N.º 8 Jugando al teatro. Teatro para niños y jóvenes

sumario

3-1-misterios-cosmicaEl hilo del tiempo, de la infancia a la adolescencia

Irene González Lara
Licenciada en Filosofía (UAM)

Paula CARBALLEIRA / Gabriela ROMÁN
Misterios / Cósmica.
Madrid, ASSITEJ España, 2015.
(Obras finalistas del Premio ASSITEJ-España de Teatro
para la Infancia y la Juventud 2014).

La asociación cultural ASSITEJ-España, miembro fundador de la organización internacional ASSITEJ (Association Internacionale du Théâtre pour l’Enfance et la Jeuneusse), dedicada desde hace ya más de medio siglo a promover el desarrollo del teatro para la infancia y la juventud, publicó en 2014 dos obras inéditas en su colección de teatro con el deseo de fomentar esa red que une a teatros, organizaciones e individuos participantes de un mismo sueño.

Las autoras Paula Carballeira y Gabriela Román, gallega y mexicana respectivamente, participaron en el concurso bienal que ASSITEJ-España convoca para estimular la escritura de obras en español. Aunque ese año la obra premiada fue Bajo el cielo de Gaza de Luis Matilla, el jurado no pasó por alto la posibilidad de publicar también en su editorial estas dos bellas obras que aquí nos ocupan.

Bajo una misma tapa, en la que destaca sobre el fondo estrellado del Universo una figura ovalada con la textura de una cáscara de huevo, se compilan Misterios, de Paula Carballeira, y Cósmica, de Gabriela Román. Y es que, aunque sean dos obras muy diferentes tanto en contenido como en forma, la imagen armónica que se desprende de la portada sugiere que estas obras debían de publicarse juntas.

Como no me parece justo revelar muchos detalles de la trama de ninguna de las obras, he decidido hablar de ellas apoyándome en los manuscritos de filosofía y educación de María Zambrano [1] a modo de piedra de toque, en concreto aquellos episodios que ofrecen una reflexión poético-filosófica de la infancia y de la adolescencia, edades a las que remiten Misterios y Cósmica respectivamente. Posiblemente, la honestidad de estas piezas teatrales se deba al respeto que plasman ambas autoras por la singularidad y autonomía de cada una de estas edades, haciéndose cargo de su propia urgencia, extrayendo su esencia última. Cada una de estas edades [2] tiene sus características, su conflicto específico, su ley. Una ley un tanto inasible, que en verdad sólo después de haber pasado por ella, bajo ella, se descubre.

Mara es la protagonista de Misterios, ella representa la más fresca infancia, depositaria de la esperanza en el porvenir de la humanidad, y el más jugoso de todos los enigmas, lugar de la revelación de todos los instintos. Ella misma es generadora de misterios, de grandes preguntas con difícil respuesta. La obra transcurre en esa primera etapa de presentación del ser humano, en la que el individuo se descubre en el asombro de haber nacido, de estar vivo y de ser alguien irreductiblemente distinto a los demás, único. Desde este paradigma, desde este sentir originario o desde esta situación egocentrista radical propia de la infancia, Mara descubre el mundo hacia un inacabable nacimiento con ayuda de sus padres y de otros personajes propios del surrealismo. Su exploración se rige por una lógica aplastante propia de la infancia, en la que al niño se le revela su individualidad en su incipiente conciencia; por una dialéctica atravesada de un escepticismo tan puro como urgente y que a los adultos nos resulta tan irreprochable y divertida como insolente. La tensión de la obra radica de este encuentro entre la autonomía y la dependencia, en el que la niña se siente ser alguien encerrada en sí misma y al mismo tiempo se ve dentro de una envoltura: todo le llega desde el reino de los mayores. Gracias a la autora Paula Carballeira asistimos, en Misterios, al descubrimiento de la protagonista de parte del mundo y a su debate entre el deseo y su satisfacción para lo que depende del entorno, entre su autonomía y aquello que no logra comprender, entre su tendencia individualizadora y lo irrazonable que casi siempre la rebasa.

En Cósmica no hay acotaciones. Hay tres personajes definidos y un número indeterminado de voces intercambiables. Como en la adolescencia, el tiempo que se aparece en esta obra está repleto. Si el tiempo en la infancia aparece dilatado, en la adolescencia se comprime hasta el punto de estallar. Dice María Zambrano que la adolescencia, en la que se vierte la niñez consumada, se declara paradójicamente con el silencio, un silencio denso, impenetrable e invencible, hasta agresivo. Cósmica representa una tensión característica de esta edad en la que el adolescente descubre el mundo desde la revelación de sí mismo en la alteridad. La relación se articula mucho más compleja que en el mundo del infante. Si el niño goza de la certidumbre propia de la incipiente conciencia de sí mismo, el joven adolece de la inseguridad derivada de vivir prácticamente en una tensión constante. El adolescente hace su aparición en una escena donde al mismo tiempo ansía darse a ver, en la que se sabe esperado y de la que se siente huésped pasajero. Tensión derivada también de que el mundo de los adultos se le aparezca firme y efímero a la vez, esperando a que algo se derrumbe en el mismo para poder penetrar en él. El hermetismo, el silencio colmado que casi lo domina, se debe a esa falta de espacio que el adolescente padece por un nuevo modo de estar en el tiempo. Su inestabilidad se debe a esa incapacidad para apropiarse del tiempo, a esa insuficiencia para sostener el mundo que lo apabulla y su propia inmensidad íntima, colmada de sentimientos, de pensamientos, ahogada por la palabra. Gabriela Román nos crea en Cósmica un escenario representativo de una tensión que sintetiza lo anteriormente expuesto: el adolescente debatiéndose entre los polos de la intimidad y la promiscuidad –entendida ésta última sobre todo en su sentido original de alguien o algo proclive a mezclarse, a confundirse con y en lo otro–, cuya distancia entre lo público y lo privado llega a dinamitarse con el uso o abuso de las nuevas tecnologías. Cósmica nos cuenta una historia de amor y de violencia, de la crueldad derivada de la miopía que se da en una megalópolis como la Gran Red, en la que el individuo carece de visión panorámica y pierde la perspectiva de sus acciones y en la que la ligereza de sus decisiones no asume la gravedad de sus consecuencias.

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)

  1. Véase “Las siete edades de la vida humana”, “La Infancia. El nacimiento y hilo conductor” y “La adolescencia” en Filosofía y educación. Manuscritos (páginas 155 y ss.) Ed. de A. Casado y J. Sánchez-Gey. (Málaga, Ágora, 2007).↵ Volver al texto
  2. Siete, dice que son María Zambrano.↵ Volver al texto

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