nacional. La libertad de expresión y acción en este país se paga. Pero las dificultades también te hacen crecer. Te hacen más luchadora y humilde.

 

Jesús CamposRESPUESTAS DE JESÚS CAMPOS GARCÍA

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Contestar a estas preguntas me da algo de grima. Se ha repetido tanto desde la corrección política que cualquier afirmación al respecto nace ya desactivada. Aun así, y a riesgo de reiterar el tópico: sí. El teatro puede movernos; puede conmovernos. Puede modificar nuestra percepción de la realidad. En definitiva: puede sernos útil en esa tarea inacabable.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿crees que sigue siendo válido?

En mi opinión, todo compromiso social tiene su origen en el compromiso personal, en la coherencia con la que nos enfrentamos a la realidad. Comprometerte con los demás empieza comprometiéndote contigo mismo. Al margen de que en un pasado reciente el compromiso fuera entendido como un sinónimo de militancia en la defensa de ciertas ideas, para mí el compromiso consiste en cuestionarte y cuestionar cualquier idea previa, evitar que la inercia acabe por consolidar caminos que no llevan a ninguna parte.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Lo político, en el sentido más amplio del término, es, ha sido y será necesario siempre. Cómo enfaticemos los matices es, ya, otra cuestión. De hecho, todo teatro lo es: unas obras porque se reafirman en lo establecido, otras porque lo cuestionan; pero toda obra tiene una significación política.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Son muchos los modos en los que puede establecerse la comunicación, muchas las formas, muchos los estilos. Y todos son útiles, por más que el uso acabe desgastándolos. El realismo social estuvo muy en boga en los años 50 y 60, luego tal vez fue siendo sustituido por otras formas de expresar la realidad a través de lo irreal. Pero avanzamos en espiral, y cíclicamente volvemos sobre lo anterior. Por tanto, no lo daría por amortizado; muy al contrario: me atrevería a decir que se vislumbra en el horizonte; vamos, que puede que sea el futuro.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Comencé mi andadura teatral en pleno franquismo, y con eso está dicho todo. Entre mis “condecoraciones” de la época cuento con la prohibición de una de mis obras por los dieciséis censores que componían el Pleno de la Junta de Censura. Las prohibiciones en democracia son más sutiles, y no se materializan en expedientes, sino que se manifiestan mediante la asfixia económica o el destierro de los teatros oficiales.

…y la casa crecía, de Jesús Campos

…y la casa crecía, de Jesús Campos. 2

 

 

María VelascoRESPUESTAS DE MARÍA VELASCO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Creo que esa es una utopía y, más que eso, una frase para pedir subvenciones. Cualquiera que haga teatro sabe lo difícil que es imprimir un cambio (un impacto emocional y un movimiento intelectual) en un espectador, uno solo. Yo pienso en el individuo, porque me ahogaría pensar en la sociedad, como masa –sin individuación–. A la vez te digo que soy optimista, porque yo no he vuelto a ser la misma después de leer ciertos libros y ver ciertas cosas (aunque el efecto haya durado horas o días nada más).

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

No sé si es necesario añadirle la palabra “social”. Es simplemente compromiso, no diré con el medio para el cual trabajas, sino con los imaginarios. No se me ocurre mayor compromiso. Lo que tiene que ver con el entretenimiento, el posibilismo, el reconocimiento, etc., es mercado, no compromiso. A los autores en los que creo no les queda más remedio que ser comprometidos, no pueden relacionarse con el arte de otra manera.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Mi idea es que muchas veces utilizamos la etiqueta de teatro político para obras que apelan más al animal histórico que al animal político, por ejemplo los clichés de la memoria histórica (con la perspectiva que nos da la distancia –histórica– es fácil “desearse bueno”). También se le dice político al teatro que aborda la actualidad, lo candente de algo que no sé hasta qué punto tiene que ver con la política: políticos, aristócratas, por no decir corruptos. Nos burlamos un rato de ellos y los perpetuamos y, quizás, de estar en situaciones de poder, los repetiríamos. Para mí, un teatro político sería el que nos diferencie de esta casta. El que eleve el discurso o, cuanto menos, lo cuestione.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Nunca he sabido muy bien en qué puede consistir hoy el realismo. Creo que es subjetividad encubierta (por no decir paternalismo). La realidad es muy compleja y reducirla a una, que además se pretende imparcial… Por eso decía que, para mí, lo verdaderamente político son los discursos. Creo en la capacidad de la poesía para revocar al sistema.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Sí. Precisamente por salirme del tiesto del realismo social.

Gunter, un destripador en Viena, de María Velasco

Gunter, un destripador en Viena, de María Velasco.

 

 

Ignacio del MoralRESPUESTAS DE IGNACIO DEL MORAL

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

De forma indirecta, tal vez, en tanto que puede ayudar a los ciudadanos a reflexionar sobre sí mismos, individualmente o como colectividad, usando las herramientas propias de la representación. De esta reflexión puede surgir una toma de conciencia, y de ésta una acción.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

No sólo válido, sino necesario. No todo el teatro (como cualquier otra manifestación artística) debe ser conscientemente comprometido: considero perfectamente admisibles aquellas obras de cualquier tipo que tienen un objetivo lenitivo, de distracción o recreo. Pero creo que no debemos desaprovechar las posibilidades que el arte en general, y el teatro en especial, tienen para ofrecer elementos de análisis y reflexión sobre la realidad. Todas las obras, en realidad, y de manera más o menos consciente, reflejan una forma de ver la vida. El autor actual, como el de cada época, debe decidir si quiere comunicar sus ideas y sus propuestas de manera directa o combativa. Pero ante todo tiene que ser libre y honesto: prefiero una obra trivial escrita con generosidad y alegría que una severa e impostada actitud pastoral.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

En realidad, creo que esto está respondido más arriba. Podría añadirse que todo teatro es más o menos político, en tanto que toda obra es resultado de un conflicto entre el mundo real y quien trata reflejarlo, más o menos tamizado por su subjetividad. Pero esa subjetividad también está condicionada por factores sociales, culturales y, por tanto políticos.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

La expresión “realismo social” resulta casi un poquitín peyorativa hoy. El realismo tiene perfecta vigencia y lo “social”, entendido como el afán de poner la atención en los sectores desfavorecidos, también. ¿Quién puede –quién se atreve, diría–, a dictaminar que determinada actitud a la hora de escribir ya no tiene vigencia? ¿En virtud de qué? Creo que la propia pregunta me resulta un poco irritante.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

No soy consciente de ello, aunque en una ocasión, un grupo de posibles productores se mostró cauto –tan cauto que al final no la produjeron– ante la idea de producir una obra que, en tono cómico, arremetía mucho contra los bancos y dejaba entrever de manera bastante clara la identidad del banquero que aparecía en escena. Creo que mis dificultades actuales provienen más bien de la puesta en boga de modelos de escritura distintos a los que yo habitualmente practico.

