N.º 3 Jugando al teatro. Teatro para niños y jóvenes

sumario

Juan MAYORGA. El elefante ha ocupado la catedralPuro teatro, genuino Mayorga para niños

Lola Lara
Especialista en teatro para la infancia
y Presidenta de ASSITEJ-España

Juan MAYORGA,
El elefante ha ocupado la catedral.
Madrid, Veintisiete Letras, 2012.
Ilustraciones: Daniel Montero Galán.
Canciones: Pedro Sarmiento.
Incluye biografías del autor y del ilustrador. 48 pp. 14,38 €.
ISBN: 978-84-92720-21-7.

SINOPSIS. Las fuerzas vivas de la ciudad se enfrentan al hecho insólito de cómo sacar a un elefante que no puede salir de la catedral a la que entró por su propio pie. Por qué se hinchó el elefante estando dentro, qué y quienes hay en el interior de la catedral-elefante, cómo resolver el conflicto antes de que lleguen ‘los noruegos’, son preguntas que el texto desgrana a través de las cinco escenas y otras tantas canciones.

 

Mi primera impresión tras leer El elefante ha ocupado la catedral es poco ilustrada, pero no menos importante: estamos ante una obra auténtica, que refleja el mundo de quien la escribe. ¿Y eso es destacable? Rotundamente sí, cuando se habla de teatro para la infancia, porque con frecuencia se acomete esa escritura con el acento tan puesto en el para (teatro para niños), que ensombrece el desde, el impulso creativo de quien la escribe. Con tal actitud, no todos los autores resisten la tentación de dar lecciones a esa audiencia.

Mayorga no solo no cae en ese molesto registro, sino que sale bien parado de la peripecia de dirigirse a un público que no es el suyo y al que, por tanto, desconoce, a pesar de su prolífica producción. Si no me equivoco, es su primera incursión en ese terreno y eso hace más destacable el acierto.

Que Juan Mayorga sabe escribir teatro, no necesita demostración, a estas alturas. Que sepa escribir teatro para niños, sí. Y no se trata de que la escritura teatral no sea la misma o de que se requiera una técnica específica, sino justo lo contrario: hay que escribir para niños con idéntica actitud a la de escribir para adultos. Sabiendo que hay diferentes niveles de interpretación, que no todo el público llega a todos y cada uno de ellos ni llega de la misma forma; que la obra no se acaba con la escritura, sino con la lectura y que habrá tantas obras como lectores. En definitiva, que la escritura para niños también deja lugar a la polisemia, a la libertad lectora, a la hermenéutica…, aunque sean conceptos poco familiares para ese público.

Digo conceptos porque en la práctica, en el pensamiento concreto, nada más cercano a la infancia que re-interpretar. Re-interpretar objetos (la caja de zapatos convertida en camión de bomberos) y re-interpretar imágenes. ¿Quién no ha jugado a ver animales en las formas caprichosas de las nubes?

Que el autor tome como referente ese juego, al comienzo mismo del texto, indica que nos encontramos ante una obra que se acerca con curiosidad y respeto al complejo universo de la infancia. Y que utilice el mismo recurso (interpretar nubes) para ridiculizar el poder (o al poderoso)

CABO.- Pues yo veo un gato.
SARGENTO.- ¡Es un loro! ¡Es una orden!

nos pone en la pista, nada más iniciarse los diálogos, de que el espíritu crítico de Mayorga también está presente en su producción infantil. Y no solo por parodiar al estamento militar, sino por hacer lo propio con la Iglesia, un poder fáctico cuya codicia e interés pone en evidencia en los diálogos.

Estamos ante una escritura genuina, hecha desde el mundo del autor, que intenta conectar con otra sensibilidad, que no es la propia. Mayorga fue niño, pero ya no lo es. Y desde su condición de adulto, se acerca a los niños recordando su propia infancia. En la breve reseña biográfica que cierra la magnífica edición cuenta que, de niño, su animal preferido fue el elefante, y, en concreto, Perico, que habitó la desaparecida Casa de Fieras en los años 60 y 70. No es baladí que un animal que habita en su memoria infantil sea coprotagonista indirecto de la acción. Una acción que se acerca tanto al absurdo

FONTANERO.- Una mariposa dentro de un elefante dentro de una catedral. ¡Esto sí que es un atasco!

como al nonsense, registro más vinculado a los niños

CARDENAL.- ¿No es esa la vidriera de…? ¿El Caimán y San Benito?
MONAGUILLOS.- Frío, frío.
CARDENAL.- ¿San Germán y la Serpiente?
MONAGUILLOS.- Caliente, caliente.

