extra-n-1  Mujeres que cuentan [ESPECIAL AUTORAS]

 

PRODUCTORAS

Conciliación… tal vez soñar…

Rosa Fernández Cruz
Directora, productora, actriz
Coart+e Producciones

Mafalda.

Son las siete y media de la mañana. Llegué de viaje a las dos, del último bolo. Suena el despertador y hay que ponerse en marcha: los niños tienen colegio. Carlos y Sara se me cuelgan del cuello. Normal, llevan cuatro días sin verme. Nadia no se me cuelga, pero me mira con ojos de “te he echado mucho de menos, y tengo que contarte muchas cosas” Vamos empezando el día, con los desayunos, la ropa, lavarse, peinarse, las mochilas… Salimos por la puerta a las nueve menos cinco, corriendo. No encuentro las llaves de casa, así que cierro de un portazo. Sara está enfadada porque no le gusta su desayuno del cole. A Sara no le gusta, en general, ningún desayuno, y ninguna comida, y ninguna cena…

Vamos con el tiempo pegado, pero… se me ha olvidado el móvil en casa. El móvil es como mi hígado… vital. Mientras arranco el coche, Nadia sube corriendo los tres pisos a buscarlo, y baja. Ya son las nueve, hora de entrar en el cole, pero aún estamos en la puerta de casa… cinco minutos y llegamos… tarde, claro. Como siempre. Se me han olvidado las autorizaciones para la excursión de la semana que viene. Sé que las profesoras de mis hijos me van a mirar mal. Lo sé. Pero ya no tiene remedio… luego las traeré.

Salgo de la puerta del colegio, corriendo. Tengo reunión a las diez en Madrid, en un teatro público, para una nueva producción. No sé cómo estará el patio, porque lunes es sinónimo de… atasco, evidentemente. Voy maquillándome en el coche porque no ha habido tiempo para eso, y tengo que tapar esta ojera de cinco horas de sueño… algo prácticamente imposible. Tengo que taparla porque la ojera me quita posibilidades, al menos es lo que me han enseñado…

Llego a las diez y cinco, me esperan y me pongo nerviosa. No me gusta llegar tarde, aunque se ha hecho inevitable desde que tengo hijos. Cosas de la maternidad, aunque no de la paternidad, curiosamente, pero ese es otro tema. Me reciben en un despacho impoluto, unos interlocutores impolutos, con una mirada impoluta que envidio. Sin ojeras. Son más de siete horas de sueño, seguro. Yo llego con los pelos no sé cómo, el maquillaje no sé dónde y esa mirada de impotencia que te da llegar tarde, quedar mal.

Me cuesta centrarme, pero al final lo hago. Sonrío, escucho, respondo, sonrío, escucho, sonrío, respondo. Tomo notas, respondo, sonrío, escucho, respondo. Explico. Tomo más notas. Creo que está todo. Miro disimuladamente mi hígado. Tengo tres llamadas del colegio, me asusto pero no puedo devolverla. Siguen hablando, pero ya no escucho más, estoy concentrada en ese nuevo órgano vital que me acompaña a todas partes. Vuelve a sonar, pido disculpas y lo cojo. Es la profesora de mi hijo, y como me temía, ha tenido una reacción alérgica. Pido disculpas de nuevo y recojo todo deprisa. Noto esa mirada de comprensión y también un poco condescendiente de: ¿para qué te metes? Y salgo. No sé si me he explicado bien, no sé si ha quedado claro todo lo que tenía que contar, pero ahora mismo no me importa.

Esta tarde tengo un ensayo. Tenía cita en el banco a las doce, pero no va a poder ser… Mañana será otro día, ya sabes…

Llego al hospital. El niño está bien, esperando que haga efecto la medicina. Me siento. Me suena el hígado. Es importante, pero Carlos quiere que le haga caso. Grita, llama la atención. No me entero prácticamente de nada. Al otro lado, alguien dice eso de: “te dejo, que veo que estás con los niños” Una frase muy socorrida para no decir la verdad: que está trabajando y no quiere escuchar gritos de un niño pesado. Pero esto era importante. Me agobio. Me angustio. Me siento fatal por ser una mala madre, por ser una mala trabajadora… Vuelve a sonar. Esta vez no lo cojo. Es importante, pero prefiero no seguir dando mala imagen. Ya llamaré luego. ¿Y si es una oportunidad perdida? Bueno, no sé, mejor no pensarlo.

Llegamos a casa. Tengo que mandar varios correos, hacer varias llamadas, preparar el ensayo de la tarde… y tengo que preparar la comida. Pongo la balanza de pros y contras… y gana la comida…por ahora.

Otra vez al colegio, a buscar a las niñas. Suena otra vez mi hígado. Lo cojo mientras firmo un examen de Nadia. Es importante. Vital, diría yo. La llamada. Y el examen también. Supero la prueba, soy capaz de responder y resolver. Vuelta a casa. El ensayo empieza a las cuatro, pero llegaré media hora más tarde. Tengo cinco llamadas perdidas de cinco personas diferentes. Pongo la comida a los niños. Mejor no como. Cojo algo de la nevera y me lo como mientras escribo esos correos, y hago esas llamadas.

