N.º 47Teatro alternativo

 

La Sala Triángulo de Madrid:
un proyecto de teatro alternativo

Alfonso Pindado

Podemos comenzar haciendo un poco de historia. Hoy en día está todo muy confuso: no estoy muy seguro de si el teatro alternativo ha sido un movimiento o algo circunstancial, lo que sí es cierto es que, si lo consideramos movimiento, ha sido muy ecléctico.

En principio, lo que nos unía eran las salas y su precariedad, las dificultades económicas. La necesidad de tener un espacio para la investigación, así como para poder mostrar el resultado de dicha investigación, hizo que surgiera la idea de abrir un espacio teatral propio. Este fue el origen de la pequeña Cuarta Pared de la calle Olivar nº 7. El panorama era bastante pobre: no había espacios, se estaban construyendo centros culturales que no han dado demasiado de sí. (Por razones económicas supongo, o simplemente porque a la cultura y al teatro, en particular, no se les ha dedicado apenas presupuestos; es más, desde lo público se han generado muchas dificultades al teatro emergente, como podían ser los espacios y las producciones de las salas alternativas). La necesidad de tener ese espacio empujó a pequeños grupos de gente; es el caso de Cuarta Pared con Luis Castilla, Simón Delgado, Javier Yagüe y yo mismo; además, nos hizo trabajar intensamente. El sueño de hacer algo importante en el teatro nos daba mucha más energía. Trabajamos en la construcción de nuevas escenas, en la profundización del trabajo del actor sobre sí mismo en su proceso de creación, así como en el arreglo del local de la pequeña sala, construyendo el espacio para desarrollarnos artísticamente en las mejores condiciones posibles.

Sala Triángulo

Sala Triángulo

Pasó un tiempo, y lo cierto es que la pequeña Cuarta Pared se hizo más pequeña aún, a medida que iban creciendo las ideas y los proyectos, y en mi caso particular, pasé a construir la sala Triángulo, con la que buscaba lo mismo: nuevas formas de expresión y renovación teatral. Teniendo en cuenta que desde la guerra civil no hubo una evolución real del teatro, que sufrió una parálisis fruto de la dictadura, y no comenzó a revivir hasta prácticamente los años 80 (sin menospreciar la presencia y la labor del teatro independiente, del que buena cuenta nos han dejado autores o cronistas como Miguel Medina Vicario, Alfonso de Toro, María-José Ragué-Arias o Cesar Oliva, entre otros), la sala Triángulo se convirtió en un nuevo instrumento para la creación de artistas emergentes.

Casi de inmediato abrieron sus puertas otras salas como Teatro Pradillo o Ensayo 100, dando lugar a que las compañías buscaran cobijo en estas salas alternativas, ya que ningún otro teatro les abría sus puertas. Así que hubo que evolucionar y adaptar los nuevos espacios acogiendo proyectos teatrales ajenos. Este fenómeno provocó la aparición de creaciones de gran interés con novedosos lenguajes, tanto en los textos como en los gestos, y permitió un importante avance que, poco a poco, se fue notando en el tratamiento de los trabajos de un cada vez más amplio colectivo de creadores de teatro.

En el caso de Triángulo, el hecho de acoger a nuevas compañías fue debilitando el carácter primigenio de taller de investigación. Sin embargo, hay que decir que la sala Triángulo creó una escuela con plazas limitadas en donde se fomentaban los procesos de investigación; por otra parte, compañías como Elfo Teatro y Teatro de Bolsillo de Madrid, La Rueda de Aragón, o Klótikas de Canarias, mostraban trabajos en los que la investigación era su labor principal. Fue el caso también de la pequeña Cuarta Pared, Ensayo 100 o Teatro Estudio de Madrid, que de igual manera fundaron escuelas para fomentar la formación y la investigación con sus alumnos. Los trabajos de creación colectiva tenían una mayor presencia en los primeros años del proceso de construcción de las salas alternativas.

La primera Cuarta Pared, de la calle Olivar nº 7, mantuvo la idea de investigación hasta el año 1992, en que abrió un espacio más grande. Algunas cosas habían cambiado: en primer lugar, Ángel Ruggiero no participaba en ese proyecto y al igual que él, yo también dejé de formar parte. La apertura de la nueva sala trajo consigo la programación de proyectos muy válidos pero, por otro lado, se fue debilitando la labor de investigación.

Encerrona, de Pepe Viyuela (Sala Triángulo, 1993).

Encerrona, de Pepe Viyuela (Sala Triángulo, 1993).

Escoria, de Elfo Teatro (Sala Triángulo, 1989).

Escoria, de Elfo Teatro (Sala Triángulo, 1989).

