N.º 4 Puesta al día. Obras clásicas y recuperadas

sumario

Séneca, cuatro tragedias para recitar

Sagra G. Vázquez

SÉNECA
Hércules loco. Las troyanas. Medea. Fedra.
Trad. Antonio Ramírez de Verger y Miryam Librán Moreno.
Madrid, Alianza Editorial, 2013.
Col. El Libro de Bolsillo, 440 pp. 12,80€.
ISBN: 978-84-206-7466-7.

En esta publicación los profesores Miryam Librán Moreno (Universidad de Extremadura) y Antonio Ramírez de Verger (Universidad de Huelva) nos presentan cuatro tragedias de Séneca, pertenecientes a las llamadas “tragedias euripídeas”, de tema bien conocido y tratado recurrentemente tanto en la literatura clásica como en la posterior tradición dramática en distintas lenguas. La traducción y notas de las tragedias Hércules loco y Las troyanas corren a cargo de Miryam Librán Moreno, y las respectivas de Medea y Fedra, a cargo de Antonio Ramírez de Verger. La introducción, apéndices e índices son obra común de los dos profesores.

En los últimos años la editorial Alianza viene publicando obras de autores clásicos griegos y latinos sobre traducciones directas de los textos originales, como es esta publicación de algunas tragedias de Séneca. En este caso los autores han seguido para elaborar su traducción la edición de J. G. Fitch (Loeb Classical Library, 62, 2002), optando por respetar la forma externa del verso latino aunque la traducción no sea en verso en español. Se sigue principalmente el orden de sucesión del verso latino alterándolo únicamente en las ocasiones en que el orden sintáctico del castellano lo demanda. Es de agradecer que la gran profusión de notas que este tipo de textos requiere se hayan ubicado a continuación de las tragedias, en lugar de al pie de página, lo que facilita enormemente su lectura. Incluyen, asimismo, los autores unos apéndices sobre métrica y cronología y unos índices terminológicos y onomásticos con breves explicaciones que ayudan bastante a comprender muchos aspectos de las tragedias, sobre todo a los lectores poco versados en la mitología y leyendas griegas y latinas.

Nos aproximamos a las tragedias de Séneca de la mano de estos profesores quienes en la introducción general a la publicación nos llevan a través de la vida y obra de Séneca y nos informan sobre la tradición literaria (no sólo dramática) que éste pudo conocer de primera mano para posteriormente escribir sus propias tragedias y aportar su propia versión del mito que se tratara. Quienes no conozcan apenas el teatro grecolatino podrán, mediante la lectura de la introducción, familiarizarse con los rasgos propios del teatro de Séneca: la estructura en cinco actos, los apartes de larga extensión y los monólogos que siguen a la entrada de un personaje como técnica de revelación directa de dicho personaje; la posible salida y reentrada silenciosas del coro durante la escena; la limitación del papel dramático del coro al mero canto de odas corales que sirven para la división de los actos; la disolución de la estructura dramática en favor de un interés por el parlamento individual o el discurso narrativo retórico, que tiene gran impacto dramático pero que se desarrolla de forma autónoma sin relevancia alguna para el progreso de la acción. De todos estos rasgos se aportan ejemplos concretos de las tragedias que sirven de guía al lector poco avezado a la hora de enfrentarse con cada una de las obras.

Seguidamente, la introducción general nos lleva a conocer la recepción e influencia posterior de las tragedias de Séneca en el teatro europeo, así como los avatares de los manuscritos y ediciones de su obra. Cada una de las tragedias va acompañada de su propia introducción específica que, además de la bibliografía, consta de cuatro partes: explicación del mito; fuentes literarias; comentario literario y resumen de la tragedia.

Cuando nos adentramos en la lectura de las tragedias comprobamos que los traductores han optado por incorporar acotaciones explícitas donde el texto antiguo no las contempla en ningún caso; esta incorporación de acotaciones es una práctica muy frecuente en la publicación moderna de textos antiguos con el fin de aclarar al lector sobre las entradas y salidas de los personajes de la acción. Es loable la elección que los autores toman respecto a la ausencia de acotaciones (indicando entrada o salida) referidas al coro. El coro no participa en el diálogo con los personajes ni reacciona ante sus palabras; por ello es difícil saber con certeza si el coro está presente o no en las escenas dialogadas, el texto antiguo no lo indica. El coro, en Séneca, no ejerce la influencia que en la acción dramática realizaba en las tragedias griegas; se ha convertido, por decirlo de algún modo, en un coro más lírico que dramático.