Salgo de casa. Carlos llora. Sara llora. Nadia no llora, pero no está contenta. Me voy pensando que estoy haciendo algo terrible: trabajar.

El ensayo es más o menos tranquilo. La directora y los actores están estupendos. Incluso puedo contestar mientras tanto otros correos… Tengo que preparar un presupuesto, unas facturas, un… Me preguntan cuándo está la escenografía. Ha habido un problema con los planos, y lo soluciono sobre la marcha. Y el vestuario, ¿está a tiempo? Respondo. Necesito que me firmen los contratos, pero se me han olvidado. Mañana, mañana será otro día.

Salgo corriendo. Llego tarde a recoger a Nadia. Llamo a una amiga para que se encargue de ella. Este fin de semana tiene competición, pero yo estaré de bolo… otro reproche. Mala madre.

Llego a casa. Cenas. Los niños están bañados. Pienso en la inmensa suerte que tengo de tener una pareja que hace tantas cosas. Hay algo en la tele, pero yo tengo que preparar un presupuesto, unas facturas, un… escribir a ese amigo que me ha invitado a su estreno, al que yo no he podido ir porque no puedo quitarles más tiempo. Felicitar a esa amiga por su éxito, de lejos, siempre de lejos.

Son las dos de la mañana. Creo que voy a dormir, y lo demás lo haré mañana. Mañana, mañana será otro día.

Conciliar…

Dormir, tal vez soñar…

 

Correr para todo…

 

Soy una novata en esto de la producción, y es difícil. Es muy difícil. Y aún más si eres madre. Cada día chocas con la incomprensión. Cada día alguien, con la mejor intención, te dice esa frase de “eres mi heroína” Pero yo no quiero ser eso.

Cuando mi padre iba a trabajar fuera, mi madre se quedaba en casa con tres hijos. A nadie le parecía extraño. Nadie le decía a mi madre: “eres una bendita” Pero yo lo escucho mucho, incluso de muchas mujeres: “tu marido es un bendito” No es justo. No lo es. Salgo de bolos porque es mi trabajo, porque me gusta, y porque creo que no debo dejar de hacerlo. Y porque mi marido no se considera un bendito… eso es importante.

Supongo que estas cosas no solo tienen que ver con la producción, con la dirección, con el teatro… Supongo que todas las trabajadoras luchan contra esto cada día. Pero en este mundo basado en la creatividad (sí, también la producción se basa en la creatividad) es aún más difícil. Mis mejores ideas llegan cuando voy conduciendo. Siempre. La imagen para un espectáculo que voy a dirigir. La clave para el texto de un dossier. La persona a quien quiero para diseñar el vestuario. Siempre el coche, porque son los únicos momentos en que puedo concentrarme en el trabajo creativo. En casa es imposible, o casi.

Todo es una carrera de fondo. Si no estás preparada, siempre habrá alguien más descansado que tú para estarlo, así que no hay tiempo para el cansancio, para la queja. La excelencia es una meta, y no hay concesiones, porque la excelencia no da tregua: no puede hacerse mañana.

Al fin y al cabo, tener hijos es una elección. Tener tres quizá no tanto, pero ese es otro tema demasiado largo de contar… Aún así, deberíamos plantearnos si la exigencia de esta sociedad, o de este microcosmos que es el mundo teatral, es sana para alguien. Quizá no. O quizá esto debe ser selección natural y solo los hombres, o las mujeres que no toman esta elección, merecen tener un futuro profesional. No lo sé. Tampoco me importa. Yo sigo a lo mío.

 

El teatro es maravilloso. Los hijos también. “Conciliación” es una palabra vacía.

 

Rosas Fernández CruzROSA FERNÁNDEZ CRUZ

Actriz, directora escénica y productora. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y en Dirección de Escena por la RESAD. Su formación teatral comienza en Móstoles, y más tarde realiza cursos en el Laboratorio de William Layton y el curso regular del Teatro de la Danza de Madrid. También realiza monográficos con Fabio Mangolini, Sofía Michopoulou, Concha Doñaque y Ana Vázquez de Castro.

Como actriz, es cofundadora de Ambigú Teatro, y participa durante diez años en los montajes de dicha compañía. En el año 2012 funda Coart+e, junto con diferentes compañeros de profesión. Como directora, podemos destacar las siguientes puestas en escena: La intrusa, Cabaret, el musical infantil Mr. Musikké, en busca de la canción perfecta, Noche de reyes, El peñón es nuestro y El Principito. En proyecto, la dirección del espectáculo de danza Romeo y Julieta (2017)

Realiza la dirección de producción de Pánico y la producción en gira de Kafka Enamorado. Lleva a cabo la gerencia en gira de Taitantos y Páncreas. Actualmente está también trabajando en el diseño de producción de Isadora, la Duncan (estreno octubre 2016) y Juan Martínez (estreno octubre 2017).

 

 

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