Presas, de Ignacio del Moral y Verónica Fernándes

Presas, de Ignacio del Moral y Verónica Fernández.

 

Luis AraujoRESPUESTAS DE LUIS ARAÚJO 

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

No como lo hacía en otras épocas, porque hoy no es un espectáculo de masas como lo fue en su día. Pero no cabe duda de que puede vehicular una visión de los problemas a los que nos enfrentamos, cuestionar certezas propagadas por los medios de comunicación y alimentar el espíritu crítico en su reducido espacio de influencia. Ese espacio es perfectamente ampliable, pero depende de otros factores ajenos al teatro mismo. De hecho, se procura que cierto teatro no tenga excesiva repercusión.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿crees que sigue siendo válido?

Absolutamente necesario. No debe ser de ninguna manera específica. La crítica política, la creación de un discurso que cuestione la versión oficial se puede realizar desde todos los estilos, desde todas las formas estéticas, desde todos los planteamientos transversales. Las herramientas son muy variadas y lo que marca la diferencia es el discurso. Existe un teatro muy político que trabaja en el sentido contrario, abundando en la versión oficial y complaciendo las certezas acomodaticias. De hecho, este teatro es mayoritario y, desde luego, el que buscan los productores, cuyo objetivo (comprensible en términos estrictamente comerciales) es “complacer a todo el público”, es decir, evitar todo roce ideológico para ampliar el espectro consumidor. El autor de éxito hoy es el que parece cuestionar pero no toca los fundamentos del sistema.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Actualmente los discursos mayoritariamente mantenidos por los medios, es decir por sus propietarios, difunden machaconamente una versión oficial de la realidad, que no se corresponde con la verdad y, simplemente, cimentan determinados intereses privados. La labor de los creadores y de los intelectuales ha sido siempre poner en cuestión esas verdades oficiales. Pero la difusión masiva y apabullante de dichos mensajes hoy a través de los medios tecnológicos es abrumadora. El teatro es un espacio de libertad de pensamiento frente a esos medios y esos discursos. Como lo son las artes plásticas, o la literatura en general, etc. Sin embargo, el teatro es, como espacio privilegiado del encuentro social, el territorio de la experiencia compartida. Convertir esa experiencia en cuestionamiento y dotarla de un discurso crítico me parece hoy una resistencia imprescindible al formateo del pensamiento oficial y una medida de profilaxis personal y social, tanto para el creador como para el espectador.

Mercado libre, de Luis Araújo

Mercado libre, de Luis Araújo.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

No creo que en arte se pueda hablar de lo que tiene o no tiene vigencia. No creo que la obra de Velázquez o de Boticcelli hayan perdido vigencia en absoluto si los situamos en el contexto histórico en que fueron creados. Lo mismo cabría decir de, por ejemplo, Gorki. El realismo socialista tal y como se generó en su época parecería caduco hoy. Sin embargo, es perfectamente imaginable un realismo socialista acorde a las formas estéticas de nuestra sociedad contemporánea. De hecho existe. Personalmente pienso que el realismo, como movimiento estético, fue superado por otras formas a partir de la inclusión del subjetivismo en el arte. La pretensión de reconstruir la realidad, hoy nos parece bastante ingenua. Pero eso no impide que sigamos intentando reconstruirla desde otra óptica, que incluye las variables subjetivas y la relatividad que nuestro conocimiento ha ido adquiriendo a partir del siglo XX. Cuando hablamos de arte, el contexto es absolutamente fundamental. Los códigos sociales cambian con el tiempo y la percepción de una sociedad con respecto a una obra cambia con ellos. Por eso creo que hoy es posible un realismo socialista, pero no sería el mismo realismo socialista (excesivamente retórico para nuestra sensibilidad de hoy, por ejemplo) de principios del siglo XX. Lo cual no quiere decir que sea mi opción preferida, pero no solo no tengo nada en contra, sino que me parece perfectamente legítimo.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Continuamente.

 

Inmaculada AlvearRESPUESTAS DE INMACULADA ALVEAR

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Sí, pero no debe ser el fin del dramaturgo. El cambio viene por una respuesta del público ante lo que ve.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Mi vida gira alrededor de 500 metros, de Inmaculada Alvear

Mi vida gira alrededor de 500 metros, de Inmaculada Alvear.

Sí, me parece que es válido el concepto de compromiso social. Cada autor lo enfoca de manera muy distinta dependiendo de sus vivencias, sus intereses sociales, sus creencias, sus ambiciones y su propia trayectoria profesional. No hay un mismo concepto para todos, lo que hace que este compromiso social se pueda entender desde muchos ángulos. Esto hace que sea más rico este concepto y más amplio y no se pueda constreñir a unos baremos que se estudien en universidades o doctorados.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Sí, siempre es necesario un teatro político. Todo teatro es político porque te sitúa en una forma de ver la vida y plantearte determinadas cuestiones. Para mí no se trata de convencer a nadie sino de asombrar, de cautivar, de hacer reflexionar, de dar la vuelta a creencias para que el espectador mire el mundo desde prismas muy alejados del suyo, o vea con otros ojos lo cercano porque le pones unas gafas de otro color.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Por supuesto, vivimos en una sociedad y como tal, todo lo que se dice encima de un escenario tiene que ver con el significado que da el autor a lo que ocurre en su entorno más cercano y también más lejano, y se puede expresar de muchas formas distintas.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

No.

 

Pablo Iglesias SimónRESPUESTAS DE PABLO IGLESIAS SIMÓN

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

El teatro, como creo que casi cualquier expresión artística, aspira a transformar a quien va dirigido. A veces lo consigue y otras no. En ocasiones lo cambia en un sentido deseado y otras en uno imprevisto. Puede ser una mudanza para bien o para mal. En cualquier caso, y en lo que se refiere concretamente al teatro, creo que, parafraseando a Gandhi, si quiere cambiar el mundo primero tiene que empezar por cambiarse a sí mismo.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿crees que sigue siendo válido?

Los creadores tenemos una responsabilidad muy grande porque la sociedad nos otorga un lugar privilegiado desde el que dirigirnos a ella. Nuestro compromiso pasa, en primer lugar, por saber escuchar no solo lo que se grita a nuestro alrededor, sino también, por estar atentos a lo que late y lo que se susurra. Después, por ser lo suficientemente autocríticos para saber si tenemos algo que decir, algo que aportar. Luego, por tener la valentía de no callar donde otros enmudecen y dar voz a los que no la tienen. Y, por último, y no menos importante, por intentar transformar a los demás y estar dispuesto a dejarse mutar por ellos. No ceder al ensimismamiento complaciente que se atrinchera en unas ideologías cerradas y que se autoproclaman como las únicas válidas, sino entender que la sociedad la construimos en común desde el intercambio, desde los encuentros y desde los desencuentros. Creo que no hay nada más comprometido y radical que querer de verdad remangarse para transformar la sociedad y, al tiempo, estar dispuesto a dejarse tornar por ella. No hay que decir a la gente las cosas que tiene que hacer, sino hacer las cosas con la gente. Ponerse en conflicto uno mismo, para poner en conflicto a los demás. Un conflicto que lo entiendo en su sentido positivo, como catalizador que pone en movimiento. Que permite que posturas en origen divergentes, se encuentren en una acción común. Creo que nuestro compromiso social como creadores pasa por ser capaces de empaparnos y, a la vez, moldear el sentir y el sentido común. De atrevernos a soñar con el otro las ganzúas para abrir los candados de lo posible.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

