N.º 6 Mejor pensarlo dos veces. Ensayo

sumario

 

Memoria del exilio

Fernando Doménech Rico
Real Escuela Superior de Arte Dramático / ITEM

HERAS, Juan Pablo
Ciudadano del teatro. Álvaro Custodio, director de escena (República, exilio y Transición)
Madrid, Antígona/RESAD, 2014.
322 pp.

 

Álvaro Custodio nació en un teatro. Su abuelo había adquirido el antiguo teatro de Écija, al que denominó Teatro Custodio, y la familia vivía en el mismo edificio, de modo que «el palco proscenio de la familia se comunicaba por un corto pasillo con el comedor de nuestra casa» (p. 27). En este lugar que parecía predestinarlo nació el 13 de diciembre de 1912. Los que conocieron a Custodio durante su última etapa, cuando regresó a España de su largo exilio y se hizo cargo de la Compañía Vocacional de San Lorenzo de El Escorial saben que, efectivamente, estuvo toda su vida marcado por el veneno del teatro. Sin embargo es difícil que incluso aquellos que siguieron su última singladura teatral conozcan todos los avatares de una vida intensa y apasionada, o que estén al tanto de la importancia de su tarea como director, autor dramático y crítico. Todo esto es lo que recupera de forma ejemplar Juan Pablo Heras en su documentado estudio Ciudadano del teatro. Álvaro Custodio, director de escena (República, exilio y Transición) publicado por la editorial Antígona en colaboración con la Real Escuela Superior de Arte Dramático.
Al nacimiento en el Teatro Custodio siguieron su trabajo como actor en los primeros montajes de La Barraca, a pesar de la escasa simpatía que sentía por él Federico García Lorca, los años de la Guerra Civil, su ingreso en el Partido Comunista y el exilio tras la caída de Barcelona en enero de 1939. Juan Pablo Heras va siguiendo las distintas etapas de este exilio y los caminos a veces impensados que recorrió la familia Custodio: de Francia a la República Dominicana del dictador Trujillo, de allí a Cuba y desde Cuba a México, en donde terminaría asentándose. Y junto a los lugares, el recorrido por las distintas actividades que el exiliado Custodio desarrolló en cada uno de estos países: periodista, crítico cinematográfico, guionista de tremebundos melodramas… Pero también las peripecias personales, de las que el curioso lector no dejará de leer las relaciones del matrimonio Custodio y su hija Isabel con un joven revolucionario llamado Fidel Castro (pp. 122-123).
Sin embargo, lo fundamental y lo que da sentido al libro, es el estudio de la actividad teatral de Álvaro Custodio. Juan Pablo Heras hace un minucioso estudio del trabajo de Custodio como director de escena, desde sus comienzos con el Teatro Popular en Cuba en los años 1941-1944 hasta sus últimos estrenos en el Real Coliseo de San Lorenzo de El Escorial, tras la vuelta del exilio. La parte fundamental del estudio está dedicada a las dos grandes empresas teatrales de Custodio en México: el Teatro Español de México, que comenzó su andadura con el estreno de La Celestina en 1953, y su continuación en el Teatro Clásico de México, que comenzó en 1959 y duraría hasta 1973. Con estas iniciativas Custodio puso en escena una gran cantidad de obras del teatro español del Siglo de Oro, a menudo con éxito extraordinario, como fue el caso de Fuente Ovejuna, representada en 1956 al aire libre con dieciocho actores y más de cien figurantes además de músicos, caballos, carretas, etc., en la plaza de Federico Gamboa en Chamalistac. Pero hizo también repertorio internacional, como Hamlet (1964), estrenó a León Felipe (La manzana, en 1955), y creó dos grandes espectáculos mexicanos, Moctezuma II, de Sergio Magaña (1961), y El regreso de Quetzalcoatl, con texto del propio Álvaro Custodio, representados de nuevo al aire libre en las pirámides de Teotihuacán y Teopanzolco. De todos estos estrenos da cuenta el autor del estudio en las fichas técnicas que se incluyen al final del mismo.
Juan Pablo Heras no solamente ha escrito un estudio pleno de documentación inédita que muestra su capacidad como investigador. Además lo ha hecho con una precisión y una pasión admirables, muy lejanas de la pesada prosa académica que se podía esperar de la tesis doctoral que está en el origen de este trabajo. Las páginas dedicadas a la actividad de Custodio y su mujer Isabel Richart en la Guerra Civil son un buen ejemplo de esta forma de narrar con toda la emoción que demandan los sucesos de aquellos días, como sucede en la vuelta a Barcelona para recoger a las familias de los oficiales republicanos cuando la ciudad estaba a puento de caer en manos de los sublevados:

Una vez en la ciudad, ríos de hombres caminaban en sentidos opuestos: unos huían de la inminente llegada de las tropas nacionales; otros, de palidez cadavérica, y hasta entonces escondidos o presos, enarbolaban banderas monárquicas, junto a jóvenes vestidos de domingo que vitoreaban el vuelo de los aviones alemanes. Al mismo tiempo, multitudes hambrientas peleaban desesperadas por los pocos alimentos que habían logrado saquear de las tiendas desabastecidas (p. 55).

Gracias a ello, el libro de Juan Pablo Heras se lee con gran placer y facilidad (no diremos aquello de «se lee como una novela», porque hay novelas aburridísimas). Y todo ello sin dejar nunca el rigor del estudio cienfífico, avalado por una gran cantidad de documentos e informaciones de todo tipo, desde las entrevistas realizadas por el mismo autor o por otros (es fundamental en este sentido la realizada por Elena Aub, la hija de Max, al propio Álvaro Custodio) hasta las decenas de fotografías que acompañan la edición. Es de justicia además señalar la esmerada labor de la editorial Antígona, que con este libro mantiene la línea de coediciones con la RESAD que comenzó con el libro de José Paulino, Drama sin escenario.
Álvaro Custodio fue el director del exilio republicano español que logró una mayor estabilidad y proyección en México, frente a otros que, a pesar de su valía, no lograron integrarse en el mundillo teatral mexicano. Por ello Juan Pablo Heras se plantea varias preguntas: «¿Qué aportó exactamente Álvaro Custodio al teatro mexicano de su tiempo? ¿Qué influencia dejó tras sí su trabajo?…» (p. 18). Son preguntas cuya respuesta importa sobre todo a la historia teatral mexicana, y el trabajo de Juan Pablo Heras seguramente ayuda a responderlas con mayor precisión. Sin embargo, desde un punto de vista meramente español, lo que importa destacar es el rescate del esfuerzo de Custodio por mantener y prolongar lejos de su patria el legado teatral de la II República. Por ello este libro, que forma parte de un esfuerzo colectivo generado alrededor del profesor Aznar Soler, es algo más que un estudio académico: es la reivindicación de la memoria del teatro español creado fuera de nuestras fronteras por los exiliados republicanos. Y el pago de una deuda pendiente: la del olvido y el desconocimiento que pudo vivir en plena carne Álvaro Custodio al volver a una España que ya no era la suya.

 

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