N.º 1 De aquí y de ahora. Teatro Español contemporáneo

sumario

Alberto DE CASSO, La seducción del eunucoLa educación fracasada

Javier de Dios
Dramaturgo y profesor del IES Antonio Machado
(Alcalá de Henares)

Alberto DE CASSO,
La seducción del eunuco.
Mojácar, Fundación Valparaíso, 2012, 94 pp.
D.L. M-6785-2012.
(Premio Beckett de Teatro 2011)

Con esta publicación, la Fundación Valparaíso da a conocer a los lectores la obra ganadora del Premio Beckett de Teatro 2011: La seducción del eunuco, de Alberto de Casso. Es este el cuarto volumen de la Colección Paul, orientada a la edición de los textos teatrales galardonados con el Beckett.

El argumento de La seducción del eunuco  parte de la cotidianidad de un matrimonio maduro y hastiado —quizá tanto de aguantarse mutuamente como de disimular el anquilosamiento de su relación— que convive con el padre de ella, un anciano impedido y con demencia, resto irreconocible de quien años atrás fuera un pedagogo de prestigio. La hija ha seguido los pasos del padre en el mundo universitario y se presenta como adalid convencida de la pedagogía de moda; Eugenio, yerno del Anciano, se jubiló hace poco tiempo decepcionado de su carrera como profesor de Secundaria y de la vanidad de tantos esfuerzos docentes, incluidos los dirigidos a despertar en la sensibilidad juvenil el gusto por la belleza literaria, una tarea cuya evocación le devuelve una frustrante imagen de sí mismo «como un ciego que explicara la belleza de una mujer desnuda a la que simplemente tocara con un bastón» (escena quinta).

Este descreimiento docente y la decepción vital de Eugenio constituyen uno de los puntos de vista claves de la obra. Otro es el de su esposa Miriam, que huye hacia delante parapetada tras la coraza sin fisuras de la pedagogía, su carrera profesional y la intolerancia respecto a todo aquello que cuestione sus decisiones y creencias. La tercera perspectiva viene ofrecida por la demencia lúcida del Anciano, cuya erudición y recato han sucumbido bajo la desmemoria y la captación directa, procaz y cáustica del mundo que le rodea. Sobre estos tres pilares se sustenta el mundo de aburrimiento políticamente correcto en el que cohabitan y se soportan día tras día los tres personajes… Hasta la aparición de Jessica.

Esta muchacha es una antigua alumna de Eugenio, y el matrimonio ha recurrido a ella para que se haga cargo del Anciano mientras Miriam asiste a un curso de verano (¿con su amante?), si bien la chica pretende también que Eugenio recupere con ella el rol de profesor y la prepare para superar sus exámenes. En cualquier caso, la vitalista Jessica no va a ejercer tan solo como alumna y cuidadora: su presencia aviva en Miriam una rivalidad que parece anclarse tanto en la conducta expansiva, sensual y festiva de la joven —tan contraria al carácter de la pedagoga— como en ciertos prejuicios contra los inmigrantes de la propia Miriam. Aprovechando el viaje de esta al curso de verano, Jessica se erige como catalizador de las frustraciones de Eugenio, quien se irá dejando caer en la molicie y el disfrute irreflexivo de telenovelas y cumbias como reacción, cínica y doliente, a la falta de sentido y al vacío que percibe en su vida. Incluso el Anciano, desorientado entre la realidad y el delirio, percibe momentáneamente, gracias a Jessica, los vestigios del deseo y el vigor por mucho tiempo olvidados. No obstante, la muchacha es algo más —o mucho más— que una presencia alegre y exótica: es también víctima de sus circunstancias sociales, ya que pesa sobre ella el riesgo de expulsión del país y recurre a Eugenio para que le ayude a regularizar su documentación. Necesita la firma de su antiguo profe en un contrato de trabajo de larga duración, es decir, precisa que Eugenio —y, por tanto, Miriam— se impliquen en un fraude que atestigüe su arraigo laboral y reporte a Jessica  la estabilidad que desea en España…

Sobre esta base argumental, cuyos pormenores no hay por qué desvelar aquí, Alberto de Casso construye una ágil comedia con mar de fondo en que se agitan con fuerza tres temas de calado dramático presentes en el mundo que nos rodea. A saber: el fracaso de la educación, la corrupción de la palabra y el miedo al que es diferente de nosotros. Los tres temas se relacionan entre sí hasta el punto de que se retroalimentan constantemente al hilo de la acción. Así, por lo que sugiere el autor, el fracaso educativo debe mucho a la incapacidad de conectar verdaderamente con el otro —el alumno— y a la sustitución de tal carencia por una logomaquia técnica —la de la pedagogía— que disfraza pero no resuelve el error. Al mismo tiempo, la general incapacidad para conectar con el otro —ya sea pareja, inmigrante o familiar enfermo— y la sustitución de la deseable comunicación por el sucedáneo de lo políticamente correcto constituyen síntomas evidentes de otro tipo de fracaso, aunque relacionado con el educativo: el fracaso personal y vital, alentado por el miedo. Desde los planteamientos de la obra se intuye que el fracaso de la educación sería un signo evidente y parcial de una derrota de mayor envergadura extensible a las relaciones sociales, conyugales y familiares.