Las cuatro tragedias son, como se ha dicho, euripídeas, pero el tratamiento de cada mito en Séneca adquiere un carácter retórico. El Heracles de Eurípides presenta una causa psicológica externa de su enloquecimiento y el personaje es diametralmente opuesto cuando está cuerdo a cuando está loco; sin embargo, Séneca en su Hércules loco presenta la locura de su héroe como el resultado inevitable de un modo de vida extremo y de un temperamento desequilibrado por la megalomanía. Cuando Hércules está cuerdo es agresivo, ambicioso y megalómano, cuando su mente alcanza el punto más álgido de la megalomanía Hércules cae en la locura que le lleva a sufrir alucinaciones asociadas temáticamente con su vida habitual: sus miedos, conflictos y ambiciones se sobredimensionan.

Las troyanas de Eurípides trata del dolor y la desesperación de las mujeres de los troyanos tras la guerra, Séneca en Las troyanas recoge aspectos y temas de tres tragedias euripídeas: Hécuba, Troyanas y Andrómaca, y de ellas obtiene el tema central de su tragedia: la contemplación de la muerte y los muertos no como objetos de luto o exaltación sino como agentes paradójicos y motores de la acción. A lo largo del drama vemos una doble vertiente del tema, centrada en dos personajes sin voz que sufren las consecuencias de esa guerra: Astianacte (el hijo de Héctor y Andrómaca) y Polixena (la hija menor de Hécuba, reina de Troya). Séneca aprovecha para presentar dos visiones de la muerte. La muerte como libertad, como puerta a una existencia más feliz junto a los héroes ya fallecidos (representada por la muerte de Astianacte) y la muerte como cese de vida y consciencia, como final definitivo de todos los males (representada por Polixena). Los muertos se encuentran a salvo ya sea por el cese definitivo de la consciencia o por haber alcanzado la existencia feliz, pero a las supervivientes troyanas de la guerra les espera el exilio y la pérdida de su identidad como troyanas. La figura que recoge este sufrimiento es el personaje de Hécuba, que termina despojada de hijos, hijas, nietos, marido, ciudad e incuso despojada de la propia muerte que demanda una y otra vez.

Eurípides presenta su Medea como un personaje humano, sin poner en evidencia su carácter mágico, un ser humano que sufre de heridas producidas tanto por una pasión desmedida por un varón, Jasón, como por el amor materno a sus hijos. Séneca sigue muy de cerca en su Medea a Eurípides pero carga las tintas en ese plato frío de venganza que se adivina desde el comienzo de la obra y emplea largas descripciones pormenorizadas de la preparación de los ritos mágicos de la protagonista. En esta obra Séneca se sirve del coro como contrapunto de la postura filosófica del personaje central; así, en las odas centrales del coro sobre el viaje de los argonautas, trata el tema de la violación humana de los límites naturales y refuerza la simbiosis de Medea con las fuerzas de la naturaleza. Medea, como mujer, no puede entender la atracción que ejerce el poder entre los varones, capaces de venderse con tal de obtener el mando y la supremacía política. No acepta el repudio y, en lugar del suicidio, elige como venganza la muerte de su rival y la de sus propios hijos. Una mujer despechada es capaz de todo, incluso de actuar en contra de las propias leyes de la naturaleza.

En Fedra Séneca recoge ecos de la obra euripídea Hipólito en lo que hace referencia al delirio de Fedra y al carácter misógino del personaje Hipólito, pero el tratamiento del loco amor de la protagonista responde en la obra al cumplimiento de un destino marcado de antemano por las divinidades. Fedra sufre la maldición de Venus, como todos los descendientes del brillante Sol que fue el descubridor de sus amores con Marte. La historia que Séneca presenta de Fedra e Hipólito no es un drama sobre un amor prohibido (como posteriores versiones del tema recogen), sino la exposición del juego de los dioses, quienes tratan a los humanos como a sus propios juguetes. Fedra ama profundamente y por ello se muestra dispuesta a todo, incluso a cambiar de vida con tal de poder estar junto a Hipólito. Pero a Hipólito no le conmueve el amor de Fedra, él odia a las mujeres; por tanto, merece que los dioses le determinen un castigo cruel. Fedra ante un amor imposible opta por el suicidio, mientras que Hipólito, por haberse negado a amar, es castigado por los dioses y muere destrozado por sus caballos desbocados.

No se sabe, porque no existe información alguna antigua que lo refrende, si las tragedias de Séneca se llegaron a representar; sí se sabe que en tiempos de Séneca rara vez se representaban tragedias (se preferían las comedias); también se conoce que no eran, en cambio, infrecuentes las lecturas, en círculos privados o públicos, de obras poéticas, entre ellas de tragedias. No se puede presuponer que las de Séneca no sean representables, Séneca escribió tragedias, y las escribió como tragedias pero eso no indica insoslayablemente que fueran representadas en su tiempo. La publicación de las tragedias que en este libro se encuentran bajo la forma concreta en que se hallan nos lleva a pensar, más que en una posible representación, en una lectura seguida y en voz alta ante un público erudito, al modo en que se conoce que se hacía en tiempos de Séneca.

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