
ENTREVISTA DE ALBERTO DE CASSO
Laila Ripoll

El triángulo azul, de Laila Ripoll y Mariano Llorente.
ALBERTO DE CASSO. Laila, para los autores y autoras que escribimos en solitario, nos resulta complicado entender lo que es la escritura a cuatro, seis u ocho manos, como sucede en algunos de tus textos escritos con Mariano Llorente, El triángulo azul, o con otros autores de tu generación. ¿Cómo se puede uno poner de acuerdo en temas, situaciones, acción, personajes, diálogos, acotaciones, lenguaje, final sin que se noten demasiado los diferentes estilos de escritura?
LAILA RIPOLL. Mariano y yo llevamos trabajando juntos más de veinte años, así que ya hemos aprendido a repartir el trabajo de manera que ninguno interfiera ni dificulte el trabajo del otro. No nos importa que se noten los diferentes estilos, es más, nos encanta que se noten, por eso escribimos a cuatro manos. En otras ocasiones en las que he tenido la fortuna de escribir en colaboración (con José Ramón Fernández, Yolanda Pallín y Jesús Laiz en So happy together, por ejemplo) también estaba muy claro y repartido el trabajo y también era interesante el que se notaran los diferentes estilos, las diferentes voces. En el caso de El Triángulo Azul era sencillo ya que existen tres líneas muy diferenciadas y solamente era cuestión de repartirlas. Otra cosa sería en un texto como los de la Trilogía de la memoria, ahí si que lo veo complicado, por no decir imposible.
A.C. Los estudiosos que conocen bien tu obra señalan como influencias reconocibles a Goya, Valle-Inclán, Lorca, La Zaranda, Sanchis Sinisterra. ¿En qué medida las reconoces tú y en qué medida has reaccionado contra ellas? ¿Podrías señalar otras influencias que hayan escapado a la agudeza crítica de los que se han detenido en tus obras?
L.R. Pues sí, sobre todo Goya, Valle y la Zaranda. Pero yo aprendí a escribir con Cervantes y con Lope (sobre todo con este último, que sigue siendo una constante, un compañero de camino, un santo al que encomendarse), hice muchas dramaturgias, muchas versiones, muchos inventos y muchos “crímenes” con ellos. También con Quevedo (hay un buen fragmento de “los sueños” en El triángulo azul) y con la Celestina. Otros autores que en su momento me marcaron fueron Nieva y Martín Recuerda. Y también están ahí Borges, Edgar Allan Poe, Salarrué, Rulfo y Faulkner, creo que esas son las influencias más claras, aunque imagino que habrán muchas más.
A.C. El mundo rural y aldeano, cerrado y claustrofóbico, está muy presente en La trilogía de la memoria en el lenguaje, proverbios, canciones, dichos, nombres arcaizantes de los personajes, ambientes, temas, religiosidad, supersticiones, actitud de los protagonistas. ¿Te has inspirado en algún lugar concreto de la Geografía española más allá de la estilización a la que sometes este ambiente campesino?
L.R. El mundo rural solamente aparece en Atra Bilis, los niños de Los niños perdidos vienen de ciudad y Santa Perpetua se desarrolla en Ciudad Rodrigo, aunque no se mencione, por que está inspirada en un personaje de allí y en hechos históricos que sucedieron en aquella zona. Atra Bilis puede suceder en cualquier parte, hay mucho de mis dos abuelas (una asturiana y otra alicantina, así que…), pero también muchas lecturas (aquí sí que claramente están Borges, Faulkner y Rulfo) y un intento por jugar, por experimentar con el lenguaje para que no fuera de ninguna parte y, al mismo tiempo, fuera de todas. Cuando teníamos Atra Bilis en repertorio hicimos unas doscientas representaciones por toda España y por Iberoamérica y en todas partes (desde Navarra a Granada, de Salamanca a La Paz, de Sao Paulo a Ripollet, o de Santiago de Compostela a Canarias, o a Quito, a Manizales, a Managua…) nos decían que se habían visto reconocidos, o que tenían una abuela idéntica, o una tía, o una prima de su madre. Ahora mismo se está representando en Milán y se va a estrenar en Brasilia, ha habido montajes en Venezuela, en Rumanía, en México, varios en Italia, en Francia, en Chile…
A.C. El triángulo azul, que refleja las penalidades extremas de los republicanos españoles en el campo de Mauthausen, era una obra que por su tema y su testimonio, reclamaba a gritos un texto y un escenario. Sin embargo se han alzado muchas voces críticas sobre los límites éticos y estéticos con respecto al tratamiento del horror y el mal absoluto en películas y obras de teatro y la conveniencia o el peligro de convertirlo en un género melodramático más. Juan Mayorga hablaba en una conferencia del “siniestro glamour de los Lager” ¿Os planteasteis, Mariano Llorente y tú, alguno de estos límites al abordar la escritura y montaje de El triángulo azul? Te lo comento también porque las canciones en la obra funcionan como un extraño y sorprendente contrapunto bufo. ¿No os pareció una apuesta muy arriesgada y que estas se pudieran malinterpretar o herir ciertas sensibilidades?
