extra-n-1  Mujeres que cuentan [ESPECIAL AUTORAS]

 

ASOCIACIONES DE MUJERES

Por una mirada, un mundo

Marina Castiñeira

Honestamente, a veces organizamos actividades que parecen no interesar a nadie, quizá rituales de conmemoración del 8 de marzo a los que asistimos las mismas organizadoras y poco más. Convenimos en que la unión imprime fuerza, pero, ¿para qué el asociacionismo, si no atraemos especialmente la mirada? ¿Para forzar la corrección política? Seguramente sí, y, no obstante, quedarnos meramente con esta respuesta nos condena, paradójicamente, a un conformismo social yermo. Quizá debamos incorporar la deconstrucción de los interrogantes hacia un “porqué” del asociacionismo que atraviese este círculo cerrado.

Para empezar, seguir lo políticamente correcto ¿es importante? Precisamente, parece que la invitación a hacerlo avivara a menudo nuestras ganas de transgredir la impostación. Y, sin embargo, lo contrario de la corrección –esto es, lo llano, lo sobreentendido, lo “natural” o espontáneo- nos precipita a caer en un círculo de pesadumbre cuando lo observamos en terceras personas. “Huy, en este barrio hay más chinos que personas. Bueno, usted ya me entiende”. Pesadumbre al canto. Así que no, no queremos entender. Queremos las palabras y los hechos justos, ya no nos sirven la ingenuidad ni la inocencia. No de los hombres, tampoco de las mujeres, de ninguno de ese grupo que, otra pesadumbre, algunos denominan “personas humanas”. Un amigo me advertía recientemente “sólo están lejos las cosas que no sabemos mirar”, refiriéndose en este caso a los objetos perdidos, cuya realidad adyacente nos pasa desapercibida, quién sabe debido a qué enjuague mental. Pero valga el mismo cantar tanto para los objetos como para las personas objeto de negación, chinas o frigias, la misma consigna, que alude a la realidad desenfocada y, por tanto, olvidada de cualquier colectivo, soslayada en el tiempo, en la historia, en el otro hemisferio, en el patio de mi casa, aunque sea particular. Así que hacer lo políticamente correcto se percibe importante, ineludible.

Por corrección política, por justicia poética incluso, este artículo viene a rememorar ciertos acontecimientos vividos en 2015 a título personal por la que ahora escribe, si bien se trata, a mi juicio, de acontecimientos que, hilados, configuran un mensaje único y plural y reclaman la universalidad del mismo. Un mensaje que grita el porqué del asociacionismo de mujeres y reclama una respuesta consecuente del conjunto de la sociedad.

Es que nos intentamos zafar tantas veces… Nos ocurre a todas y a todos. A veces una mirada rápida, de reojo, para fingir después ante nosotros mismos que no hemos visto nada. La negación inconsciente. Luego está aquello que se quiere deliberada y conscientemente olvidar, un nombre del que una no quiere acordarse. Por ejemplo, y en mi caso, del de una autora y el libro que ésta presentaba en una charla a la que asistí un día de ese 2015. Se anunciaba con el título “los mitos del patriarcado”, pero resultó versar sobre ‘el mito del patriarcado’, invirtiendo completamente el contenido esperado por alusiones. El feminismo resultaba ser un movimiento sobreprotector de la mujer, lo que derivaba, por ejemplo, en reclamar la retirada de la protección por violencia de género. Tentada de salirme –de nuevo la pesadumbre- me quedé sin embargo a debatir sin tregua. Creo que contestar fue al fin una opción saludable, quizá la única.

En el extremo opuesto, asoman otras impresiones cuando por fin se revela posible y plausible mirar de frente, quizá escuchar y callar, porque las fuerzas se mueven en tu misma dirección. Sin contestación necesaria, reflexionar y celebrar. Celebrado –sí, completamente- en la Sala Berlanga de Madrid del 23 al 25 de febrero del mismo año, el encuentro internacional sobre paridad en las artes escénicas denominado “¿ES UNA QUIMERA LA IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES?” nos devuelve con orgullo un lenguaje que aparece demonizado entre la mayoría de la gente, a menudo susurrado tan sólo entre bastidores. Quién sabe si ciertos términos como lucha de géneros o feminismo se vuelven a escuchar en alta voz a la vez que se recuperan otros como justicia social, lucha de clases, reparto de la riqueza, fuerzas productivas. Escuchamos, notamos, lo mucho que hay que trabajar para que no una minoría, sino una mayoría de personas, completamente “humanas”, retornen del extrañamiento, de la lejanía, y aprendamos a mirarlas, a mirarnos. De nuevo, no se progresa en ello de forma “natural”, necesitamos la corrección política, a numerosos niveles, para sortear los obstáculos “invisibles”.

