N.º 8 Mejor pensarlo dos veces. Ensayo
Federico García Lorca
en Buenos Aires
José Luis Plaza Chillón
Universidad de Granada
Grupo de investigación: UNES-HUM-895:
“Universidad, Escuela y Sociedad”
Pedro LARREA RUBIO
Federico García Lorca en Buenos Aires.
Sevilla, Renacimiento, 2015. Col. Los Cuatro Vientos, nº 92.
332 pp. 20 €.
ISBN 13: 978-84-16246-73-1.
La historiografía en torno a la vida y la obra de Federico García Lorca ha ido generando tal cantidad de literatura crítica que se ha convertido en un fenómeno verdaderamente inabarcable. Cada nueva publicación salida a la luz dice arrojar datos inéditos sobre sus avatares biográficos, centrados especialmente en su fatídica muerte, obviando, sin embargo, aquellos elementos vitales que realmente puedan ayudar a comprender su inacabada obra y su poliédrica personalidad. El caso del libro de Pedro Larrea podría llevarnos a la confusión, tal vez, por su inequívoco título, Federico García Lorca en Buenos Aires; y pensar, a primera vista, que lo que nos pueda decir el autor, ya lo sabemos, porque lo hemos leído en los distintos estudios que los biógrafos han realizado del poeta granadino de su estancia en tierras sudamericanas (Gibson, Martínez Cuitiño, Pedro Villarejo, Pablo Medina, Reina Roffé, etc.); pero este no es el caso.
El novedoso planteamiento de esta notable contribución se basa en el análisis reflexivo de lo que supusieron los seis meses de estancia del poeta andaluz en Buenos Aires, como hecho esencial para la consolidación definitiva de su personalidad literaria y profesional. Y para ello se sumerge en un examen minucioso del día a día del escritor, basado en la consulta de fuentes inéditas, principalmente de la prensa bonaerense, que le ha permitido rellenar aquellos huecos que dejaron vacíos anteriores especialistas o, simplemente, prestaron poca atención. El libro se articula en cinco capítulos de contenido bastante dispar, que van desde la recepción que el dramaturgo tuvo en los periódicos de la ciudad, a las páginas dedicadas por distintos autores a los momentos más inmediatos de su muerte; pasando por el recorrido que hace de la cartelera teatral de aquellos años en la capital porteña, y centrándose, sobre todo, en la observación de las distintas puestas en escena del teatro de Lorca, y las acertadas semblanzas de todas aquellas figuras artísticas, intelectuales o simplemente amistosas que compartieron vivencias directas con el dramaturgo español.
Basado en el seguimiento de una serie de fuentes hasta ahora desconocidas sobre las andanzas de Federico en Buenos Aires, el primer capítulo da cuenta de la imagen divulgada del poeta en distintos diarios de la ciudad; desde su pericia como escritor novedoso, a la percepción de su figura poética como la esencia más profunda de lo que significaba ser un “español puro” dotado de “duende”. Las reseñas periodísticas están preparando el camino de lo que supondrá el glorioso reestreno de Bodas de sangre, y así será constatado por el propio autor a través de las múltiples intervenciones en el teatro, su presencia en la radio, en la prensa, amén de las distintas conferencias que imparte por doquier. Todo ayuda a su proyección mediática, que resulta realmente apabullante. Persiste la idea en los textos recogidos por Pedro Larrea, de la identificación de Lorca con la sustancia más honda de su tierra, apreciable a través de su teatro, pero también de su poesía, en obras como Romancero gitano. Todo ello irá redundando en la idea de que el poeta se erige en un valor fundamental de la “nueva España”, un país moderno y democrático que se manifiesta en la revolucionaria obra literaria del escritor.
