N.º 54Teatro presencial y teatro virtual

 

DRAMATURGIA EXTRANJERA

Agota Kristof,
una gran dramaturga
una total desconocida

Manuel Benito

El monstruo y otras obras, de Agota KristofEl teatro de la escritora Agota Kristof (Hungría, 1935 – Suiza, 2011) por fin ha visto la luz en español a cargo de la editorial Sitara, en dos volúmenes[1], y unos veinte años después de su primera edición en francés. Las obras publicadas son las ocho más representativas de su producción dramática: El monstruo, La carretera, La epidemia, La expiación, John y Joe, La llave del ascensor, Pasa una rata y La hora gris o el último cliente. Si bien su teatro es anterior a su narrativa, no se publicó hasta 1998, año en que Editions du Seuil editó estas ocho piezas también en dos volúmenes. Desconocemos si hasta ese año, 1998, los países de lengua francesa conocían la existencia del teatro de Kristof, pero para nosotros los amantes de su narrativa, ha sido una gran sorpresa.

Agota Kristof nace en Hungría en 1935, poco antes de que estalle la Segunda Guerra Mundial. Los primeros años de vida los pasa en un pueblo con muy pocos recursos, sin electricidad ni agua corriente. Su padre es maestro y le hace leer desde muy pequeña. En 1944 se trasladan a una ciudad, y allí, ya en la adolescencia, entra en un internado donde, en la soledad de la separación de su familia, comienza a escribir y dirige pequeñas obritas cómicas escolares. A los dieciocho años se casa con el profesor de historia, abandona los estudios y comienza a trabajar. Con veintiún años tiene que huir por una serie de problemas de índole política, pues su marido estaba implicado en la revolución contra el régimen prosoviético; junto a ellos viaja también la hija de ambos, de tan solo 4 meses. Llevan dos bolsas de equipaje, una con pañales, biberones y ropa para la niña, y otra con diccionarios de alemán, pues pensaban instalarse en Austria; en Hungría quedan sus poemas y sus escritos. Tras un breve periodo en Viena, en un centro de refugiados, se instalan finalmente en Suiza, en Neuchâtel, donde la lengua mayoritaria es el francés y donde era requerida mano de obra barata. Sin conocer demasiado el idioma, comienza a trabajar en una fábrica de relojes. Los primeros años son bastante desalentadores, el ambiente es hostil, el sueldo escaso, y la soledad y el aislamiento conforman el día a día de los exiliados… Algunos compatriotas no lo resisten más y se suicidan, la más joven de ellos con dieciocho años; esos suicidios fueron considerados por Kristof como una enfermedad contagiosa que se propagaba entre los exiliados, y todo ello se reflejará posteriormente en su obra La epidemia. Después del trabajo escribe poemas en húngaro, que aparecen en una publicación de la comunidad húngara exiliada. Con veintiséis años deja el trabajo y se dedica a su familia, mientras asiste a clases de francés. Es entonces cuando abandona en su escritura su lengua materna para escribir en francés.

Empieza a escribir teatro en esta nueva lengua de adopción a modo de juego, porque le resulta más sencillo que escribir cualquier otro género, ya que, como ella misma afirma (y se puede leer en el prólogo de su teatro a cargo de Pilar G. Meyaui), le bastaba con plasmar sobre el papel diálogos parecidos a los que escuchaba a su alrededor y poner después delante de cada frase el nombre del personaje que la pronuncia. Así, con alguna pieza ya escrita, comienza a mostrarlas en pequeños locales de los alrededores de Neuchâtel, y algo más tarde en la radio francófona de Suiza, en que se llegan a estrenar cinco obras a cargo de actores profesionales entre 1978 y 1983. Sus obras teatrales también cruzan fronteras y llegan a Francia, Austria, Alemania y Japón. Estrena siempre con pseudónimo, pues hasta que no llega su primera novela en 1986, la obra maestra El gran cuaderno (primera parte de su trilogía de los gemelos Claus y Lucas, y traducida ya a múltiples idiomas), no firma con su verdadero nombre; en realidad firmaba como Zaïk (apellido de su abuela materna), o Zaïk Kristof, para evitar la semejanza de su nombre real con el de Agatha Christie. De hecho, es con el tríptico Claus y Lucas (El gran cuaderno, de 1986, La prueba, aparecida en 1988 y La tercera mentira, publicada en 1991), que narra los horrores de la guerra a partir de la historia de unos gemelos abandonados por su madre en casa de su terrible abuela, con el que a Agota Kristof le llega la fama. Esta trilogía ya ha visto varias ediciones en nuestra lengua, tanto en volúmenes independientes como en el compendio de las tres novelas; actualmente está disponible en la editorial Libros del Asteroide.

