N.º 2 De aquí y de ahora. Teatro Español contemporáneo

sumario

Para no destruir Valencia

María José Ragué Arias
Crítica e investigadora teatral

Lluisa CUNILLÉ y Paco ZARZOSO,
El alma se serena: drama cósmico valenciano
Valencia, Media Vaca, 2012. Il. Marta Pina.
Incluye el texto de Sergi Tarín “Tres cartas de Leonardo Perales, espectador” (pp. 104-115).
115 pp. 14,41€. ISBN: 978-84-936796-9-9.

El alma se serena es una bellísima edición de “Media Vaca”, una editorial que convierte en objetos artísticos los textos teatrales porque, aunque de un importante y significativo texto de Cunillé y Zarzoso se trate, la apariencia del libro es el de una joya diseñada en torno a las ilustraciones agudas, incisivas y pertinentes de Marta Pina, una edición limitada a 2000 ejemplares, joyas de bibliófilo con sentido del humor crítico y directo.

Nada sucede por casualidad y ya no es tiempo de descubrir a Lluïsa Cunillé (Badalona, 1961), la autora que desde 1991 lidera, junto a Belbel –aunque desde perspectivas opuestas–, esa última generación del siglo pasado. Con los años y su abundante obra, en su escritura hemos podido observar diversas vertientes, pero junto a su profunda incredulidad y su ausencia de dogmatismos siempre late ocultamente en su teatro el aliento reivindicativo de la libertad del ser humano y, de modo más o menos evidente, en su obra impera siempre la sutilidad de una ironía que puede convertirse en humor directo y claro como observamos en esta obra. Y no es irrelevante su unión literaria con Paco Zarzoso (Puerto de Sagunto, 1955), uno de los más significativos autores valencianos de esta misma generación, que ha colaborado a menudo con Cunillé en la escritura teatral. Incluso en algunas primeras colaboraciones, el juego de la indiferencia irreconocible parecía divertirles en su juego con el público. Juntos, con Lola López, forman la compañía “Hongaresa de Teatre”.

¿Quién ha escrito qué? Su teatro, aunque juegue con el espectador, aunque juegue a la indiferencia, tiene objetivos determinados. A veces políticos, a veces sociales, otras de personales filosofías  y aquí se trata sin duda de una clara reivindicación política y social, una defensa de la ciudad de Valencia, una crítica a su política que, partiendo del urbanismo, alcanza al conjunto de la vida de sus ciudadanos.

Hay en todo el texto un humor ácido y desmadrado que provoca una risa franca, pero bajo esta aparente comicidad hay en todo momento la ternura de un sentimiento de arraigo a un presente cuya destrucción parece presentirse. Hay un tono de parodia que podría llamarse grotesca de no tener este adjetivo tintes peyorativos, hay la creación de unos personajes del absurdo cuyas vidas y características nos resultan entrañables porque toda frase, toda palabra nos remite a una historia reciente, a unas esperanzas y a unos desengaños de unos personajes enraizados en su ciudad, en su tiempo. Grao tiene a su padre, suponemos que inválido, en el piso de arriba. Malvarrosa  es la pizpireta azafata de una compañía que desaparece, si es que en algún momento existió. Carmen es el personaje más enraizado con la realidad del momento y con una historia reciente que la ha creado. Pero lo que los tres nos cuentan, o más bien lo que sucede, es un instante de reflexión satírica o irónica, de un humor cargado de mala leche; es un tiempo detenido en un piso de un barrio que desaparece, en el que quizá sólo quede un viejo paralítico o quizá nadie. Y todo desaparece para ser desplazado a un agujero insuficiente en que los tres personajes de este piso, donde los tres reflexionan sobre su presente y su futuro inmediato, no van a tener espacio para sobrevivir. La teatralidad está a flor de piel, a pie de lectura, porque todo parece tener la realidad de una palabra que sale del texto para gritar una reivindicación que es a la vez vital y teatral, un canto de  desgarrado amor a la ciudad de Valencia, a su tradición, a su pasado y su presente…

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