Las salas empezaron a convertirse en salas de exhibición, salas que mostraban trabajos de otras compañías. Por ejemplo, en la sala Triángulo, una de las primeras programaciones ajenas fue un espectáculo de la Unión Soviética, en el invierno de 1989 la compañía Angagement mostró A puerta cerrada, de Jean Paul Sartre, en ruso. Es el caso también del joven Pepe Viyuela, con Encerrona, espectáculo que todavía sigue vivo, o el de la compañía Efecto Invernadero, entre cuyos miembros podemos destacar la figura de Andrés Lima, así como una larga serie de compañías (como el Teatro Elfo con Escoria, o la compañía italiana Laboratorio Teatro Cuatro) que participaron en esos primeros años. La apertura no fue solo para compañías del Estado, sino para el resto del mundo, porque, de alguna manera, también nos transmitían nuevos lenguajes escénicos. Era importante trabajar con compañías que ya habían participado en otros festivales de corte alternativo como el Fringe o el Off de Avignon, o con los proyectos que habían desarrollado el Laboratorio Teatro Cuatro en Bolonia o el Stalquer Teatro en Turín, que enriquecían nuestros trabajos. Todos estos hechos acontecían en petit comité, y cada sala mantenía sus proyectos con la dificultad de no poder llegar a un público amplio. Eso empujó a Triángulo a convocar eventos en común con otras salas; así surgió el primer festival de teatro alternativo de Madrid en el año 1989: La Alternativa. Este es un tema mucho más amplio que daría para un mayor estudio y profundización.

La conclusión a la que podíamos llegar es que fueron colaboraciones de intereses comunes, pero intereses que nunca pasaron por las puestas en escena o cuestiones estéticas; eran fruto de la necesidad de incidir y presionar a las instituciones públicas para que colaboraran y ayudaran a nuestros proyectos; no simplemente por que nos consideráramos creadores, sino porque había una tremenda competitividad por parte de los teatros públicos. A esa veintena de teatros de Madrid hay sumar todos los centros culturales repartidos por los diferentes barrios de la comunidad, así como otros tantos teatros de las diferentes ciudades periféricas.

En la actualidad, el eclecticismo estético propio del teatro alternativo ha crecido en todas las dimensiones. Si en principio había algo que nos unía, era la idea de rescatar autores, creadores, tanto emergentes como a aquellos a los que nunca se había representado en tiempos de la dictadura, así como mostrar trabajos de creación colectiva. Hoy en día existe un maremágnum de ofertas, de trabajos de todo tipo, en donde la ideología pasa a unos planos bastante lejanos. Cierto es que el Teatro del Barrio, la antigua sala Triángulo, a cuyo frente estuve durante 25 años, mantiene una idea de teatro social y teatro político, pero en muchos otros casos se están desarrollando trabajos sin compromiso social, o si lo hay, es intermitente en el contexto de las salas. Además, las compañías necesitan sobrevivir, o simplemente tener la dignidad de ganar al menos algo simbólico por función. Por lo tanto, las compañías buscan llegar con más facilidad al público mediante trabajos de carácter más comercial y ponen en pie obras de autores conocidos y proyectos que puedan impulsarlas y darles mayor presencia. Tristemente, los medios de comunicación cada vez se hacen menos cargo de estas cuestiones, y si a eso le añadimos el 21% de IVA, cuando las compañías van a hacer números con las salas que, actualmente siguen manteniendo el 50-50%, se encuentran con resultados bastantes paupérrimos.

Hay quien dice que hay exceso de compañías; hace poco, desde esa idea del teatro kamikaze, se comentaba que había demasiada oferta y poca demanda, pero eso ¿quién puede evitarlo? Ya ocurrió, hace tiempo, durante la presentación del 4º Festival Alternativo, que Carlos Jiménez, entonces gestor de teatro en la Comunidad de Madrid, hizo una crítica en público, delante de unas 60 o 70 compañías en la sala Triángulo al comentar que “Salían compañías como setas”, lo que provocó un griterío, y se vio obligado a rectificar inmediatamente y posteriormente en varias ocasiones, porque ¿quién puede evitar que las setas salgan? Este punto de vista no sirve, la gente hace teatro, unos porque lo aman, otros porque piensan que van a triunfar y otros porque se quieren a sí mismos en el teatro, como diría Stanislavsky. El hecho es que es una evidencia inevitable.

La solución tampoco la vislumbro por ninguna parte. Creo que el teatro va a seguir, que va a seguir haciéndose en salas pequeñas, regulares, grandes, y por supuesto, en la calle, y creo que, hoy por hoy, aquello que nos unía, que eran las salas alternativas y el pensamiento de investigación para encontrar nuevos lenguajes, está completamente diluido en este mar en calma, en donde apenas se plantea una acción política a favor del teatro, salvo honrosas excepciones que no tienen una repercusión efectiva. Al margen de que la idea de lo alternativo se haya diluido y haya transitado hacia su disolución natural, queda una labor de protesta por hacer, de utilizar la calle si es necesario para decir las cosas, y de reclamar lo que al teatro le pertenece y que se le está negando. No podemos ir a refugiarnos en la grandeza de la pobreza, no se es más creativo porque se es pobre; lo más importante es reivindicar la dignidad en nuestra profesión. Nos queda un largo camino.

 

 

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