N.º 54Teatro presencial y teatro virtual

 

NUESTRA DRAMATURGIA:
ENTREVISTA DE PAULA LLORENS

Begoña Tena

 

Begoña TenaDramaturga, actriz y directora. Licenciada en Historia del Arte y diplomada en Arte Dramático. Amplía su formación con el autor Paco Zarzoso y el performer Bartolomé Ferrando. Su primera obra, Acuática (Accésit del Premio M.ª Teresa León para Autoras Dramáticas de la ADE en 2007) marca el inicio de su actividad como autora teatral. Participa en procesos de escritura colectiva como Zero responsables (2010), Valèntia (2012), Els nostres (2018). Coescribe junto a Xavier Puchades dos piezas sobre el barrio del Cabanyal de Valencia: Una indígena els va a guiar a través de les muntanyes (2012) e I tornarem a sopar al carrer (2017) ambas publicadas por Alupa Editorial. Escribe y representa obras de teatro breve para festivales de teatro próximo: Volcán azul para el Festival Cabanyal Íntim (2014); Els senyors de la terra para el Festival La Ravalera (2016); y para la Sala Ultramar, de la que es socia fundadora, Mambo y Hambre (2013) y Acapulco (2014). También realiza encargos de gran formato como el musical Invisibles, los niños del tiempo y textos para otras compañías como Gorgona (2015), Kòktel Molotov (2018). Sus últimas obras son Tórtola (Premio a Mejor Autoría de las Artes Escénicas Valencianas 2019); Errantes (Premio Ciutat de Castelló 2020); Lo callado (Beca de Creación Carme Teatre) y la recién estrenada en la Rambleta de Valencia Si yo tuviera un pueblo (Graners de Creació).

 

PAULA LLORENS. Tu obra Tórtola, que se podrá ver a partir del 18 de febrero en las Naves del Español en Matadero, se gestó en el I Laboratorio de escritura “Ínsula Dramataria Josep Lluís Sirera” por el que a fecha de hoy ya han pasado 17 dramaturgas y dramaturgos valencianos. ¿Qué le aportó a Tórtola el laboratorio? ¿Crees que hubiera sido una obra distinta si la hubieses escrito en soledad?

BEGOÑA TENA. Creo que tuve mucha suerte participando en esa primera edición del Laboratorio, porque estuve acompañada de un grupo de excelentes autoras. Sin ellas, Mafalda Bellido, Maribel Bayona, Laura Sanchis, María Cárdenas y Antonia Bueno, Tórtola habría sido algo muy diferente. El proceso consistía en ir mostrando el trabajo una vez al mes, en aquellas reuniones infinitas e intensas. Tuve muchas miradas sobre lo escrito, con aportaciones inteligentes, profundas y dispares, pero siempre desde el respeto y la confianza para poder hablar con libertad. Por otra parte, Paco Zarzoso es el coordinador del Laboratorio y me es una persona y autor fundamental e importantísimo. Yo empecé a escribir teatro de su mano, asistiendo a sus talleres hace ya más de quince años. Paco es maravilloso, como persona y como maestro, porque te inyecta algo fundamental: pasión. Con el Laboratorio pude disponer de tiempo y dinero para escribir, y reescribir, desde la calma y desde el sentirme acompañada. Y gracias a esa compañía, logré escucharme más, sin prejuicios, atreviéndome a explorar diferentes códigos y estilos, por muy contradictorios que fueran, sin renunciar a ninguno. Fueron un apoyo incondicional.

 

P.L. Este texto está inspirado en un personaje real, la bailarina y artista ecléctica Carmen Tórtola Valencia (Triana 1882 – Barcelona 1955), ¿cómo surgió la idea de escribir sobre esta indescriptible mujer y cómo fue el proceso de documentación?

