Cuaderno de bitácora
Mauthausen, la voz de mi abuelo
Pilar G. Almansa

Mauthausen, de Pilar Almansa. Actriz: Inma González. Sala Nave73, Madrid 2018 -19. 1
PERSONAJES
ABUELO: Interpretado por una persona joven, hombre o mujer.
El resto de personajes que se mencionan pueden ser interpretados por la misma persona o trabajar con un coro de varios actores.
SINOPSIS
«En Mauthausen hubo gente que murió porque no tenía moral.
Yo, como estaba todo el día de cachondeo…»
Manuel Díaz, superviviente del campo de concentración de Mauthausen
Esa declaración forma parte de la entrevista que los periodistas Sandra Checa y Benito Bermejo le hicieron a este exiliado español en 2003. En dicha entrevista, Díaz cuenta su huida de España tras la sublevación de Franco y el periplo que le llevó recorriendo Europa hasta el campo de concentración alemán de Mauthausen, en el que estuvo desde 1940 hasta la liberación del mismo al final de la guerra por parte del ejército estadounidense.
Su huída a nado de La Línea de la Concepción a Gibraltar, su paso por el ejército republicano, la dura estancia en el campo de refugiados de Argelés (Francia), cómo fue apresado por el ejército nazi, su llegada a Mauthausen, el trabajo en las canteras, el campo de exterminio de Gusen, los partidos de fútbol, cómo sacaron los negativos de Francisco Boix del campo, la comida llena de gusanos, los piojos, el frío, el recuento, los andrajos, las muertes por agotamiento, las ejecuciones… Manuel relata con la calma y la sencillez del que ha presenciado la atrocidad. Sin alharacas. Sin dramatismos. Sin concesiones.
MAUTHAUSEN. La voz de mi abuelo quiere transmitir el testimonio real de un protagonista de nuestra historia reciente, a partir de los recuerdos grabados directamente por él mismo antes de morir. Pero, por encima de todo, MAUTHAUSEN. La voz de mi abuelo es un canto a la vida, a la fortaleza del ser humano, a la solidaridad y al humor como una estrategia, literalmente, de supervivencia.
La voz de mi abuelo
[ fragmento ]
ACTO ÚNICO

Mauthausen, de Pilar Almansa. Actriz: Inma González. Sala Nave73, Madrid 2018 -19. 2
Se entremezclan en el ambiente canciones alemanas de la época, discursos del Fuhrer, cuplés y bombas… todo ello sobre el sonido de un tren, que cada vez va cobrando más protagonismo. Cuando el tren lo inunda todo, frena estrepitosamente.
Y nos sobrecoge el silencio.
Se rompe el silencio en la oscuridad.
ABUELO.- Yo llegué a Mauthausen la noche del sábado 30 de noviembre del 40. Éramos tres españoles. Nos habían subido al vagón en Múnich, que veníamos de la cárcel, pero yo no les puedo decir si todos los vagones eran de presos, o había también de viajeros. Solo sé que cuando llegamos a la estación de Mauthausen, nos bajaron solo a nosotros tres y nos llevaron a la barraca. (La barraca aparece entre sueños, allí duerme un hombre que se pega en la cara repetidas veces.) Allí se dormía regular, yo me pasé toda la noche dándome en la cara, porque eso estaba llenito de piojos. Había una de piojos…
De una vez que se da en la cara para matar piojos, se despierta. Y con él despertamos todos.
ABUELO.- Y ya al día siguiente, por la mañana, cuando me levanté, ahí empecé a ver lo que era aquello. (Mira en derredor y con su mirada dibuja el campo de concentración de Mauthausen.) Todo el mundo con la camisilla esa finilla, con el frío que hacía, y muchos que estaban esqueléticos de trabajar en la cantera, todos ahí amontonados unos encima de los otros, en las barracas esas que no tenían casi ni colchones, y hablabas con la gente, y había mucha gente de buena familia, algunos eran médicos, otros escritores, había hasta ministros… y muchos críos, muchos que no tenían ni 15 años, que yo por lo menos ya tenía 19… A nosotros al llegar nos habían puesto en la barraca 16, que era de españoles, pero también había españoles en la 17 y la 18. Éramos muchos españoles allí. Yo no sabía a dónde iba.
El Abuelo sale del campo de concentración para contarnos su anécdota de abuelo.
ABUELO.- Fíjense si no lo sabía, que cuando nos bajaron en la estación, había allí un alemán, que eso era lo más malo que había en el campo y siempre estaba fumando un puro, un hombre que no tenía corazón, y cuando nos bajamos del tren me hace así el alemán (gesto de que le limpie el zapato), y yo me puse a limpiarle las botas (se pone a limpiar una bota) y a hacerle así (gesto de que le huelen los pies), y el alemán me hacía con el dedo así (gesto de que vuelva a limpiar), y yo le insistía (gesto de que le huelen los pies) y así hasta que se echó a reír, que menos mal que le caí en gracia. Luego ya en la barraca el Diego, que era el que hablaba el idioma, me decía «Chiquillo, ¿tú sabes lo que has hecho? ¿Tú estás loco? Te has salvado de milagro». (A público.) Pues sí, yo me salvé de milagro. (Pausa.) La primera impresión que tuve de Mauthausen, como llegué de noche, no cuenta, y luego como cuando amaneció era domingo, nos dejaron todo el día en la barraca, que el domingo era el día de descanso. Yo no supe de verdad lo que era Mauthausen hasta el lunes por la mañana.
Una sirena nazi que despabila a cualquiera. Hay prisa. Es bien temprano.
ABUELO.- En la barraca 16 éramos todos españoles. (Se da cuenta de que tiene que salir a formar y sale pitando de debajo de la barraca. Con él salen, uno a uno, sus compañeros..) El barbero, que era muy majo, que a ese lo mataron. Un malagueño cojo. El Alcubierre, que era un poquillo orgulloso. Benedicto, que los alemanes le hicieron capo, porque se defendía con el alemán. Casero de la Plaza, uno de Madrid, ese era un ladrón, yo acabé pegando a un ruso por culpa de él para que me dijera quién le había dado un pantalón que era mío; José Corrales, que era de Córdoba, el primero que murió, asfixiado en una habitación (Se intensifica la sirena, se ha entretenido contando esto, no se puede uno distraer, leñe.), mi cuñao, el más flojo de todos, Rafael Castillo, je, je…
Y a formar. Pero no se resiste a dejar de contarnos su historia, así que se gira, cuidándose de que no le vean los nazis, para compartir su secreto.
ABUELO.- Y yo, Manolito, bueno, Manuel Díaz Barranco, porque yo ya tenía 19 cuando entré, pero a mí me llamaban el Lentejas, y es que eso yo ya lo traía de antes, del campo de refugiados en Francia. Eso era porque allí cuando había lentejas y alguien no quería su plato, me lo comía yo, je, je…
Vuelve a intensificarse la sirena. Silencio.
ABUELO.- (medio en susurros y muy quieto) Nos contaban todas las mañanas, y al mediodía y por la noche antes de dormir, en una plaza grande en medio del campo que se llamaba la plaza apel. Nos contaban para asegurarse de que ninguno se escapaba en el camino del campo de concentración a la cantera. Y si faltaba alguno, nos teníamos que quedar todos de pie, en medio de la plaza, toda la noche, en invierno y en Austria. .
Copyrights fotografías
- Fotógrafo: Rubén Díaz de Greñu↵ Ver foto
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