N.º 8 De aquí y de ahora. Teatro Español contemporáneo

sumario

Lourdes ORTIZ, Aquiles y PentesileaAmor que matan

Silvia Gutiérrez Martín
IES Profesor Julio Pérez (Rivas Vaciamadrid)

Lourdes ORTIZ,
Aquiles y Pentesilea.
Madrid, Centro Dramático Nacional.
Colección Autores en el Centro, 2016.
88 pp. 10 €.
ISBN: 978-84-9041-198-8.

Sí, sí, “Amor que matan”; no existe ningún error tipográfico en el epígrafe que encabeza esta reseña, ni en el “amor”, expreso en la unicidad del más noble y bello sentimiento, ni en la pluralización que actúa sobre el verbo “matar”, semánticamente tan inverso al amor. No, el título no atenta contra ninguna ley de concordancia gramatical, pero sí contrae una gran deuda con el maestro Fernando Doménech Rico, autor del espléndido prólogo a nuestra obra, un preámbulo que recibe el nombre de “Amores que matan”, de significado completamente “dilógico”, es decir, doble a un tiempo: amores que algo o alguien externo a ellos acaba por abortar (sentido por el que aboga la cabecera de este análisis) y aquellos amores “matadores”, hostiles, muy ad hoc para unos personajes como Aquiles y Pentesilea, tan literalmente beligerantes por su condición de guerreros.

En efecto, el hijo de Tetis y la reina de las combativas Amazonas se incluyen en la larga nómina de contendientes de las grandes epopeyas de la Antigüedad clásica; si bien, tan solo existe constancia de un único encuentro entre ambos personajes en su verdadero tiempo épico-mítico. Y este se produce durante la Guerra de Troya: las Amazonas acuden en ayuda de Príamo, rey de los troyanos, y batallan en contra de los aqueos, capitaneados por Aquiles. En una lucha cuerpo a cuerpo, finalmente Aquiles envía al Hades a Pentesilea, atravesando con su lanza el cuello o el pecho que aún le resta a la reina amazona, momento inmortalizado en las famosas vasijas de cerámica de figuras rojas y figuras negras. Y la leyenda sigue contando que el de los pies ligeros, tras despojar a su adversaria de sus armas, ve por primera vez el bello rostro de Pentesilea y queda fascinado de tal forma que el bufón del bando griego, Tersites, repara en ello y se burla del repentino “enamoramiento” de Aquiles, quien, molesto por el comentario, mata al indiscreto Tersites de un puñetazo.

Esta historia más que breve de amor que muere antes de nacer sirve de punto de partida para que la literatura posterior dé una oportunidad a ambos contrincantes como amantes en potencia. La primera obra en hacerlo realidad en su ficción es la tragedia Pentesilea, escrita en pleno Romanticismo por Heinrich von Kleist. En esta pieza teatral de amor violentamente pasional, es Pentesilea, como una mantis religiosa, quien da muerte a Aquiles en pleno acto de truculento amor metafóricamente bélico, y así priva al famoso talón de Aquiles de ser mortalmente atravesado por la flecha troyana de Paris.

Casi dos siglos después de von Kleist, Lourdes Ortiz arma de nuevo la historia para crear una hermosísima pieza teatral, que incluye en su título a ambos protagonistas, Aquiles y Pentesilea, con una trama que, aun siendo totalmente novedosa, resulta mucho más fiel al mito clásico que la del autor romántico alemán. En la obra de Ortiz, se parte de un flechazo, pero amoroso, entre uno y otra, un amor mutuo que supone el arranque para que Pentesilea y Aquiles, por orden de aparición escénica, comiencen a reflexionar sobre una forma de vida, la suya respectiva, que es más forma de muerte, simiente de guerra y de odio entre los pueblos, alejados de la posibilidad de vivir en la alegría del entendimiento, de la tolerancia, del respeto, en definitiva, del amor verdadero que construye paz, optimismo, felicidad y unión entre las personas. Al plantearse ahora las costumbres de las Amazonas, Pentesilea profiere un lamento profundamente conmovedor mientras palpa el hueco de su seno amputado de amazona y extraña la fertilidad de su vientre ya castrado, después que pariera hasta tres veces bebés varones sin posibilidad de supervivencia entre las Amazonas por no haber nacido niñas. Por su parte, Aquiles también acaba cuestionando las guerras para concluir que los enfrentamientos son completamente inútiles y absurdos.

Por lo tanto, los dos enamorados coinciden en que es posible (y plausible, claro) una regeneración del comportamiento humano, si se entona un adiós a las armas para vivir en amor y armonía. Sellan este acuerdo vital con su propio casamiento, que trae consigo la renuncia a todo tipo de hostilidades en litigio. De esta forma, el amor transforma la naturaleza marcial del impulsivo Aquiles y la belicosa Pentesilea, pero ¿accederán a sus pacíficos propósitos ciertas fuerzas aún en liza dentro de sus respectivos pueblos? Los poderes fácticos, representados por un pérfido Ulises, urdidor de dolos destructores, y por una más que intransigente Gran Sacerdotisa, pugnarán por la continuidad del odio y la tradición del enfrentamiento, concordando seguir en desacuerdo. ¡Triste paradoja!

Con esta obra, Lourdes Ortiz rinde un emotivo homenaje al teatro griego de raigambre mitológica, ya que los héroes protagonistas consiguen sublimarse por la valentía de sus acciones. Pero, además, nuestra autora (que escribió esta pieza ya hace un tiempo, en los años noventa, sin que la obra haya perdido ni un ápice de vigencia) establece un nuevo concepto de tragedia, la contemporánea, que adquiere una dimensión diferente: el destino ya no se define como desconocido, necesario e inmutable, sino como uno difícil de evitar, pero no imposible, por mucho que de forma malintencionada se traicionen las libertades del ser humano en pos de los viles intereses de unos pocos.

Para terminar, conviene destacar que el cuidado lirismo de su lenguaje, así como la sensible y acertada elección del motivo mítico para traducir en forma de tragedia contemporánea los problemas de la sociedad actual, convierten a Lourdes Ortiz y su obra en un fatum justo y necesario del panorama teatral español, para que el “amor que matan” acabe por sobrevivir.

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