El teatro siempre es político, en el sentido en que es responsable de qué conflictos plantea o sortea, qué historias relata u omite, y cómo, dónde, cuándo, con quién y a quién se las cuenta. Qué se deja dentro y qué fuera. El teatro nos invita a sentir y a pensar, y eso siempre lo hace desde una posición y con un propósito, sean conscientes o involuntarios. Incluso las experiencias escénicas que se mueven en territorios más abstractos, son políticas por lo que enfatizan o atenúan en los ámbitos que exploran, aunque escapen a las redes de lo fabular. El sentir también es político. La forma también lo es. El teatro es político por los marcos o limitaciones que asume o combate, por las posiciones que ocupa o disputa y, también, por los horizontes que otea o que decide ignorar. El teatro, lo quiera o no, reafirma o cuestiona nuestros modelos de sociedad y nuestras maneras de pensar o sentir la realidad y a nosotros mismos. Esto no quiere decir que el teatro deba concebirse inevitablemente desde una perspectiva política o estar condenado a expresar, lo quiera o no, una ideología identificable concreta. Yo creo que, al revés, el teatro debe aspirar a estar más allá de la política, precisamente para hacer política. Frente a una política que encasilla, el teatro debe romper moldes. Frente al afán taxonómico y las etiquetas, debe saltar vallas y doblar barrotes. La ficción nos permite tender puentes para llegar allí donde la realidad todavía no alcanza. Y, aún, queda mucho camino por andar.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Hoy en día, creo que nada tiene vigencia y, al mismo tiempo, todo la tiene. Es decir, no se puede dar por hecho que un estilo, un género, una estética o unos recursos determinados van a asegurar que un espectáculo conecte con el espectador, que es lo que en última instancia lo va convertir en vigente. Y, a la vez, cualquier aproximación, por descartable que parezca a priori, tiene el potencial de poder cautivar o hacer reflexionar a un público concreto. Vale todo, pero no vale cualquier cosa.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Los proyectos teatrales, actualmente, tienen muchas dificultades para salir adelante, entre otros muchos motivos, por los políticos. Porque, salvo excepciones, no tenemos unas políticas culturales que sean integrales y a la vez entiendan la pluralidad de aproximaciones, expresiones, colectivos y personas que participan de las prácticas culturales. No hay un modelo cultural versátil, sino una suerte de intervenciones desde la esfera política disgregadas, cortoplacistas y desinformadas, cuando no malintencionadas. Es necesario un modelo que acompañe a las prácticas y al tejido cultural y fomente su sostenibilidad, independencia, diversidad, igualdad de género y accesibilidad.

Modelos animales, un espectáculo de Pablo Iglesias Simón basado en un relato de Aixa de la Cruz.

Modelos animales, un espectáculo de Pablo Iglesias Simón basado en un relato de Aixa de la Cruz.

 

Jerónimo López MozoRESPUESTAS DE JERÓNIMO LÓPEZ MOZO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Hace bastantes años, mi respuesta hubiera sido afirmativa. Si no lo hubiera creído así, es probable que nunca me hubiera decidido a escribir teatro. Pero una cosa es el deseo y otra bien distinta, la realidad. Ahora, atendiendo a mi experiencia personal y a lo que he visto a mi alrededor, no estoy tan seguro. Creo que mis dudas son razonables, pero, puesto que son dudas, apuesto por seguir confiando en que, desde los escenarios, se puede, si no cambiar la sociedad, contribuir a que sea mejor. Con este moderado optimismo pretendo que la respuesta a la primera pregunta de la encuesta no pese como una losa en las siguientes.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿crees que sigue siendo válido?

Debe entenderlo del mismo modo que los autores comprometidos de generaciones anteriores. Es decir, teniendo presentes, al escribir, los problemas de la sociedad a la que él pertenece y buscando que su obra contribuya a resolverlos, al menos en la medida en que el teatro sea una herramienta útil para ello. Yo creo que la diferencia no se produce entre las distintas generaciones de autores, sino entre miembros de una misma generación, porque lógicamente no todos coinciden en su interpretación de cuál es la función del teatro. A la pregunta de si sigue siendo válido el compromiso social, me remito a la parte más positiva de la respuesta que he dado en el punto primero.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Hoy y siempre. En realidad, casi todo el teatro, incluso el llamado de evasión, es, en mayor o menor medida, político, aunque sus autores lo nieguen o lo ignoren. Pero entiendo que la pregunta va dirigida a quienes hacen o han hecho deliberadamente teatro político, como es mi caso. Yo sigo haciéndolo, lo que significa que creo en su necesidad. Sin embargo, no sabría decir cómo debe ser ese teatro. Depende de cada creador y de cada momento. Puedo hablar de mi experiencia y, quizás, de lo que he aprendido de otros autores. Para mí no fue lo mismo hacer teatro político durante el franquismo que durante la transición o la actual etapa democrática. Entonces, la censura era una espada de Damocles que condicionaba mi discurso, el cual giraba casi exclusivamente sobre la necesidad de acabar con la dictadura. Luego, cuando las censuras fueron otras mucho más sutiles, mi diana fue una transición que yo consideraba imperfecta. Esto en cuanto a contenidos. En lo tocante a la forma, practiqué el teatro documento, influido por Peter Weiss. Ahora, mi estética pretende ser más abierta, buscando, en cada caso, la que me parece más adecuada al asunto que voy a tratar. Los temas que me interesan son diversos: la inmigración, el racismo, la violencia de género, el terrorismo, la memoria histórica… Todo, en el fondo, es teatro político.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Sinceramente, no. Si nos ceñimos a España, la tuvo en la larga postguerra. En el ámbito concreto del teatro ha tenido magníficos representantes en la llamada generación realista, con Buero a la cabeza. Pero la sociedad ha cambiado y también lo ha hecho, como no puede ser de otro modo, el teatro. Algunas reposiciones de obras que fueron fundamentales en otra época, aun siendo dignas y yo diría que necesarias, son buena prueba de que hoy en día lo social requiere ser tratado con nuevos lenguajes y nuevas estéticas.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Cuando tenía que lidiar con la censura, muchas. Cuando llegó la democracia, también. Lo que sucede, es que mis problemas de entonces están documentados mientras que los posteriores, paradójicamente, no. La información sobre la suerte que corrieron mis obras durante el franquismo puede encontrarse en el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares. Allí se conservan, al alcance de quien quiera consultarlos, los expedientes de la Junta de Censura con indicación de qué obras fueron prohibidas, autorizadas para sesiones únicas o mutiladas, las normas aplicadas por los censores para respaldar sus decisiones y hasta los a veces delirantes informes redactados por cada uno de ellos. En cambio, aunque lo sé, nunca podré demostrar que mi obra Anarchia 36 fue retirada por razones políticas de la programación del Centro Dramático Nacional pocos días antes de que ésta fuera anunciada oficialmente. O por qué mi versión de La Lozana andaluza, no pudo ser representada en Madrid, como estaba previsto, después de recorrer media España. O, en fin, por qué la exhibición de una gran bandera republicana fue determinante para que Como reses, escrita en colaboración con Luis Matilla, no pudiera salir de gira tras su estreno en Madrid. Los responsables de estos “incidentes” tienen nombre y apellidos, pero nunca podré señalarlos por la sencilla razón de que sus instrucciones eran verbales y sus firmas no aparecen estampadas en ningún documento.