En total escribió Kristof veinticuatro piezas teatrales, que ahora se conservan en los Archivos Literarios Suizos, junto con sus cartas, novelas y fotografías y también su máquina de escribir… De estas veinticuatro obras sólo se han publicado, tal como hemos dicho, ocho, tanto en lengua francesa como española; dieciséis de ellas siguen inéditas. En el prólogo del primero de los dos volúmenes de Sitara, Meyaui nos dice que Kristof aborda en estas piezas «los monstruos que la rondarán a lo largo de toda su vida: las fronteras, la violencia, las fronteras, la identidad, las fronteras, el desarraigo, las fronteras, la soledad, las fronteras, la voluntad de vivir y la convicción de que es en vano”; y es que, en un estilo breve y minimalista, sin adornos, sin ampulosidades, se reconocen aspectos de la narrativa posterior de esta autora, sobre todo de El gran cuaderno.

Kristof ofrece en su teatro una despiadada y atroz visión de la humanidad. Los mundos habitados en sus piezas están dominados por la violencia y la soledad; no hay en ellos lugar para la ternura, no hay amor, no hay cariño, sería impensable una caricia, igual que en El gran cuaderno. Es completamente imposible sentir simpatía por alguno de sus protagonistas y también muy difícil identificarse con ellos. Sus personajes no suelen tener nombre propio, más allá del que les da su profesión (Bombero, Jardinero, Doctora, Oficial. Médico, Periodista, Fotógrafo, Bailarina, Guardabosques, Camarero, Oficial…) o una característica social o física que les define (Marido, Madre, Niño, Sordo, Ciego, Rata, Bebé, Hombre, Vieja, Sabio…) Solo tienen nombre propio los protagonistas de John y Joe, algunos de los muchos de Pasa una rata, y tres de El monstruo. A juzgar por el gran número de personajes en la mitad de las obras publicadas, piezas tan breves como La expiación, La epidemia, La carretera o El monstruo, no sabemos si la verdadera intención de Kristof era su puesta en escena; pero, de cualquier modo, ella trata en su teatro temas tan adelantados a su época como la violencia de género o la gestación subrogada, y aborda algo que le atañe muy de cerca, como a tantos otros compatriotas y a tantos otros europeos de los siglos XX y XXI: la persecución y la huida por motivos políticos.

Kristof interpela al espectador mediante lo grotesco y el humor negro, a veces un humor casi cercano al dadaísmo que no nos hace reír a carcajadas, sino que nos provoca una cierta extrañeza. Todo ello le sirve para denunciar verdaderas barbaridades, utilizando alegorías o parábolas, cual Brecht. Incluso, como este, intercala canciones y poemas. Y, como señala Meyaui, el tema recurrente, que se ve en las piezas teatrales, es el de cruzar la frontera, ya sea real o metafórica: en La epidemia estamos en un pueblo del que no se puede salir, en La llave del ascensor la mujer no puede abandonar el castillo, en Pasa una rata los personajes no pueden salir de la cárcel… En La carretera se avanza sin llegar a ningún sitio, sin saber a dónde van las carreteras, sin saber cuál es el buen camino que hay que seguir…

Las obras teatrales ahora publicadas por Sitara están fechadas entre 1972 y 1982 (aunque cuatro de ellas aparecen en la edición con fecha y otras cuatro sin ella). Su primera pieza fue Pasa una rata (1972), una comedia kafkiana de múltiples personajes que comienza incluso con un poema, en un lugar poco reconocible que se va transformando en la celda de una prisión mientras pasa por un momento metateatral. El protagonista, Roll, va conociendo a distintos personajes a medida que avanza la acción, como su carcelero, o como Rata el Capullo que hace su aparición disfrazado de rata… En esta obra adelanta uno de los temas principales de la trilogía Claus y Lucas: el desdoblamiento de personalidad.

Su segunda obra fue John y Joe (1972), y además se trata de la primera que se llevó a escena, en el Café du Marché de Neuchâtel; el éxito fue tal (se representó durante varios meses) que le impulsó a seguir escribiendo. En esta pieza de tres personajes (John, Joe y un camarero con muy pocas intervenciones), dos amigos ven cómo un décimo de lotería puede acabar con su amistad. Comienza con un diálogo bastante intrascendente que dura unas quince páginas, en que dos amigos se encuentran por la calle, se sientan en una mesa de la terraza de un bar, piden primero un vaso de agua, luego un par de cafés, después un par de vasos de aguardiente, todo ello hablando sin decir nada, hasta que comienza un importante tema, el del dinero, pues realmente ninguno de los dos dice tener dinero para pagar la cuenta, y a pesar de ello finalmente la pagan. Del monedero del que menos dinero pone para pagar sale un décimo de lotería que terminar guardando el que más dinero pone, a modo de rescate, y es ese décimo de lotería y el dinero que genera, el que se convertirá en algo que separe a los dos amigos para luego volver a unirlos una vez desaparecido el dinero. El 23 de enero de 2020 en Estudio 2 -Manuel Galiana, dentro del acto de presentación de estos dos volúmenes del teatro de Agota Kristof por parte de la editorial Sitara y de José Ovejero, traductor de las piezas, los actores Manuel Galiana y Eusebio Lázaro leyeron esta obra, con una buena recepción por parte del público y quizá algún posible proyecto de puesta en escena en un futuro.