Los tres temas mencionados se tratan en La seducción del eunuco con un estilo atento a extraer el humor de las situaciones y de naturaleza ágil, de réplica generalmente breve y punzante. El autor atiende al desarrollo de una acción clara que avanza a golpe de conflicto sin efectismos y se apoya —además de en el diseño de los personajes ya aludidos— en  pequeños y verosímiles giros de trama y en un eficaz empleo teatral de los objetos. La definición lingüística de los personajes aparece como otro de los logros de la obra, dado que sobre ella se sustenta formalmente buena parte del conflicto. Nos referimos al choque de distintas hablas que apuntan a muy diferentes personalidades y maneras de entender la realidad, a cómo se confrontan la jerga vacía y artificial de la pedagogía (Miriam), el habla popular y dialectal latinoamericana (Jessica), un registro cómico, procaz y al mismo tiempo culto (el Anciano) y un estilo también elaborado, directo, irónico y a veces cáustico, que conoce bien las otras tres variantes del discurso pero no parece encontrar ni raíz ni acomodo fácil en ninguna de ellas (Eugenio). La relación de los cuatro tipos de discurso articula los conflictos —a veces de evidente naturaleza metalingüística— a un nivel profundo y relega cualquier tentación de enfrentar a los personajes en términos moralistas. Como sabemos que ocurre en el buen teatro, El Anciano, Eugenio, Miriam y Jessica son lo que dicen pero, más aún y esencialmente, cómo lo dicen.

Si relacionamos La seducción del eunuco con el resto de la obra de Alberto de Casso, encontramos que reaparecen aquí algunos elementos reconocibles dentro del mundo dramático de este autor que, aunque no sean constantes en toda su escritura, sí forman parte del imaginario de varias de sus obras. Es el caso del enfrentamiento entre dos mundos: el desarrollado, autosuficiente y un tanto insolidario que representa España y, en concreto, los personajes acomodados que pertenecen a una clase media-alta encerrada en sí misma; y el mundo en desarrollo, particularmente Latinoamérica y África, exento de los prejuicios achacables a los europeos y más conectado con ciertas actitudes vitales esenciales —empezando por la propia necesidad de supervivencia—, que se halla alejado de la pátina políticamente correcta con que el mundo occidental prefiere edulcorar la realidad. El encuentro entre estos dos mundos y mentalidades genera en las obras de De Casso un conflicto que resulta clave ya en alguno de sus primeros textos, como Harmattan o Los viernes del Hotel Luna Caribe, y al que se vuelve con mirada renovada en otras obras como la recién estrenada Tres mujeres en África (Madrid, Teatro Lagrada, octubre de 2012). Con las diferencias lógicas de tono y estilo que posee cada una de las obras, y al igual que ocurre en La seducción del eunuco, la visión del autor tiende a desenmascarar poses y actitudes con un claro sentido crítico hacia los personajes occidentales, mientras desvela el impulso de supervivencia de quienes viven el desarraigo de sus países y la exclusión social entre quienes supuestamente les acogen. Otro aspecto destacable y que asociamos con la trayectoria dramática del autor es la presencia en La seducción del eunuco de un personaje femenino que, perteneciente a otro país, a otra cultura, lucha desde actitudes vitalistas y sinceras por encontrar un lugar en el mundo donde su dignidad y sus derechos sean respetados. El carácter fuerte e ímpetu libre de Jessica y su deseo por asentarse en España y evitar la deportación es común a la Travesti de Madera de líder (también estrenada a finales de 2011 por La Barca Teatro dentro del espectáculo Estrés x 3) y a la protagonista de Los viernes del Hotel Luna Caribe o de Lo que no se enseña, texto este centrado también en el mundo de la educación y las reacciones de intolerancia que nacen en él frente a aquello o aquellos que desafían las normas.

En definitiva, La seducción del eunuco es una más que recomendable lectura para quien le pida al teatro no solo calidad formal, sino también implicación respecto a los temas que nos competen como ciudadanos y nuestro lugar en el mundo que creamos día a día. Desde sus páginas, la obra sugiere la imposibilidad de educar, de comunicarnos en un sentido profundamente humano,  si no contemplamos al otro en esencia, ese es el primer paso para el acercamiento. Por el contrario, haber transitado por ciertas sendas supuestamente educativas en sentido opuesto no solo nos ha alejado de ese camino sino que nos ha convertido, en palabras del autor, «en unos tristes antipigmaliones que escupen a su estatua hasta borrarle el rostro».

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