Resulta muy atrayente el panorama histórico del teatro argentino que nos ofrece el autor en el segundo capítulo; a través del cual da a conocer las distintas vertientes del arte dramático porteño desde los últimos años del siglo XIX hasta el momento de regreso del granadino a su país. Así podemos constatar algunas de las obras de mayor relevancia que se estrenaron durante la estancia de Federico en Buenos Aires, además de comprobar las arriesgadas relaciones de afinidad temática y poética que el autor establece entre los dramas del andaluz y el teatro argentino de aquellos años. En la primera parte, se ofrece un panorama del teatro porteño partiendo del estreno de Juan de Moreira en 1886, considerada por la crítica como la primera obra moderna del teatro argentino; en la segunda parte, abunda sobre la escena porteña contemporánea durante los meses de estadía de Lorca en la capital argentina. Así descubrimos la variada oferta de espectáculos de todos los géneros que se ofrecían en la ciudad, insistiendo especialmente en la puesta en escena de autores europeos y norteamericanos tan significativos como O’Neill, Shaw, Oscar Wilde o Pirandello, entre otros.
En la tercera parte profundiza en las obras a las que posiblemente asistió García Lorca como espectador y su probable influencia. Una de ellas, El mal de la juventud, del autor expresionista alemán Ferdinand Brückner, es conectada con Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba, en algunos aspectos, como la fuerza de sus personajes, el tratamiento de la sexualidad, el modelo de la mujer independiente y libre. También Luigi Pirandello a través de El gorro de cascabeles es relacionado con la farsa La zapatera prodigiosa por su estructura bipartita, y sobre todo en la identificación de los personajes femeninos como individuos libres de decisión que chocan con las normas establecidas y la tradición patriarcal. El autor sospecha que también pudo asistir al estreno de La cruz de los caminos de Justino Zavala Muniz, ya que ambos se conocieron personalmente en un recital poético que el español ofreció entre un grupo de amigos ante el éxito de Bodas de sangre; en esta ocasión el vínculo de unión entrambos autores lo establece en el ámbito del mundo rural, si bien el lenguaje utilizado por el uruguayo no alcanza las cotas metafóricas del andaluz. El teatro soy yo, de César Tiempo (nacido como Israel Zeitlin en Ucrania en 1906), es otra de las obras a las que con toda probabilidad acudió la noche del estreno García Lorca, esta vez de la mano del cantante Carlos Gardel, si bien poco tiene que ver con el particular mundo del granadino.
Los motivos del sonoro éxito que el teatro de Lorca tuvo en la capital argentina, es relatado en el capítulo tercero. Destaca sobre todo Bodas de sangre, que llegó a tener más de 100 representaciones, y que se percibía como el ejemplo máximo del nuevo teatro español. Además de suponer un aldabonazo definitivo en la carrera de la actriz Lola Membrives, que tuvo el especial empeño en traer a Federico a Buenos Aires con la principal intención de que concluyera el drama Yerma, para hacerse partícipe de su estreno absoluto. Algo que, como es sabido, no sucedió. La gran cantidad de generosas reseñas críticas que son recogidas en el libro insisten en la percepción que el público argentino tuvo de la obra, abundando en los nexos que podrían unir a españoles y argentinos a través de la sugerencia de las imágenes que desprendía el drama lorquiano; así se aunaban las tradiciones realistas y gauchescas con el complejo agrario del drama andaluz. El autor basa gran parte de su reflexión en el análisis de la obra Nuevos temas del teatro argentino. La influencia europea, de Ángela Blanco Amores de Pagella (1965), concluyendo que todo lo aportado por la ensayista argentina explicaría parte del éxito de Bodas de sangre en la escena porteña: desde los elementos afines con el teatro argentino rastreados en la obra del autor de Fuente Vaqueros, hasta certificar la calidad del producto original del drama lorquiano que contenía los aspectos más significativos de la escena de su tiempo. Con La zapatera prodigiosa sucedería prácticamente lo mismo en cuanto al desprendimiento de la crítica hacia Bodas, si bien aquí destacan, sobre todo, el buen hacer de la actriz Lola Membrives para el triunfo de la pieza; haciendo especial hincapié en el buen entendimiento entre la actriz y el dramaturgo para llegar a buen puerto. No obstante, es señalado el factor de proximidad entre la farsa lorquiana con el sainete criollo y burlesco que había venido representándose con fortuna en la escena bonaerense desde principios del siglo XX. Mariana Pineda generó una expectación sin precedentes antes de su estreno, a través de los numerosos artículos de prensa dedicados sobre distintos aspectos de la obra, sobre todo, los que los conectaban con la historia y su asociación política con la II República; sin embargo, no llegó a alcanzar la unanimidad crítica que obtuvo con las dos anteriores, a pesar de la gran campaña de publicidad previa, aduciendo razones de madurez artística al tratarse de una obra de juventud, o a otras cuestiones externas a la composición de la obra.
