N.º 5 De aquí y de ahora.Teatro Español Contemporáneo

sumario

Reloj, no marques la hora…

(Nihil bonum sÓtano).

Silvia Gutiérrez Martín
IES Profesor Julio Pérez (Rivas Vaciamadrid)

Pablo IGLESIAS SIMÓN
Justo en medio del paralelo 38
Madrid, Ediciones Antígona (col. «Teatro», núm. 29), 2014.
160 pp. 12 €. ISBN: 978-84-15906-15-5.

Parirse poco a poco.
Morir y estar completo.
Vivirse sin remedio.

Domingo Acosta Felipe1.

No, no marques la hora aún. Y no es que yo “vaya a enloquecer”, como canta el bolero dedicado a ti, reloj; pero ahora no es tiempo de que salgas al escenario que se monta en cada lectura de Justo en medio del paralelo 38, con tu papel vertebrador de esta espléndida obra, sino el momento para que transformes el presente vivo y (f)actual de dicha pieza dramática en uno también activo y vigente, pero de faceta intemporal, el presente del que todo hecho analítico e interpretativo se nutre. Dicho de otro modo: leamos juntos Justo en medio del paralelo 38 con ojos reseñadores o, mejor dicho, resoñadores, para volver a soñar su magia literaria una vez conocido el truco, lo cual no le resta su hechizo, sino que lo acrecienta.

Porque la magia, a la que se rinde un homenaje a modo de cuento consustancial a la forma y al fondo de la pieza, está servida, junto a un inquietante misterio, desde el minuto cero del drama: un sótano con caldera, en la que se incinera un cadáver, un hombre que no para de fumar, un revólver. Otro individuo desde fuera pregunta si hay alguien intrasótano y acaba por entrar… Et voilà le drame! Contamos (con) dos hombres, de denominación tornadiza según avanza una trama confeccionada a mayor gloria escénica de un lector que ya se representa como espectador teatral. Y ambos se inquieren con recíproco recelo su respectiva identidad: el uno, atónito por la presencia del otro en el lugar; el recién llegado, porque, según afirma, el primero lo ha citado por teléfono, para que acuda allí con unos objetos. Un inexplicable (des)encuentro, en una suerte de juego cerrado con llave y candado, muy lejos de su origen lúdico-infantil, ya que el sótano queda sellado, sin posibilidad de salida ni de contacto con el exterior…

Un sótano que, vital en esta obra como tú, reloj, soporta, cual Atlas, una pesada carga en forma de vivienda, donde un suceso espeluznante del pasado se le enraizó irremediablemente hacia dentro y aún sigue germinando. Pues precisamente en su raíz y de raíz se mutiló una identidad, cuya vida quedó condenada a cargar con los prefijos de la negación: de la in a la anti-existencia, redimida, en parte, por la literatura siempre salvadora gracias a la posibilidad de reinvención que nos brinda.

Y como testigo de (des)cargo, tú, reloj, desgranándote minuto a minuto hasta completar la hora singularizada del bolero. Pues aquí se trata únicamente de una hora exacta tuya, coincidente, además, con la del cambio al horario invernal, la hora mágica que compone el latido turbadoramente vivaz de esta fascinante pieza literaria. Tu omnipresencia en escena, marcando todos y cada uno de los sesenta minutos, se justifica, aun a costa de un teórico ataque al principio textual de selección, para crear una atmósfera desasosegante y claustrofóbica, que reproduce la alternancia acompasada de un interrogatorio acusador, en una cuenta adelante que el lector, completamente atrapado, sigue ávido hasta que estalla esa bomba de relojería, en que se traduce la asombrosa resolución del misterio.

Sólo un diestro prestidigitador de la dramaturgia como Pablo Iglesias Simón podía ponerte en hora, reloj, para montar una pieza tan sugestiva e intrigante con la precisión y la minuciosidad del que es capaz de resolver el oxímoron de la cuadratura del círculo o, mejor dicho, la circularidad del paralelo, no solo por haber creado una obra redonda, como tu esfera, reloj, sino por armarla, con los polvos mágicos del principio de autoconsistencia2, en un bucle acorde con la condición ineluctable de la historia. Porque lo que haces palpitar, reloj, constituye una tragedia de temática desgraciadamente actual (los niños robados), pero de impecable corte clásico; una tragedia con sus pasiones y miserias humanas, que define el concepto de culpa en dos vertientes contrapuestas: la autodestructiva, normalmente poco ecuánime y muy fomentada en las sociedades como forma de dominio sobre el otro castrado, y una probada incluso por la ley, la culpa cuyo miedo y rechazo a asumirse se proyecta fuera del yo hacia la negación del otro. Una tragedia, que, además, consta de su propio descensus ad inferos (descenso al infierno, con caldera y todo), magistralmente descrito en su movimiento a través de este eterno retorno revivido en pleno siglo XXI. Aunque ya se sabe que en un infierno todo un cielo cabe y se ubica “justo en medio del paralelo 38”, un cielo que divide las dos Coreas, pero donde la naturaleza ha creado un paraíso lejos de la mano del hombre. En dicho edén, como recuerda nostálgico el protagonista (¿o es el antagonista?) precisamente en la mitad de la obra, cuando se produce el cambio de hora, uno puede resguardarse del odio, del miedo, del rencor, del remordimiento… Todos estos sentimientos y otros similares son los que se palpan en el denso ambiente del sótano durante la hora que tú marcas, reloj, un tiempo mítico, al que el virtuoso relojero Iglesias ha sabido dar cuerda, mostrando el íntimo conflicto del drama con una conmovedora sensibilidad, a través de un diálogo que lo sublima.

Así pues, al listado trágico de Edipos y Electras debería añadirse el nombre de Jacobo, pues el Olimpo de progenituras literarias malogradas aún no estaba completo hasta que no se ha escrito esta extraordinaria obra teatral, cuya hora ya puedes marcar, reloj. Aunque tu tictac no ha dejado de sonar en este tiempo sin tiempo de esta reseña, pues no puede parar al ocupar ya esta historia un lugar destacado del universo inmortal de la ficción literaria, siempre viva.

Pero lo que está claro es que tú, reloj, marcas la hora, esa hora que se disfruta Justo en medio del paralelo 38.

 

NOTAS

1 Fragmento de la poesía “Uno nace…”, perteneciente al poemario El sueño de un instante, de Domingo Acosta Felipe.

2 El propio autor de la obra reseñada, Pablo Iglesias Simón, explica en el artículo Ideas y apuntes sobre la escritura dramática a propósito de Justo en medio del paralelo 38

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