N.º 50El humor en el Teatro Español Contemporáneo

 

Cuaderno de bitácora

Intensamente azules

de Juan Mayorga

Portada de Intensamente azules. Escritor: Juan Mayorga. Dibujante: Daniel Montero Galán. Ediciones La uÑa RoTa. Colección Libros Robados (2018).

Portada de Intensamente azules. Escritor: Juan Mayorga. Dibujante: Daniel Montero Galán. Ediciones La uÑa RoTa. Colección Libros Robados (2018). 1

Una mañana, hace no mucho, en un pueblo andaluz, durante unas vacaciones familiares de Semana Santa, al despertar, encontré en el suelo, rotas, mis gafas de miope. Tras algunos minutos de desconcierto, me tranquilizó recordar que tenía otras graduadas: las de natación, intensamente azules, que mi familia me había regalado en un cumpleaños. El caso es que empecé a moverme con ellas, lo que sorprendió a mis hijos –a mi mujer no le sorprendió nada–, sobre todo cuando me vieron salir al supermercado a comprar leche, que hacía fal

En el súper me di cuenta de que, tanto como el modo en que yo veía a la gente, las gafas cambiaban el modo en que la gente me veía. No tuve más remedio que sacar la libreta y ponerme a escribir. Como el negocio de óptica del pueblo trabajaba a medio gas entre Domingo de Ramos y Domingo de Resurrección, pasé varios días viviendo con mis gafas de natación, y escribiendo con ellas. Puedo decir, sí, que, en buena medida, Intensamente azules está escrito con gafas de natación intensamente azules.

Ensayo de Intensamente azules. Juan Mayorga y César Saratxu. Foto: Sergio Parra.

Ensayo de Intensamente azules. Juan Mayorga y César Saratxu. Foto: Sergio Parra.

Fue a mis editores de uÑa RoTa, Carlos Rod y Mario Pedrazuela, a quienes se les ocurrió ponerlo en manos de Daniel Montero Galán, un formidable ilustrador con el que ya había compartido varias aventuras. El caso es que Intensamente azules se convirtió en un libro ilustrado que algunos toman por libro para niño

Por otro lado, yo sentía que ese texto –diario o relato o poema o comentario a Schopenhauer o lo que quiera que fuese, escrito en gran parte con gafas de nadar– tenía vocación de ser pronunciado, quería encontrar cuerpo, hacerse teatro. Tuve la suerte de poder llevarlo a escena con un cómplice maravilloso para ello, César Sarachu, a quien ya había dirigido en Reikiavik. César es un actor poseído por el demonio de los escenarios, capaz de llenar de poesía cada palabra y cada gesto. Nos acompañaron la luz de Juan Gómez Cornejo, la música de Jordi Francés y la escenografía de Alejandro Andújar.

Poco más de un año después de que se me rompiesen las gafas normales, levantamos el telón. En el aplauso, todos salimos a saludar con gafas de nadar intensamente azules.

 

 

 

 

Intensamente azules

[ fragmento ]

En mi último cumpleaños me regalaron unas gafas de natación graduadas. Como no me acostumbraba a ver el fondo de la piscina, había decidido devolverlas, pero he acabado sacándoles partido. Una mañana, al levantarme, encuentro rotas las gafas normales y me pongo las de nadar. No es cómodo, pero sé por dónde voy. Elijo una corbata a juego –las gafas son intensamente azules- y, tras asegurarme de que no hay nadie en el pasillo, salgo a hacer la compra. En el súper, empleados y clientes me observan con atención. Cuando me acerco a pagar, la cajera me mira como dispuesta a entregármelo todo. A la salida me espera un coche patrulla. Dos agentes me escoltan hasta casa, me ayudan a subir la compra y me advierten que, de reincidir, lo tomarán como una provocación.

Intensamente azules, de Juan Mayorga. Intérprete: César Saratxu. Foto: Sergio Parra.