Volverme a ese encuentro me conduce a otro recuerdo posterior a esas fechas, para recrear de nuevo celebraciones, alejadas de toda pesadumbre. Ocurren en el teatro La Puerta Estrecha, situado en el madrileño barrio de Lavapiés, donde el que la flanquea cree penetrar en alguna entraña escorada del universo. Eva Varela pone entonces este espacio escénico a disposición de un grupo de mujeres procedentes de ámbitos variopintos: artistas plásticas, poetas, músicos, actrices, bailarinas, otras. Han respondido a una llamada general para realizar de manera completamente asamblearia cualquier tipo de actividad o evento que puedan concebir para las conmemoraciones del 8 de marzo a lo largo de su estela. Deciden llamarse, decidimos llamarnos, Hacedoras de la Puerta (http://www.lavapiesbarriodeteatros.es/event/hacedoras-de-la-puerta/). El espacio queda transfigurado por la creación colectiva, varia, colaborativa, sembrado de talleres, espectáculos, exposiciones, declamaciones, proyecciones, acústicas, encuentros, charlas de mesa, devaneos, con una calidad y una armonía construidas en base a la arquitectura propia de la colmena, en la que una más una son al menos tres, además de los productos de néctar confeccionados. Las creadoras no olvidamos a las muertas. Las víctimas de violencia de género, de feminicidios, a destacar las rememoradas en el espectáculo de danza Cuerpos y números, por la compañía The Little Queens, dirigida por Mamen Agüera (https://youtu.be/wD_BektXFc8).

Esta experiencia asamblearia de polinización entre mujeres, tan fecunda, retro alimentadora, esta maravilla multiplicadora, nos llena siempre de asombro. ¿Estamos ante una reactivación interna de las antiguas tradiciones paganas? Ninguna voluntad institucional aletea entre las Hacedoras, es un asociacionismo espontáneo, en estado puro. Muchos hombres y mujeres amantes de lo convencional deberían recelar de estos misterios que parecen asociados a la luna. Seguramente deberían, en general, desconfiar de cualquier viso de empoderamiento interno de las mujeres, que entra en conflicto con el modelo patriarcal de la mujer como “objeto decorativo” y en rivalidad y competencia con sus pares. Máxime porque entre las Hacedoras se consolida la voluntad de continuar esta experiencia de sororidad allende el cierre del calendario festivo. Algunas, dicen, no se sentían tan plenas desde hacía tiempo, otras manifiestan o callan haber salido de la negrura o de la sombra. Todas constatamos la necesidad de no circunscribir la voluntad de trabajar por la paridad ni nuestra visibilidad a las pulsiones colectivas auspiciadas por las celebraciones en torno al 8 de marzo. Por eso este artículo es también una deuda pagada a la imperiosa y perenne actualidad de nuestro trabajo de atraer la mirada, de ser halladas, reubicadas cada día corriente, de ofrecer probablemente nuestra verdad, y así ayudar a deconstruir y reconstruir el mundo. Todos habremos de ganar, con ello, en diversidad y libertad creativas. A fecha de hoy, abril de 2016, las Hacedoras de la Puerta siguen hilando sus caminos de manera conjunta con esa misma superposición de calidades que origina la maravilla.

Pocos días más tarde, el 12 de marzo –retomamos el 2015–, acontece la presentación del libro de Itziar Pascual Ortiz La AMAEM Marías Guerreras. Asociacionismo de mujeres y acción cultural, en el espacio UNE de la Librería Científica del CSIC. Como reza el título, su autora habla de la consolidada y productiva Asociación de Mujeres de las Artes Escénicas (AMAEM) Marías Guerreras (http://www.mariasguerreras.es/) –de la que soy miembro desde hace tres años, cómo pasa el tiempo–. Sin ánimo de lucro, Marías Guerreras atesora una larga trayectoria de ya más de quince años, dedicada a visibilizar la labor de las profesionales en las Artes Escénicas. Desde su epicentro, un número de mujeres profesionales realizamos actividades escénicas y académicas, en forma de espectáculos, conferencias, talleres, homenajes, artículos de prensa, colaboraciones en festivales, ciclos de actividades multidisciplinares… Se constituyó ya desde sus inicios como un entramado de vínculos éticos, políticos y prácticos más rico y complejo que el de una compañía teatral de mujeres, una distribuidora de espectáculos o una agencia de representación artística. En efecto, ofrecemos un discurso plural, dirigiéndonos al público en general, al público profesional y al académico. De este modo, realizamos múltiples actividades de gran calidad que hablan de la mujer de hoy, constituyéndonos con orgullo en la plataforma más importante de Madrid para la creación femenina contemporánea con proyección nacional e internacional, abarcando las diferentes áreas expresivas de la escena.