Las raíces cortadas, de Jerónimo López Mozo

Las raíces cortadas, de Jerónimo López Mozo.

 

Gracia MoralesRESPUESTAS DE GRACIA MORALES

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Yo escribo queriendo creer que sí, que en algo puede contribuir, incluso aunque dicha contribución no se esté dando ahora, en el inmediato presente. Es verdad que, sin ingenuidades, mirando a nuestro alrededor, el poder conmocionador del teatro es muy limitado, debido, entre otras cosas, a que los públicos están muy sesgados: normalmente a un espectáculo crítico con la sociedad asisten personas que están previamente convencidas de los mismos ideales en los que se basa la obra que han ido a ver. Por eso, ahora mismo, las posibilidades de “cambiar la sociedad” (es decir, “cambiar al espectador”) son más bien humildes. No obstante, como he dicho al principio, yo escribo desde la idea de que, potencialmente, sí: el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad. Potencialmente. Incluso aunque, en mi corta experiencia, no haya visto aún los resultados reales de dicha potencialidad (más allá de la experiencia muy gratificante de que un espectador –por ejemplo, yo misma– salga afectado de una sala de teatro, viéndose obligado a revisar algunas ideas preconcebidas).

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Para mí, el tipo de compromiso social que desarrolla el teatro actual que más me interesa es aquel que incita a la reflexión crítica, profunda, compleja, en un momento de demasiada superficialidad y donde todo es muy efímero. La práctica teatral, en su propia raíz, contiene ciertos valores que se manifiestan como formas de resistencia frente a la ideología dominante: la conmoción de la vivencia presente e inmediata (frente a la virtualidad), la necesidad de una atención única y concentrada (frente al conocimiento “surfista” que diría Baricco, el hiperestímulo o la multitarea), la generación de una comunidad creadora y receptora que conviven en el acto escénico que tiene lugar en el espacio público (frente a la individualidad y el mantenerse resguardado en casa)… En este sentido, un teatro cuestionador, que genere conciencia y ponga su mirada interrogadora sobre la complejidad de nuestro presente, me sigue pareciendo no sólo válido, sino necesario.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Deberíamos partir de la base de que, para mí, toda práctica artística es, inevitablemente, política. Es decir, que todo teatro está implicando una posición ideológica, incluso cuando pretende presentarse como mero divertimento. Supongo, entonces, que al hablar de “teatro político” nos referimos a aquel que muestra una posición crítica, reivindicativa, con respecto a la sociedad. Y entonces, sí, lo considero necesario: yo lo necesito y creo que hay mucho público que sigue yendo al teatro buscando eso, una mirada interrogadora, que consigue in-quietarnos, removernos, extraernos de la pasividad, ya sea a nivel social o incluso en el ámbito de lo privado (donde también hay mucho de miedo, de costumbre, de ideología conservadora que habría que combatir). Ese es el teatro “político” que me interesa: puede hablar de desahucios, corrupción, de la vejez, de los celos o del acoso escolar. Lo que me parece importante es que consiga con-mover al receptor.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Me parece que no. Me parece que hoy el público de teatro, que suele ser gente bien formada, con criterio, no quiere ser aleccionado. Además, el propio concepto de “realidad” (del que depende inevitablemente la noción de “realismo”) está en la actualidad totalmente agrietado: hoy tenemos una visión fragmentaria, “líquida”, ambigua del mundo. La ilusión del realismo socialista de construir un reflejo unívoco y transparente de lo real (aunque fuese con una intención crítica o revolucionaria) se demostraría ahora como fruto de la ingenuidad o del maniqueísmo y la manipulación. Ya lo dijo, en su momento, Cortázar: para configurar un arte de la revolución hay que empezar revolucionando el propio arte.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Para sacarlos adelante, en el sentido de escribirlos (que es mi labor como dramaturga), no, nunca me he sentido condicionada. Ahora bien, sí que hemos encontrado dificultades cuando mi compañía, Remiendo Teatro, ha distribuido algunos de nuestros espectáculos. Por una parte, por la idea (tristemente generalizada en algunos ámbitos) de que un teatro comprometido y crítico, que “hace pensar”, no le interesa al público (que, en opinión del algunos, sólo busca pasar un rato divertido cuando va al teatro). Pero, ya más en concreto, por el contenido político de alguno de nuestros montajes, también hemos sido rechazados: sobre todo con NN 12, que aborda el tema de la memoria histórica. Ha habido programadores que nos han dicho, más o menos explícitamente, que una temática así iba a ser inaceptable para el equipo de gobierno de su Ayuntamiento. En otros casos, por el contrario, precisamente se iba buscando un espectáculo que pudiera poner de relieve una cuestión (para mí más ética que política) como esta.

NN12, de Gracia Morales

NN12, de Gracia Morales.

 

Miguel SignesRESPUESTAS DE MIGUEL SIGNES 

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Si la palabra teatro viene del griego y es el lugar desde donde se mira, sería lógico también plantearse la pregunta al revés. Y en este caso la respuesta sería más fácil de contestar. Pero dado que la interrogante se le plantea a un autor de teatro que a su vez está condicionado por su pertenencia a la sociedad real en la que se mueve, la primera respuesta que le nace es que no lo sabe. Y a continuación surge una duda: ¿para qué escribe entonces? El abanico de posibilidades que se abre es extenso y seguramente está también en la mente de quienes lean estas líneas. Y aquí, quiere traer unas palabras de Sartre en su “¿Qué es la Literatura?”: “No queremos avergonzarnos de escribir y no tenemos ganas de hablar para no decir nada. Aunque quisiéramos, no podríamos hacerlo, nadie puede hacerlo. Todo escrito posee un sentido, aunque este sentido diste mucho del que el autor soñó dar a su trabajo. Para nosotros, en efecto, el escritor [ponga el lector: autor de teatro] “está en el asunto, haga lo que haga”, marcado, comprometido, hasta su retiro más recóndito […] Hace falta poco tiempo para que un libro [una obra teatral] se confunda con el mobiliario de una época, con sus trajes, sus sombreros, sus medios de transporte y su alimentación. El historiador dirá de nosotros: “comían esto, leían aquello [veían como espectadores…], se vestían así. “

El autor de teatro sabe que es una pieza, fundamental si se quiere, pero una pieza más a la que hay que sumar otras, para que el hecho teatral tenga lugar. Es a partir del trabajo de ese conjunto lo que va a permitir que nos sintamos incluidos en otro colectivo más amplio con espectadores que completen nuestra obra inicial, que es tanto como decir que nos sintamos parte de la sociedad en que vivimos. Llegados a este punto, espectadores y colectivo teatral formamos un todo que ha de marchar al unísono para conseguir que la historia hable de nosotros. Que es tanto como ayudar a que la sociedad funcione. Es el único cambio que ve como meta posible. Como mucho, contamos historias para poder dar testimonio de nuestra libertad como seres humanos. Y no es poco.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del “compromiso social”? ¿Consideras que sigue siendo válido?

