N.º 51El teatro en la Transición Política Española

 

Cuaderno de bitácora

Antonio Ramos 1963

de Miguel Signes

Cartel de Antonio Ramos, 1963, de Miguel Signes

Cartel de Antonio Ramos, 1963, de Miguel Signes. Teatro Nacional María Guerrero. DIRECCIÓN: Ricardo Lucía. Compañía de Actores Unidos. Madrid, 1977.

Hacer, en estos tiempos que vivimos, un ejercicio de memoria para hablar de una obra teatral de hace 42 años, podría parecer a primera vista algo prescindible, pero si observamos los proyectos teatrales que este invierno van a estar en los escenarios madrileños, etiquetados como teatro documento, quizá entonces el ejercicio se nos aparezca bajo otro aspecto.

En aquellos años sesenta del siglo pasado era difícil no concebir que el Arte en general, pudiera no estar comprometido con la realidad para intentar cambiarla. Ciñéndome al ámbito escénico; ante una realidad vigilada por la represión política, que se ayudaba de la censura para controlarla, muchos nos planteamos si debíamos intentar sortearla y escribir teniéndola presente (nunca a su dictado) para poder estrenar, o bien escribir esperando que la situación política cambiara. Yo, como tantos otros que no escribíamos comedias de evasión, optamos por la segunda postura, lo que podía significar que nuestros textos dramáticos estuvieran destinados directamente a la inoperancia si el cambio político se demoraba en el tiempo. Para mí, entonces, constituía una obsesión denunciar la situación de la clase obrera y por lo tanto la existencia de unos Sindicatos Verticales controlados por el Régimen. En esa idea, y con la técnica del teatro documento, escribí varias obras cortas y varias de duración normal sobre el mundo del trabajo en España, en las que aparecían como personajes algunos ministros franquistas, así como sobre el capitalismo y la propaganda de sus ideas (Don Capitalista, El ayer y el hoy de 1966, Programa para la paz…). Ese teatro mío ha sido estudiado por Guillermo Carrascón, profesor de la Universidad de Turín.

Por esos años sesenta, alguien me contó la historia de un obrero que había sido despedido al perder un brazo en un accidente de trabajo y que, desesperado por su situación, acabó suicidándose. Por mi trabajo como abogado de empresa conocía bien el funcionamiento de empresas y sindicatos, y trasladé a una obra teatral esos conocimientos y los hechos que me habían contado. Obra que narraba, mediante una serie de cuadros escénicos, casi planos fotográficos, la acción dramática, mostrando el contexto social y laboral en que se produce el accidente  y  los pasos que la familia del protagonista da para conseguir un mínimo de justicia ante la empresa, autoridades, abogados, jueces y personajes sindicales. De ese modo presentaba al espectador, casi notarialmente, una visión panorámica de la estructura política del régimen franquista. El personaje central, Antonio Ramos, no aparece en la obra, y la evolución de su personalidad  se va descubriendo a lo largo de los diálogos que sobre él y su situación mantienen  familiares, compañeros de fábrica y vecinos del barrio en que vivió, hasta el momento final en que la impotencia y la desesperación de Antonio le llevan al suicidio en la misma fábrica en la que trabajó. Solamente al final de la obra, un obrero, compañero del protagonista, se sale de la objetividad del relato para indicar, en un pequeño comentario, que lo que hizo Antonio no era lo que en su situación había que hacer y que estaba en la mente de mucha gente. En aquellos momentos, el espectador ya sabía que el camino sugerido acababa siempre con la detención en las cárceles del Régimen.

La obra tenía 26 personajes: cuatro administrativos, ocho obreros, seis vecinos, tres familiares y cinco personalidades. Los espacios se sugerían con un mínimo de mobiliario y el juego de luces con los oscuros marcaban el cambio de los cuadros escénicos.

Signes Mengual, M., (1986). Antonio Ramos, 1963 / La comedia de Charles Darwin. Diputación de Salamanca.

Signes Mengual, M., (1986). Antonio Ramos, 1963 / La comedia de Charles Darwin. Diputación de Salamanca.