Mayorga bebe del pasado, sus recuerdos infantiles, pero quiere llegar a los niños de hoy. El elefante ha ocupado la catedral está plagado de referencias, de guiños, de imágenes sugeridas, que evidencian el compromiso del autor con la sociedad de aquí y de ahora. El mismo título es indicativo. Podría haber usado otro verbo, como invade, llena, se instala… pero elige ocupa, con la connotación de actualidad –y reinvindicativa– que conlleva. Aunque no se adentra en ese camino, lo vincula sutilmente con el movimiento okupa el que ‘las fuerzas del orden’ lo contemplen como un hecho violento.

SARGENTO.- Un elefante ha ocupado la catedral. Cinco posibles víctimas: el Cardenal, el Sacristán, la Organista y un par de Monaguillos. No se descartan daños materiales.

La aparición en escena de una niña aprendiza de fontanera es una apuesta amable por el no sexismo, aunque también reparta críticas al lenguaje políticamente correcto y, de paso, aproveche para hacer su particular reconocimiento a una generación con mínimas expectativas profesionales.

FONTANERO.- ¡Esta niña es el futuro! ¡La futura! ¡La futura fontanera! Le estoy enseñando el oficio. Es lista, aprende rápido. Un hacha con la llave inglesa. (…).

La obra se edita a final de 2012, cuando la crisis ya había azotado a casi todos los grupos sociales y afectado a casi todas las esferas de acción. Además de la citada referencia a la que ya se conoce como “la generación perdida”, apunta un contexto de amenazas graves al Estado del bienestar. Para muestra, una quimérica jubilación. El personaje de Fontanero se ve obligado a volver al trabajo, a pesar de haber concluido su vida laboral con un nada edificante y sí cómico discurso en el que dijo “estar hasta el casco de cañerías atascadas” y sentenciar: “Desde hoy, (…) que las desatasque Rita”.

La reactualización de referentes de nuestra cultura contemporánea adquiere cuerpo en la obra mediante un recurso que tiñe de principio a fin toda la acción; es imposible no relacionar “los noruegos” de Mayorga con “los americanos” de Berlanga. Si la película Bienvenido Mister Marshall hacía chanza con los planes de desarrollo en la España de los 50, El elefante… evidencia la pobreza (también anímica) de la España del siglo XXI, en plena recesión, que pone su mirada y sus anhelos fuera de nuestras fronteras y cuanto más al norte, mejor. Y si los americanos pasan de largo, y Godot no aparece; de los noruegos se nos dice que llegan al final, apenas para cantar una cancioncilla y sin papel activo.

Juan Mayorga es uno de los autores españoles contemporáneos más representados y su compromiso con el mundo de la escena también asoma en el texto. La fobia al amarillo del personaje Mañas constituye uno de los tantos guiños con que el autor trufa el texto y que están destinados, más que a sus lectores, a los padres y madres de sus lectores. Hay referencias a hechos contemporáneos de relevancia en el curso de la Historia, como la mención del “dinero soviético”, para dejar claro que no tiene curso legal en la actualidad. Hay referencias a noticias que ocupan los periódicos, porque cabe especular que el robo del Códice Calixtino en la catedral de Santiago de Compostela tiene algo que ver con el intento de robo del retablo de la catedral de la obra; al menos, por fecha de publicación puede pensarse que la escritura de la obra coincidió con el interés mediático que despertó el robo del Códice.

En definitiva, Mayorga cuando escribe para niños no deja de ser Mayorga y mantiene su identidad de compromiso con la actualidad, con el teatro, con la ética… y ahora sabemos que también con la infancia, a la que dedica –bienvenida– una luminosa mirada horizontal.

 

COMENTARIO DE LA EDICIÓN. En formato de cuento ilustrado, con pastas duras, el libro comienza en la misma página de créditos con las dedicatorias, para seguir con dos páginas de descripción de personajes mediante dibujos en lugar de palabras, lo que constituye un acierto, puesto que la imagen resulta mucho más descriptiva para los niños. Los trabajos de Daniel Montero Galán interpretan algunas de las acciones del texto con verdadera gracia. La catedral engordada después de que el elefante se haya atascado en ella (parece vista a través de un objetivo fotográfico ojo de pez) o el lío morrocotudo de personajes que huyen por la trompa del elefante que se estrecha (¿el camarote de los Hermanos Marx?) son sencillamente deliciosos y muy divertidos.

El libro se cierra con las partituras de cinco canciones creadas por Pedro Sarmiento, un auténtico conocedor de la música infantil y la pedagogía musical, y las biografías de autor e ilustrador, en las que se recogen hechos que, si bien no son los propios de una biografía al uso, sí pueden suscitar el interés de los niños y niñas que se acerquen al libro.

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