Tal como he dicho, los autores de teatro formamos parte del colectivo de la representación teatral. Ésta depende de estructuras y factores muy diversos, por lo que será muy difícil que nosotros, como el resto del colectivo, por mucho que lo pretendamos, podamos evitar estar condicionados por la realidad social en la que vivimos y trabajamos, y nuestra obra reflejará –como siempre ha pasado– nuestro compromiso con ella.

El autor como creador de una obra teatral-texto literario, que está en el origen del colectivo, escribe pensando en públicos concretos y de su intención se deriva la forma estética de su trabajo ineludiblemente marcado por su inclinación ideológica, por lo que las posibles posiciones que puede adoptar son múltiples.

Sin embargo cuando se plantea stricto sensu ese compromiso social en el teatro por primera vez en la historia, el autor comprometido tuvo que enfrentarse a lo permitido como normal hasta entonces, por lo que el contenido de su trabajo aparece con una carga de protesta y disconformidad respecto a la sociedad en la que escribía, y aparece también como más evidente con el realismo que con el teatro de otro signo estético, lo que no es obstáculo para que a medida que evoluciona ese tipo de teatro, la protesta que llevaba implícita el compromiso social se matice con la propaganda de sus ideas.

Hoy los problemas del hombre y del ciudadano en esta sociedad, con los que se encuentra rodeada la autoría teatral a la hora de concebir sus obras, son los mismos del pasado agravados por los años transcurridos sin vías de solución, más los que la evolución de la ciencia y la tecnología han hecho aflorar. Y aunque por lo general, en muchos países como el nuestro la censura oficial no exista, (puede haber una autocensura con la que se busca agradar al poder y hay siempre la barrera del coste económico de la representación teatral) y pudiera parecer que nos movemos sin trabas para tratar sobre la violencia sobre la mujer, sobre la desigualdad social y de género, sobre las relaciones de la pareja, sobre la injusticia social, sobre la explotación y contra la pobreza, sobre la libertad sexual, sobre la incultura y la educación, sobre el poder y sobre la democracia…, la realidad es muy otra. ¿Cómo no nos va a parecer que el compromiso social sigue siendo válido?

Antonio Ramos, 1963, de Miguel Signes

Antonio Ramos, 1963, de Miguel Signes.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy? En caso afirmativo ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Si por teatro político entendemos aquel que da entrada en su mundo a la política y por ésta entendemos, tal como la define la RAE en su tercera acepción, que es la “actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo”, y no olvidamos que el “espectador” es el “ciudadano” cuya presencia es necesaria para que la representación teatral se produzca, tenemos que llegar a la conclusión de que es necesario el teatro político. Vamos, que todo el teatro es de algún modo político, porque consideramos decisivo que los ciudadanos conozcan las causas y las razones de sus problemas y por lo tanto verlos reflejados en la Escena y porque además no existe un arte neutral y por lo tanto no existe un teatro neutral.

Pero dicho esto, tengo la sensación de que se nos pregunta por un teatro concreto: aquel que la historia ha venido considerando como “teatro de agitación y propaganda” (agit-prop), o como “teatro proletario”, o como “teatro de calle” (algún teatro de calle), o como “teatro didáctico”, o como “teatro documento”, o como “teatro épico”, o como “teatro independiente” (del franquismo y de la primera democracia) o como el de algunos y aislados textos de autores que hicieron la guerra por su cuenta… Es decir, por entendernos, tengo la sensación de que se nos pregunta por el teatro político del tipo que dan a entender los distintos teatros que acabo de enumerar. En la primera parte de este apartado ya he dicho que el teatro político es necesario y es inevitable. Pero contestar a la segunda parte me va a resultar complicado. Yo mismo he sido en este país pionero en el Oviedo de 1968 en hacer y estrenar en dos ocasiones textos de teatro documento y dejé constancia de ello en la Revista Cuadernos del Norte y en la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico; he escrito bastantes obras con esa técnica, pero no sabría decir cómo debería ser ahora ese teatro. Posiblemente son tipos de teatro que hoy tienen ese camino cerrado, que son un capítulo de la historia de nuestra estética teatral. Pero también es posible que en algún momento puedan evolucionar. Lo que es evidente es que hoy todos hacemos un teatro político diferente.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

La respuesta es fácil: si la obra y su representación teatral tienen rigor estético y encuentran eco en la sociedad actual, no veo por qué no pudiera tenerla. Lo que es evidente es que no la tendría si se limita a imitar sin más el teatro que hubo en su momento.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Sí, en muchas ocasiones, pero fue cuando había censura teatral, es decir hasta que el partido socialista ganó las elecciones en 1982. Desgraciadamente también las tuve después en este país, cuando alguna gente del teatro ocupó puestos políticos en las instituciones del cambio y durante bastantes años benefició a las personas de su círculo de amistades y se olvidó del pasado y de la postura que hasta entonces había defendido. Y más tarde ya no fue la política la que creó las dificultades sino la economía. Quizá la misma cara política.

 

José Luis Alonso de SantosRESPUESTAS DE
JOSÉ LUIS ALONSO DE SANTOS 

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Todo contribuye a cambiar la sociedad, el arte también, en su medida y dentro de procesos amplios.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Sí, pero dentro de su terreno artístico, con la Razón Poética como referente principal, y no como teatro de propaganda ideológica.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

El concepto «teatro político» es muy amplio. Creo que el teatro sí tiene una dimensión política, pero no de propaganda ideológica o prejuicios establecidos. ¿Cómo debe ser ese el teatro? Sobre todo, bueno.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Si es bueno y es, realmente, «teatro», sí.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Muchas veces. Antes de Franco, después de Franco, y ahora mismo. Es normal, a todos los autores les ha pasado a lo largo de la historia con diferentes gobiernos y países. Esa dificultad es parte de la historia del teatro.

La cena de los generales, de José Luis Alonso de Santos

La cena de los generales, de José Luis Alonso de Santos.