Intensamente azules, de Juan Mayorga. Intérprete: César Saratxu. 2

Leo El Quijote con mis gafas de nadar. Entiendo cosas que jamás había comprendido. Leo La vida es sueño. Leo Castillo interior. Todo lo que he leído, desde la cartilla escolar, voy a volver a leerlo con mis gafas de natación. Voy a la biblioteca municipal dispuesto a leer libros que nunca me he atrevido a abrir. Leo Principios de la mecánica cuántica y Teoría general de la relatividad.

Leo El mundo como voluntad y representación, de Arthur Schopenhauer. Lo comprendo todo. Uf.

Voy a un cine de sesión continua. Veo Un perro andaluz siete veces seguidas. ¡Qué divertido es ver en azul películas en blanco y negro!

Veo Las Meninas. Voy por la acera de la sombra. De camino veo a dos embarazadas intercambiando mapas, a un padre que advierte “No os arrastréis por el suelo, puede haber cristales”, a una dependienta que murmura a otra “Trabajando en esta tienda vas a darte cuenta de que la gente es supermalapersona”, a una vieja que simula una cojera. Entro al museo muy nervioso. Los vigilantes no me quitan ojo de encima. Las Meninas están rodeadas de antidisturbios. Cuando salgo, la sombra ha cambiado de acera y la vieja de pierna. Al acostarme, me digo: “Tengo que dormir una noche con gafas, a ver si también afecta a los sueños”.

Veo que las otras personas, al hablarles yo con gafas de nadar, me escuchan con una atención que antes no me prestaban. Es una sensación agradable. Me refiero a frases como “Tengo hambre” o “Estoy cansado” o “Somos el inconsciente de ése que se nos aparece en el sueño”.

Intensamente azules, de Juan Mayorga. Intérprete: César Saratxu.

Intensamente azules, de Juan Mayorga. Intérprete: César Saratxu. 3

Pinto en mis fotos gafas de natación. Intensamente azules, sostenidas a la nuca por una cinta levemente azul. Voy a hacerlo con todas las fotos, desde bebé, no importa el tiempo que me lleve.

Mi mujer encuentra la foto de la boda. “Un guasón te ha pintado unas gafas de nadar”. “Lo he hecho yo mismo. También la foto del carnet de Familia Numerosa”. Ella corre a comprobarlo. Vuelve con un catálogo abierto por la página siete. “Fíjate qué preciosidad. Puedes elegir entre tres intensidades de azul”. “Teniendo ya unas gafas, no voy a comprarme otras. No están los tiempos para despilfarros. ¿Qué ejemplo daríamos a los niños?”. Al día siguiente, cuando despierto, descubro que mis gafas no están donde las dejé al acostarme. Mis primeras sospechas se dirigen a mi mujer. Las gafas aparecen entre El mundo como voluntad y representación. Esa mañana, en la piscina municipal, hago tantos largos como años tengo. Al acabar las dejo, estoy seguro, sobre el banco de madera, junto al bañador y el gorrito, y me meto en la ducha. Cuando vuelvo, ellas no están. Hay en el vestuario siete nadadores más, tres con gafas azules. “Si no tiene mi graduación, lo cazaré en cuanto intente dar un paso. Ojalá no sea el fuertote”, me digo intentando meter las piernas en los pantalones. Veo que uno sale dándose golpes contra las paredes y lo sigo dándome golpes yo también. Le doy alcance en la piscina infantil. Con agua hasta las rodillas, peleamos torpemente hasta que el socorrista consigue separarnos y le obliga a devolvérmelas. Última vez que las llevo a la piscina.

“Somos de la misma materia de que están hechos los sueños, y nuestra vida cabe en un sueño”, dice Schopenhauer. “Cuánta razón tienes”.

Mi hija la pequeña me pide que no vaya a verla jugar con gafas de natación. Al explicarle que con ellas por fin entiendo las reglas e interpreto correctamente las jugadas, me responde que puedo verla jugar con gafas de natación siempre que no me siente junto a los otros padres.

Mi hija la mediana me pide que no vaya a su boda si voy a hacerlo con gafas de nadar. “No sabía que tuvieses novio”. “No lo tengo. Es solo una advertencia”.

Mi hijo el mayor me pide una reunión en el pasillo para hablar “sobre algo que nos importa a todos”. Sospecho de qué se trata. Espero que no me obliguen a elegir.

 

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