15N.º 53La autoficción teatral

 

RESEÑA

Siempre la tragedia griega Siempre la tragedia griega. Claves de la escritura dramática

Miguel Signes

Ignacio Amestoy,
Madrid 2019

 

 

 

El teatro es en esencia comunicación  y para que esta sea perfecta requiere que las dos partes de ella participen de una misma realidad y usen o conozcan un mismo lenguaje pues, como dice Steiner, cada lenguaje humano traza un panorama del mundo de diferente manera. Por ello, insiste el filólogo británico, el ser humano se entrega a un acto de traducción cada vez que existe un intercambio de información entre emisor y receptor incluso cuando ambos se expresan en un mismo lenguaje. “El tiempo, la distancia, la variedad de referencias y los puntos de vista , vuelven la traducción más o menos difícil”, de ahí surge la necesidad de retraducir a los clásicos y que la traducción se convierta en algo prácticamente obligado para cada generación.   La visión del teatro griego principalmente etnicista (hoy se empieza a admitir que no todo fue creación griega)  ha ido cambiando a lo largo de los años gracias a las  investigaciones filológicas  que se han ido produciendo, cuya bibliografía es prácticamente infinita y entre la que es difícil  moverse dada la variedad de enfoques. No tenemos más que imaginar en lo  que pensaría un individuo en el siglo XVIII  al que le habláramos sin más de una lectura política o social de las obras trágicas griegas, sobre todo cuando, al día de hoy, siguen siendo todavía muchas las cosas que ignoramos de ellas, especialmente de su contexto histórico.  Pues bien, en este mundo se ha desenvuelto con pericia Ignacio Amestoy venciendo las muchas dificultades que ha tenido que afrontar, utilizando sus muchos conocimientos (históricos, mitológicos, de crítica literaria…) para sacar este muy buen libro (publicado por ediciones Complutense en 2019), en el que habla  de la escritura dramática en la actualidad al estudiar el teatro griego y su estructura.  Nos ofrece en este libro un testimonio claro, según sus propias palabras, de “la resistencia de los materiales que las obras de teatro en Grecia han tenido , tienen en el presente y pueden seguir teniendo en el futuro como sostén de la dramaturgia.”

El Teatro es lo que ha sido a lo largo de la Historia de la humanidad y es lo que es hoy con los cambios de ida y vuelta a los que ha estado sometido en las diversas circunstancias históricas y sociales por las que ha pasado, desde que, de literatura oral (en Grecia) se transformó en literatura escrita, con reglas y elementos constitutivos propios. Así, cuando Amestoy nos habla del teatro griego, nos está también hablando del teatro nuestro de hoy, y lo hace con esta, voy a llamarla así, guía de la  Historia del Teatro, aunque quizá debería haber dicho con este Diccionario del Teatro (como el de Pavis, esto es, como una “reflexión sobre nuestra tradición y nuestra práctica teatral para mostrar los componentes y el funcionamiento estético e ideológico de la obra teatral”) o mejor aún, con esta excelente tesis doctoral, que es lo que realmente es.

El libro consta de  trece capítulos , doce más  uno dedicado como final a la comedia griega (Aristófanes y Menandro)  y de una introducción muy esclarecedora de lo que ha pretendido hacer y destinada a facilitar la lectura del resto. En los primeros once capítulos analiza minuciosamente (destaco la aplicación de un modelo actancial al “Ayax”) las tragedias de Esquilo: “Los Persas”, “Las suplicantes”, “Agamenón”, “Las Coéforas”, “Las Euménides” y el “Prometeo encadenado”; de Sófocles: “Edipo Rey”, Äntígona”, “Edipo en Colono” y “Ayax”; de Eurípides : “Las Bacantes” y “Medea”. Estos doce capítulos, cada uno de ellos dedicado a una tragedia, utilizando las traducciones de Esquilo y de Sófocles, de Alsina Clota y Vara Donado respectivamente filólogos griegos, están salpicados por Amestoy de referencias a hechos históricos recientes  y a obras teatrales concretas de la literatura española y universal sobre las que pesa la influencia griega, y a la vez nos muestran cómo la tragedia ha ido cambiando de teatro del rito, a teatro de la mímesis y también, como dice Critchley, “la forma en la que el pasado afecta al presente”. Al hablar de las tragedias analiza términos como tiempo, lugar, acción, nudo, desenlace, diálogo, monólogo, crisis, anagnórisis, catarsis… entre otros muchos elementos de la constitución del texto dramático y su escenificación.

En el capítulo 12, después de ver cómo han ido evolucionando las estructuras teatrales creadas por los tres grandes trágicos, nos describe el nacimiento de la tragedia y el impacto que ésta, gracias a la “Medea” de Eurípides y especialmente de Séneca, tuvo en la Edad Media, el Renacimiento y en la modernidad; se plantea así mismo si la tragedia en nuestro tiempo es un género todavía posible. Empecé esta reseña con el Steiner de “Después de Babel” para resaltar las enormes dificultades de un trabajo como el de Amestoy . Y la termino con el Steiner de “La Muerte de la Tragedia” que afirmó que “la mitología clásica lleva a un pasado muerto, y que las metafísicas del cristianismo y el marxismo son anti-trágicas”.  En cambio Amestoy  no está de acuerdo con Steiner y le critica que identifique tragedia y mito y recuerda sin más Los Persas y que la herencia judeo cristiana sigue pesando sobre nuestra cultura global. Amestoy coincide con Javier Huerta que en el prólogo al libro se pregunta “¿cómo puede dictaminarse el fin de un género tan vital, tan arraigado a la esencia del ser humano , tan entrañado con los horrores de la historia de la humanidad como es la tragedia?” El lector de este libro, que recomendamos fervientemente, además de disfrutar con su lectura, encontrará muchos argumentos para estar con Ignacio Amestoy cuando siguiendo a Einstein afirma que el dios del teatro tampoco juega a los dados.

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