 

Yolanda García SerranoRESPUESTAS DE
YOLANDA GARCÍA SERRANO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Por supuesto. El teatro es un foco de atención, y como tal se puede aprovechar para tratar problemas, inquietudes, realidades… Y toda exposición pública repercute en quienes la contemplan. La sociedad cambia cuando quienes la formamos cambiamos. Una obra de teatro es una pieza que puede cambiar un cimiento.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

El autor puede hacerse eco de lo que ocurre a su alrededor y convertirse en un emisario de lo que acontece en la sociedad. Eso no significa que esté obligado a ello, pero cuenta con una herramienta poderosa que puede o no usar. Sigue siendo tan válido como la primera vez.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Todo tipo de teatro es necesario. El político también. Vivimos inmersos en una sociedad dirigida por la política y eso nos afecta, también en la expresión de nuestro arte. Cuando un autor decide hacer su teatro enfocado en lo político, elige también cómo hacerlo. No soy yo quien diga cómo debe ser ese teatro.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

El realismo social tiene la vigencia que le da la actualidad. Eso lo convierte en vigente cien por cien.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

No lo sé. De manera evidente, no, aunque mis textos no son comprometidos. Ahora tengo entre manos un texto claramente político y cruzo los dedos.

Corre, de Yolanda García Serrano

Corre, de Yolanda García Serrano.

 

Juan Carlos RubioRESPUESTAS DE JUAN CARLOS RUBIO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Sin duda, y no es mi opinión, es la realidad desde hace 25 siglos. El teatro siempre ha sido, y será, un espejo en el que la sociedad debe mirarse. Aunque a veces no le guste lo que ve.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Cada autor escribe desde su propio compromiso, desde su realidad. Y esta puede variar mucho a lo largo de su vida. No siempre nos encontramos en el mismo lugar, hay mil factores que nos afectan, como al resto de la sociedad. A mediados del siglo XX, cuando tiene mayor peso el concepto del compromiso social, quizá había una actitud más abiertamente beligerante, pero ahora también, en muchas ocasiones, veo y leo (y escribo) un teatro con un claro componente existencial y abierto a que el espectador tome las propias riendas de su realidad, que piense, que ponga en duda lo establecido. El teatro como una forma de revolución sigue vivo, por supuesto.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Es necesario. Es más, es imprescindible. La política es nuestro día a día, afecta a todos y cada uno de los rincones de nuestra existencia. Todo es política. El teatro político es amplio y no siempre evidente. Hay muchas vías y estilos, géneros, para poner en cuestión los valores de nuestra sociedad y la responsabilidad de nuestros gobernantes.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

En buena medida han cambiado las formas, la manera de contar historias. Pero parte de nuestro teatro se sigue nutriendo de temas y argumentos que hablan de injusticias, de deudas, de vergüenzas históricas. A veces desde el más estricto realismo y otras desde la poética, pero el fondo sigue siendo el mismo: poner el dedo en la llaga de la sociedad.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

En España no. Solamente una vez, que recuerde, mi obra Arizona (que trata de la frontera entre México y Estados Unidos, de la violencia, la intolerancia, la xenofobia) tuvo un conato de censura en algún estado americano. Pero al final el proyecto salió adelante.

Arizona, de Juan Carlos Rubio

Arizona, de Juan Carlos Rubio.

 

Miguel MurilloRESPUESTAS DE MIGUEL MURILLO

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Si no lo creyera, no escribiría ni haría Teatro. Desde el escenario surgen interrogantes, se plantean conflictos, se reflexiona, se comunica con el público de forma individual, de tú a tú, se intenta conseguir que tras bajar el telón el debate interior y el exterior continúe… Y si por suerte logramos que un solo espectador sienta que su visión del mundo, de la sociedad y de él mismo cambia, se enriquece con otras ópticas, con miradas diferentes, estoy seguro de que en algo estamos contribuyendo a ese cambio social. Pero hay un peligro: Que la sociedad cambie al Teatro. Desafortunadamente vivimos un época en la que la demanda de productos teatrales se centra en subproductos que sirven de menú a una masa alimentada conscientemente con un ocio narcotizante.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿crees que sigue siendo válido?

No sólo sigue siendo válido sino que es obligatorio. El arte en general debe contener compromiso social, debe incidir en la sociedad y alterar los esquemas que nos embrutecen. ¿Cómo podemos vivir con los ojos cerrados cuando media Humanidad sufre, es exterminada, es enmudecida y reducida a una esclavitud cruel e inhumana? ¿Volveremos a repetir el gesto cínico y aberrante de los que callaron cómplices en el Holocausto, en los genocidios y matanzas, en las injusticias que la Historia contiene para nuestra vergüenza? ¿Podemos permanecer impasibles gozando de nuestro ocio, de nuestras piezas de boulevard mientras las botas totalitarias resuenan cada vez con más fuerza?

Armengol, de Miguel Murillo

Armengol, de Miguel Murillo.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

El Teatro siempre es político. De una u otra forma, dándole voz a los sin voz, mostrando en la escena lo que muchos medios e intereses no quieren que se muestre, o embaucando con risas y chistes fáciles, con oropeles y sueños de lentejuelas, el Teatro estará haciendo política hacia un lado u otro. ¿Qué sería un Teatro político? ¿El que a base de subvenciones estuviera al servicio de determinado grupo político? ¿O el que por encima de presiones subiera a la escena los conflictos y las dudas que rodean a los hombres y mujeres de hoy? ¿Se puede hacer un Teatro libre de ataduras y servidumbres? Creo que el Teatro político de verdad sería el que fuera de verdad libre.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Sí. Tiene vigencia. No como trasto arqueológico que sirvió en su época para avanzar desde la cultura hacia logros sociales, sino como un Teatro creado ahora por autores y autoras de ahora y proyectando su foco en la realidad que nos rodea. Otra cosa es el método, el lenguaje que se utilice. Los tiempos señalan que los hombres y mujeres del siglo XXI son poseedores de un lenguaje y de una forma de comunicarse con el mundo y entre ellos que en nada se parece a las fórmulas anteriores. El Teatro debe adoptar esos lenguajes para tener vigencia. Lo contrario sería prolongar una situación de pieza de museo polvorienta que ha alejado y aleja al público en muchas ocasiones.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Durante la dictadura, sí, evidentemente. A partir de la Transición, no he encontrado dificultades directamente relacionadas con posiciones políticas. Indirectamente y por medio de las subvenciones, mesas de calificación de proyectos, etc., creo que en algún proyecto he sentido la presencia de “manos negras” que pudiera ser que alegando excusas varias obstaculizaran un proyecto concreto. Recuerdo una obra mía, Operativo 92, en la que cuestionaba en clave de farsa los eventos de aquel año “mágico” y que no sentó bien en algunas alturas oficiales y vio mermada su posibilidad de hacer gira. Pero en general no he sufrido, aparentemente, dificultades por motivos políticos.