El monstruo es una muy turbadora parábola con muchos personajes situada en un pueblo que poco a poco está siendo engullido por un repugnante monstruo (que ha aparecido de repente) sin que nadie, excepto una persona, parezca darse cuenta. El miedo inicial de los habitantes al monstruo se convierte en una obcecada veneración cuando quedan embriagados por el perfume de las flores que crecen en su lomo, hasta el punto de acatar sus órdenes y ofrecerle sacrificios humanos. Esta pieza, que tan poéticamente trata el tema de los totalitarismos, está dividida en cuadros, y cada uno de ellos, como si de una novela se tratara, va precedido por un título; lo mismo ocurre en otra de las obras aquí recogidas, que comentamos a continuación.

La hora gris y otras obras, de Agora KristofLa hora gris o el último cliente, fechada en 1975, transcurre en una habitación llena de trastos en la que se encuentran una mujer que quizá sea una prostituta, y un hombre adinerado que le exige que haga ciertas cosas precisamente porque puede pagarle. Nos enteramos entonces de que su relación viene ya de antiguo, y que se entregan desde hace mucho tiempo a este juego de amor y odio. Kristof ha llamado a los personajes de esta pieza Ella y Él.  Es una obra muy breve con once escenas precedidas por un título; tiene escenas muy concisas, de dos páginas o incluso de una página.

La carretera ─con muchos más personajes que las anteriores piezas─ nos traslada a un inquietante y misterioso futuro en que solo es posible caminar y caminar por carreteras, pues no hay nada más, toda la tierra está llena de carreteras, y se ha perdido el lenguaje, se ha perdido la historia, no hay salida, no hay direcciones… Los personajes de la obra carecen de nombre, aparecen continuamente personajes nuevos, en ocasiones se escucha un murmullo y unas voces…

En La epidemia¸ quizá la más extensa de las ocho obras, asistimos, en un pueblo en el que nada es lo que parece, a la salvación de una mujer suicida (a la que se llama la Salvada) por parte de un hombre (llamado el Salvador), y al descubrimiento de este hombre de que existe una epidemia de suicidio y que tal vez se haya contagiado… Esta pieza, en que los personajes también carecen de nombre, está quizá inspirada en la propia experiencia de la autora y en los suicidios de algunos de sus compatriotas exiliados en sus primeros años en Suiza.

En La expiación un ciego que toca la armónica para ganar unas monedas conoce a un sordo tragafuegos y comparte con él la misma cama en casa de una vieja usurera: uno duerme de día y el otro de noche. Pero el ciego, que lleva una miserable existencia, quizá lo merezca, y realmente esté expiando sus culpas… Los personajes, alrededor de doce, no tienen nombre. Tampoco tienen nombre los cuatro personajes de La llave del ascensor (1977), una breve pieza con una historia contada al público por una mujer en silla de ruedas, encerrada en un castillo, con pequeñas apariciones de otros tres personajes. La obra trata de una sórdida historia de amor, sometimiento y maltrato psicológico bastante peculiar ejercido por el marido sobre esta extraña mujer. El marido es el único que posee la llave del ascensor, sin la cual, nadie puede ni salir del castillo ni entrar en él, y así la mujer permanece allí en la torre, siempre disponible para él.

No tenemos constancia de que el teatro de Kristof se haya estrenado en nuestro país, pero en 1999, un año después de que se publicara en francés, llegó a Europa un montaje teatral que tuvo bastante éxito, y al que Irene Sadowska Guillon se refiere[2] como «El milagro de Gemelos» y «un trabajo ejemplar de inteligencia, emoción y sensibilidad». Era una obra teatral a cargo de la compañía chilena La Troppa, que adaptaba la novela El gran cuaderno. Este montaje visitó el Festival Don Quijote de París, la Escuela Navarra de Teatro en Pamplona y la XVI edición del Festival de Otoño en 1999 de Madrid. Quizá la publicación de estos dos volúmenes de piezas de Kristof sea el punto de partida para que los teatreros de lengua española descubran la desconocida dramaturgia de esta autora y se animen a estrenarla.

 

 

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Notas    (↵ Volver al texto returns to text)

  1. El monstruo y otras obras y La hora gris y otras obras, de Agota Kristof. Traducción de José Ovejero. Prólogo de Pilar G. Meyaui. Colección Marginalia de la Editorial Sitara, 2019.↵ Volver al texto
  2. En «Teatro Español y latinoamericano en Francia», Primer Acto, 281, pp.154-158.↵ Volver al texto

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