N.º 43Y seguimos pasando el testigo

 

Cuaderno de bitácora

Pioneras de la ciencia en España

Por Lucía Vilanova, Eva Redondo, Blanca Doménech,
María Velasco y Yolanda Pallín


Lucía:

Un buen día, cayó en manos de José un libro valioso: Pioneras españolas en las ciencias. Era un estudio de Carmen Magallón sobre sus colegas científicas… Sus antecesoras… Las primeras mujeres españolas que, a principios del siglo XX,  destacaron como investigadoras en el campo de las ciencias. En seguida, consideró José que el tema era sumamente interesante y poco explorado en las artes escénicas. La idea (determinación) de sacar de la invisibilidad a algunas de esas mujeres heroicas fue tomando forma…  Y, del pensamiento al acto, José contactó con Carmen Magallón, que  se entusiasmó con el proyecto y brindó asesoramiento. Después, fuimos convocadas, en la sede del Nuevo Teatro Fronterizo, cinco dramaturgas (Eva Redondo, Yolanda Pallín, Blanca Doménech, María Velasco y yo misma) con el fin de crear un texto colectivo sobre la figura de cinco de esas científicas. Ya desde nuestra primera reunión  conectamos… Simpatizamos… Debatimos… y, como Carmen, nos entusiasmamos… Y, siempre, al acabar la sesión que, invariablemente, se hacía corta, unos vinitos donde continuábamos las charlas… Nos preocupaba la escasa información que había sobre ellas y cómo resolver nuestros escasos conocimientos científicos, a la hora de abordar un texto en el que veíamos claro la necesidad de retratarlas en su doble vertiente de mujeres y científicas. Nos documentamos… Hubo un tiempo para reflexionar…  Con la ayuda de Carmen Magallón, escoger a la científica a la que daríamos vida cada una de nosotras fue, sorprendentemente, fácil. María, en seguida, manifestó su interés en el tema de los explosivos, por lo que se decantó por la química y artista plástica Teresa Toral. Yolanda se emocionó con los dibujos que hacían los niños de la guerra en los que había investigado la psicóloga y pedagoga Regina Lago, y se la quedó. Blanca, se preguntó por qué la física Felisa Martín Bravo fue la única de todas ellas que no salió exiliada y decidió investigarlo. Eva, dada su afinidad con el tema de la sanación, se inclinó por la médica anarquista Amparo Poch. Y, yo, intrigada por el tema de la intersexualidad como variedad biológica, elegí a la bióloga y pedagoga Margarida Comas Camps. Cada una de nosotras sintió, desde el primer momento, que nuestra intuición al elegirlas había sido acertada. Aquella primera atracción se convirtió en auténtico amor por nuestra pionera y en decidida resolución de poner lo mejor de nosotras para hacer justicia a tan tremendas mujeres.

 

Eva:

Tras la atribución de las científicas a cada dramaturga comenzamos con el proceso de documentación. Fueron de gran ayuda e inspiración las biografías de Amparo Poch y de Teresa Toral escritas por Antonina Rodrigo, con su sensibilidad y rigor característico. Otras dramaturgas indagaron en los textos científicos publicados por sus pioneras y hubo quien, incluso, recurrió a testimonios de familiares y amigos para conocer mejor a su personaje.

Tras el proceso de documentación nos reunimos de nuevo y una a una fuimos contándonos la biografía de nuestra científica. Recuerdo aquella sesión con especial cariño, pues todas nos enamoramos de cada uno de los personajes (recordemos que no sólo fueron científicas y pioneras en su profesión, sino que todas ellas destacaron además por su labor humanitaria y por su filosofía humanista).

Ahora ya conocíamos a nuestro personaje, nuestra pionera ya casi “habitaba” en nosotras pero: ¿Cómo hablaba? ¿Qué lenguaje utilizaba? ¿Cómo interpretaba el mundo que le rodeaba? José nos propuso entonces aproximarnos a la voz del personaje a través de una serie de protocolos que debíamos escribir “con la pistola en la nuca”, como a él le gusta decir, es decir, José nos enunciaba una consigna y la escritura debíamos empezarla de manera inmediata, sin pensar demasiado por el momento. Estos primeros ejercicios que después re-escribíamos en casa sirvieron como detonante de la escritura, nos resultaron muy útiles para escuchar a nuestro personaje, para percibirlo de manera más profunda. Después poníamos en común lo escrito y poco a poco nos dábamos cuenta de que aquellas mujeres, aquellas científicas, estaban cobrando vida en nosotras y visibilidad en el teatro.