Otra cosa son las consecuencias tras el estreno de alguna obra. Recuerdo que tras el estreno de Perfume de mimosas en 1991 sufrí llamadas anónimas y amenazantes durante un tiempo. Y en mi obra Antígona de Mérida, junto a la directora, Helena Pimenta, y la responsable del Festival de Mérida, Blanca Portillo, tuve que escuchar recriminaciones en la noche de su estreno, julio de 2011, dedicadas por políticos locales de Mérida (ayuntamiento del PP) que consideraban impropio del Festival programar una obra que tenía como telón de fondo la Guerra Civil y los sucesos que ocurrieron en el Teatro Romano 75 años antes, en Agosto de 1936. O la procesión de desagravio que se organizó también en el Festival de Mérida, agosto de 1995, tras el estreno de El marco incomparable. Pero son hechos puntuales.

 

Itziar PascualRESPUESTAS DE ITZIAR PASCUAL

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Sí. Pero no de forma cuantitativa, como en algún momento del siglo pasado se sostuvo, sino cualitativamente. Creo en un cambio que afecta a personas concretas; personas cuyo camino vital se ha visto afectado en algún sentido por el teatro.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?  

Sí. Creo en ese concepto y en su validez, comprendido, por supuesto, de la manera más amplia y personal posible, porque no creo en la existencia de un único compromiso, con una unívoca manifestación y unos únicos y definitivos valores, que adquieren rango absoluto. Creo en el feminismo como una ideología emancipadora y una perspectiva holística del mundo. Pero ese es, en todo caso, mi compromiso personal.

De forma que, tal vez, debiéramos hablar de compromisos, en plural, como un conjunto de posicionamientos ante cuestiones que nos son esenciales e innegociables (la cultura de paz y la contestación a las violencias; la sostenibilidad planetaria; la respuesta contra la misoginia, la homofobia, la xenofobia, la intolerancia, en definitiva; la protección de la infancia, la desigualdad por razón de clase, raza, género, opción sexual; la vindicación de la memoria histórica, etc.)

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Sí. No creo que el teatro pueda renunciar a la naturaleza política misma, que le es intrínseca.

Lo fascinante de esa naturaleza política es que se manifiesta en formas y formulaciones muy diversas entre sí, y que le son propias. En mi experiencia dramatúrgica creo que obras como Variaciones sobre Rosa Parks o Eudy son manifiestamente políticas. Pero también lo es Wangari. La niña árbol…

En tiempos de degradación del sistema profesional de política, y de la imagen que de los políticos se tiene, la política, como arte y reflexión sobre las formas de gobierno que nos damos, es materia esencial del teatro.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

¿Por qué debería carecer de ella?

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Para contestar a esta pregunta me gustaría tener presente un fenomenal artículo de Suzanne Lebeau, “De la censura y de la autocensura”, publicado en el Boletín Iberoamericano de Teatro para la Infancia y la Juventud: http://www.cervantesvirtual.com/obra/de-la-censura-y-de-la-autocensura/

Y me gustaría contestar con algunas preguntas.

¿En qué momento la censura deviene en autocensura? ¿En qué momento descartamos, consciente o inconscientemente, temas, enfoques o situaciones? ¿En qué momento intuimos que hay espectáculos que nacen y mueren con prontitud porque sus enfoques, sus perspectivas, sus miradas no son las convenientes? ¿Está exento de tabúes nuestro teatro español contemporáneo? ¿Está exento de desigualdad y de exclusiones?

Como espectadora y como creadora creo que las mediaciones existen en nuestro paisaje teatral y tienen consecuencias.

En todo caso, las dificultades para sacar adelante un proyecto teatral son tan frecuentes, tan numerosas en nuestro sistema teatral, que lo que cabe es preguntarse si estas dificultades mismas no son, en su conjunto, de naturaleza política.

Mascando ortigas, de Itziar Pascual

Mascando ortigas, de Itziar Pascual.

 

Fermín CabalRESPUESTAS DE FERMÍN CABAL

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Hombre, contribuir… Pues algo contribuirá.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Si alguien siente ese llamado, me parece perfecto y goza de mis simpatías, pero cada uno es muy libre de hacer lo que le dé la gana y la verdad es que teatro y política son cosas distintas.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Necesario no me parece, conveniente…. Pues sí, es conveniente, pero lo importante es que sea teatro a secas. Eso en sí, ya es un acto político, es decir un acto de intervención en la “polis”.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Creo que autores como Shakespeare, Williams, Pinter, Beckett, Brecht, Lorca, Valle, Jardiel, Moliere, Goldoni, Witzkiewick, Santana, Mamet, Wilson, Grumberg, Norsen, MacDonough, Weiss y otros que yo considero relacionados con el realismo social, tienen extraordinaria vigencia.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Sí.

Tejas verdes, de Fermín Cabal

Tejas verdes, de Fermín Cabal.

 

Juan García LarrondoRESPUESTAS DE JUAN GARCÍA LARRONDO 

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

De una manera global, a escala mundial y en las actuales circunstancias internacionales, no lo creo. En este presente, en lo que conocemos como occidente, es la sociedad la que cambia a su antojo el Teatro y el resto de las Artes, que nos sirven como instrumentos propagandísticos, consumistas o de ocio efímero. Si en un futuro se dieran las coordenadas precisas históricas y culturales, si la palabra volviera a recuperar su prestigio y su razón, el teatro podría quizás contribuir e impulsar determinados cambios como transmisor de cultura o como reflejo de la civilización en que se produzca. Aunque tampoco debería ser esa su prioridad ni su última causa.

Mariquita aparece ahogada en una cesta, de Juan García Larrondo

Mariquita aparece ahogada en una cesta, de Juan García Larrondo.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Depende del entorno y la naturaleza del autor, de su estado emocional o de sus objetivos personales. El concepto de compromiso social, tal y como lo conocemos, por ejemplo, a la hora de hacer Teatro en España o en Europa, corre el riesgo de convertirse en efeméride, en fútil estreno de una u otra temporada. Ya no nos vale. Hemos perdido el contacto con la tradición, con ciertos valores que son esenciales y la sociedad cambia más deprisa que nuestra capacidad de interpretarla. Si no disponemos de perspectiva crítica o de un espacio para la reflexión, cualquier teatro de compromiso social que presuma de serlo corre el riesgo de quedarse en un teatro de urgencia, como los que se escribían o representaban en los periodos de dictaduras o de guerras.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Lo es. Debería serlo a la vez que debería coexistir con otro tipo de manifestaciones escénicas que se diesen sin ningún tipo de presión, que surgieran tan solo por el mero hecho de querer realizar un acto artístico o de entretenimiento y tener la libertad de hacerlo. Mi imagen, por ejemplo, de un teatro revolucionario, va más allá de las ideas políticas del momento o de la realidad que le circunde durante el proceso creativo. El Teatro no es lugar natural para el discurso ni para la arenga, ni para el sermón o la docencia. Es puerta a la imaginación; espanto, melodrama, rito y verbo en carne viva.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Sin duda. Como final o como punto de partida. Lo inverosímil nunca permanece. Lo universal dura eternamente.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

¿Y quién no? De ese «realismo social» no estará nunca libre ningún Teatro. Pero el Arte y la belleza siempre encuentran una rendija por la que evaporarse y, ante lo político, siempre prevalecerá la inteligencia. O la astucia, que es un concepto más intrínseco a la escena.