Esto fue “Antonio Ramos 1963”, en cuyo título figuraba el año de la escritura. Tres años más tarde, en 1966, la había presentado al Premio Albor de Teatro de Amigos de la Unesco de Madrid, y lo obtuve teniendo como jurado a Alfonso Sastre, José Monleón, José María de Quinto y José Esteban. El premio estaba patrocinado económicamente por el entonces empresario del Teatro Lara de Madrid y en el acto de entrega de su cheque (creo recordar que fue de 5.000 pesetas), me recomendó que si quería estrenarla debía cambiar el final proyectando una cruz sobre el escenario, a fin de que la obra tuviera mayor impacto. Naturalmente, eso significaba que la crítica social y política que impregnaba todo el texto quedaba desvirtuada. Vivíamos todavía  años duros del franquismo, que tuvo siempre a la Iglesia católica a su lado. Como es lógico, no atendí la sugerencia (aunque lo hubiera hecho, el empresario no la habría estrenado tampoco), y la obra pasó a engrosar la larga lista de textos que había escrito y que seguiría escribiendo con la misma idea hasta la muerte del dictador. De ese modo, me convertí en uno más de la larga lista de autores que por entonces se veían obligados a guardar sus textos en el cajón, a la espera de mejores tiempos para el teatro escrito con libertad.

En 1976, con Franco ya muerto, un grupo numeroso de actores dirigido por Ricardo Lucia y entre los que se encontraban: María Luisa Ponte, Berta Riaza, Guillermo Montesinos, Alberto Alonso, Conchita Goyanes, Juan Vicario, Mario Abad, Natalia Sandoval, Maruja Recio, Antonia Calderón, Isidro Luengo…. hasta los veintitantos, se constituyeron en una cooperativa, “Actores Unidos”, y me propusieron estrenar Antonio Ramos 1963; yo mismo pasé a formar parte de la cooperativa.

Lo primero que se planteó fue si debía corregir la obra para adaptarla al tiempo presente o dejarla tal cual; por esta última opción nos decantamos Ricardo Lucia y yo, pues estábamos convencidos de que los diez años transcurridos desde que fue premiada,  no habían borrado de la mente de los posibles espectadores lo vivido hasta ese momento. Es verdad que desapareció el Sindicato Vertical y que Comisiones Obreras y la UGT, entre otros sindicatos, estaban ya presentes, y también es verdad que las leyes del Movimiento Nacional acababan de ser derogadas -la Constitución tardaría aún 2 años en promulgarse- pero, como le dije a un periodista, los cambios eran más verbales que prácticos, y la picaresca empresarial seguía siendo la misma, al igual que la indefensión del hombre ante la sociedad.

Lo que nos importaba era mostrar que, tanto entonces (el momento de Antonio Ramos 1963), como en el ahora del estreno (el momento de la transición), la situación a la que se había enfrentado el obrero Antonio Ramos no estaba del todo eliminada y que, además, era importante dejar testimonio de una época. Decidimos pues, como digo, no tocar ni una coma del texto, y no nos equivocamos, pues las críticas de prensa y las revistas especializadas que aparecieron después del estreno en Madrid, el 11 de enero de 1977, apenas mencionaron de pasada los años transcurridos hasta el estreno, con la excepción de alguna crítica (la de José Monleón en Triunfo, también laudatoria); pero ni Eduardo G. Rico (Pueblo), Ángel Fernández Santos (Diario 16), Julio Trenas (Arriba), Lorenzo López Sancho (ABC), Enrique Llovet (El País), Arcadio Baquero (La Actualidad Española), Antonio Valencia (Hoja del lunes), Pablo Corbalán (Informaciones), Fernando Lázaro Carreter (Gaceta Ilustrada), Carlos Luis Álvarez (Blanco y Negro)… lo tuvieron en cuenta en sus unánimes loas, tanto del texto como de la representación.

Pero recuperemos el hilo. La cooperativa, falta de teatro donde ensayar, lo tuvo que hacer en casa de Alberto Alonso. El hecho de que no contara con decorados facilitaba el trabajo. Por fin la obra se estrenó en octubre  del 76 en Salamanca y en el Teatro Bretón (hoy desaparecido), gracias a mis gestiones con la gerencia del Teatro, pues yo vivía en Salamanca desde 1969. El estreno en Salamanca se planteó como una especie de rodaje para después llegar a Madrid, tarea que resultó francamente difícil al no encontrar local de teatro que corriese con el riesgo de estrenar un novel. La Cooperativa, con Ricardo Lucia al frente, intentó incluso montarla en una carpa, a lo que el alcalde de turno, Juan de Arespacochaga, se negó en el último momento. Finalmente, Ricardo Lucia consiguió el Teatro María Guerrero (que dependía en ese momento del Ministerio de Información y Turismo, y concretamente de su Dirección General de Teatro y Espectáculos) para un mes, y la autorización de la censura del Ministerio, que seguía existiendo aunque ya no era lo que había sido. Se estrenó el 11 de enero de 1977.

