N.º 1 Puesta al día. Obras clásicas y recuperadas

sumario

José MARTÍNEZ RUIZ «AZORÍN», Teatro desconocido. Judit e IfachSale a la luz el teatro desconocido de Azorín

Mariángeles Rodríguez Alonso
(Universidad de Murcia)

José MARTÍNEZ RUIZ «AZORÍN»,
Teatro desconocido. Judit e Ifach.
Edición de Antonio Díez Mediavilla y Mariano de Paco.
Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, 211 pp.
ISBN: 978-84-9940-299-4.

 

Supone esta edición el hallazgo y rescate de un rostro parcialmente oculto de la producción dramática de Azorín. Se trata de la publicación de dos textos desconocidos: Judit e Ifach, piezas que completan el perfil más surrealista del autor.

En la carrera investigadora de cualquier estudioso del teatro, supone un hito hallar y ofrecer a la comunidad científica y a la sociedad un nuevo texto dramático. Los editores del presente volumen, Antonio Díez Mediavilla y Mariano de Paco, cuentan con tal logro. Ven la luz con esta edición la versión definitiva de Judit, tragedia moderna de la que ya nos ofrecieron en 1993 una completa edición que incorporaba en apéndices y anexos los fragmentos suprimidos de la versión primitiva, e Ifach, texto inédito y versión primigenia del que años más tarde se convertirá en Farsa docente. Queda, pues, anotado el mérito de semejante avance.

El estudio introductorio que precede a los textos ubica el teatro superrealista de Azorín dentro de su tiempo y define como elementos claves de la poética superrealista del mismo su particular concepción del espacio escénico y la esencialidad del diálogo dramático. Sitúa las piezas teatrales dentro del conjunto de la producción azoriniana señalando proximidades y distancias, aciertos y tanteos menos conseguidos. El rigor del estudio se hace visible en el documentado análisis comparativo que realizan de ambas con las versiones previa (en el caso de Ifach) y posterior (en el de Judit), en el que se esbozan sólidas hipótesis sobre la naturaleza y razones de los cambios. Complementan la introducción significativos testimonios históricos próximos al momento de redacción. Memorables son, a este respecto, las palabras de la Xirgú alabando la Judit que nunca llegó a encarnar: «Es un obra, a mi juicio, muy nueva y difícil (…) una obra honda, compleja y fuerte…Quiero estudiarla con mucho cariño y mucho cuidado». Realiza, así mismo, un recorrido por las Judits de la escena que sitúa la de Azorín en un momento de moda e importante presencia del mito en los escenarios.

Judit constituye una particular reformulación del mito bíblico. Si la leyenda pone el acento sobre la mujer vengadora, heroína que vence al dictador con sus artimañas, esta versión —en la que no deja de estar presente ese esquema argumental— acentúa la dimensión política primero (acto I), y la existencial después (acto III), desdoblándola en Ester, la otra mujer bíblica que impide la invasión con medios bien diferentes. Dibuja el mundo con una caligrafía abstracta en la que los personajes están más cerca del símbolo que de lo humano, sin dejar de presentar complejidades sorprendentes. De un  lado el Presidente, de otro su hermano el Poeta; las tropas de uno refrenan los obreros animados por el otro. Y en el centro, ella, Judit, esposa del poeta, y antigua amante del Presidente al que asesinará en el acto central de la pieza para cerrar así la mítica leyenda. La obra sufre a partir de este punto una desviación temática respecto al mito del que nace, que le vale para rizar el mito con la doble personalidad señalada. Comienza siendo drama simbólico-político para concluir en tragedia existencialista. Es en este momento en el que aparece el Doctor, particular prefiguración del posterior Doctor Death, confinando a la protagonista al letargo de ser otra para olvidar el dolor. Una historia del sueño y de la consciencia del dolor, de la necesidad de recordar para saber quiénes somos. Sin embargo, la complejidad del texto parece exceder al texto mismo, desconcierta. Se adivina su voluntad de ser «esquema» y «mundo»  generando una fórmula de difícil efectividad dramática. No sigue las leyes que imperan en la escena de esos días, y quizá sea ese su mérito y su condena, sin duda, su carácter experimental fue el que truncó su ascenso a los escenarios. Hoy tenemos de nuevo acceso al mismo, para disfrutar de su lectura y para conocer más y mejor los caminos que siguió la difícil renovación dramática española.

En la segunda pieza de esta edición, Ifach, cuatro habitantes de un particular edén en los Campos Elíseos deciden abandonarlo para regresar a la tierra. El Administrador de semejante paraíso les comunica el precio de tal decisión: recibirán azarosamente una nueva profesión que tendrán que desempeñar en la tierra, renunciando a su oficio primigenio. El músico pasará a ser banquero; el sastre, camarero; la ginecóloga, actriz; y la cocinera, duquesa. Sin embargo, su vocación pasada les asalta a cada momento, generando humorísticas situaciones. El planteamiento disparatado (I acto) da lugar a un nudo lleno de comicidad (acto II) para desembocar en un desenlace completamente desconcertante (acto III). Texto extraño donde los haya, fundamentalmente, por el cambio de tono y cadencia de este tercer acto desconocido hasta el momento, en el que resulta imposible adivinar el giro dramático y existencialista final. Tras su sola lectura se hace comprensible la no aceptación del público del momento, que llevó a Azorín a componer otro desenlace más acorde con la demanda del patio de butacas. Sin embargo, la mejor recepción de esta segunda redacción del tercer acto (la publicada en Farsa docente) nos privó del complejo sentido superrealista que otorgaba al conjunto de la obra, sentido que nos es devuelto con esta edición.

Pese a la radical novedad y extrañeza del texto, presenta, como lo señalan los editores, similitudes con estrategias dramáticas características del autor tales como la transformación del espacio escénico mediante la palabra o la ruptura del desarrollo espacio-temporal lógico. Del mismo modo, importantes semejanzas temáticas lo atan con el texto anterior. Ambas obras comparten un sentido profundamente pesimista de la condición humana y una crítica central a la violencia como germen de todos los problemas terrenales, así como la originalidad de una forma en búsqueda constante de nuevos esquemas y nuevas posibilidades expresivas para la escena superrealista.

Reivindica la presente edición de estas dos piezas dramáticas el conocimiento y la reflexión sobre el alcance vanguardista del teatro azoriniano, silenciada por una concepción eminentemente literaria del mismo. Dos textos atrevidos, distintos, que merecen ser tenidos entre los que conforman el panorama del teatro español del siglo XX fundamentalmente por lo que tienen de valientes, de intentos renovadores, de tentativas experimentales. Nos muestran estas piezas el otro rostro de Azorín, el más olvidado, debido quizá a la clasicidad de su prosa y la sencillez de su estilo: el Azorín vanguardista, el innovador, el revolucionario.

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