Los proyectos de Marías Guerreras se desarrollan mediante grupos de trabajo que actúan autónomamente, y cualquiera de las socias de AMAEM es susceptible de integrar cada uno de ellos, previa comunicación, compatibilidad y acuerdos. Entre otras muchas conquistas realizadas desde los ideales que han evolucionado en las distintas coyunturas atravesadas por la asociación, se puede seguramente hablar de un cooperativismo, de un grupo o comunidad autodefinido orgánicamente, desde el que construir un espacio vivo de creación e investigación escénicas dirigido por mujeres creadoras y fomentar la difusión de sus iniciativas y producciones. Un planteamiento de principios y quehaceres sedimentados, inherentes a la asociación, que sigue vivo en la actualidad. Tan presente en la materialización de los proyectos acometidos como en el aire de participación solidaria que infunde nuestras sinergias.

Lo que es más, estas sinergias forman una red de redes. Así, desde el año 2013 colaboramos oficialmente con otras Compañías de Teatro (Teatro Expresión de Orihuela, Nieves Mateo Producciones, Matildes, La Mala Compañía, Teatro de Maleta, Por Si Acaso Teatro…) compuestas por una o varias socias Marías Guerreras, aunque estas compañías trabajan autónomamente sus proyectos y se rigen y financian según sus propios criterios. Y sucede que son esos proyectos los que, en ocasiones – y siguiendo las condiciones establecidas en un Reglamento Interno aprobado mayoritariamente por la Asamblea de Socias a tal efecto-, nos representan o forman parte con nosotras de alguna programación o evento. Además, colaboramos con otras asociaciones de mujeres profesionales, como Projecte Vacas (Barcelona), Dones en Art (Valencia), Sorámbulas (Alicante), Mujer Creadora (Extremadura), Brighton Women’ Centre (Brighton – Inglaterra), entre otras. Y estamos conectadas con Festivales Nacionales e Internacionales como el Magdalena Proyec, el FIT de Cádiz o el Encuentro Internacional de Mujeres de Los Santos de Maimona (Badajoz), El Encuentro de Mujeres de Almazán (Soria) o el de Carmona (Sevilla). Así como también con otras Asociaciones Culturales o con artistas independientes: Asociación InquietArte, la compositora e intérprete musical Lola Barroso o la artista plástica Monika Rühle.

No es por azar que existen estas redes. Entre muchas otras cuestiones, Pascual pone de relieve el efecto balsámico que el asociacionismo produce entre las mujeres que lo ejercitan, así como la fortaleza emanada de unas a otras en la acción creativa. Ya sea a través de una mecha de espontaneidad que prende en cada ocasión que es conjurada, como sucede con la maravilla de Hacedoras de la Puerta, ya sea por la sedimentación de unos códigos consensuados y registrados de trabajo que dan fruto ilusionado de manera planificada y continuada, como el asociacionismo de Marías Guerreras, la alianza es requerida. Deseada, disfrutada, necesaria para crecer y mostrar.

Y tras la presentación de Itziar Pascual, todavía otro suceso relevante en el mismo contexto del 2015 del que venimos hablando: Las creadoras celebramos el Día Mundial del Teatro, 27 de marzo, de un modo muy especial, en la Zona Kubik de Madrid pero con dramaturgas de todo el orbe celeste. Se trata de la primera edición de un proyecto internacional denominado “365 Women A Year”, que consiste en mujeres de ahora que escriben sobre mujeres ejemplares de la Historia, apuntando a un doble objetivo de igualdad y recuperación. El grupo de Madrid, coordinado por Beatriz Cabur y su organización NITEcorp, nos ofrece en la Zona Kubik las muestras, dirigidas por mujeres, de ocho creadoras. Luego, charlamos todos, disfrutamos de unas lecturas, y regamos nuestras emociones con un vino que festeja también la futura continuidad anual de este proyecto internacional de creación específica de mujeres.