Durante el tiempo que estuvo en cartel tuvo lugar la matanza de Atocha (24.1.1977)  y todos los teatros de Madrid cerraron unos días. Transcurrido el mes de contrato con el María Guerrero, y cuando el público empezaba a llenar el teatro tras el grave incidente de Atocha, se intentó prolongar la actuación, pero desgraciadamente, Miguel Narros, que iba a estrenar Los gigantes de la Montaña, de Pirandello, en versión de Enrique Llovet, necesitaba el teatro para “ensayar” y no permitieron que nosotros continuáramos actuando. No es descartable que en esa decisión influyera el tema central de Antonio Ramos 1963. Narros estrenó el 18 de marzo de 1977. Desde el 11 de febrero en que terminó nuestro contrato en el María Guerrero hasta el 18 marzo de 1977, el María Guerrero estuvo cerrado por ensayos.

La compañía siguió un tiempo más de bolos en Alicante y en Zaragoza, pero resultaba complicado mantener económicamente a un grupo de actores tan numeroso, y  Antonio Ramos 1963 terminó su aventura en esta última ciudad, aunque Actores Unidos continuó todavía su trabajo algún tiempo después con otros montajes.

Quiero finalmente destacar que durante la transición, periódicos y revistas contaban con secciones de crítica teatral diaria, algo que hoy echamos en falta, y que la Diputación de Salamanca publicó en 1986 el texto de Antonio Ramos 1963 recogiendo todas las reseñas aparecidas en la prensa nacional y local. Curiosamente, en ninguno de los libros o ensayos (con una o dos excepciones quizá) que se han publicado sobre el teatro de la transición, se menciona Antonio Ramos 1963. Y fue la primera vez que, después de 42 años, subía a escena del María Guerrero una obra de denuncia social de la mano de un autor novel. Después, he seguido escribiendo textos teatrales sin cambiar las ideas, aunque sí las formas. Mi escritura ya no se mantiene en la misma línea.

 

 

 

Antonio Ramos 1963

[ fragmento ]

CUADRO NOVENO. Al encenderse la luz se verá al hijo de Antonio Ramos apoyado en un lateral, fumando. Estamos en una calle. Sale el médico de la empresa Tebia.

Hijo.- Perdone señor, quería hablar con usted un momento.

Médico.- ¿Conmigo?

Hijo.- Sí. ¿No es usted el médico de Tebia?

Médico.- Sí, ¿por qué?

Hijo.- Conocerá usted de seguro a mi padre.

Médico.- Pues no sé, si…

Hijo.- Es Antonio Ramos.

Médico.- Antonio Ramos, Ramos… Pues no caigo ahora, perdone.

Hijo.- Perdió un brazo en la prensa hará unos…

Médico.- No lo debí atender yo…

Hijo.- Se tuvo que enterar. Todo el mundo en Tebia lo sabe.

Médico.- Sí, supe que un prensista perdió un brazo, pero nunca había oído su nombre.

Hijo.- Yo creí que lo conocía.

Médico.- Comprenda, son muchos los que trabajan en Tebia y además soy médico en otras fábricas también. ¿Y qué quiere de mí?

Hijo.- Verá, si usted pudiera firmarme un papel como que se accidentó… Es muy importante pa nosotros.

Médico.- Eso yo no se lo puedo hacer. Traiga un escrito de la empresa primero…

Hijo.- Es que si usted pudiera firmarme un papel como que se accidentó…

Médico.- Pero si no lo sé…

Hijo.- Si no ha pasao otro accidente…, sólo pudo ser mi padre.

Médico.- Lo creo, pero los documentos no se pueden hacer así.

Hijo.- Es que necesitamos ese papel para demostrar que le pasó trabajando y poder cobrar…

Médico.- Eso quien lo hará es el médico que le atendió, mejor que yo.

Hijo.- Nosotros lo decíamos porque como usted tiene que saber que le ocurrió ese accidente a mi…

Médico.- Pues ya le digo…

Hijo.- Es que resulta…

Médico.- Si no le importa ir andando…, voy a la ciudad jardín y llevo mucha prisa.

Hijo.- Le acompaño. Mi padre es que llevaba ya cerca de tres años en la empresa… (Oscuro).

 

 

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