B.T. Cuando salió la convocatoria del Laboratorio, el tema debía girar sobre el concepto de identidad. Entonces, me vino a la cabeza una fotografía de Tórtola que llevaba conmigo desde hacía más de 20 años. Siempre me había fascinado esa mujer, la sonoridad de su nombre, la estela misteriosa que la rodeaba. Cuando conseguí la beca, comencé a buscar todo tipo de materiales que pudieran darme pistas de quién fue. No fue fácil, nunca dejó escritas sus memorias, sí bastantes entrevistas en prensa (totalmente fantásticas y alucinantes por el grado de invención) y fotografías de estudio, pero apenas quedan retazos de una coreografía y dos películas de cine mudo. Leí todo lo que puede encontrar sobre ella y visité el Institut del Teatre de Barcelona y el MAE (Centre de Documentació i Museu de les Arts Escéniques). Allí tuve acceso a parte del legado de la artista: fotografías personales, álbumes de recortes, libretas con dedicatorias de amigos y admiradores, programas de mano… Fue muy emocionante porque a medida que iba encontrando materiales nuevos, crecían aristas de este poliedro que era Tórtola. Llegué a sentirme como una detective y viví el proceso de documentación como una aventura, con sorpresas continuas y descubrimientos que, a veces, me dejaban estupefacta. Y así descubrí a otros personajes, los ausentes de la historia oficial, que me daban pistas para saber, o más bien intuir, quién fue Carmen Tórtola Valencia fuera de la escena.

P.L. La primera y la última escena de la obra, en las que las tres Tórtolas: la bailarina, la lectora y la durmiente se mueven por el sótano del Museo del Teatro de Barcelona, son las más poéticas, de una atmósfera onírica. ¿Por qué esta estructura circular? ¿Crees que la forma debe estar al servicio del contenido? ¿o bien se alimentan uno del otro?

B.T. En el texto original, no la adaptación para el espectáculo, quise ante todo reflejar el poliedro que para mí fue Tórtola. A medida que encontraba documentación veía que quizá no podía hablar de una sola mujer porque había infinitas máscaras que ella, y los otros, habían construido alrededor de su figura. Tórtola son muchas. Algunas contradictorias. Por eso imaginé que, en esos sótanos, tres fantasmas, como la tríada de Nornas, se hablan y discuten sus vivencias (en la primera escena) y contemplan y comentan nuestro presente (en la última). Nunca pretendí hacer una obra historicista, y mucho menos un biopic. La estructura circular me permitía, a través de una voz más poética, reflejar el estado mental, un no lugar, desde donde la protagonista pudiera lanzar su ideario vital. Y, a la vez, reflexionar sobre cómo nuestro tiempo sigue tratando a lo distinto, a lo que se sale de la norma, a la necesidad por construir una república de los sueños, que en el fondo es el verdadero leitmotiv de la obra. Forma y contenido van juntas, inseparables. Pero, emborrachándome de esa libertad genuina y ácrata que para mí representa Tórtola, quise probar todo tipo de estilos, sin etiquetas, sin restricciones. Como dice Angelita, el amor de la protagonista, Tórtola es el valor por querer ser, y hacer, contra toda norma.

Tórtola

Tórtola. 1

 

P.L. En este texto, a modo de transición, el personaje de Pilar Millán Astray, la dramaturga franquista, canta “Soy el novio de la muerte” a modo de cupletista de cabaret, ¿qué presencia tiene la música en tu obra dramática?

B.T. La música es muy importante en mis obras. Supongo que haber tenido un grupo de música experimental durante casi diez años, donde yo cantaba y era la letrista, me ha influido bastante. Casi siempre hay un hueco en mis textos, o montajes, donde la música tiene un peso dramatúrgico en la construcción de la pieza. Pero, más que la música, me interesa el concepto amplio de sonido. Trabajo mucho lo sonoro, lo que no se ve, pero sí se escucha. Me apasiona el sonido y las infinitas posibilidades que contiene. Lo sonoro despierta y enciende la imaginación del espectador. El sonido puede recrear todo aquello que es imposible de materializar en la escena. Cada vez, incluyo más acotaciones sonoras como protagonistas y motores de la acción.

P.L. ¿Es una declaración de intenciones que solo haya personajes femeninos en la obra?