Es sabido de la gran facilidad para hacer amigos por parte de García Lorca, debido en gran parte a su arrolladora y extrovertida personalidad. En el cuarto capítulo hay una selección de aquellas figuras que constituyeron parte esencial y cercana de la estancia del granadino en la capital argentina. Resultan interesantes los distintos testimonios directos de muchos de sus protagonistas, alguno de ellos poco publicitados, y que constituyen un elemento ideal para un conocimiento más preciso de la biografía del granadino. Aparecen en esta lista, entre otros, Lola Membrives, de la que se nos ofrecen una serie de datos sugestivos, como el afán casi eminentemente comercial de su carácter, o la sorprendente noticia sobre las funciones que realizó en plena guerra civil (1937) en beneficio de Falange Española en Buenos Aires, traicionando de esta manera la memoria del autor que tantos éxitos le profesó. El fructífero encuentro con el poeta chileno Pablo Neruda, y el discurso al alimón que ofrecieron ambos en el PEN club de Buenos Aires sobre Rubén Darío queda plasmado en las páginas del libro; pasa muy por encima sobre la colaboración plástico-poética que hubo entrambos a través de esa rareza bibliográfica, de la que solo existe un ejemplar, titulada Paloma por dentro, o sea, la mano de vidrio. Otros protagonistas estudiados son la editora y poetisa Victoria Ocampo –y el incompresible silenciamiento posterior del poeta en sus memorias, como sucedió también con Nora Lange y Oliverio Girondo, tal vez por la influencia negativa de Jorge Luis Borges–; los periodistas José González Caballero, Pablo Suero –el gran mentor de Federico en Buenos Aires–; el escritor César Tiempo y su extraordinaria aportación al conocimiento de la vida del granadino, a través de su libro, Mano de obra. Nombres como Pablo Rojas Paz, Sara Tornú, Raúl González Tuñón, Edmundo Guibourg, Eva Franco o Conrado Nalé vierten detalles aparentemente poco significativos, pero que ayudan a comprender mejor aquellos intensos días vividos en Sudamérica. Cierra la lista Ricardo Molinari, quizás el más relevante de los poetas con quien pudo compartir más de un momento, además de colaborar como dibujante en sus libros Una Rosa para Stefan George y El tabernáculo. En este sentido, echamos en falta al poeta mexicano Salvador Novo, al que conoció también en dicha ciudad, y con el colaboró ilustrándole el hermoso poemario Seamen Rhymes.
El último capítulo ofrece un análisis de algunos textos de escritores argentinos o aledaños posteriores a la muerte del poeta, aunque no van más allá de 1939; los hay desde escritos por amigos o conocidos de García Lorca (Rojas Paz, Guibourg, González Tuñón, Ricardo Molinari, etc.) y por poetas o autores que no conoció (José María Palmeiro, Alfonso Sola Gonzáles, Joaquín Gómez Bas, etc.). Recoge, desde noticias periodísticas, a textos en prosa in memoriam, panegíricos, evocaciones, libros colectivos, dedicatorias, tributos o poemas. Casi todos reinciden en presentar una imagen muy precisa de Federico, que se relaciona con sus ideales políticos, cuyo acercamiento (José Gabriel, González Bayón…) o distanciamiento (José E. Assaf) ideológico define las posiciones doctrinales de los distintos escritores. Con todo ello, Buenos Aires supuso el primer paso para la posterior mitificación de la figura de Federico como un símbolo mártir de la guerra civil española.