 

Lola FernándezRESPUESTAS DE LOLA FERNÁNDEZ SEVILLA

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Sí, sí que lo creo. A veces se trata de cambios a nivel muy micro; pero la obra de cada autor o autora es performativa, en el sentido de que crea realidad o la transforma. Trabajamos con el lenguaje, y el lenguaje genera realidad, la configura.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

Creo que los autores y las autoras tenemos un compromiso, en el sentido de que somos responsables de lo que escribimos. Esto no tiene por qué implicar una carga; supone más bien un montón de posibilidades a la hora de crear.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Yo creo que todo el teatro es político. Todo el teatro conlleva unos valores u otros. Lo que sucede, cuando se pretende hacer un teatro que se dice apolítico (por ejemplo, teatro de mero entretenimiento o evasión), es que los valores están implícitos; en estos casos las obras tienden a reforzar el statu quo, a no cuestionar la validez de lo que tenemos.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

Sí, creo que sigue habiendo muchas obras que buscan ese realismo social. No es el tipo de teatro por el que yo suelo inclinarme, ni como autora ni como espectadora (creo que la crítica y el compromiso son muy posibles desde un tipo de teatro no realista), pero sí que está vigente.

¿Te has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Tanto como para sacarlo adelante, no. Pero sí he recibido críticas o comentarios por cuestiones que tenían que ver con el género: con el hecho de inclinarme más por personajes femeninos, por ejemplo.

Negra es la noche que llega, de Lola Fernández

Negra es la noche que llega, de Lola Fernández.

 

César López LleraRESPUESTAS DE CÉSAR LÓPEZ LLERA  

¿Crees que el teatro puede contribuir a cambiar la sociedad?

Por supuesto que sí. No sólo debe ser un instrumento de denuncia de las injusticias y un espejo crítico de la realidad, sino también una herramienta de intervención y de transformación social. Como afirma Armand Gatti: “La palabra es el arma de los pobres y la única forma de cambiar el mundo”.

¿Cómo crees que debe entender el autor actual el concepto del compromiso social?, ¿consideras que sigue siendo válido?

El compromiso social para mí no sólo sigue siendo válido, sino imprescindible. Lo entiendo como una doble obligación: ética y estética. Un dramaturgo no puede dejar de luchar contra el terror y la muerte, las torturas, la explotación, las injusticias, los abusos, la merma o carencia de libertades… Y tampoco puede renunciar a la calidad literaria y escénica, ya que todo texto teatral aspira a convertirse en espectáculo. Jamás debe perderse de vista que el teatro es arte y que la calidad estética no está reñida con la eficacia reivindicativa. Cuando una obra como Un enemigo del pueblo de Ibsen fue puesta en escena en los años treinta en círculos obreros españoles fue muy bien recibida, como lo fue en 1936 en Barcelona y Madrid, Nuestra Natacha de Alejandro Casona. Y hace poco lo fue El triángulo azul de Laila Ripoll entre jóvenes de institutos. Una buena obra teatral puede ser entendida y disfrutada por un analfabeto.

¿Consideras que es necesario un teatro político hoy?, y en caso afirmativo, ¿cómo crees que debe ser ese teatro?

Ayer, hoy y siempre ha sido necesario y lo será un teatro político. A muchos nos ocurre lo que a Tony Kushner, a quien le gusta repetir que todo su teatro es un teatro político. ¿Acaso no lo era el de Aristófanes? En su comedia más antigua conservada: Los Acarnienses (425 a.C), su personaje principal, DISCEÓPOLIS, no duda en prevenir a los espectadores: “No lo toméis a mal, espectadores, si siendo yo un mendigo me dispongo a hablar de la ciudad ante los atenienses, componiendo una comedia. Pues también la comedia conoce la justicia. Voy a decir cosas terribles, pero justas”. Se defendía atacando de nuevo a Cleón, del partido belicista, que había ganado las elecciones el año anterior, y que intentó procesarlo por una comedia. En cuanto a cómo debería ser, entiendo que nada propagandístico, panfletario, populista ni facilón. Hay que presentar en él las preocupaciones del mundo, llenarlo de referencias, pero no interpretar. Un teatro social debe impactar, conmover al espectador/lector, aspirar a superar la fase de representación/lectura y generar reflexión, debate y acción. Cada representación debería convertirse en una fiesta artística y reivindicativa con repercusiones sociales. Hay que conseguir que el teatro vuelva a ser un medio de provocación y de agitación de ideas, como defendía Dario Fo.

¿Consideras que el realismo social tiene alguna vigencia hoy?

El realismo social entendido como realismo socialista, no, para nada. Tal como se entendió fue un arte dirigido, asfixiante y más represor que generador de pensamiento libre. El realismo social en el teatro actual debe entenderse como un arte al servicio de la generación de una conciencia colectiva de reflexión, resistencia y lucha cotidianas donde cada individuo sea más libre y feliz en acción con los otros. La palabra y las acciones teatrales deben ser parte de la palabra y las acciones sociales. Hay que acabar con la concepción del teatro como un entretenimiento domesticador, tal como lo impusieron los ilustrados. El teatro social debería nacer en las escuelas infantiles, en los colegios, en los institutos, en las universidades, en los centros sociales, en las asociaciones vecinales, en los centros de mayores, en salas y espacios verdaderamente alternativos y de exploración, autogestionados, libres de subvenciones, controles institucionales, intereses comerciales y modas

¿Has encontrado alguna vez con dificultades para sacar adelante un proyecto teatral por motivos políticos?

Sí, en varias. Una en el Maratón de monólogos de la AAT, razón por la cual dimití de la Comisión de emergentes y solicité mi baja en la asociación[1]. Otra, en un centro cultural del Ayuntamiento de Madrid, donde quisieron que se cambiara el título de Últimos días de una puta libertaria; y esta obra se cayó de las programaciones de dos teatros, uno en un pueblo de Valencia y otro en un teatro de Valladolid, al llegar las propuestas a los responsables políticos que tenían que dar el visto bueno. Y más de una vez al presentar proyectos me preguntan si no tengo alguna comedia ligera y divertida y no obras tan sociales que no interesan al público.

Últimos días de una puta libertaria, de César López Llera

Últimos días de una puta libertaria, de César López Llera.

 

 

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)

  1.  La obra en cuestión a la que se refiere el autor no fue incluida en el Maratón por el comité que aquel año seleccionaba las obras que se iban a leer en este certamen, lo que, efectivamente, ocasionó su baja de la AAT.
    (Nota de la editora).↵ Volver al texto
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  1. Foto: Daniel Alonso↵ Ver foto
  2. Foto: Daniel Alonso CDT↵ Ver foto

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