L.R.: Precisamente para no caer en el melodrama, en lo sensiblero, en lo ñoño recurrimos al contrapunto de las variedades. No nos inventamos nada, los propios españoles lo hicieron por primera vez en el 42 y continuaron con ello hasta el fin de la guerra. El humor negro forma parte de nuestra cultura, de nuestra manera de enfrentarnos a la desgracia. Los deportados españoles tenían muy claro que solamente mantener alta la moral podía salvarlos de aquel horror. El ahorcamiento de Bonarevitz fue mucho más bufo, mucho más repugnante de lo que nosotros contamos: existió el payaso (lo sacaban en todas las ejecuciones ejemplares), existió la orquesta, fueron reales las palabras del reo, fueron reales las palabras de Bachmayer, sonó el J´Attendrai por la megafonía del campo… no nos inventamos nada, al contrario, nos hemos quedado cortos, hemos sintetizado. Los familiares de deportados (y los poquísimos deportados que quedan) que han visto la función han salido encantados y reconfortados. De todos modos no hacemos nada nuevo, ya lo hacía Brecht y pensábamos que esta historia necesitaba un tratamiento épico, distanciador, brechtiano, por decirlo de alguna manera.
A.C. ¿Qué temas, motivos, personajes, estructura formal, tratamiento escénico echas de menos en las autoras de tu generación? Eduardo Pérez Rasilla señala una cierta tendencia solipsista, de la que tú siempre has escapado, en el prólogo de la Trilogía de la memoria, publicado por Artezblai, que dicho en palabras más corrientes sería algo así como “mirarse en exceso el ombligo”? ¿Qué opinión te merece todo esto?
L.R. Creo que hay muchos estilos, formas y estructuras. No tiene nada que ver el teatro de Angélica Lidell (cuya visión permanente desde ella misma, su poética del yo es evidente) con el de Lluisa Cunillé (que en absoluto), el de Itziar Pascual con el de Beth Escudé o el de Yolanda Pallín con el de Marga Sánchez, por poner algunos ejemplos. Ese “solipsismo” quizá esté más presente en autoras más jóvenes, autoras que se han formado en la RESAD y que pertenecen a una misma generación, aunque tampoco creo que se deba generalizar, afortunadamente empieza a haber de todo, igual que con los escritores varones.
A.C. ¿Qué ha supuesto para ti el Premio Nacional de Literatura Dramática por El triángulo azul, premio que a muchos autores nos alegró mucho de que se concediera a una obra de indudable calidad y valía.
L.R. Pues mucha moral, alegría, pensar mucho en lo orgullosas que estarían mis abuelas y un pellizco económico que nos viene de perlas para ayudar en la producción del próximo espectáculo.
A.C. ¿Crees que el teatro puede ayudar a cerrar las heridas y la fractura social que se produjo tras la guerra civil?
L.R. Creo que puede ayudar a dar a conocer episodios que el público desconoce, puede ayudar a alumbrar, a informar… también es un bálsamo para muchas víctimas que se sienten abandonadas, desamparadas. Pero las heridas y la fractura solamente se reparan si hay justicia, verdad y reparación y eso no lo da el teatro.
A.C. Laila, tú aparte de autora eres también muchas otras cosas, adaptadora de teatro clásico, productora, directora y actriz. ¿Cómo compaginas estas facetas sin que algunas de ellas ocasionen interferencias sobre las otras? ¿Eres capaz de dominar o integrar a la autora cuando estás dirigiendo y a la directora y actriz cuando estás escribiendo?
L.R. Bueno, es que no son cosas que interfieran, son actividades que suman y se complementan. La directora no tiene que dominar ni integrar nada porque es la misma persona, tiene el mismo imaginario y una, cuando escribe, ya lo ve en imágenes, ya lo está poniendo encima de un escenario.
A.C. José Saramago daba a los escritores dos consejos muy sencillos en una entrevista televisiva. No tener prisa y no perder el tiempo. ¿Qué recomendaciones útiles y sencillas le darías a un autor o autora que empieza?
L.R. Que se preocupe poco por el qué dirán y sea libre, que escriba de lo que le preocupe, de lo que le duela, de lo que le obsesione y que jamás intente ser el más moderno porque ya está todo inventado.
A.C. ¿En qué otros proyectos andas metida últimamente que quieras desvelarnos?
L.R. Estrenamos el próximo 8 de julio en Almagro un espectáculo a partir de El licenciado Vidriera y El celoso extremeño de Cervantes. Y también ando enredando con un espectáculo para el CDN que estamos construyendo a cuatro manos y dos cabezas Magda Labarga y yo, sobre el programa T4 de eliminación de personas con discapacidad que llevó a cabo en Tercer Reich.
https://luisperdiguero.com/2014/06/09/dossier-de-prensa-el-triangulo-azul-criticas-teatro/
LAILA RIPOLL
(Madrid, 1964)
Es licenciada por la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD), es titulada en Pedagogía Teatral (RESAD, INEM, INAEM) y amplió su formación teatral con Declan Donellan, Miguel Narros, Josefina García Aráez, María Jesús Valdés o Mauricio Kartún, entre otros.
Ha ejercido como actriz, autora dramática y directora de escena. Ha recibido el Premio Ojo crítico de Radio Nacional de España, el Caja España de Teatro, el José Luis Alonso de la Asociación Torrejón -en dos ocasiones-, el Artemad y el Premio Max al mejor autor teatral en castellano. En 1991 fundó junto con Mariano Llorente, José Luis Patiño y Juanjo Artero la productora Micomicón. A través de esta compañía ha dirigido diferentes espectáculos teatrales.
Es autora de los siguientes textos: Basta que me escuchen las estrellas, Cancionero republicano, Los niños perdidos, Pronovias, El cuento de la lechera, Que nos quiten lo bailao…, Samuel, La frontera, Victor Bevch, El día más feliz de nuestra vida, Atra Bilis (cuando estemos más tranquilas), Unos cuantos piquetitos, Árbol de la Esperanza, La ciudad sitiada y Los niños perdidos. Su obra ha sido traducida al francés, rumano, portugués, italiano, griego, inglés y euskera.