N.º 9 De aquí y de ahora. Teatro Español contemporáneo

sumario

El extravagante triunfo
de Fernando Arrabal

José Manuel Corredoira Viñuela
Dramaturgo

Fernando ARRABAL,
Mi idolatrada violadora.
Madrid, Ediciones Antígona, 2015.
76 pp. ISBN: 978-84-15906-72-8.

Fernando ARRABAL,
El extravagante triunfo de Miguel de Cerbantes y William Shakespeare.

Prólogo, epílogo y edición de Pollux Hernúñez.
Zaragoza, Libros del Innombrable, 2016.
76 pp. ISBN: 978-84-92759-87-3.

FERNANDO ARRABAL. Mi idolatrada violadoraUNO. Teatro vodevilesco o boulevardier el de la penúltima comedia de Fernando Arrabal (Mi idolatrada violadora, Ediciones Antígona, Madrid, 2015). El título recuerda al poema “Mi idolatrada felatriz”, y acaso tenga la comedia su origen en este: “Sí, es una depravación que te lama tu falo. / Sí, es un horror que mis principios quebrante. / Sí, es una guarrería que te chupe el meato…, etc.” (Firmado en Bolonia, la noche del 6 al 7 de Jetas de 136 de la E. ‘P.; o lo que es igual: del 31 de enero al 1 de febrero de 2009, era ‘vulgaris’, Santa Facha postulante y San Jeta abad). La obra comienza en el salón de un matrimonio acomodado: Virginia-Clotilde de Torres-Benjumea, a la sazón Directora General de la Unesco, y su marido el multimillonario Petronilo García… para servir a Dios y a la ¡¿Patra?!; quiere decir: a la Cultura y a la Libertad. Mansión suntuosa, salón sobrio, ¡sin libros! y funcional. Las paredes están decoradas, en cambio, con sendos cuadros de Andy Warhol: Marilyn Monroe Orange, y Pop Art is: Popeye, de Jeff Koons, apoteosis (relatio inter divos) del kitsch y del mal gusto (kakozelia). En primer término, destaca un sillón de Lalanne: “un ciervo con una grandiosa y soberbia cornamenta”, alegoría (“de este cimbreo, de esa duplicidad”) del marido cornúpeta. Petronilo está más salido que el bauprés del Titanic, pero ella (“estilo constante de plumas plantadas en el trasero”) no quiere hacer el amor con él… ¡a pesar de someter a los ultrajes más “estuprendos” a cualquiera que se le ponga a huevo! (“Eva, en el Paraíso estuvo dispuesta a fornicar con el primero que llegara”). Entretanto, Virginia irá salpicando su parlatorio con “clotildescos”, especie de aforismos, greguerías o “arrabalescos” del tipo: “El sacerdocio cada vez es más hereditario” (en Pingüinas aparecía el mismo chiste: “¿Por qué el celibato de los curas cada día es más hereditario?”), “Solo a los hombres el triunfo les donjuaniza”, “Lo que pasa de moda resucita con los modos de vivir”, etc. Virginia-Clotilde reconoce que sus “estuprendos” estupros no son culpa suya… pues sufre una gravísima enfermedad mental. Es una psicópata. Padece obsesiones neuróticas y ataques de misticismo agudo. Ante la insistencia del marido, confiesa: “Soy una convulsiva… violápata”. Una violadora convulsiva, no compulsiva… porque la chica es surrealista (Breton: “La belleza convulsiva será erótico-velada, explosivo-fija, mágico-circunstancial, o no será…”). Violar es su sueño místico, su “tajante capricho religioso”. En cuanto se declaró su enfermedad, buscó “el método cartesiano para violar” de forma clara y distinta. ¡Así es como violó al esquimal exterminador de bebés-foca y a todos los demás! El hombrón será despatarrado en una silla electrónica construida ad hoc. Acto seguido, la violatriz se instala en bomborombillos (virilem modum) sobre la víctima indefensa. El miembro penetra en sus entrañas y… “el obligatorio vaivén de su virilidad en mi propio vientre provoca el espasmo de la presa… Indefenso su órgano se empala en mis adentros”. ¡La eternidad no impresiona al instante! En esas estamos cuando aparece por arte de birlibirloque una reportera de la prensa rosa-bombón, Lily Sevrain-Amary, viuda con trillizos (Clotildesco: “El elefante se corta la trompa para que su colita no se sienta celosa”), échangiste versallesca… que se enamora de Virginia jardielponcelescamente (“Tiene usted ojos de mujer fatal”). Referencias a Jarry (“¡Mierrrdra!”), a Emiliano Zapata Ibárruri Guevara (“Más vale morir de pie que vivir de rodillas”), y a dobles sentidos… que solo entendemos a medias (Lily). Para completar el ménage à cinq, aparecen Salvatore di Siciliano (representante plenipotenciario de la Cosa Nostra, “último reducto de solitarios humanistas”… ¡si los comparamos con los energumenizantes del DAESH!) y el encarrujado y atirabuzonado picapleitos Maître Hyde, acometido del súpito deseo irreflexivo de ser un santo pagano… ¡como Arrabal! Maître Hyde, al igual que el atribulado personaje de Stevenson, sufre ataques de parafrenia, crisis de misticismo paracrónicas, “delirios místicos que trastornaron o iluminaron a ciertos contemplativos como a San Juan de la Cruz o a Baruch Ashlag” (cf. Arrabal, El impromptu tórrido del Kremlin, pág. 77: “Dicen que la parafrenia es el delirio esquizofrénico de los místicos, como el que sufrió santa Teresa… Es una psicosis delirante crónica de base religiosa y alucinatoria”; en Dalí versus Picasso, pág. 28, se menciona igualmente la parafrenia, el delirio esquizofrénico de los místicos, “como el que sufrió William Blake”). También se puede considerar parafrénico el delirio de Virginia, según Maître Hyde (Clotildesco: “Después de los callejones del obscurantismo atravesamos los senderos de las mistificaciones luminosas”). Por fin, el causídico, en su “condición de místico laico del dios Pan”, los casa a todos “sin más constreñimiento ni embarazo”… ¡gracias a la aplicacion “Happy end” de su IPhone!, mientras suena por los altavoces el Tutti-frutti de Little Richard y todos bailan un aleluya rock.