 

Blanca:

Una vez realizadas las tareas de rastreo, documentación y aproximaciones creativas, establecimos una estructura que sirviera como esqueleto narrativo y que transitara los momentos de la historia española más destacados por los que atravesaron nuestras pioneras. Dicha estructura se dividió en seis fases: 1) Ante el umbral (momento clave en el que dieron el paso decisivo de  dedicarse a la ciencia), 2) La difícil ascensión (las diferentes complicaciones que hubieron de enfrentar para avanzar en su carrera), 3) Ganancias y pérdidas (aspectos o valores a los que se vieron obligadas a renunciar en favor de otros), 4) El torbellino de la República (situación en la que se encontraba cada una de ellas el día de la proclamación de la Segunda República y las expectativas que se dispararon), 5) La Catástrofe de la Guerra Civil (cómo afectó en cada una de ellas el estallido de la guerra) y 6) La diáspora, exilio interior y exterior (sus destinos en la dictadura).

Con el objetivo de dosificar y comprimir la abundante información que manejábamos, negociamos la manera de distribuirla, de tal forma que cada una de las científicas protagonizara tres escenas largas y otras tres breves (flash). Estas decisiones tuvieron como base la vocación de subrayar los aspectos más significativos y metafóricos dentro del contexto histórico y temático, teniendo en cuenta la diferencia de edad, las ideas políticas de cada una de ellas o los momentos más destacables de sus biografías.

Nuestro entramado se completaba con una Obertura y un cierre –al que llamamos La víspera del final–, escenas regidas por normas diferentes a los otros puntos de la estructura. La Obertura engloba los monólogos de las cinco pioneras, todas ellas situadas de forma metafórica en la cubierta de un barco que justo acaba de zarpar. Mientras que La víspera del final intercala preguntas y respuestas de nuestras científicas el día antes de su muerte.

 

María:

En las lecturas grupales, descubrimos que había semblanzas (temáticas y formales) en las escenas  de una y otras. Esto significaba que por momentos habíamos logrado la consigna que José nos había dado el primer día: “escribir individual, pensar en colectivo”. Varias incidimos en las relaciones paterno-filiales, en la maternidad y la maternidad frustrada (puesto que ninguna de nuestras protagonistas fue madre biológica); en cuanto a la forma, eran frecuentes las pinceladas de onirismo, y la discontinuidad (impuesta por la estructura) se exprimió como recurso. Como dicen, las coincidencias no existen, y creo que estos paralelismos eran fruto de largas horas de debate, en los que también participaba la directora de proyectos del Nuevo Teatro Fronterizo, Ana Belén Santiago. En estos simposios, divertidos y relajados, hablábamos tanto de ellas, como de nosotras mismas… conocernos era una forma de conocerlas.

El respeto a la poética de cada autora fue absoluto. Las discusiones a raíz de las lecturas tenían que ver más, tal vez, con la visión global o la ideología de la obra. Queríamos evitar retratar a estas mujeres como víctimas, asimismo queríamos que lo científico conviviera con lo doméstico; la académica (o “promujer”), con la hembra de carne y hueso. Aunque aplicamos cuestiones de economía dramática y “viabilidad” (convenimos, por ejemplo, que además de las cinco actrices que representasen a las pioneras solo habría dos actores –hombre y mujer– para encarnar al resto de personajes, lo que determinaría que casi todas las escenas fueran monólogos o duetos), la cosa se fue de las manos. El primer día que reunimos todos los textos, descubrimos que el fajo abultaba poco menos que una tesis doctoral. Comenzó entonces el difícil trance de “desenamorarse” del material y hacer pequeñas renuncias.