B.T. No fue algo premeditado, comencé a escribir sin coordenadas fijas. Fue en el proceso de documentación donde me hallé con otro personaje completamente desconocido, Ángeles Magret Vilá, la compañera, amiga, asistente y amante de Tórtola. Descubrirla me hizo reflexionar sobre cómo Tórtola, considerada por algunos la Mata Hari española, una femme fatale, rodeada siempre de hombres y chismes sobre sus supuestos amantes (artistas, generales, príncipes…) en realidad había pasado la mayor parte de su vida al lado de una mujer. Pensé que la obra tenía que ser liderada por mujeres, por las ausentes de la historia, por las desconocidas. Y finalmente, decidí que esa era la opción, aun teniendo otros personajes tan interesantes como el Marqués de Vinent, su prometido oficial, Millán Astray, Francesc Macià… Pero finalmente ellas debían ser las protagonistas. Y solo ellas. Bastante se han hablado ya de ellos.

P.L. Además de dramaturga, eres actriz, ¿consideras que esto ha influido en tu escritura dramática?

B.T. Completamente. Si no hubiera hecho la formación como actriz, seguramente no habría escrito teatro. Sí hubiese escrito otros géneros, siempre he escrito, desde pequeña. Pero el teatro viene de una necesidad de la actriz por contar, por imaginar y llevar a la práctica. Pienso mucho en los actores, en el trabajo actoral. Pienso qué deseo yo, como actriz, cuando me dan un papel. Creo que los actores y actrices queremos trabajos excitantes, que nos apasionen, que nos estrujen, que nos hagan ir más allá de nuestra zona de confort, que sean complejos, profundos y divertidos, y que den un poco de miedo, o mucho. Yo escribo teniendo en cuenta que los personajes deben apasionar, deben despertar el deseo de los intérpretes, algo salvaje y misterioso, que te lleve a querer ser ese otro/otra. No sé si siempre lo consigo, pero lo tengo presente. Si no tuviera presente al actor, a la actriz, me dedicaría a la narrativa o la poesía.

P.L. En una entrevista comentaste que, si tuvieras que enmarcarte dentro de algún estilo lo harías en la tragicomedia, ¿por qué te identificas con este género?

B.T. Porque me permite trabajar los contrastes, la risa y el llanto, a partes iguales. Porque me parece que la vida, muchas veces, es eso: reír y llorar. Y los trayectos entre uno y otro lado. O la implosión de ambos. Me gustan las carcajadas que se quiebran en llanto, y los llantos que mueren en risa. Creo que es un género que otorga una inmensa libertad.

P.L. ¿Cuáles son tus principales referentes, tanto teatrales como de otros ámbitos artísticos?

B.T. A nivel teatral, hay dos autores que siguen siendo mis referentes principales: Paco Zarzoso y Lluïsa Cunillé. Tienen unas escrituras poderosas, infinitas. Siempre es un placer leerlos. Y siempre espero con ansia descubrir sus textos nuevos. Nunca me defraudan. No se agotan. Luego, la Zaranda es una de las compañías que más estimo. El primer montaje que vi, La puerta estrecha, sigo guardándolo como un regalo para el alma, no se va el recuerdo de lo que sentí esa noche. Yo soy zarandista. Es devoción. Después hay cientos de cosas, no teatrales, que han marcado mi escritura o mi trabajo teatral… En música Meredith Monk, Fátima Miranda, Moondog, Nino Rota, Enrique Morente, Carles Santos, todas las ediciones del Festival Nits d’Aielo i art…. Y escritores como Pilar Pedraza, Pessoa (toda su obra), Oscar Wilde, San Juan de la Cruz, Francisco Nieva…

P.L. Te formaste también en Historia del Arte. De ahí, seguramente, que en ocasiones tu fuente de inspiración haya sido un espacio o una imagen, como es el caso de la fotografía de “La danza de la serpiente” en Tórtola. ¿Cómo es posible escribir toda una historia a partir de una mera estampa?