FERNANDO ARRABAL. El extravagante triunfo de Miguel de Cerbantes y William ShakespeareDOS. Estupromanía galopante (ídem de ídem) en la ultimísima comedia de Arrabal (El extravagante triunfo de Miguel de Cerbantes y William Shakespeare, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016). Salón de reuniones del Stortinget noruego presidido por El grito de Edvard Munch. Cinco jurados übersexuales (una filósofa, un abogado, un ingeniero informático, una matemática dispuesta a demostrar la existencia del Dios de Menéndez Pelayo en cinco axiomas, tres definiciones, cuatro teoremas, ¿¡siete postulados y veinte corolarios!?; y una “peatona” poética) están a punto de conceder el Premio Nobel de la Paz ex aequo a Miguel de Cerbantes (sic) y a William Shakespeare, por su contribución “a la fraternidad de las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes, y la celebración y promoción de procesos de paz” (según el testamento ológrafo de Alfred Nobel). Vibrante y desconocido viceNobel del pobre, “de pedrea con corpiño”, pues lo único que interesa al mundinovi es “El triunfo extravagante” de nobody. El ingeniero Ole Georg, un “piraña de bidet” (¿¡por qué no dijo “un donjuán de burundanga”!?) ha violado a sus tres compañeras cojuradas (Katherine Knudsen –filósofa positivista legalista–, Pernille Brundtland –frenética y escollada hacia las matemáticas incoinquinadas–, y Tove Lili Sørland –safista, anandrina, invertida y pingüina por demás…) tras administrarles una potente droga narcotizante, un vigoroso barbitúrico: ¡la metacualona Qaaludes! Póllux Hernúñez, en el epílogo de la obra (págs. 73 ss.), caracteriza al informático Georg como un machista irredento, un “posdonjuán militante y triunfante”. Será lo primero, pero no lo segundo, pues este donjuán de pacotilla y rancho no es 1º) un seductor y burlador (el donjuán tirsiano al casin, al café, sul letto e sul bidé…); 2º) un donjuán seductor pero no burlador; 3) un donjuán a secas: ni burlador ni seductor; 4) un burlador no donjuán y seductor; y 5) un seductor no donjuán (según los Psychologische Typen de Tresguerres). El informático Ole Georg es simplemente un agresor sexual –llamemos a las cosas por su nombre–, delito tipificado en el Título VIII del Libro II del Código Penal (Artículo 179: Cuando la agresión sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal –PERNILLE.– Me metiste tu cacho de rabo tieso [¿por qué no dijo «encambronado»?”] por el trasero– o bucal –PERNILLE.– Aprovechándote de la droga abriste, bestialmente, mi boca… No fueron tus labios “apasionados”, sino tus dedazos mugrientos los que hicieron estallar la comisura de mis labios. “Para expectorarme”. Sí. Me escupiste en la garganta. Como si yo fuera una escupidera–, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado como reo de violación con la pena de prisión de seis a 12 años). C’est tout.

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