N.º 56Director-Autor hoy

Presentación

 

Miguel Signes
Cristina Santolaria

 

En el número anterior de esta revista se trató de analizar las causas y los efectos de que el autor teatral volviese a asumir la responsabilidad de dirigir la representación de sus textos, algo que vemos hoy como un hecho cada vez más frecuente. Sabemos que desde los orígenes, en el teatro griego, los  textos teatrales carecían de acotaciones, debido a que, al ser los autores los mismos encargados de ponerlos en escena, les resultaban absolutamente innecesarias.

La evolución del teatro en su devenir histórico cambió este planteamiento y los grandes avances en iluminación, sonido, escenografía,  infraestructuras y, especialmente, en el público, dieron lugar a que se necesitaran especialistas en distintos campos que, además, resolvieran el problema que plantean las múltiples lecturas a que da lugar un texto literario llevado al escenario. Entre esos especialistas, desde el siglo XIX, contamos con el director escénico (con esta denominación y función), el cual en el siglo XX  ha sido uno de los motores de las distintas revoluciones de la puesta en escena y ha intervenido en la decisión y producción de muchos de los grandes montajes de estos últimos años. Su participación en el colectivo teatral ha sido decisiva en el desarrollo del Teatro y, también, en el papel que los autores han desempeñado en nuestro país; sobre esto último quizá merecería la pena ser tratado en otro número de la revista. Desde su aparición, el director ha actuado como el intérprete del texto en el proceso de su puesta en escena y ha trabajado de manera conjunta con el autor, o de espaldas a él, tratando de imponer su propia y particular lectura, agradase o no a aquél. Esto ha exigido a los autores incluir en sus textos explicaciones —este texto secundario de las acotaciones a veces se ha convertido en único, como en Beckett— que tiendan a evitar  se desvirtúen las ideas que tuvieron en su mente al crearlos.

Si en el número anterior de Las Puertas del Drama quisimos saber por qué el autor quería dirigir su obra, pecaríamos de parcialidad si no nos preguntáramos también por qué los directores escénicos quieren ser  autores, puesto que muchas veces han venido siendo responsables de los textos que dirigen o son adaptadores de las obras literarias de otros. ¿Cómo ven sus textos (siempre necesario punto de partida) en el espectáculo teatral cuando asumen ambas funciones?  ¿Al hacerlo, como ya dijimos en la presentación del número 55 hablando del autor/director, es la tendencia creadora del director escénico la que le lleva a querer ser también el autor  para reclamar la autoría total del espectáculo?  ¿O bien puede haber razones sociales, económicas o de otro tipo las que le empujan a actuar de ese modo? ¿Está en juego el papel del texto literario?

Nos hubiera gustado contar con muchas más opiniones de las que los lectores encontrarán en este número, pero no nos ha sido posible lograrlo, si bien creemos que las que figuran –y agradecemos sinceramente a los directores que han contestado a nuestras peticiones– son suficientes para que nuestros lectores saquen sus propias conclusiones.

No seríamos justos con nuestros colaboradores si no citáramos, además, a Anne Laure, Abelardo Méndez, Félix Estaire, Lola Lara, Santiago Martín, Eladio de Pablo, que con sus trabajos consiguen que este número de la revista esté disponible para nuestros lectores y sea un motivo de orgullo para quienes formamos parte del Consejo de  Redacción.

 

COORDINADORES
Cristina Santolaria
Miguel Signes.

EDITORA
Ana Caballero

CONSEJO DE REDACCIÓN
Ignacio del Moral
Ignacio Pajón
Nieves Rodríguez
Ignacio Amestoy
Berta Muñoz Cáliz
Virtudes Serrano

Javier de Dios
Jerónimo López Mozo
Tomás Afán

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