N.º 41La edición teatral a través de la historia

 

Las ediciones digitales:
algo más que una opción

Juan A. Ríos Carratalá

La ciencia avanza que es una barbaridad y la relacionada con la edición digital todavía más. Hace aproximadamente una década, andaba enfrascado en la dirección académica de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (www.cervantesvirtual.com), y las dudas ante la novedad de esta plataforma provocaban numerosos problemas de todo tipo. El objetivo de aquel pionero proyecto era salir adelante, convencer a los autores e investigadores de la necesidad de optar por esta posibilidad para difundir sus trabajos y evitar los lógicos recelos de las entidades editoras. El anecdotario fue prolijo, pero al cabo de los años compruebo que mereció la pena emprender esta cruzada y hoy, en medio de una crisis que nos obliga a replantearnos lo considerado como inamovible, la edición digital se encuentra consolidada sin menoscabo de la realizada en papel. La coexistencia debe imponerse porque ambas opciones conservan su razón de ser.

Uno de los objetivos que me propuse al frente de los contenidos de la citada biblioteca fue incorporar la edición de textos del teatro español contemporáneo. La experiencia de colaborar por entonces en la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos  y mi condición de catedrático dedicado a este género me permitían ser consciente de las dificultades de la edición en papel de textos de autores contemporáneos. En dicha Muestra celebramos mesas redondas al respecto, difundimos iniciativas editoriales procedentes de diferentes rincones de la geografía nacional y se cuestionó a menudo un panorama modesto, solo aliviado por las ediciones que todavía contaban con ayudas públicas o que optaban por vías de difusión tan voluntariosas como especializadas. Mi propuesta en estos casos siempre era invitar a colaborar en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, donde se garantizaba una notable difusión sin coste para un autor que solo debía firmar la correspondiente autorización. La alternativa parecía sugestiva, pero todavía eran notables los recelos de unos dramaturgos que, como la mayoría de nosotros, sienten vértigo a la hora de aceptar un cambio en aquello que se ama: el teatro, la propia obra.

A pesar de estos recelos y de una comunicación que no siempre fue fluida, la iniciativa cuajó en un portal dedicado a la Asociación de Autores de Teatro donde los miembros de la misma podían incorporar su producción dramática mediante ediciones digitales. Su inauguración tuvo lugar hace una década y, en la actualidad, son más de trescientas las obras de su catálogo con una amplia representación de las diversas tendencias y generaciones. Las cifras de consultas son dispares, pero dudo que haya otra colección teatral de autores españoles más consultada y la comparación con la difusión de los libros de este género resulta innecesaria. La realidad de lo digital se ha impuesto por su lógica de costes, accesibilidad e inmediatez, sobre todo en un género minoritario y desatendido por las editoriales como es el caso del teatro español contemporáneo.

La actual crisis económica, o la estafa a gran escala, está siendo demoledora para el mundo del teatro y la edición del mismo ha pasado a mejor vida en numerosos casos. Ya no quedan instituciones públicas dispuestas a financiarla, las puertas del presupuesto están cerradas para las asociaciones de autores y los recortes obligan a agudizar el ingenio para encontrar alternativas. En este panorama, la opción de la edición digital pasa a ser el baluarte que nos suele quedar y no parece incómodo si ponemos algo de nuestra parte para evitar la melancolía por aquello que no volverá.

Cualquier aficionado a la lectura del teatro añora otras colecciones en papel cuyo recuerdo nos parece entrañable. Lo comprobamos cada vez que en una librería de viejo o en una biblioteca tropezamos con unos libritos modestos, de tapas blandas y tipografía irregular, pero que nos remiten a un tiempo donde el teatro conservaba una presencia social y cultural ahora inimaginable. Esa reacción nos reafirma en nuestra identidad de aficionados o profesionales del teatro, pero la realidad de una pantalla se impone cuando aparecen las cifras, los costes, las dificultades para la distribución y, sobre todo, la escasez y la dispersión de los lectores hipotéticamente interesados. Entonces la única alternativa, aunque me repela utilizar este concepto, es la edición digital, que pasa por la conciencia de que Internet ya no es un obstáculo relacionado con el futuro, sino una parte de la realidad cotidiana cuyas interrogantes se resuelven mediante la práctica.

La década ha sido pródiga en novedades tecnológicas. Algunas, muy pocas, se han aplicado a las ediciones de textos teatrales en formato digital, pero el escaso entusiasmo de los responsables de estas plataformas ha dificultado la culminación de un proceso que mejoraría la calidad de las ediciones mediante hipervínculos. La tecnología está a nuestro alcance, su utilización es relativamente sencilla y solo falta una voluntad más decidida y constante para afrontar el reto de que los textos teatrales sean conocidos en las debidas condiciones, con fotos, vídeos y enlaces a otros materiales bibliográficos que permitan un mayor disfrute y conocimiento de las obras. La coartada de los costes es una falacia casi siempre en esta materia, porque todo acaba dependiendo de la voluntad de trabajo y la disposición a colaborar. El reto es más sencillo de lo que suponemos y no merece la pena perder el tiempo en melancolías que nos llevan a la desesperanza.

Web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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