N.º 7 De aquí y de ahora. Teatro Español Contemporáneo

sumario

La identidad fragmentada

Olivia Nieto Yusta

TOLA, Alberto
El último secreto de James Dean. Niño fósil.
Los niños oscuros de Morelia
Madrid, Teatro del Astillero, 2015
(Colección Teatro del Astillero nº 38), 135 pp.
ISBN: 978-84-937881-7-9.

La relación de Albert Tola (Gerona, 1980) con el Teatro del Astillero se remonta a 2011 cuando participó con El sudor de tus manos cuando tiemblan en el proyecto colectivo Mein Kapital, dirigido por Cristina Yáñez, en una coproducción de Tranvía Teatro de Zaragoza, Teatro del Astillero de Madrid y Tantarantana Teatre de Barcelona en la que colaboraron un total de ocho autores teatrales (además de Albert Tola, participaron Inmaculada Alvear, Marta Buchaca, Francesc Cerro-Ferrán, Luis Miguel González, Raúl Hernández Garrido, Daniel Martos y Helena Tornero). Actualmente Albert Tola y El Astillero están colaborando juntos en la creación de una cooperativa de texto escénico entre distintos dramaturgos de Madrid y Barcelona, y al día de hoy hay varios proyectos de escritura conjunta en marcha. El Teatro del Astillero nos brinda ahora la oportunidad de aproximarnos al teatro más intimista de Albert Tola con la publicación de El último secreto de James Dean, Niño fósil y Los niños oscuros de Morelia.

En 2013 tuve la oportunidad de conocer a Albert Tola con motivo del XXIII Seminario Internacional del SELITEN@T, dirigido por el profesor José Romera Castillo en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. El congreso versaba sobre jóvenes dramaturgos y fue entonces cuando el actor Rodrigo García Olza, colaborador habitual del autor catalán, me propuso abordar su dramaturgia (pueden consultarse las actas en Creadores jóvenes en el ámbito teatral (20+13=33), José Romera Castillo (ed.), Madrid, Verbum). Albert Tola es un autor polifacético. Su interés por distintos géneros como el teatro, la poesía, la narrativa y el guion le ha permitido desarrollar una escritura dramática que se aleja del canon aristotélico. Por el contrario, su discurso se articula a partir de imágenes puras y simbólicas donde lo poético y lo teatral se conjugan a partes iguales para construir una verosimilitud “no realista”, un lenguaje que se nutre de los talleres de escritura dramática que cursó junto a José Sanchis Sinisterra en 1999 y 2000 en la Sala Beckett de Barcelona y que le han influido profundamente en su formación como dramaturgo (como también han sido fundamentales en esta tarea Andrea Segura, Roberto Romei, Victoria Gras y Abilio Estévez). En una velada celebrada el pasado mes de octubre en el Teatro Español de Madrid que versó sobre La defensa del dramaturgo, José Luis Alonso de Santos definió la labor del autor teatral en los siguientes términos: “Ponemos voz a lo que pide ser sacado del silencio”, una idea que comulga plenamente con el teatro de Albert Tola, cuyas obras ahondan en lo más profundo de la naturaleza humana. Desde su primera obra dramática, Salento (2006), hasta su última creación, Los niños oscuros de Morelia (2015), el lector/espectador asiste a un ejercicio de catarsis en el que los personajes abordan, por medio de confidencias y recuerdos, temas como la muerte, el desarraigo, la sexualidad o el paso de la infancia a la adolescencia (este último, tema recurrente en la obra dramática de Albert Tola). Y en ese afán por reconstruir una identidad fragmentada queda al desnudo la faceta más cruel y egoísta de la naturaleza humana. Bajo la incomunicación y el silencio laten dudas, miedos e inquietudes que el autor explora a través de la intimidad de sus personajes (y de la suya propia), insertándose en la línea trazada por dramaturgos como Lluïsa Cunillé, Enric Nolla, Beth Escudé y el ya mencionado José Sanchis Sinisterra.

Las tres piezas que publica el Teatro del Astillero son una muestra de su dramaturgia más madura. Si bien no han sido concebidas como una trilogía propiamente dicha, en todas ellas se pueden rastrear las “obsesiones” del autor. El último secreto de James Dean, estrenada en la Sala Tantarantana de Barcelona en 2011 bajo la dirección de Roberto Romei, relata el reencuentro de una enferma mental con un antiguo amigo al que identifica con el actor norteamericano. Lo que a primera vista parece un juego inocente, va cobrando un cariz inquietante a medida que la joven recuerda algunas experiencias traumáticas del pasado que parecían olvidadas, ocultas o silenciadas. La frontera entre la realidad y la ficción queda distorsionada a través de los recuerdos, la locura y el mito de James Dean, todo ello construido con un lenguaje repleto de imágenes poéticas. Niño fósil se estrenó en 2014 en Àtic 22 de la Sala Tantarantana de Barcelona dirigido por el propio Albert Tola e interpretado por Rodrigo García Olza (muy pronto pisará los escenarios madrileños bajo la dirección de María Elena Mexía). Se trata de un monólogo que se nos presenta como una metáfora de la agresiva irrupción de un niño en la edad adulta. En unas circunstancias inverosímiles su cuerpo experimenta los cambios orgánicos propios de la fosilización, un endurecimiento físico que puede leerse en clave emocional e identificarse con los golpes que asesta la vida adulta en todos los sentidos. En este escenario de lodo, raíces y putrefacción el protagonista ahonda en sí mismo para reflexionar sobre el acoso escolar, la sexualidad y su propia identidad. Los niños oscuros de Morelia es un texto aún por estrenar, pero por el momento cuenta con una lectura dramatizada que se llevó a cabo en el mes de octubre en el teatro La Maldita Vanidad de Bogotá dirigida por Daniel Diaza (quien se encargará, próximamente, del estreno mundial en la capital colombiana), y en enero de 2016 se hará lo propio en la sala Tantarantana de Barcelona bajo la dirección de Julio Álvarez. Los niños oscuros de Morelia relata el exilio republicano español desde una óptica muy frágil, la de la infancia. En este caso somos testigos del viaje en barco que experimentan dos jóvenes adolescentes que han sido enviados a Méjico por sus padres republicanos para salvarse de la Guerra Civil española, un hecho real que el dramaturgo aborda de una manera ingeniosa, con humor e ironía, sin restarle crudeza alguna. A través de varios juegos infantiles se articulan las escenas (“El juego del error fatídico”, “El juego del señorito exorcista”, “El juego del telón en el cielo”, “El juego del fusilamiento del padre”…) que van desvelando las terribles consecuencias de este episodio. Abilio Estévez señala con acierto en el prólogo de esta publicación que en estas tres obras “hay juegos, como en la infancia. En las tres, y como en la infancia, el juego es extremadamente peligroso; tanto, que puede conducir a la locura, a la fosilización y a la muerte”. Pero frente a esta radiografía de la soledad y la incomunicación, del egoísmo y la crueldad, la escritura dramática de Albert Tola desprende una poderosa atracción por la belleza de su lenguaje y de sus imágenes, dos antagónicos, belleza y dolor, que no hacen sino reproducir la cara y la cruz de la naturaleza humana puesto que “somos dos abismos –un pozo mirando fijamente al cielo” (Libro del desasosiego, Fernando Pessoa, Barcelona, Acantilado, 2002, p. 26).

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