B.T. Bueno, yo creo que, en este caso, fue un disparador que incita. Me gusta mucho trabajar con imágenes, con espacios que me inspiren, y empiezo a escribir sin mapa, sin coordenadas, de forma intuitiva. Luego, después de esta primera fase, me suelo documentar si lo necesito. Y confrontar lo intuido con lo investigado. Y volver a escribir. Y reescribir. Pero le doy mucha importancia a esas imágenes primeras. No siempre son obras de arte (casi nunca, la verdad…) sino espacios. Un acantilado, el océano, un sótano, una carreta, un camino polvoriento, un baño de caballeros, una escalera de mármol… los lugares son las primeras cosas que decido cuando arranco a escribir. Los espacios, y su atmósfera, cuentan ya por sí mismos.

P.L. ¿Tienes en cuenta al público mientras escribes? Si no al público en genérico ¿a un lector o espectador ideal?

B.T. No escribo pensando que esto va a gustar a un determinado público. No sé si hay un espectador/lector ideal…

P.L. Varios de tus textos (Una indígena els va a guiar a través de les muntanyes, I tornarem a sopar al carrer, Els nostres, Presoners…)  son fruto de un proceso de coescritura. ¿Te resulta difícil escribir en compañía? ¿Qué luces y sombras le encuentras a este tipo de procesos?

B.T. Yo creo que todo depende de la compañía que tengas. En mi caso siempre he escrito con gente con la que me entiendo muy bien, con la que comparto gustos y es fácil llegar a acuerdos (o casi siempre). Para mí han sido vivencias muy ricas, que me han dado flexibilidad y me han procurado más experiencia. Escuchar al otro, llegar a acuerdos, coincidir, complementarse, encajar… pero claro, todo depende de quién sea ese otro, otra, con quien escribes.

I tornarem a sopar al carrer.

I tornarem a sopar al carrer. 2

 

P.L. Tienes obras escritas en lengua valenciana y otras en lengua castellana, ¿usas indistintamente uno y otro idioma? ¿Qué crees que te ha aportado este bilingüismo en cuanto al uso del lenguaje o tratamiento estilístico de tus textos?

B.T. Mi lengua materna es el castellano y gran parte de mis obras están escritas en esta lengua. Progresivamente he ido escribiendo más piezas en valenciano, hasta sentir que ciertas obras no podría escribirlas en castellano. Voy jugando con ambos idiomas, aunque la riqueza y versatilidad que puedo tener en mi lengua materna es mucho mayor.

P.L. Has dirigido algunas de tus obras, ¿consideras que durante la puesta en escena se puede acabar de escribir o redondear un texto?

B.T. Por supuesto. En la última pieza que he escrito y dirigido, Si yo tuviera un pueblo, dejé gran parte del texto por definir en los ensayos, probando con los actores. La escritura en escena me parece una vía que te otorga libertad para probar, experimentar, equivocarte. Normalmente cuando he dirigido mis textos los he modificado bastante, principalmente he ido recortándolos para llegar a lo esencial, lo justo. Porque muchas veces podía ser sustituido por una mirada, una respiración, un gesto, un sonido. Me parece que dirigir es otra forma de seguir escribiendo. No entiendo los textos como algo cerrado, intocable, perpetuo. Para eso está la literatura (cosa que me parece estupenda por otro lado). Pero en montaje, creo que la escritura y la dirección deben dialogar, preguntarse, contaminarse. De nada sirve que cuando montan un texto tuyo te inviten a un ensayo general para ver cómo ha quedado (¿qué vas a aportar a dos días de estrenar?), o que no estés presente en las primeras lecturas con los intérpretes (¡se aprende tanto escuchando cómo suena en boca de ellos!). Creo que los autores y autoras debemos formar parte de la producción en el montaje, estar presentes en los ensayos como un elemento más que sigue trabajando y creando en comunidad. También me he encontrado con directoras y directores que no mueven ni una coma del texto, pero que sus montajes están a años luz de aquello que has escrito. La reescritura es un trabajo apasionante y que cobra un sentido capital cuando se hace encima del escenario.