 

Yolanda:

Pequeñas o grandes, son herramientas del autor dramático. Nos ayudan a pulir y dar forma definitiva al texto; o definitivas, según las circunstancias. Y nuestro primer objetivo definido, nuestro primer reto escénico, fue la lectura dramatizada del material en La Casa Encendida. Un poco asustadas, decidimos escudarnos en el work in progress. Aunque ¿cuándo no lo es el trabajo teatral? Con la colaboración de Laura Ortega, nuestra directora escénica, y José Sanchis Sinisterra, nuestro director dramatúrgico (y “muso” oficial), procedimos al decapado, al empleo de la lija y los ácidos revulsivos. La piel llegó a quemar. Pero somos chicas fuertes y, sobre todo, gente de teatro. Una útil consigna está en “hacer de la necesidad virtud”, pero teniendo de nuestro lado la lógica y el talento de Laura, la empresa volvió a ser colectiva. La dificultad se convirtió en acicate cuando hicimos prevalecer el subtexto sobre la masa de palabras. Sin otra autoimposición que nuestro buen criterio, y nuestro deseo de comunicar, el texto quedó preparado para una versión escénica que no podemos llamar lectura dramatizada, porque fue un semimontado de hermosa factura y compromiso unánime: Carmen Soler, Mamen Camacho, Nahia Laiz, María Besant, Nerea Rojo, Georgina Deyebra y Rafael Ortiz, encarnaron con pasión a nuestros personajes. No queremos dejar de mencionar las lágrimas de alguna especialista ante el acto de reivindicación que supuso esa tarde de teatro; ni su cariño y su agradecimiento. [Ver a Carmen García Colmenares, experta en Regina Lago, emocionada al final de la función, no tiene precio]. Y por supuesto, nuestra Carmen Magallón, imprescindible. Tampoco queremos olvidar a todo el Nuevo Teatro Fronterizo, verdadero artífice del proyecto, a Naya y Ana Belén, a “nuestra” becaria, Ana Felipa; y La Fundación Autor, Le Monde Diplomatique en español y La Casa Encendida, por su apoyo. Y, sobre todo, a José, organizador de expediciones y eximio maestro (/muso).

Hoy el texto tiene otra forma ya, y sospechamos que no será la última, porque ha tenido otro objetivo: su publicación en la Revista Primer Acto. Gracias a José Monleón y a David Ladra, por poner un ladrillo más en este muro de resistencia.

 

Pioneras de la ciencia en España

[fragmento]

 

Pioneras de la ciencia. Lectura en La Casa Encendida de Madrid, 2014.

Arrojada al viento. Sobrepeso de recuerdos. / El mar no es lo mismo cuando las primeras memorias, las de infancia, pertenecen al interior: la Sierra de Guadarrama. Nunca aprendí a flotar, nadaba estilo perrito, amedrentada por los cortes de digestión./
El mar nos huele a libertad a las gentes del interior. Y si su perfume viene contaminado por la pecina o el pescado corrompido, siempre será mejor que el síndrome insular. / «En casa de mi padre hay muchas mansiones», dice la Biblia, pero quizá el descubrirlas solo es posible en la distancia: Madrid-México DF, 9000 km. / Apetencia de ser extranjera, apetencia de anonimato. Hacer las Américas, hacer ciencia. Ser mujer. Ante todo, ser persona /Soy una impostora. Impostora de mí misma. Una impostora en el umbral de los 45. En España, lo que viene siendo una «solterona». Y tienes miedo a echar raíces, como una patata vieja en la despensa. Número uno en Ciencias Químicas, Premio Extraordinario de Licenciatura, Premio Gúzman… ¿Para eso tanto esfuerzo? ¿Un brillante porvenir? Para acabar en una botica, una droguería, un herbolario, proveyendo de antigripales al vecindario. Este guardapolvo es como una camisa de fuerza. ¿Cuántas delaciones, cuántas traiciones caben en una vida? Diecisiete años para hacer las maletas. ¡Cobarde! ¿Y qué has puesto en ellas? ¿Hierro pusiste? ¿Y si el sol que luce en España es igual al de México? ¿Y si te dieras de bruces con un país machista, retrógrado, inmovilista, que paraliza la actividad científica? ¿De Guatemala a Guatepeor? La paja es mejor en el ojo ajeno.

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