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“Playing Dead”: Los espectros infantiles en Los niños perdidos, de Laila Ripoll

Susan P. Berardini
Pace University

Hoy en día Laila Ripoll (Madrid, 1964- ) se reconoce como una de las mejores dramaturgas de España, y el año pasado recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática. Ripoll ha escrito unos quince dramas, y la mayoría ha sido estrenada con éxito no sólo en España sino también en el extranjero. Sus obras se han traducido, por ejemplo, al francés, rumano, inglés, portugués, italiano, euskera y griego, y han ganado varios premios prestigiosos. El teatro de Ripoll se destaca además por un estilo ecléctico, y suele abarcar temas de la actualidad tales como la violencia política, la inmigración, la religión, la memoria histórica y la condición de la mujer.

En su pieza titulada Los niños perdidos, Ripoll trata de manera perspicaz el tema de la Guerra Civil española. Esta obra, que se estrenó bajo la dirección de la propia dramaturga en Madrid en el 2005, se concentra específicamente en los horrores de la Guerra desde la perspectiva de las víctimas infantiles cuyas tragedias, según la dramaturga, generalmente no se han incluido en “la historia oficial.” Los niños perdidos tiene lugar en un orfanato católico en malas condiciones. La acción dramática transcurre en el desván del edificio, donde los niños protagonistas anteriormente habían sido encerrados por las monjas como castigo. Es aquí donde los cuatro chicos se esconden y comparten las experiencias traumáticas que han sufrido, como resultado de la guerra, mediante sus conversaciones y unos juegos metateatrales.   Mientras que algunos relatan cómo sus padres republicanos fueron detenidos y/o matados por las tropas franquistas, otros recuerdan con terror los abusos físicos y psicológicos que sufrieron a manos de no sólo los soldados nacionalistas, sino también las monjas del orfanato. Por ejemplo, el niño que se llama El Cucachica fue tan traumatizado por la pérdida de su madre, quien fue fusilada, que siempre se mea por encima y llama por ella constantemente. El Cucachica también narra el viaje espantoso por tren al orfanato, durante el cual tuvo que viajar encerrado como un animal con centenares de niños enfermos y varios ya muertos, sin comida, ni baños ni ventilación adecuada. El hedor insoportable de la muerte se mezclaba con el pestazo de excremento tanto de animales como de los prisioneros infantiles.

A lo largo de Los niños perdidos, el tono va alternando entre ligero y conmovedor debido a la juxtaposición de unos juegos infantiles y las memorias angustiosas de los chicos. Lo que se destaca sobre todo es el miedo de los protagonistas, ya que los niños se ponen muy ansiosos cuando se oyen unos pasos misteriosos y una respiración amenazante al otro lado de la puerta. Temen la llegada de “Sor Resurección”, y poco a poco se va revelando que ella había matado a tres de los protagonistas de una manera viciosa; es decir, que todos menos El Tuso ya están muertos e intervienen en la obra como fantasmas.   Al final del drama queda evidente que los niños muertos sólo existen en la memoria de El Tuso, quien logró matar a la monja asesina aunque tristemente no pudo salvar a sus queridos compañeros. Conviene notar que la ironía final es doble, ya que los niños muertos ni se dan cuenta de su propia condición existencial hasta que se entera el espectador. Sin embargo, al tomar conciencia de su estado, y al asegurarse de que su asesina ya tampoco vive, pueden por fin descansar en paz.

En Los niños perdidos Ripoll ofrece una dramatización íntima y muy conmovedora en cuanto a la tragedia de la Guerra Civil, y desarrolla a sus personajes infantiles con profundidad. En una entrevista sobre esta obra, la dramaturga enfatiza la importancia de recordar, limpiar las heridas, purgar y darles a las víctimas “el trato digno que se merecen.” Ripoll nota que dichas víctimas, además de lo que sufrieron durante la guerra, han pasado muchos años avergonzadas, asustadas y calladas. Mediante Los niños perdidos, ella logra reivindicar a estas víctimas al concientizar y remover la memoria pública (entrevista con José Henríquez en Primer Acto, #310).   Ripoll opina además que esta pieza sirve para “…rendir un homenaje a la gente que ha sufrido, a la gente que lo ha pasado muy mal y a la que, encima, no se le da voz” (entrevista con Sofía Basalo en línea).

En Los niños perdidos, Laila Ripoll reflexiona con un ojo crítico sobre los horrores de la Guerra Civil Española y el poder de la Iglesia Católica en esa época. Analiza los fenómenos de la violencia política y religiosa, y desarrolla estos temas desde la perspectiva de las víctimas más inocentes con el fin de agitar la conciencia y memoria de sus espectadores. Es una obra innovadora, y al incluir la intervención de los chicos muertos Ripoll logra provocar, chocar, y conmover aún más al público a la vez que hace hincapié en el terror que sufrieron tantos niños desconocidos durante la guerra. Al fin y al cabo, mediante esta obra Ripoll les devuelve la voz y ayuda a rescatarlos del olvido. Conviene resaltar además que Los niños perdidos hoy en día, a los diez años de su estreno, sigue vigente para recordarnos de las víctimas más vulnerables de la agresión bélica en cualquier parte del mundo.

 

Susan P. BerardiniSUSAN P. BERARDINI

Susan Berardini es una profesora de espanol en Pace University en Nueva York, donde lleva casi veinte anos dando cursos de gramatica, literatura, y cultura.  Como investigadora se especializa en el teatro espanol contemporaneo, y es una de las codirectoras de la serie Estreno Contemporary Spanish Plays.  Esta serie de traducciones difunde el teatro espanol a un publico anglohablante, y en el 2015 recibio’ el Premio a la Mejor Labor Editorial de la Asociacion de Autores de Teatro en Madrid.

 

 

 

 

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