Si yo tuviera un pueblo

Si yo tuviera un pueblo. 3

 

P.L. Gran parte de tu teatro está arraigado a la actualidad y a la denuncia social, (Zero Responsables, Una indígena els va guiar a través de les muntanyes, Els nostres). Recientemente has ganado el Premi Ciutat de Castelló por tu obra Errantes. ¿Qué querías contar con esta pieza?

B.T. Errantes es una de las obras más dramáticas que tengo. Ocurre en el Archipiélago de Ons, en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas, en un viejo balneario donde vive un doctor jubilado que, de forma ilegal, ayuda a personas de toda Europa a escapar del continente y lograr cruzar el Atlántico. Quería hablar de una Europa militarizada, en ruinas, que ya no es el sitio seguro donde querer llegar o permanecer. En la isla se cruzan personajes que sobreviven o intentar escapar de los fantasmas del pasado, con la incertidumbre de un presente que, como la isla, va naufragando.

P.L. Tu última obra, Lo callado, es un monólogo que escribes por encargo para la actriz valenciana Pilar Martínez. ¿Qué supone escribir conociendo el cuerpo y el alma de la persona que va a darles voz a tus palabras?

B.T. Para mí es un proceso fantástico, me encantan este tipo de colaboraciones porque se producen encuentros apasionantes. A veces pienso que escribir es escuchar. Me gusta mucho escuchar sus deseos. Creo que es una herramienta muy poderosa. El deseo y la necesidad del otro como motores para la escritura. Me gusta escuchar lo que dicen y lo que callan. En el caso de Pilar, fue muy generosa porque además me dio plena libertad para escribir a partir de sugerencias, de intuiciones… Es una actriz increíble, con una gran trayectoria, más de 30 años trabajando, de una versatilidad apabullante, inteligente, sensible. Es un privilegio poder trabajar con artistas como ella que, a pesar de llevar tantos años, siguen apostando por lo nuevo, lo desconocido, lo complejo. En los últimos años he podido escribir para actores y actrices más mayores que yo, vienen de otras experiencias y formas de hacer, son otra generación muy distinta a la mía. Actores como Pilar Martínez, Pep Ricart, Enric Juezas… textos que he escrito para ellos y que se han multiplicado por mil, gracias a su buen hacer, a su experiencia. Es una lástima que fuera de Valencia no sean apenas conocidos… Son excelentes creadores.

P.L. ¿Escribiste durante el confinamiento? Muchos creadores comentan que se refugiaron en la escritura para sobrellevar mejor el encierro y la situación trágica que nos rodeaba. Otros han sentido un bloqueo creativo como si lo que estuviera pasando en el mundo fuera tan grande que sintieran que no tenían nada que contar. ¿Cómo ha afectado esta extraña y novedosa situación que estamos viviendo a tu escritura?

B.T. Durante los dos primeros meses, no escribí ni una palabra. Me era imposible. Era de tal magnitud lo que estaba ocurriendo que no podía concentrarme. Además, tenía algo más importante que cuidar: mi hija pequeña. Estar con ella y ser espectadora de la hecatombe, era más que suficiente. Después intenté retomar el trabajo, estaba en plena reescritura de un texto que empezábamos a ensayar por esas fechas. Y me costó mucho. Porque necesitaba tiempo y espacio en soledad, en absoluta soledad. Me di cuenta de cómo podía trabajar y cómo no. Y algo que antes daba por sentado, estar sola, en mi casa, con la pantalla delante, en silencio silencio, se convirtió en un privilegio. Así que comencé a madrugar muchísimo, me ponía a las 5 de la mañana. Cuando todos duermen, cuando no hay ruidos. Acabé el texto. Me faltaba la escena final. Y me di cuenta, después de casi un año escribiéndolo, de qué iba verdaderamente la obra. Del hogar. De la búsqueda incesante del verdadero hogar. Quizá si no hubiese estado confinada, no habría llegado a esa catarsis. No sé… Ahora, todo es tan incierto…

 

 

Artículo siguienteVer sumario

Copyrights fotografías
  1. Fotografía Vicente A. Jiménez↵ Ver foto
  2. Fotografía Jordi Pla↵ Ver foto
  3. Fotografía Sergio Serrano↵ Ver foto

www.aat.es