Esta especificidad, ¿en qué consiste? Es decir, llegados a este punto, parece legítimo preguntarse si desde un punto de vista bien esencial, bien experiencial, existe como tal un arte de mujeres, una creación femenina, y si esta creación resulta portadora de otro discurso de realidad que, en consecuencia, deba ser además escuchado y entendido como tal. Sobre esto, en primer lugar, y esquivando todo posible encuadre en la esencia, trampa generadora de estereotipos, cabe pensar en una “verdad” distinta de la esencial, de tipo hermenéutico, de filial gadameriana, asociada al “sentido”, al “gusto”, a lo “social” y “comunitario”. En segundo lugar, consideremos la creación en concepción dialéctica, brechtiana, en relación con el entorno (desmitificada de las nociones de heroísmo y genialidad), esto es, fecunda en análisis, reflexión, y reestructuración humana. Y si la lucha de géneros esconde, de esta guisa, la negación, el acallamiento, la mirada de soslayo, el olvido, entonces la verdad o, mejor, las verdades de la creación femenina pujan por salir y proponer otro sentido, otra mirada hacia nosotras y desde nosotras. Es el “derecho del arte a la verdad” de Gadamer. Además de por el derecho al reconocimiento y a la igualdad, la creación de mujeres tiene asuntos y modos propios –eso sí, tan diversos como lo son unas sociedades de otras- entre sus razones imperativas de existir y mostrarse. Por una mirada, las mujeres damos a cambio un mundo.

Se advertirá que de esta última frase se decanta con facilidad el título de este artículo. Que no es sino un verso de ese poeta concebido romanticón, cuyas rimas nos servían de intercambio a las niñas de primaria del colegio de monjas de mi época. Resultaría agotador (los vínculos se remontarían al infinito) rastrear la manera en que un tipo tal de lenguaje bobo y melifluo podía apoderarse de las distracciones de las niñas en vez de nutrirlas con referentes adecuados.

En contraposición, también se conoce a la asociación (masculina) de los hermanos Bécquer por haber producido unas caricaturas de carácter pornográfico en torno a la reina Isabel II (a las niñas de mi colegio nos hurtaron esa información). Sin embargo, en la misma tónica saboteadora del título de este artículo, para impedirme redimir al Bécquer ñoño, me permitiré insistir en la idea de que, si bien al menos Los Borbones en pelota contrasta y anima la imagen más popularizada de Adolfo, no es probable que tal libro hubiera sido concebido de haber sido promiscuo un rey en vez de promiscua ella, como el tiempo ha demostrado. Para rebatir a ese tipo de hombres acusadores, cabe aquí citar a la siempre oportuna sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis/a la mujer sin razón,/sin ver que sois la ocasión/de lo mismo que culpáis”.

En efecto, es necesario promover arquetipos no estereotipados de mujeres y hombres, ganar en horizontalidad y liberar los “universales” androcéntricos del lenguaje, los conceptos y las representaciones simbólicas de atribuciones oxidadas. Las mujeres nos unimos de manera espontánea buscando aliadas para luchar incluso de forma inconsciente contra tantas limitaciones, más o menos evidentes, que nos impone el sistema patriarcal. Las limitaciones sistémicas de la creación femenina son también el porqué de nuestra búsqueda de alianzas, y contaminan las artes escénicas a todos los niveles, las condicionan en libertad y riqueza para el conjunto de la sociedad.

Para el tanto monta–monta tanto de la práctica escénica necesitamos una revolución transversal. Pues, en lo que se refiere a montajes, las mujeres no montamos lo suficiente. Continuamos reclamando la fuerza demiúrgica de la mirada interna y externa. Necesitamos el compromiso de todos. Éste es el mensaje único y plural que parece desprenderse de tantos impulsos y de tanta vocación de alianzas entre mujeres. Es un mensaje que entendemos como universal dentro de la diversidad, y que reclama respuesta siempre, un año tras otro. Ya.

 

Marina CastañeiraMARINA CASTIÑEIRA EZQUERRA

Ensayista y dramaturga, estudia en Italia y España y obtiene un doctorado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, en la especialidad de Filosofía del Arte. Sus ensayos sobre jardín, paraíso y cielo proponen reconocer estos espacios como escenarios culturales utópicos de la historia occidental, a menudo manipulados a través de la retórica política. Ha publicado numerosos artículos y libros especializados, así como de divulgación, y trabajado en prestigiosas instituciones en España, Italia e Inglaterra, como el Círculo de Bellas Artes, la Residencia de Estudiantes, La Fiera de Milano o The Brighton Dome. Miembro activo de la AMAEM Marías Guerreras, entre otras obras de su autoría, ha realizado en Reino Unido una lectura dramatizada de Anonymous Empathy, versión en inglés de Anónima Empatía, en proceso de montaje ahora en Madrid, y una recreación de las brujas de Macbeth tituladaMaKbeth Kmother Keimada.

 

 

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