N.º 50El humor en el Teatro Español Contemporáneo

 

¿De qué te ríes?

Carlos Gil Zamora

Siempre me ha costado comprender lo del humor regional. En el teatro tenemos la costumbre de asegurar, sin más rigor que la vivencia, que en ciertos lugares el público es más expresivo y que funciona muy bien en cuanto le ofreces espectáculos de teatro de humor.  Y aquí entro en una de mis contradicciones adictivas: no hay un público, sino públicos. En todos los confines de la tierra. En cada localidad. Por lo tanto, esas aseveraciones forman parte de una visión limitada. Y si hay públicos, significa que hay diferentes ofertas de espectáculos de humor que van seleccionando a esos públicos precisamente.

Mi vida profesional transcurrió durante unos buenos años a lomos de Dario Fo. Con él aprendí que el humor cuando es catártico es alienante, provoca una estrangulación emocional en los espectadores que hace que pierdan la capacidad interpretativa de lo que sucede. También aprendí que el humor, utilizado como estilete, es un arma política de primera entidad. El problema es conseguir ajustar bien ese humor para que provoque esa sensación de complicidad sin llegar a meter a los espectadores en una ciénaga de efluvios diversos que emborracha y hace perder el sentido crítico.

Ensayo general sobre lo cómico (de Alfonso Sastre). Editorial Hiru, 2002.

Ensayo general sobre lo cómico (de Alfonso Sastre). Editorial Hiru, 2002.

Tengo en mis manos una deliciosa publicación de mi admirado Alfonso Sastre, titulada Ensayo general sobre lo cómico (en el teatro y en la vida), que aporta una visión filosófica de gran profundidad desentrañando los mecanismos por los cuales lo cómico o humorístico forma parte de la capacidad de imaginación del ser humano. Para decirlo con uno de sus apuntes: “la imaginación cómica es una parcela risueña de nuestra capacidad imaginante (de nuestra imaginación dialéctica): un modo de tratar nuestra imaginación con la realidad existencial y social.”

Es decir que según cómo nos pongamos, lo cómico es una cosa muy seria porque afecta a una de las raíces del propio ser humano, esa capacidad para distorsionar la realidad, o, dicho de otro modo, que uno ve una cosa y piensa en otra cuando el efecto cómico tiene la capacidad suficiente. Y en el teatro, tenemos hasta un género que se inscribe precisamente en ese poder de causar en los demás un efecto cómico, aunque sea contemplando asuntos dramáticos.

 

Quizás en el plano teórico tengamos muchos asideros, pero si bajamos a los hechos, a lo que se ve en nuestros escenarios, habitualmente, entramos en una fase algo depresiva porque encontramos muchas cosas que hacen risa. Y la risa o la gracia son valores que no están condicionados por la inteligencia, sino por los instintos, por lo inmediato, lo automático que no lleva ningún aditamento que ayude a analizar lo visto y posicionarse ante ello.  Un resbalón en la calle, un tartazo, todo descontextualizado, todo como una pirotecnia.

La tradición del teatro de humor en España ha tenido grandes hitos, se ha practicado con talento, pero hay épocas en los que las carteleras se llenan casi exclusivamente de monologuistas. Es una plaga que ha colonizado los escenarios, que tienen unos públicos fervorosos que los siguen, han creado una red paralela, han copado el humor y en demasiadas ocasiones estamos ante cuentachistes con más o menos fortuna, junto a otros y otras que aportan algo más, muy poco, porque estamos en un mercado que requiere de efectividad a toda costa.

El teatro de vodevil, el astracán, la alta comedia han proporcionado materiales de un soporte literario bastante reseñable, pero cuando todo esto se dispara, se convierte en la gracia de una cabecera de cartel, se deteriora ese mecanismo, esa carpintería teatral que requiere una buena comedia, para parecerse más a un cúmulo de gestualidades repetidas, morcillas al por mayor y chistes adosados.

La Risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico (de Henri Bergson). Traductor: Guillermo Graíño Ferrer. Alianza Editorial, 2016.

La Risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico (de Henri Bergson). Traductor: Guillermo Graíño Ferrer. Alianza Editorial, 2016.

En años anteriores el teatro gestual nos proporcionó con El Tricicle, grandes éxitos. Una trayectoria que consiguió llegar a unos públicos amplios, con un humor blanco. Parece no existir continuidad. Yllana en el mismo territorio, con más mordiente, han logrado hacerse con un lugar en este rubro.  Quizás tengamos que recordar que Els Joglars en sus inicios hicieron un teatro cáustico, políticamente activo, con un lenguaje que rezumaba sabiduría teatral y capacidad humorística. En un lugar más cercano al idealismo pondríamos a Els Comediants. Excepto Yllana, el resto son catalanes. ¿Es el humor catalán una categoría que gusta de manera incondicional en toda España? La pregunta planteada hoy parece una provocación. Pero, durante décadas, esos tres grupos o compañías hicieron humor por todos los grandes teatros españoles.

Yo no sé contestar a la pregunta de este artículo. Yo me río de muchas cosas. Hay días que me río de idioteces muy grandes. Otros que necesito agitar parte de mis neuronas más exigentes para no sentirme un mono escaldado. En el teatro, en general, sin entrar en profundidades, me encanta cuando es la inteligencia, la trama, la triple o quíntuple intención, las que me llevan a esa satisfacción inconmensurable de haber comprendido el sentido último de lo que, a primera vista parece obvio, y me provoca la sonrisa o la risa soterrada. Y al rato pienso sobre la situación y lo que me han contado.

Veo mucho teatro que busca la risa fácil. A veces me aburren. Otras me entretienen. Prefiero aquellos espectáculos que me abren preguntas sobre la vida, aunque sea meándome de risa. Y me cabrean aquellos que maldita la gracia que tienen, porque son, además, muy reaccionarios, machistas u homófobos.

 

 

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